Hoy en día hacer humor es complicado. El humor es algo muy particular, como las huellas dactilares, el culo o la risa. Todos tenemos uno.
El optimismo, el animar después de una derrota, más que un estado de ánimo, es una responsabilidad. Es hacer, aunque a alguno le cueste entenderlo, el trabajo sucio, cuando lo que te pide el cuerpo es abandonarte, dejarte llevar, sucumbir a la mala leche y escupirla en público.
Cada vez que oigo lo de “estar en las buenas y en las malas” me acuerdo del Cine Negro. Todos están en las buenas, en cuanto aparecen las malas, desaparecen. Y es un grave error: una Femme Fatale siempre es un pibón.
Estoy convencido de que bajo esa falsa apariencia de optimistas se esconden muchos aficionados responsables que valoran, razonan y deciden que puestos a silbar lo mejor es hacer lo que hizo Bogart el día de su boda con Laurent Bacall: regalarle un colgante con un silbato de oro.
“No tienes que representar ningún papel conmigo, Zizou. No tienes que decir nada ni hacer nada. Solo silba. ¿Sabes silbar, no? Juntas los labios y soplas”.
Yo no tengo mucho tiempo para silbar, acabo los partidos tan agotado que apenas puedo moverme. Últimamente, en un giro más de mis supersticiones, suelo ir combinando camisetas, calzoncillos y calcetines hasta que encuentro la cábala más adecuada para conseguir la victoria. Es bastante cansado, ya que cada vez que hay un gol en contra (algo que desgraciadamente cada día es más frecuente), me levanto, cambio, por ejemplo, mis calzoncillos rojos de la suerte por unos llenos de corazones o por los Kilvin Klein de mercadillo que tan buenos resultados me han dado, y me vuelvo a sentar esperando que obren el milagro.
Los partidos con resultados abultados son como una clase de zumba o uno de esos modernos bailes para adelgazar que están tan de moda: un, dos, abajo pantalón, tres, cuatro, abajo calzoncillos, un, dos, arriba pantalón, tres, cuatro, arriba calzoncillos, una más, no hay dolor, no hay dolor, un, dos, abajo pantalón…
Alguna vez me ha pasado que, en pleno cambio, con los calzoncillos a la altura de las rodillas, el Madrid ha marcado un gol y yo me he quedado descolocado, sin saber qué hacer, sin subir o bajar, como el gallego que llevo dentro. Incluso en algún cambio de calcetines me ha sucedido lo mismo y he acabado con uno de cada color. Me parecía lo más justo, no podía hacerle un feo a ninguno de los dos pares.
Recuerdo un 4 a 3, con varias expulsiones y un par de penaltis, en el que acabé hecho un adefesio, con dos camisetas, una de ellas puesta del revés, un calcetín de cada color y los calzoncillos a lo Superman, por fuera del pantalón.
Mi mujer ya no me dice nada, me lo ha visto hacer mil veces y ya está acostumbrada a mis extravagancias. Aun así, hay días en los que la pillo mirándome de reojo, con una mezcla de asombro y lástima.
- ¿Quieres que te prepare un descafeinado, cariño?
-No, no, tranquila, aprovecho el próximo cambio de calzoncillos y ya me lo preparo yo mismo.
El trabajo de optimista es solitario y muy desagradecido. Decir después, e incluso antes, de cada derrota, que confías en Zidane y Florentino, es luchar contra los cuatro jinetes del Apocalipsis. En estos tiempos virtuales hay días que añoro a los piperos como a los malvados de las películas de la Hammer.
El Hombre Lobo, Drácula, La Momia y los Piperos eran malos sin fisuras, venían de frente y morían con honor. Hoy los malvados hacen ochenta capturas de pantalla, trocean las jugadas y las llenas de rayas, círculos y colorines como si estuviesen planificando un atraco. En lugar de matarlos con estaca hay que usar rotuladores fluorescentes.
Los optimistas ni somos ingenuos ni comulgamos con el sistema ni padecemos cierto buenismo infantil. Somos simplemente prácticos. Pensamos que es el camino más corto para llegar a la victoria.
Desde luego que hacer humor es complicado. Sobre todo cuando no tienes ni maldita la gracia... Vaya chorrada de artículo
Para algunos es mucho más complicado entenderlo...
Pues a mi me ha encantado, me he reído mucho. Así es el sentido del humor. Yo siempre me río con Fred.
Pues mire que ya somos dos. Saludos madridistas del tamaño del mar, desde Cuba la bella.
¡Simplemente genial! me dan ganas de convertierme en superhéroe, pornerme los gayumbos(los de la suerte,claro) por fuera del pantalón, coger una estaca en una mano, una bolsa de pipas en la otra, he ir por el bernabeú a lo Van Helsing
Saludos
Un artículo de Fred siempre mejora el día y alegra las pajarillas.
Y además, tiene razón (y una mujer que debe de ser una santa).
Calla, calla, bribón, tú sí que eres un santo.
Y lleno de talento.
Muchas gracias a todos por vuestros comentarios y por leer La Galerna.
Buen artículo. Me alegro por su optimismo. El pesimista se preocupa el doble: antes de que pase algo y cuando pasa algo.
"Mi mujer ya no me dice nada, me lo ha visto hacer mil veces y ya está acostumbrada a mis extravagancias. Aun así, hay días en los que la pillo mirándome de reojo, con una mezcla de asombro y lástima". Jejeje...
Reacción femenina que suele ocurrir en aquellas parejas que ya han superado la fase "tortolitoide".