Por su calidad, hemos decidido publicar este cuento participante en nuestro III Certamen de Cuentos Madridistas de Navidad.
Estaban reunidos en el reino de los cielos las leyendas madridistas, lo que ya era una tradición cada vez que jugaba el Real Madrid abajo en la tierra.
Desde dos horas antes del pitido inicial iban llegando desde todos las constelaciones celestiales. Juanito, siempre entusiasta, iba recibiendo a los que iban llegando. Todos con la última camisa que vistieron en su paso por el Real Madrid.
Aranguren, Zamora, Errasti, Cunningham, De Felipe, Rubio, Lazcano, Peña, Manolo Velázquez, hasta Didí. A todos se les pintaba una sonrisa en la cara al llegar. Abrazos y besos para repartir.
En una esquina estaban Joseíto, Miguel Muñoz y Reyes, enfrascados en una discusión comparando al fútbol moderno con el de otros tiempos.
Unos segundos de silencio interrumpieron la algarabía; estaba llegando Don Santiago Bernabéu, de traje, corbata y sombrero.
—¡Hombre, siempre tan elegante, don Santiago! —dijo Juanito.
—¡Es que hoy juega mi Madrid! —replicó.
Los últimos fueron Gento, Puskas, Di Stéfano y Kopa, llegaron juntos y desternillados de risa, venían de ver el clásico celestial Ángeles FC vs. Club Deportivo Arcángeles en el gran Estadio Santísimo.
Abajo en Madrid ya salían a calentar los once que jugarían más tarde el partido que definiría al campeón de invierno. Más allá de conseguir otro título, el equipo blanco necesitaba ganar, pues viajaba en dos días a jugar el Mundialito de Clubes, quería dejar los deberes hechos.
Cañas, tapas y risas se multiplicaban en el recinto celestial. Recordaban viejas anécdotas y compartían experiencias. Estaban tan metidos en el momento que no se dieron cuenta cuando Benzema dió incio al partido, tocando atrás para Modric.
—¡Oye, que ya comenzó el partido! —dijo Puskas.
Desde arriba veían y comentaban. Sufrían y disfrutaban a la par. Su espíritu blanco seguía intacto a pesar de los años.
El primer tiempo transcurrió muy rápido, tan rápido que los madridistas no daban crédito al marcador, 0-3 al descanso. Errores en defensa, desconcentración en la línea media y total desarticulación en el ataque. Un silencio incómodo se apoderó del momento. En millones de hogares, en los bares, en el estadio y hasta en el cielo. Todos los madridistas del mundo hacían su propio análisis de la situación y creaban soluciones tácticas en sus cabezas para ayudar a Ancelotti en las decisiones del banquillo.
La voz experimentada de Miguel Muñoz fue la primera que se oyó:
—Lo primero es mantener la calma. Realmente han sido unos muy malos cuarenta y cinco minutos, pero confīo plenamente en este equipo y en su cuerpo técnico.
Reyes lo interrumpió:
—Perdone Mister, pero algún cambio habría que hacer. No podemos salir al segundo tiempo igual, nos van a meter seis.
Juanito, siempre intempestivo, gritó desde el fondo:
—¡Sí sí, Carletto debe cambiar de esquema a 3-4-3, sacar a Kroos y dar entrada a Camavinga! ¡Necesitamos frescura en la medular!
—Calma, chavales, calma —interrumpió Muñoz—. Entiendo la premura, pero recordemos nuestro ADN. Además, no hay persona en el mundo que conozca más la situación real de los jugadores que Ancelotti. Él es el primer interesado en remontar y sabrá que hacer.
Solo se oyeron algunos murmullos cuando salieron al campo para el segundo tiempo los mismos once jugadores. A los tres minutos, otra desatención defensiva provocó el 0-4 y desató la locura en todos los rincones blancos del mundo. Los jugadores del Real Madrid se veían entre ellos tratando de entender lo que estaba pasando. Carletto, que había estado al borde del campo, fue a sentarse en el banquillo asumiendo su responsabilidad y sin poder hacer mucho más.
Paco Gento pensó en voz alta:
—Solo Dios podrá ayudarnos.
No había terminado de hablar Paco cuando el mismísimo Señor de las Alturas se apareció con una túnica blanca e impoluta.
—¡Saludos, veteranos y noveles! ¿Me llamaron?
La respuesta fue casi unánime:
—Si, necesitamos tu ayuda, ¡debemos remontar cuatro goles en solo cuarenta minutos!
—Ya saben mi afición por el Real Madrid, el club de mis amores, pero también saben que no puedo intervenir en estas cosas. Nunca lo he hecho y nunca lo haré. Soy un aficionado más. Los infinitos logros deportivos son mérito del club y de sus jugadores.
Siguieron las discusiones, todas las leyendas del club daban alguna opinión táctica, incluso Dios se animó a dar un par de sugerencias. Pero seguían pasando los minutos y no se veía ninguna reacción blanca. En ese momento Dios pidió la palabra:
—Les propongo algo: cada recuerdo, cada anécdota, cada imagen que ustedes tengan sobre nuestra historia la transformaré en un copo de nieve para hacérselo llegar a los jugadores. Ellos son los únicos que pueden remontar, solo hace falta refrescarles nuestra historia, nuestro ADN.
De inmediato todos comenzaron a recordar los momentos emblemáticos de la historia blanca: la volea de Zidane, la llegada al aeropuerto con la primera Copa de Europa, la inauguración del Santiago Bernabeu, el Aguanís de Raúl, el empate de Ramos en el 93, las celebraciones en voltereta de Hugo Sanchez, el gol de Marquitos en la final contra el Reims, la estirada de Casillas ante el Sevilla, la corrida por la banda de Bale, el gol de Rodrygo frente al City, el gol de chilena de Cristiano en Turín….
Todos aportaban algo, todos recordaban entusiasmados la inmensa cantidad de momentos mágicos de la historia merengue. Y como si fuera magia, comenzaron a caer pequeños copos de nieve muy blanca sobre el Bernabéu.
El primero en sentir algo fue Carvajal. Sintió un pequeño golpecito en su oreja y al tocar el copo de nieve le vino a su memoria la imagen de cuando puso junto a Di Stefano la primera piedra de la ciudad deportiva. Sintió una energía renovada e interceptó un pase de profundidad del contrario para salir jugando por la banda.
Al mismo tiempo Vinicius recibía la misma señal y su mente se trasladaba al gol de la decimocuarta, sintiendo de manera inmediata el orgullo tremendo de pertenecer al mejor club del mundo.
Todos y cada uno fueron sintiendo lo que ya era una nevada. Fede Valverde recordó el momento cuando le informaron el interés del Real Madrid por él; Modric sintió la misma emoción de su gol contra Manchester United en su primer año de blanco, a Courtois le invadieron imágenes de todas sus paradas en la última temporada, Militao sintió la confianza de sus compañeros en la zaga y subió a cabecear un tiro de esquina que convirtió de manera espectacular. Hazard recogió la pelota de la red y rápidamente la puso en el medio del campo mientras alentaba al público del estadio, que respondió con un alboroto tremendo.
Quedaban treinta minutos y mucho por hacer, pero el ADN blanco ya se había apoderado del equipo. Vinicius tomó un pase de Tchouaméni y dejó a cuatro adversarios atrás para tocársela suavemente a un costado del portero rival. 2-4 y veinte minutos.
El ruido del Bernabéu era una locura, cada pase, cada toque generaba una emoción desbordada. El equipo rival ya sentía el peso y decidió cerrarse atrás para tratar de mantener la ventaja, pero el vendaval blanco era demasiado grande.
En el cielo no paraban de recordar momentos de magia blanca: la chilena de Bale vs. Liverpool, las corridas de Gordillo con las medias caídas, los elegantes controles de Zidane, las infinitas celebraciones de Di Stéfano, las salvadas de Zamora, los pases largos de Xabi Alonso, los pases filtrados de Guti…, y cuantos más recuerdos surgían más ADN se sentía en el césped.
Los nervios del contrario hicieron mella y Karim aprovechó para anotar el tercero. Ya era inevitable la remontada. Seguía nevando de manera copiosa y el Madrid se sentía cada vez más como el Madrid.
Faltando 8 minutos un contragolpe derivó en un penalty contra el arco de Courtois. Como no podía ser de otra manera, Thibaut no solo evitó el gol sino que en la misma jugada salió jugando rápidamente con un pase largo que Rodrigo convirtió en el empate y en la locura merengue. Hasta Carletto salió corriendo a celebrarlo en la esquina del estadio.
Justo cuando anunciaron los cuatro minutos de descuento Luka Modrïc recibió un pase de Valverde en la medular y su chute dió en el larguero, pero Rodrygo estaba cerca y remató de palomita en el aire.
Todo el universo madridista se fundió en un abrazo eterno. Cielo y tierra se fusionaron en una misma celebración, el Real Madrid volvía a remontar en otra noche mágica y se convertía otra vez en Campeón de Invierno.
Juanito buscó a Dios para celebrar con él, pero ya se estaba yendo y solo le guiñó el ojo de manera pícara, con un puño en alto en señal de victoria.
Para el momento de los pitidos finales, el césped del Bernabéu estaba totalmente cubierto de nieve, tan blanco como el uniforme merengue.
El Real Madrid nos regalaba una muy feliz Navidad, esta vez muy blanca, especialmente blanca.
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