Permítanme que les escriba como si fuera ayer. Como si nada de lo que sucede estuviera pasando. Tengo la impresión de que este artículo ya ha sido escrito. No se trata de un dejà vu, sino más bien de un “efecto collage”. El tema original de este artículo fue anticipándose fragmentariamente en otras entregas propias y ajenas, en intercambios en redes sociales o en reflexiones silenciosas y pensamientos en voz alta. La discusión acerca de cuáles son los jugadores idóneos para integrar o no el Real Madrid es un tópico omnipresente en la comunidad blanca.
Por mi parte, algo de lo que sigue ya se perfilaba en textos despuntados durante la dilatada summeriana anterior. En días recientes, el cuadro se configuraba con nitidez, merced a los aportes de galernautas de mayor y mejor ganado prestigio: la puesta en situación que nos brindaba Pepe Kollins en cuanto a las reglas tácitas y expresas que regulan las transferencias, a propósito de Haaland; y la profunda reflexión de Mario de las Heras sobre la escandalosa expulsión de Rodrygo tras su gol ante el Sanse.
A esto se sumaba un auspicioso análisis de las cifras del, a mi gusto, demasiado postergado Jovic y las noticias que llegaban casi a diario desde la diáspora de futbolistas cedidos que se lucían en otros equipos, incluso a veces a nuestras propias expensas.
Faltaba descubrir que habíamos pasado a vivir, antes del confinamiento, en estado de summeriana permanente para que todo terminase de cuajar. Pese a que el libro de fichajes estaba cerrado hasta el mes de junio (veremos qué sucede ahora) y haya contratos preexistentes que deban cumplirse, el cotilleo sobre quién se va, quién se queda y quién regresa era incesante. Prensa (para algunos continúa en mitad de la pandemia), dirigencia y afición soltaban sus apuestas, sondeaban el terreno, hacían oír ambiciones y deseos durante las cuatro estaciones del año sin descanso.
Cada jugador que sobresalía el año anterior se convertía en la aspiración suprema para la siguiente temporada y así, cada domingo, se renovaba la wishing list del aficionado. Advertidos de que el negocio de los fichajes no se manejaba a gusto del consumidor, que entre los representantes y los clubes más poderosos tenían bloqueado el comercio de superestrellas, que no podíamos salir a comprar un Cavani, un Lewandowski y un Salah a capricho, como quien se pasea por las góndolas del supermercado; debíamos concentrarnos, incluso como aficionados, en lo asequible y sobre todo en lo que teníamos asegurado.
A este respecto, no será la primera vez que me declare muy a favor de la política de captación de jóvenes del Real Madrid, que se vuelve casi preclara en tiempos de crisis. Es muy positivo que, en la medida de sus capacidades, el club asuma la formación integral de deportistas emergentes que reúnan naturalmente ciertas características afines a las necesidades, propósitos y espíritu de la institución.
Acaso mi visión suene muy altruista y algo cursi, pero si lo pensamos en términos de generación de patrimonio deja de parecer poético. La historia madridista demuestra sobradamente que aquellos plenamente identificados con nuestro escudo han sido quienes mejor lo defendieron en las buenas y en las malas. Se supone que todo jugador comprometido emocionalmente con los colores que lo envuelven cuenta con un plus.
Cuanto se dedique a brindar entrenamiento, atención sanitaria, alimentación adecuada, hábitos saludables, un marco familiar y social estable, educación en valores a chicos que prometen convertirse en dignos abanderados de nuestra insignia habrá de redundar en múltiples provechos.
Por otra parte, tanto en términos económicos como deportivos es tan insensato como impracticable pretender que el Real Madrid deba retener todo lo adquiere o surge de la cantera.
Bien apuntaba Pepe en el artículo referido al principio, que anda (¿andamos?) mucho madridista suelto por ahí que padece “la mentalidad denominada de “PC fútbol”, en referencia a ese juego de ordenador en el que puedes comprar y vender jugadores con el solo esfuerzo que supone pulsar el botón de un ratón,… basta con darle click y usted ya tiene al futbolista que deseaba”, nada más lejano a los mecanismos con que funciona, o funcionaba, el mercado de fichajes.
Los juegos de pantalla ofrecen una suerte de "realidad simplificada", la aventura sin las complicaciones, una selva sin mosquitos, y un coto de galácticos sin Mendes, Raiolas, Casales ni Aloisios.
Los juegos tradicionales, en cambio, nos transportaban a una realidad por completo diferente; a partir de un marco de referencia concreto tomado de la vida real nos proponían un nuevo desafío con pautas y códigos internos. Nos invitaban a desarrollar la creatividad, estimulaban el pensamiento analítico, nos invitaban a elaborar recursos propios o explotar los del rival. Nos iban educando los reflejos que luego podíamos extrapolar nuevamente al plano cotidiano o aplicar en futuras coyunturas.
Algo de eso ocurría con los juegos de cromos de nuestra infancia, la que más a menudo aparece en mis pensamientos en estos tiempos de reclusión. Quien haya coleccionado cromos en algún momento de su niñez, sabemos de qué se trata ingeniárselas para conseguir una figurita difícil, la que nos falta para completar el cuadro ideal o el retrato de nuestro ídolo. Habremos pasado noches en vela elucubrando una estrategia, localizar primero en poder de quién estaba esa preciada estampa y luego el modo más eficaz para que pasara a nuestras manos.
El sistema más palmario —también el menos económico y entusiasmante— consistía en seguir adquiriendo sobres de figuritas hasta dar con aquel que contuviera el objeto de nuestro antojo. Mas a veces la cacería se prolongaba más allá de la edición de los cromos, o venían de obsequio con periódicos o golosinas a las que teníamos acceso limitado. Entonces empezaba la verdadera diversión.
Desde convencer al portador de la pieza de que nos la cediera mediante un trueque conveniente para ambas partes hasta ganársela a través de los múltiples juegos en que las figuritas eran a la vez ficha y premio. El trueque solía ser el más improbable, ya que raramente se disponía de un cromo equivalente al que pretendíamos. Lo usual era ofrecer a cambio una cantidad considerable de unidades atractivas por una u otra razón, cierta o bien presentada. Una oratoria envolvente lograba transacciones que nunca se hubieran concretado apelando únicamente al vil metal.
Devueltos por fin a la realidad, o a la realidad inmediatamente anterior a la presente, las semejanzas saltan a la vista. Los juegos de cromos se desvelan como la disciplina más afín a la que se despliega en las cabezas y las oficinas de directivos y contratistas. Los que andamos desencaminados somos nosotros, periodistas, opinólogos y aficionados de a pie, que de tanto revisar Transfermarket y Calciomercato, nos olvidamos de retornar a las fuentes y recuperar aquellos conocimientos que, con un manojo de figuritas y nada serio que perder, adquirimos en el patio del colegio o en el camino a casa. Ojalá podamos volver a ellos muy pronto.
“Cuando uno tiene sed , sueña que bebe”. Aunque no sea la mejor cita para expresar lo que pretendo , no la eliminaré. Lo que trato de explicar es que uno ya estaba ávido de atender su escrito, a pesar de sus alardes anglicistas . Mire , Doña Julia - esto sí que suena distante y solemne, jeje-, usted tiene un don , por lo menos, que yo sepa . Gracias a él nos entretiene e ilustra haciéndonos esbozar una sonrisa. Esencial actividad que , en un escenario tan dantesco como el actual, nos alivia y rescata.
Disculpe estimada Julia si mis palabras no son las adecuadas y propias de un leal seguidor. No quiero que suene a excusa , pero la falta del adecuado descanso no contribuye a escribir con el mayor tino. Aludo a ciertas dificultades , las mías, para la conciliación del sueño.
Es evidente que tiene razón, también tiene razón -para ser más preciso-, cuando hace referencia a las dificultades de mercado y a su preferencia por el fichaje de futbolistas jóvenes con el suficiente carisma para jugar en todo un Real Madrid. Entrañable su aportación , a nivel de economía, a partir de los cromos y “figuritas”. Por cierto, permitame una confesión, se está gestando , a nivel mundial, una novedosa colección de cromos , que puede revolucionar un determinado mercado . Y hasta aquí puedo leer si quiero mantener el enigma.
Vaya, mi estimado., que los problemas de sueño nos aquejan a todos parejo por visto.
Le agradezco, no obstante su atención a mi modesto artículo (a decir verdad, una vieja nota aggiornada gracias a los esfuerzos del editor para hacerla cuajar en el contexto actual), y a sus enigmáticos comentarios.
Poco puedo añadir. Nada más bien. Me quedo con la intriga.
Estaré ausente, me temo. La forma en que este despropósito universal afecta otros aspectos de mi vida, me excluyen de la letra escrita.
Espero que las tinieblas se disipen en algún momento y pueda retomar el teclado.
Le mando un afectuoso saludo, confiando en que se encuentre lo mejor que estas circunstancias lo permiten.
Hola Doña Julia, seguimos echándola de menos.
Un abrazo afectuoso.