No soy supersticioso, en consecuencia, los días que el Madrid juega una final de Champions me limito a repetir a rajatabla los mismos ritos de siempre.
No soy supersticioso, de modo que cuando despierto toco la madera del cabecero de la cama y, al levantarme, apoyo en el suelo primero el pie derecho. Después enciendo 90 velas.
No soy supersticioso, así que repito el mismo desayuno de todas las mañanas de las últimas ocho finales de Champions, a saber: café solo recién molido, que llega a España en formato grano alojado en el marsupio de quokkas fanáticos de Tales de Mileto, acompañado de tostadas restregadas con ajos cultivados en el tercer bancal de la cuarta plantación según entras en Las Pedroñeras a mano derecha regadas con aceite de oliva virgen extra del séptimo olivo de la sierra Mágina y alegradas con sal criada en cautividad sobre la cima del Everest.
No soy supersticioso, por lo que escribo a mi amiga con la cual comento los partidos —que tampoco es supersticiosa— para que me confirme si va a observar con pulcritud el mismo patrón de comportamiento de todos los encuentros anteriores y si va a vestir el jersey polar azul, aunque alcancemos los 38 º C a la sombra, que ha equipado en las últimas eliminatorias milagrosas de Champions que ha superado el Madrid.
No soy supersticioso, lo que significa que compruebo varias veces que Fred Gwynne ponga los necesarios y obligatorios sietes y soles en el chat de La Galerna y, como tampoco me pongo nervioso, reviso que el desfibrilador se halle en perfecto estado de revista.
No soy supersticioso, por eso repito los mismos sencillos rituales de todos los días de final de Champions: sacrificar siete brotes de soja amamantados por ballenas árticas cada vez que dan las horas pares, caminar todo el día boca abajo a la pata coja y vestir el uniforme que portó Ike Eisenhower el día D en el Desembarco de Normandía.
No soy supersticioso, luego es normal que compruebe por septuagésimo séptima vez que Jeremy de León se encuentra bien, ha dormido correctamente, ha entrenado sin percance alguno, Carletto le ha rascado la espalda, ha desayunado de manera satisfactoria, está contento y se ha persignado tres veces cada vez que ha escuchado la palabra Champions (#CD).
No soy supersticioso y en virtud de ello me someto a un exorcismo vespertino llevado a cabo por Anthony Hopkins, contacto con un chamán de cada continente —Antártida incluida— para que me limpie los chacras, dono medio sueldo a cambio de una ramita de romero a la misma gitana de El Retiro e invoco tres veces a Zidane delante del espejo con una camiseta de Lola Flores.
No soy supersticioso, por lo tanto, me ato a la muñeca los 27 chinitos de la suerte comprados en la Manga del Mar Menor en 1987, me aboco a la calle para lanzar arroz a cada pareja de madridistas recién casados que veo, recolecto tréboles de cuatro hojas, lleno la casa de herraduras, delfines, elefantes, tortugas, cuelgo unos dados del espejo retrovisor del baño, abrillanto la cruz de Caravaca, acaricio el cuerno de la abundancia e ingiero píldoras para la tensión, los nervios, el reflujo gástrico, la sinapsis neuronal y la bilirrubina, cuando cuando te miro y no me miras.
No soy supersticioso, por lo que háblame del mar, marinero.
No soy supersticioso, y tampoco religioso, debido a lo cual rezo 36 avemarías, 20 padrenuestros, 8 jesusitosdemivida, 5 cuatroesquinitastienemicama, 2 credos y me santiguo 15 veces (#CD).
¡Hala Madrid!
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Yo tampoco soy supersticioso, solo sticioso, que no hay que pasarse.
Yo tampoco soy supersticioso, pero resulta que hoy es 1-6-2024. 1+6+2+2+4=15.
Seamos empíricos. Pero atención a esto. Wembley. W=24 letra del alfabeto (incluyo ñ). E=5. M=13. B=2. L=12. E=5. Y=26. 24+5+13+2+12+5+26=87. 8+7=15.
No nos dejemos llevar por las cábalas y cabañuelas. Pero claro, es que en el sorteo que realizó el Real Madrid para adjudicar entradas, salió el 11373. 1+1+3+7+3=15.
Hala Madrid, y nada más. Repítase 15 veces.
Ja, ja, ja…., la verdad es que se te pasa el día rápido.