Aquel iba a ser el primer día de trabajo de Antonio en su nueva empresa. Una secretaria le había hecho pasar a un moderno y elegante despacho y le había pedido que esperase allí unos minutos hasta que llegase el director. Mientras esperaba, se hacía continuas preguntas acerca de esta nueva aventura profesional. Todavía no sabía prácticamente nada acerca de las que serían sus funciones o su cometido en la empresa. El director le informaría debidamente de todo ello en breves momentos. De momento, puesto que había leído y firmado el contrato el día anterior, estaba plenamente satisfecho de los que iban a ser sus emolumentos. Un auténtico sueldazo. Seguramente habría que sudarlo de lo lindo, pero con semejante cifra económica no le importaba lo más mínimo tener que trabajar hasta la extenuación.
Con estos y otros pensamientos estaba nuestro protagonista, cuando se abrió la puerta y entró otra secretaria. Era la que conoció el día anterior mientras se tramitaba el contrato.
- Buenos días, Antonio.
- Buenos días.
- Me temo que ha habido un error en una de las partes del contrato. ¡No sé cómo ha podido suceder! Se trata de la cantidad neta a recibir mensualmente. No es la correcta. Debió ser un error mío a la hora de teclearlo en el ordenador. Le pido mil disculpas.
"¡Vaya, hombre!", pensó Antonio. "Ya me parecía a mí mucha suerte la mía".
- Le traigo el contrato corregido con la cantidad exacta. Solo tiene que echar otra firmita aquí y solucionado.
- Sí, bueno. No se preocupe.
- En realidad, son dos mil euros más lo que tiene que cobrar al mes. Y son dieciséis pagas anuales, no catorce. ¿Dónde tendría yo la cabeza ayer... ay, señor, señor...?
- Sí, je, je...- rió nerviosamente Antonio mientras intentaba que no le temblase el pulso al firmar, de la emoción que le embargaba.
En ese momento entró el director y se presentaron. La secretaria salió del despacho con los nuevos papeles ya firmados dejando solos a los dos hombres.
- Bueno -comenzó a hablar el director-. Supongo que estará ansioso por conocer detalles de lo que será su desempeño en nuestra empresa.
- Pues sí. Ansioso es la palabra.
- Nuestro ámbito de trabajo es muy diverso y variado. Y se podría decir que nuestro cometido principal es elaborar meticulosos informes de calidad referentes a un buen número de productos o servicios. Su función principal será ir probando todos los que le encomendemos para su valoración y realizar el informe correspondiente. ¿Sabe manejar el Excel?
- Me las apaño.
- Excelente. Su primer trabajo comenzará ahora mismo. Venga conmigo.
El director abrió una puerta que daba a un pequeño cuarto adosado al despacho. Sobre una mesa había algún tipo de objeto tapado con un paño de terciopelo. Quitó el paño y quedó al descubierto un jamón ibérico, perfectamente acoplado a su correspondiente jamonero. Y había también una caja de madera que contenía unas botellas de vino.
- Lo hemos recibido hoy mismo -dijo el simpático director remangándose la chaqueta y demostrando un buen manejo en el uso del cuchillo jamonero- Se trata de un "Joselito". Debemos verificar su excelsitud antes de que pongan la nueva tanda en el mercado. Vaya usted abriendo una de esas botellas. También debemos catarlas.
Antonio hizo los honores con un sacacorchos de plata y procedió a abrir un Rioja Gran Reserva del 2004. Luego, entre los dos fueron degustando aquellos manjares, tomándose su debido tiempo, pues se trataba de un asunto muy serio y de la máxima profesionalidad. Al cabo de una hora de cata, dieron por finalizada la primera parte de la labor.
- Bien. Ahora toca elaborar el informe. Use mi ordenador para hacerlo. Mientras tanto, yo iré en busca del utensilio necesario para su próxima tarea. Cuando vuelva examinaré su informe y le daré mi opinión.
Antonio se repantingó sobre el sillón del director y procedió con mucha calma a escribir su dictamen acerca de aquellos productos que ahora se hospedaban en su agradecido estómago. Al cabo de un rato regresó el director y echó un vistazo a lo detallado por Antonio.
- ¡Excelente informe! Parece usted haber nacido para este trabajo; no hay duda.
- Gracias. Es usted muy amable.
- Bien; aquí tiene -dijo entregándole un llavero-. No pierda tiempo y vaya a probarlo ahora mismo. Pruébelo durante todo el resto del día y mañana me presenta el informe. Está aparcado en nuestro parking privado. En la plaza 37. Es de color amarillo.
- ¿Se trata de probar un coche?
- Es el nuevo modelo de Lamborguini. Aquí tiene 800 euros para la gasolina. Si necesita más, tráigame una factura. Pruébelo en condiciones. Por ciudad, por carretera. Y tome, un pase para probarlo también en el circuito del Jarama. No se corte ni un pelo a la hora de pisarle a fondo. ¡Ande! ¿A qué espera?
Antonio se lo pasó pipa fardando de buga durante todo el día. Y en realidad no consumía tanto combustible. Los 800 euros también le bastaron para comer en el mejor restaurante de la ciudad. Y mientras conducía a 300 Km por hora, pensaba que no estaba nada mal este nuevo empleo que había conseguido.
Al día siguiente presentó su informe. Por supuesto, estaba impecablemente redactado, y fue muy bien recibido por su jefe.
- Perfecto. Aunque he pensado que con el continuo ajetreo que va usted a llevar, yendo de acá para allá, necesitará un poco de ayuda con todo el papeleo. Dispondrá a su servicio de dos secretarias. Ya se las presentaré en otro momento, porque ahora hay una urgencia. Solo sepa que una es rubia y la otra morena. Muy guapas y extraordinariamente eficientes. Pero como le iba diciendo, el ajetreo es constante en nuestra profesión. Tenía pensado enviarle una semana a probar un nuevo hotel Ritz - Carlton en las Islas Maldivas, pero ha surgido un imprevisto. Uno de nuestros mejores empleados se ha puesto enfermo y mañana tenía que cubrir un evento en Estambul. Se trata de la final de la Champions League. Ya tiene usted dos plazas de avión, lujosa suite de hotel reservada y dos entradas de palco para el estadio. Tendrá usted que valorar todo lo que sea menester del evento. De la ciudad, del estadio, del ambiente, gastronomía, diversión nocturna. Permanezca unos cuantos días allí después del partido, para que le dé tiempo a visitar todo lo que pueda y sacar buenas conclusiones.
- ¿La final de la Champions que juegan el Madrid y el Barcelona?
- Esa misma. Aquí tiene un cheque en blanco. No escatime en gastos y haga un buen informe.¡Pero dese prisa, hombre! Tendrá usted que hacer las maletas, elegir acompañante y todo eso...
Antonio alucinaba en colores. Era muy madridista y asistir a aquella final mientras trabajaba era algo que le caía como llovido del cielo.
No se lo podía creer. Allí estaba Antonio, sentado en el palco de honor, a muy pocos metros de Florentino Pérez y del resto de personalidades. El partido fue vibrante y espectacular. Y el resultado después del mismo no podía haber sido mejor. Victoria del Madrid por... ¡8 - 0!
¡Tres goles de Hazard! ¡Dos de Jovic! ¡Dos de Benzema! ¡Y otro de Ramos en el minuto 93! Que aunque ya no valía para gran cosa, fue el más aclamado y aplaudido por la hinchada blanca, por lo significativo del mismo.
Antonio no cabía en sí de gozo. No pudo esperar a su regreso y llamó por teléfono a su jefe para darle sus primeras impresiones y un esbozo de lo que iba a ser su informe.
- Estupendo, estupendo -dijo el jefe-. Pero tómese su tiempo. Una semana, más o menos. A su vuelta tengo programado para usted un viaje a Hollywood, en el que tendrá que convivir con varias estrellas y hacer una valoración de todas ellas, de sus mansiones, de los estudios cinematográficos, la ciudad, gastronomía, ambiente nocturno y todas esas cosas, ya sabe...
- Sí, jefe. Lo que usted diga. Nos vemos a la vuelta.
Aquella fue una gran noche de celebración por todo Estambul, más blanco que nunca después de la consecución de la Decimocuarta. Una larga noche inolvidable en la que, inevitablemente, Antonio acabó agotado. Al llegar a la lujosa suite del hotel, apenas le dio tiempo a desvestirse antes de desplomarse sobre la mullida cama y quedarse profundamente dormido. Y durmió muy plácidamente.
Cuando se despertó y abrió los ojos, se dio cuenta de que algo no iba bien.
Aquella no era la espectacular suite del hotel turco. Aunque no estaba nada mal, era su propio dormitorio. El de su casa. Aturdido, deambuló unos instantes por la estancia. Decidió entrar al cuarto de baño, acompañado de una sombría sospecha que aguijoneaba su mente. "No puede ser. Otra vez no, por favor". Se miró al espejo y comprendió al instante.
- ¡Maldita sea!
Era Antonio.
- ¡¿Cómo ha podido volver a ocurrirme?!
Era Antonio Resines. Y todo había sido un sueño...
Eres un crack Van Cleef!!!! Excelente y divertido a partes iguales como siempre.
Un abrazo
Tengo la terrible sensación de haberme perdido algo de la actualidad y que por ello no capto el sentido de este artículo.
¿Alguien podría explicármelo?
Joder, y yo que me estaba emocionando... Final de crack 😉
Saludos.