"Yo tengo la esperanza de que, antes de que acabe la temporada (20-21), la vacuna nos permita abrir los estadios al público, o a una parte del público". La frase no es mía; la pronunció el miércoles pasado la Secretaria de Estado para el Deporte, Irene Lozano, en el programa El Chiringuito de Jugones, que dirige y presenta el periodista Josep Pedrerol.
La entrevista parecía muy oportuna por el hecho de que, pocas fechas antes, las compañías farmacéuticas Pfizer (USA) y BioNTech (Alemania) habían hecho pública la buena nueva de que su vacuna contra la Covid 19 está a punto de convertirse en una realidad. Decía su comunicado que a finales de este año se iniciará una campaña de vacunación que beneficiará a unos 1.300 millones de personas en Europa a lo largo de 2021 (unos 10 millones en nuestro país). La noticia corrió como la pólvora, hizo subir las bolsas de medio mundo y llenó de un irredento optimismo al otro medio. Normal después de ocho meses de sufrimiento, zozobra e incertidumbre. Optimismo del que nuestro gobierno en pleno también fue partícipe, inicialmente con mensajes positivos -a menudo desbocados- hasta que fueron interviniendo en el debate los científicos (los que más saben) y esos mensajes quedaron tamizados por detalles de la cruda realidad. Las cosas quedaron más en su sitio.
Es cierto que nuestra responsable política del deporte no quiso echar del todo las campanas al vuelo y se mostró cauta, dada la grave coyuntura actual de la pandemia: "Esta esperanza solo podrá materializarse si seguimos cumpliendo a rajatabla las reglas que nos transmiten las autoridades sanitarias: mascarilla, distancia de seguridad, reuniones poco numerosas y salir poco de casa. La situación, ahora mismo, es grave", reconoció Irene Lozano.
Sin querer restar un ápice de ese optimismo, creo que el mensaje de la señora Lozano está más vinculado a la necesidad de insuflar esperanza a la sociedad -en este caso a los fans del deporte- que a una expectativa sanitaria positiva y concreta aplicada a los eventos y manifestaciones sociales. Porque recibir las vacunas en el primer trimestre, algo que está por ver, no equivale a tener vía libre para meter a decenas de miles de aficionados en un estadio. Por lo tanto, prefiero pensar que las cosas llegarán cuando tengan que llegar y que ya veremos cuándo se podrá recuperar la normalidad plena en las competiciones deportivas.
Lo que sí podemos analizar ya es lo que vemos y vivimos en nuestro deporte de masas con esos eventos sin público en las gradas. La experiencia de estos meses demuestra que nos hemos acostumbrado a ver por la tele un fútbol más frío y distante al que le falta salsa, un fútbol que parece disputarse en otra dimensión. Mis amigos más fanáticos (no solo los madridistas), los que van al estadio, coinciden en que no es la misma experiencia (aunque cada cual, en algún momento, haya visto partidos por la tele y ya la conociera); también sienten haber perdido protagonismo como parte esencial del espectáculo. Porque nos habían educado para ser parte esencial del show (la tradición en la que crecimos). Sin público no podía haber espectáculo, pero lo hay. Aunque sea algo diferente.
Me vienen a la memoria en este punto unas declaraciones del gran baloncestista argentino Luis Scola, el gran capitán de su selección nacional, cuando trataba de quitar hierro al asunto y aseguraba este verano que “el deporte no necesita a la gente cantando en los estadios; jugar a puertas cerradas es una solución transitoria para poder terminar las temporadas y volver a la normalidad”. Scola hablaba entonces de terminar la anterior temporada y supongo que aún no imaginaba que también eso iba a pasar en esta. ¿Y en la siguiente?
En su opinión, y puedo estar de acuerdo con ella, “hay muchísimos eventos deportivos sin público que visualmente son geniales para la televisión”. Se refería a los eSports o al boxeo, entre otros, que ya dependen del pay per view y que se han convertido en esencialmente televisivos. ¿Quién no ha visto en algún momento de su vida por televisión un combate de lucha libre o de boxeo pero nunca ha ido a verlo en directo a un palacio de deportes?
El empeño de La Liga y de nuestras autoridades deportivas por conseguir que no se paralizase la competición y garantizar de ese modo esenciales ingresos de la industria parece que se está logrando. Se ha evitado el colapso del sector y el empobrecimiento de las decenas de miles de personas que viven de él, lo cual es indiscutiblemente loable. Y, además, tenemos fútbol para sobrellevar mejor la situación. Pero los clubes están sufriendo un gran impacto económico, pues se da la circunstancia de que en la temporada 2018-19 la asistencia de los aficionados a los estadios había subido un 13,4% respecto de la anterior. Ese comportamiento respondía a dos razones, según el Observatorio Sectorial DBK de Informa: al buen comportamiento gestor de los clubes y a que a los aficionados españoles les gusta ir al campo (si a veces no van más es por los altos precios de las localidades o por los difíciles horarios que impone La Liga).
En muchos países desarrollados, donde el deporte de masas está invirtiendo de forma radical en nuevas y modernas infraestructuras, hay un síntoma generalizado muy elocuente: los estadios de nueva creación y los que se modernizan apuestan más por la tecnología (estadios inteligentes) que por un mayor aforo. Son estadios dotados de grandes recursos tecnológicos, orientados hacia la seguridad y el confort de los aficionados, pero más coquetos y recoletos (con menos asientos). Ningún club construye hoy un estadio para cien mil espectadores, porque seguramente no los llenarán. Las audiencias están hoy muy dispersas por todo el mundo y disfrutan mayoritariamente del espectáculo a través de la televisión.
En este sentido, está por ver si la pandemia nos acabará demostrando que es posible despojar una gran final de fútbol del calor de los aficionados, de sus gritos de ánimo, de su enfado por la derrota o el mal juego de su equipo, de su felicidad desbocada por una victoria o de su inolvidable celebración compartida. ¿Eso sería fútbol en sentido estricto? ¿Lo aceptarían de buen grado los madridistas? El debate se me antoja complejo y tal vez habrá que abrirlo en algún momento, pero me temo que cada quien, como sucede en todo lo emocional de la vida, tendrá su propia opinión y será poco compatible con las de los demás.
Mientras tanto, me sumo a la actitud prudente de la Sra. Lozano, rebajando euforias y expectativas sobre la vuelta de los fans a los estadios: "¿Esperanza? Sí ¿Prudencia? Toda". Tal vez los madridistas se pregunten qué hará el club cuando pueda entrar el público: ¿Se volverá al Bernabéu o se seguirá en Valdebebas para acabar cuanto antes el nuevo templo blanco?
Fotografías Getty Images
En estos tiempos es lo de menos, pero no termino de entender por qué no se permite público, cuando otros espectáculos similares sí son permitidos. Al aire libre y con distancia, la única pega que se me ocurre es reducir la sobrecarga de transporte público de antes y después, pero para esto también habría fórmulas, por no hablar de que con un aforo reducido este problema sería algo atenuado.
El fútbol sin público no es fútbol. Habría que inventar una palabra nueva para denominarlo. Para mi que llevo muchos años yendo al estadio se está haciendo durísimo. Ojalá todo esto termine cuanto antes. Lo único positivo es que estamos adelantando las obras, todo lo demás es negativo. Esto sólo ha servido para demostrar que la afición es indispensable para este espectáculo. Sin ellos la mayoría de los partidos parecen balonmano.
¿ Al wanda o al tramp nou ?
🙂
Si se permiten aficionados en los estadios habría un problema y es que aficionados/socios podrían acudir ya que las plazas son limitadas,al menos en el caso del Madrid deberían seguir jugando en Valdebebas ya el coste de abrir el estadio sería muy superior a la ganancia. Y además, está visto que el Madrid como local juega mejor sin publico.
Hace unos meses ya hubo un artículo en que se abordaba lo que estaba por venir. Diferentes opiniones al respecto. Recuerdo que mi vaticinio fue que estábamos en un punto de inflexión y lleno de cambios. Entre ellos el que tenía que ver con el público. Ya en su momento coincidí en que la presencia de público "in situ" iba a descender notablemente. La tendencia , no solo por la pandemia -aunque principalmente- ,parece darnos la razón a los que así opinamos. Creo que el club, por una combinación de buena planificación y azar, va a salir relativamente reforzado de esta coyuntura. Con el mérito añadido que supone hacerlo por sí mismo, contando con sus propios recursos. No como otros, siempre apoyados extradeportivamente.