¿Oís eso? ¿Ese susurro de uñas roídas, ese crepitar de huesos de dedos, ese castañetear de dientes sufridos? Sí, ¿verdad? Son los ruidos que hacen los antimadridistas ante la idea de que Cristiano Ronaldo siga pasando rondas y pueda plantarse en la final, algo nada descabellado habida cuenta de la parte del cuadro por la que avanza Portugal, donde a priori Croacia era el rival más temible.
Supe que Portugal pasaría poco antes de la prórroga, en el último córner del encuentro, cuando Cristiano bajó a despejar el balón y cualquier tentación de victoria croata, como el que se sacude una mota de polvo de la solapa, esperando su momento. Un momento que llegó a cinco minutos del final, donde rememorando una vez más al eterno Di Stéfano, como jugador total, recogió un balón casi en su área, abrió la jugada y se metió un sprint que terminó con un remate suyo en el área rival que dejó el balón franco para que Quaresma lo empujará al fondo de la red.
Cambió su planteamiento radicalmente Portugal, algo que pareció desconcertar a la selección Croata. Del dominio de balón y el control más o menos acertado de los primeros partidos, pasamos a un juego de contención cediendo el dominio al equipo de Modric. Metidos atrás y esperando una contra, maniatando completamente al centrocampista madridista, lo que anuló todo el juego ofensivo rival, aunque también el propio. Un partido de ph neutro. Cierto es que ambos equipos daban un trato aceptable al balón cuando lo tenían en la primera parte, pero sin profundidad alguna, apostándolo todo a algún balón parado desinteresado y misericordioso.
No he visto todos los partidos de la Eurocopa, pero este puja firmemente por ser el más soporífero hasta el momento. Tanteo y más tanteo, como unos preliminares eternos e insatisfactorios que no incitan a nada más que a dormirse… El miedo.
Un partido de grillos y valeriana, de noche veraniega y perezosa, de esos que no sólo duermen a Villar en la grada, sino al común de los mortales. Vamos, un supino coñazo.
Podrían haberse ahorrado todo y jugado únicamente los últimos cinco minutos de la prórroga, que fue cuando pudimos ver algo interesante. Ni tiros, ni ocasiones, ni juego, sólo la emoción de la incertidumbre, que como decía Dostoievski: “es lo que nos encanta, porque en la bruma todo resulta maravilloso”. Incómodo, pero sensato, que diría Voltaire.
Decepcionó la Croacia de Modric, que amenazaba con comerse el mundo tras ganar a España, pero con el madridista anulado su selección quedó tremendamente minimizada y sólo sacó la cabeza al final de la prórroga, cuando las marcas se hicieron más laxas y nuestro pequeño croata cogió algo de oxígeno. Y es que tuvieron la opción de la victoria poco antes del gol de Quaresma, del mismo modo que rozaron el empate en un espasmo final, todo acumulado en cinco minutos, como el estudiante que se entrega al último repaso como solución al examen que se le avecina.
Es obligada una mención especial a Pepe, que estuvo imperial en defensa y aún tenía fuerzas para salir hacia el ataque cuando todos andaban intentando no pisarse la lengua con los tacos, mirando a las botellas de agua de la banda como perritos hambrientos. Tuvo el gol en su cabeza en la primera parte.
Hoy Cristiano apenas apareció, pero como he comentado, cuando lo hizo fue para ser resolutivo, una vez más. Ronaldo marca, asiste y es determinante, mientras el antimadridismo masculla frustraciones y llora baldías poesías pasadas. Cristiano galopa por versos y pentagramas, pero es su poderosa prosa la que abruma, aunque sea portuguesa.
En resumen: la selección que ganó a España eliminada por la Portugal de Cristiano. Un titular como rúbrica que no leerán hoy, se lo aseguro.
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