Sábado por la mañana. Te levantas tarde, vas a la cocina y pones la tele a modo de radio para enterarte de lo que ha pasado. Te preparas el café y las tostadas. Te sientas para degustar el desayuno, ese maravilloso ratito de tranquilidad que aprovechas para leer el portanálisis del día, uno de los mayores placeres que hay en la vida. Pero es que ayer, 1 de enero, ¡no había portanálisis! Y los saltos de esquí o el concierto de Año Nuevo desde Viena son un clásico del inicio del año, están muy bien, lo que queramos, pero, ¿dónde estaba ese portanálisis sabatino? ¿Dónde, señores de La Galerna?
Para cubrir este hueco me puse en contacto con el editor jefe de este medio y le propuse un portanálisis que resumiera lo que fue 2021, “un portanálisis para gobernarlos a todos, un portanálisis para encontrar lo sucedido en el año y atarlos a todos en las tinieblas de Mordor del periodismo patrio”. Dicho y hecho. Ah, y feliz año a todos los lectores, trataremos de paliar el hueco de ayer con una ración doble de portanálisis.
Visto en perspectiva y si hablamos de títulos (que para el madridismo, al contrario que para otros, son importantes), 2021 no fue un buen año para el Real Madrid, ni para el equipo de fútbol, ni para el de baloncesto, ni para el equipo femenino. Pero siendo un año en el que se estaban poniendo las bases de la próxima década, asentando el futuro, podemos respirar tranquilos y concluir que en ese ejercicio de “siembra” se están haciendo muchas cosas bien. El futuro tiene buen aspecto.
Y un mensaje para aquellos que dicen que a los madridistas solo nos importa ganar: pocos años como el pasado, los aficionados hemos estado tan orgullosos de los nuestros, de su lucha contra las dificultades de todo tipo que se han encontrado en el camino.
Entre los obstáculos con los que tuvo que luchar el Real Madrid en la liga de fútbol, encontramos la clara intención de los mandamases de este deporte de evitar la victoria en el campeonato de los nuestros. Pocas temporadas como la pasada se recuerda un ejercicio de persecución tal como el sufrido, con hechos inverosímiles como que los árbitros de campo no señalaran un solo penalti en 38 jornadas, sino con las ayudas a los principales rivales, que fueron llevados en volandas. El año comenzó con la impunidad transversal de Luis Suárez, o el paréntesis en el que los codazos, los pisotones, las coces, los insultos y los fingimientos extremos no solo tienen cabida, sino premio. La prensa calló y cayó en el juego de los del Cholo y Cerezo.
En enero cayeron varias bombas, como la eliminación del Real Madrid en la Copa del Rey frente al Alcoyano, el mayor lunar en la temporada de Zidane, una cagada que nos privó incluso de este ejercicio sano que es ironizar sobre las portadas. Ese día los portanalistas ejercieron su ¿legítimo? derecho de huelga.
Aunque pocas bombas como la que soltó un diario generalista y no deportivo: el megacontrato de Messi que iba a llevar al Barça a la ruina. La prensa deportiva no solo no hizo ruido, sino que salió rápidamente en apoyo del argentino. Aquí le dimos la vuelta al hablar de un gol que justifica 555 millones.
Hubo que leer análisis ridículos, justificaciones de parvulario, excusas de niño al que han pillado en mitad de una travesura, pero pocas tan lamentables como la del presidente de La Liga, quien se supone que debería controlar estos asuntos por el bien de la competición.
El tiempo tiene la virtud de poner a cada uno en su sitio.
Por nuestro lado, proclamamos orgullosos Siempre con Pablo Laso, aunque se cayera en la final de Copa del Rey. La plaga de lesiones, unida a la marcha de jugadores de la plantilla a la NBA complicó la temporada, y sin embargo se peleó en todos los campeonatos hasta la extenuación.
El Barça cayó “con honor” en Europa, “estuvo cerca” de la remontada frente al PSG, como dijeron otros. Un 2-5 en la eliminatoria es estar tan cerca como el aquí firmante de tener una noche de pasión con Mónica Bellucci. La vi una vez de lejos, pero “estuve cerca” en mis ensoñaciones.
La Liga de los hechos extraordinarios siguió su curso: ya no solo no se pitaban manos, sino que se admitían las llaves de judo en el área de los rivales. Y en mitad del campeonato, parones de selecciones para esos partidos tan apasionantes contra selecciones como Georgia o Kosovo. Aquí preferimos tomárnoslo a cachondeo y afirmar que Kosovo y Löw son los padres.
El mes de abril nos trajo la gran polémica del año: la presentación en sociedad de la Superliga (La Superliga ya está aquí). Inicialmente los medios le dieron una importancia relativa, poniéndolo en un faldón inferior, bajo el enésimo elogio al Atleti del Cholo, y tras ocultar la última artimaña del VAR (la manipulación de la imagen del gol anulado a Mariano en Getafe).
Se anunciaba que “empieza la guerra”, y ciertamente la maquinaria se puso en marcha como pocas veces lo había hecho: prensa, instituciones, algunos jugadores, presidentes de clubes modestos tirando de demagogia, algunas aficiones… incluso la clase política se posicionó.
Tuvimos que leer mensajes como aquel del “football is for the fans” por boca de jugadores del PSG, opiniones hipócritas sobre la igualdad en el fútbol, los méritos y blablablá de tipos como Pep Guardiola, y aquí simplemente nos sumamos al mensaje #CeferinOut. Y seguimos a lo nuestro, a derrotar al Barça tirando de épica (y típica reacción culé) y felicitando al Chelsea tras caer eliminados en semifinales de Champions: cuando pierde, da la mano.
El portanálisis se escribe para disfrutar lecturas que son de fútbol, pero de todo menos de fútbol, como aquella titulada Tristram Shandy en Granada. Vivimos episodios rocambolescos, como el arbitraje frente al Sevilla, uno más de los que decidió la liga bajo la mirada cómplice de la prensa.
Y aun con todo y contra todos, se peleó la liga hasta el último minuto de la última jornada.
El portanálisis no quiso ser partícipe del tinglao montado por Tebas y cía y se limitó a exponer las auténticas portadas de la temporada, una verdadera galería de los errores indigna de cualquier competición seria.
El final de la temporada trajo las dolorosas salidas de Zinedine Zidane, el hombre de las tres Champions consecutivas, y de Sergio Ramos, el capitán durante largas temporadas. De la salida de Zizou nos dolió su mensaje a la directiva (¿Por qué, Zizou?) y la constatación del daño que hace una prensa dedicada a enmerdar todo el santo día.
En cuanto a la salida de Sergio Ramos, el pésimo asesoramiento tuvo tanto que ver como su mala cabeza. Merece la pena destacar esta portada.
Pero no por el despiste de Ramos y su entorno, sino porque por ahí abajo, en chiquitito y sin que apenas se vea, se menciona de soslayo que la UEFA tuvo que paralizar el expediente sancionador a los clubes de la Superliga: Florentino, 1 - Ceferin, 0.
Finalmente, aquel “Presi, planificad sin mí” y su deseo de seguir jugando bolos con la selección se volvió en contra del camero y se constató la salida de Sergio Ramos del club (Sergio Ramos, más allá de la leyenda), mientras en Narnia seguían con elucubraciones mentales y ensoñaciones ridículas dada su situación financiera.
La prensa cataculé se frotaba las manos con los audios de Florentino, y aquí nos los tomamos, como no podía ser de otra manera, de cachondeo. Si es que algunos no pueden ser más tolilis. En mi modesta opinión y diga lo que diga la Fundéu, la auténtica palabra del año. Tolilis, se me llena la boca, que es que son unos tolilis. Como tolilis son los que desde Barcelona seguían pidiendo unas reglas diferentes para ellos (como hoy mismo está exigiendo Xavi Hernández para no jugar frente al Mallorca) y todo para poder inscribir a Messi y seguir en su espiral absurda de gastos (FC Barcelona: ¿indulto o amnistía?).
Continuará...
Qué gran año. La verdad es que, desde el aspecto portanalista, no nos podemos quejar. Puede que haya sido el mejor de la historia del portanalismo.
Bravo amiguete Barney!