Asisto al verano de Cristiano Ronaldo invadido por una tristeza austrohúngara. Cuando sonó tan insistentemente para el Atlético de Madrid, recordé al personaje principal de El busto del emperador. El conde Franz Xaver Morstin es un oficial retirado del cuerpo de dragones del ejército imperial que a la vejez y viviendo en su pueblo de Galitzia (por donde ahora los rusos persiguen a los ucranianos) se encuentra con que la corona de Francisco José ya no existe y él ahora es de repente polaco. El conde, sin embargo, compartía con el madridista el rasgo esencial de su carácter. Es decir, sentirse “un auténtico noble, un hombre por encima de todas las nacionalidades”. Las nuevas autoridades de su pueblo de toda la vida no paran de darle la murga a lo largo de todo el cuento porque Morstin se empeña en honrar en lugar principal de su casa un busto del viejo emperador que a todas luces molesta pues el mundo ha cambiado y aquella antigualla debe ser desterrada de la vista. Dicen que Roth, que de muchacho era bastante rojo, se pegó un día de borrachera con un peje de mala sombra que en un antro de Viena le quiso vender en confianza la verdadera corona de los emperadores de Austria. Me sentí igual de desplazado en una dimensión más cerca del tiempo que del espacio al figurarme a Ronaldo vestido de rojiblanco trotando por el césped del Civitas Metropolitano. Me dio un vahído.
En general desde que se fue del Madrid las decisiones de Cristiano Ronaldo se han parecido mucho a las de Cary Grant en Los Blandings ya tienen casa. Ha hecho carne el verbo aquel (del que yo confieso haberme reído, como del propio Ronaldo, pues la impaciencia rabiosa, que es otra seña de identidad del madridista promedio, se refuerza hasta la esquizofrenia por la pulsión de inmediatez diabólica a la que aboca Twitter) que reza “fuera del Madrid hace mucho frío”. Al principio de irse a la Juventus pareció que no pero luego, sí. El Madrid atravesó durante un tiempo un inmenso Nilo de mierda, en crecida desbordante, mientras que él ganó un Scudetto con La Vechia Signora. A esas alturas, la verdad sea dicha,ganar un Scudetto con la Juve tenía tanto valor como la supuesta corona austrohúngara que le quisieron vender a Joseph Roth aquella noche alcohólica en un agujero vienés. Vamos, que era una fruslería, un viaje para el que no hacían falta las alforjas cargadas de soberbia con las que se marchó de Madrid, acosado por el fisco, que es la nueva Inquisición. Ganar Scudettos con la Juve es como las exhibiciones en la Liga española de Lionel Andrés Éibarman Messi contra los equipos de relleno en sus últimos años en Barcelona: la nada. Pero la nada, al contrario que el saber, sí que ocupa lugar, y sobre todo tiempo, que es lo que le falta a Cristiano Ronaldo, a quien veo capaz de cerrar un trato con Satanás a cambio de detener el sol en todo lo alto para que no pasen los días, como Josué.
“fuera del Madrid hace mucho frío”. Al principio de irse a la Juventus pareció que no pero luego, sí
Después de que se fuera, el Madrid recuperó a Zidane y también recuperó el pulso. El tren descarriló, pero permaneció entero. Se rehicieron las vías y la máquina se blindó y siguió avanzando, como aquellos trenes de madera recubiertos de planchas de acero con los que los bolcheviques conquistaron a sangre y fuego cada palmo del antiguo imperio de los Romanov. En los últimos tres años han caído dos Ligas y una Copa de Europa, que podría haber sido su sexta Copa de Europa particular, pero Ronaldo miraba todo eso desde muy lejos, descendiendo un peldaño cada vez en esa terrible escalera hacia la irrelevancia que todos los mitos se ven obligados a bajar en un momento concreto de sus vidas.
Durante este lustro, el Madrid se ha renovado, es decir, ha continuado su camino, trazado por gigantes. Se ha rehecho del golpe que supuso perder al jugador franquicia de los últimos diez años, al rostro de la segunda edad de oro. Aquí seguramente esté la madre del cordero: se creyó más grande que el Madrid y al final de la partida, Cristiano no es más que un hombre, just a man, mientras que el Madrid, que es la obra agregada de muchos hombres preclaros, puede acudir al “tesoro compartido e ideal que da sentido a nuestra vida, presta sentido a nuestra memoria y nos une nuestros mayores”, que es la tradición según Mauricio Wiesenthal. Y Cristiano, que como hombre se estrella contra los altos muros del paso del tiempo y su huella física (por eso los héroes de Homero morían todos muy jóvenes), lleva tiempo huyendo como un mozo pamplonés desesperado del toro de cuernos afilados que lo persigue, cada vez más cerca.
cristiano se creyó más grande que el Madrid y al final de la partida, Cristiano no es más que un hombre, just a man, mientras que el Madrid, que es la obra agregada de muchos hombres preclaros, puede acudir al “tesoro compartido e ideal que da sentido a nuestra vida, presta sentido a nuestra memoria y nos une nuestros mayores”
Pecado de hybris. Ronaldo es el que es, como dijo Jesucristo. A su naturaleza prístina en la que todo es transparente, sobre todo lo malo, se debe que lograra elevarse sobre todos los demás. Así se convirtió en el Coloso de Rodas y así levantó al Madrid dentro de su puño cuando Guardiola, que es su antítesis futbolística y por supuesto humana (el maestro de la doblez, un tratante fenicio del siglo IV antes de Cristo, un embajador persa, un sultán de Damasco) detonó la bomba Messi con el objeto indiscutible de borrar al Real de la faz de la tierra (y de la memoria de los hombres). Los hermanos Del Riego subrayan en La Biblia blanca que “esa ausencia de hipocresía, de condescendencia con el rival, esa angustia por marcar un gol más, y toda la panoplia de gestos contrariados cuando algo se interpone entre él y la victoria, no son una máscara: son la forma de ser de alguien que nunca quiso escapar del patio. Chutar y celebrarlo con ansia. Fallar y ofuscarse. Correr y rematar. Es el estilo trascendental del fútbol”. Y es un estilo que es el estilo del Madrid, que es la más absoluta y pura vehementia cordis, la furia indomesticable del corazón por perpetuarse, sobreponerse, dominar y conquistar. Por eso Cristiano encajó de molde en la institución. Por eso mismo suscitó una suspicacia de magnitud desconocida (del tamaño, en realidad, de su grandeza) entre su propia afición, puesto que, ¿a quién le gusta verse reflejado con tanta pulcritud en un espejo? Inocencio X escupió con desdén un troppo vero cuando Velázquez le presentó el retrato que le había hecho en Roma. Por eso los caminos de Ronaldo y del Madrid, como los de Di Stéfano y el Madrid, estaban condenados a separarse con la única violencia que puede deparar un amor tan salvaje y primitivo: la violencia del despecho. Cristiano es tan Madrid que estaba condenado a sucumbir a su Narciso interno y a creerse más grande que la obra en la que participaba con mano de caudillo.
El día en que el mundo del fútbol al unísono (con la unanimidad por aclamación que sólo pueden provocar las gestas primordiales) festejaba la epopeya irrepetible con que el Madrid había alcanzado su decimocuarta Copa de Europa, Ronaldo subía un selfie en la sauna de su casa. Enseñaba un cuerpo de Apolo, pero también arrugas. Este verano ha proclamado al mundo entero su ambición desmedida por sí mismo: quiere jugar otra Champions League más porque esa competición es, como él mismo dijo aquella noche kievita infausta donde se nos rompió el amor de tanto usarlo, “deberían cambiarle el nombre a Cristiano Ronaldo League porque nadie ha marcado más goles que yo”. Para encontrar las raíces de una egolatría tan desmedida habría que remontarse a su infancia, esculpida en el sufrimiento, en la soledad y en la incomprensión. Separado de su familia por un océano, Cristiano, como Napoleón, abandonó muy pequeño su islita, en la que había crecido montaraz, desafiando al medio feroz que lo rodeaba, persiguiendo su propia sombra como uno de los primeros habitantes, por un colegio en el continente. Allí nadie le quería, nadie entendía su acento, se reían de él, lo aislaban. Toda su vida ha sido lo mismo, una aventura de cíclope atravesando un mundo hostil que sólo ofrece la oportunidad de un inmenso botín, puesto al alcance de la mano del más fuerte. El más fuerte ha sido siempre él, pero ya no lo es. Toda Europa ha visto desnudo a Narciso, ni siquiera quiere ganar otra Copa de Europa, su ansia de orate es meter un gol más, otro más que Messi, romper el enésimo espejo y que nadie nunca recuerde, ni siquiera él mismo, que tiró los últimos cinco años de su carrera por culpa de un arrebato de tonadillera que sin embargo era tan inevitable como la última glaciación, tan inevitable como la noche que precederá al día de mañana.
Ronaldo es además un ídolo tan contra natura en esta época de mediocridad infinita que como siempre lleva su verdad en la boca, como el corazón, de su caída hacen fiesta todas las hienas del mundo. Verlo jugar en el Atlético por unas migajas de grandeza habría destruido el imperio monstruoso que edificó en la Historia vestido de blanco. En Inglaterra, donde aún conservan ese sentido deportivo del juego, ligado a la idea absurda de caballerosidad con la que gustan de verse a ellos mismos desde los tiempos de la reina Victoria, estas demostraciones públicas de desafecto no empañarán casi seguro su imagen deificada ante una afición, la del United, que vive su propio camino al Gólgota de la milanización y que se conforma con cualquier atisbo de grandeza que les salve siquiera un instante de la penosa realidad. Pero la traición a la memoria (la única madre que puede salvarnos, escribe Wiesenthal en La Hispanibundia) madridista de su legado, que es la parte más brillante de lo que de su nombre quede en la noche de los tiempos, habría resultado tan imperdonable como dolorosa. He ido a un texto que escribí sobre Mourinho hace unos años, concretamente sobre su crepúsculo. Lo he releído y lo pego tal cual aquí, porque creo que más que de Mourinho, yo entonces estaba ya hablando de Cristiano Ronaldo.
“Intenta repetir en Manchester lo que nunca le salió, como Napoleón en Santa Elena recreando Waterloo una y otra vez, moviendo las piezas en su cabeza que no supo jugar aquella tarde belga que jamás volvió. El destino es una hidra de cabezas infinitas que pueden tragarse a los mejores. España se ríe ahora de él porque demacrado, hirsuto, malencarado y sin ideas, deambula por los antiguos salones del palacio que una vez fue suyo y lo encuentra todo cambiado. Nada responde ya por su nombre y los lacayos lo miran extrañados, preguntándose quién es el anciano de capote gris que camina cabizbajo por los fastuosos pasillos del fútbol mundial, gruñendo por lo bajo. Una de las peores cosas que tiene hacerse viejo es comprobar que todo sucumbe al paso del tiempo. Hasta los genios.”
Fantástico artículo. Muchas gracias por compartirlo
Tiene todo, pero no deja de ser un POBRE HOMBRE. Se creía Dios pero acabará , mendigando. Me estoy refiriendo al ámbito deportivo.
Si su etapa la hubiera cerrado como debía. En nuestro Club hubiese sido un hombre feliz en todos los sentidos
Que pena que el ego destruya sueños
El Madrid hizo con él lo contrario que el trampelona con el lionel, ni hacer la patética campaña todos somos cristiano con lo de hacienda ni pagarle un sueldo desorbitado que arrastrase otros sueldos de la plantilla y así tener una deuda del copón (que las palancas siguen sin solucionar por mucho que fichen como unos descosidos).
De los grandes aciertos estratégicos de Floper de su gestión deportiva, que hay que decir las cosas buenas igual que hay que decir las malas.
Algunos párrafos me han parecido extraordinariamente brillantes.
De todas formas, considero que el sufrimiento subjetivo de Valderrama, cada cual sufre como quiere o puede, fue un tanto gratuito. Nunca creí que hubiese la más mínima y remota probabilidad de que el Coloso de Funchal recalara en el Malakito de Menfis . Ni siquiera en pleno ocaso .
Vería más plausible el regreso del enano hormonado al Circo de la Risa ...Eso no lo descartaría.
La gestión del asunto CR7 fue gestionada de manera impecable por Florentino Pérez. Que , por cierto, además de su corazoncito también tiene su ego.
El intento sacrílego de comparar,de alguna manera,a D.
Alfredo con Cristiano Ronaldo no cuela. D.Alfredo es el espejo de una obra coral ,en la que él era un miembro tenor mas.
CR7 siempre se creyó por encima de la institución deportiva mas grande jamás creada por tantas generaciones de invisibles madridistas. Me parece más acordé con la trayectoria de Sergio Ramos.
¿Qué pretendía CR7? Pués que el REAL MADRID le ayudase en solucionar sus problemas con el Fisco,al que,por otra parte,considero un vampiro insaciable.
El único ídolo perdurable y eterno para mí, madridista desde el vientre de mi madre,como mi paisano J.A. Camacho,es el escudo que lleva esa camiseta blanca.
Todos los demas son grandes por jugar en el REAL MADRID.
Cristiano no ha tirado su carrera ni la tirará porque él compite contra sí mismo, que es la lucha más encarnizada de cuantas puedas librar.Solo él decidirá cuándo se da por vencido.
Donde otros miran la cuenta corriente y la biografía en Wikipedia, Cristiano mira por darle una patada a la historia, al qué dirán, al dni, a todos los que ponen zancadillas con cara de viejos timoratos que temen más a lo que pueda pasar que a lo que está pasando. Va a pecho descubierto, a puerta grande o enfermería, se ríe a mandíbula abierta de la zona de comfort, de los que hacen cábalas si les beneficia chupar banquillo un año para salir con el pase libre y sacar más cuartos al siguiente equipo.
A quien le pregunta ¿por qué?, le responde ¿por qué no?
Su escudo es él mismo y sólo a él le es fiel.
Es rebeldía, es ambición, es egocentrismo, es insatisfacción, es gloria, es Cristiano y es el más grande.
Pues nada,el Sheriff Tiraspol anda buscando delantero pinturero.
Cuando te crees Zeus y sólo eres un simple mortal en un deporte colectivo,pues eso.
Y no le quitó ningún mérito ni deportivo ni personal a CR7,pero dentro de muchos años será recordado como jugador del REAL MADRID. Y nada más.
Dentro de muchos años será recordado como el mejor jugador de la historia de Portugal, su tierra. Será recordado en Manchester, Turin y Madrid, pues en todos ellos dejó su legado. Será recordado por generaciones de aficionados que vieron sus goles en todos los campos y todos los récords que batió. Será recordado por su voracidad, por desafiar a todo y todos los mediocres que ponen fecha de caducidad y a los que ceban sus cuentas corrientes viviendo del pasado. Cristiano ya es leyenda del fútbol mundial, ya es más que un jugador del Real Madrid. Un jugador del Real Madrid es Mariano.
Leyenda del fútbol.
Mercenario del fútbol.
Aquí pudo ser ídolo y símbolo del madridismo pero no fue esa su intención.
Me da pena que una de nuestras leyendas no sea madridista pero está en su derecho de sentir lo que quiera evidentemente
Es el mejor jugador que he visto. El segundo mejor de nuestra historia y el máximo goleador. Mientras estuvo en el Madrid fuimos una pesadilla para los rivales. Siempre defendió con orgullo nuestra camiseta y fue un profesional impecable. A partir de ahí, todo lo demás me da igual. Con su venta perdimos todos. Da rabia ver tantos artículos de alabanza a Bale y tan pocos para Cristiano en La Galerna. No lo entiendo.
Lo del segundo mejor de nuestra historia es tu opinión, respetable pero solo tu opinión. Y será de lo que tu has visto de lo anterior no tienes información suficiente para ser tan tajante.
Si Macduff es mi opinión. De los que yo he visto es el mejor de largo. De los que no he visto me tengo que ir a las cifras y ahí el rendimiento de Ronaldo tampoco engaña: 4 champions, 4 balones de oro, 3 botas de oro, máximo goleador de la historia del club y máximo goleador de la historia de la champions. No he visto jugar a todos, mi padre ha visto jugar a muchos más que yo y él tampoco había contemplado nada igual. Puede que Puskas se nos escape, tal vez Gento... pero ninguno tiene ese palmares, eso te lo aseguro.
Ya , pero es que el palmares en deportes de equipo es engañoso, Arbeloa y Capdevila son campeones del mundo ¿ Son mejores que Cruyff , Di Stefano, Ronaldo, Messi o el propio Cristiano.
Yo , que le he visto jugar , creo que Puskas está a la altura de CR, y eso que aquí le vimos a partir de los 31 años y las competiciones no eran ni parecidas, la TV inexistente y no había tanta repercusión en los medios.
Por cierto, al hilo de las estadísticas :
Puskas 698 partidos 683 goles promedio 0,98
CR 933 partidos 698 goles promedio 0,75
Yo si tuviera que elegir para mi equipo , siempre Pancho el primero
Muy buen artículo a ese gran jugador, que moldeo el Madrid y durante un tiempo fue el pararrayos y rompeolas de la tormenta que venía de la esquinita.....
Se fue al sentirse más importante y querer tener más importancia que el enano anabolizado y se perdió en ese camino. Para mi los mejores recuerdos, siempre corriendo, siempre luchando, siempre buscando más, siempre había esperanza con el en el campo... El resto no importa.