¿Quién era Seedorf? (que cumple hoy años como un servidor, por cierto). A mí siempre me pareció un nativo sano y feliz. Un nativo de una isla feliz antes de que fuera alguien (ahora mismo ya no se puede ir ni al rellano) a fastidiarla, como tantas veces. Aunque a lo mejor no tanto. Seedorf no nació en una isla, pero por poco. Neerlandés, casi caribeño, paramaribeño. Siempre me ha recordado a Viernes, el compañero de Robinson, pero al revés: el cultivado era él. Cuando llegó a Madrid ya había estado en Ámsterdam y en Génova, pero eso no era nada. A orillas del Surinam es como si estuvieras en todas partes, como si luego pudieras estar en todas partes. Cuando Seedorf llegó a Madrid (como cuando llegó a Ámsterdam y a Génova y después a Milán), Seedorf ya había estado en Madrid. Tenía diecinueve años y había estado aquí desde siempre. Sólo había que escucharle hablar como contundente demostración sonora y estética. Seedorf probablemente ha sido el extranjero del Madrid que mejor y más rápido ha hablado el español en toda la historia. Parecía que lo había aprendido en el avión de venida. En realidad nunca fue un extranjero. Seedorf no ha sido extranjero nunca. El fútbol surinamés que llevaba metido en la sangre de sus piernas cortas y robustas parecía inacabable. Algo portentoso y natural. Así era todo Seedorf: portentoso y natural. Daba la impresión de que había que ir sacando ese fútbol poco a poco ante la imposibilidad de hacerlo de una vez por peligro de avalancha. Ese fútbol estaba almacenado, contenido (al mismo tiempo que seguía generándose), y él no parecía tener ninguna prisa por sacarlo. Yo casi lo miraba con apuro, como si en cualquier momento toda aquella enormidad que tenía dentro pudiera explotar. En el campo (y en la vida) parecía un adolescente tan sereno que representaba a un veterano en el ademán, que no en el ímpetu misterioso, como el de un toro en un cajón. Seedorf era una fuente cuya agua pensábamos ver discurrir sin parar en Chamartín durante muchos años, como el agua de las fuentes de las plazas de los pueblos donde nosotros, los madridistas, nos sentábamos cada tarde a ver pasar a la gente y a verlo a él correr. Al final, para lo que nos imaginábamos, fue corto ese tiempo, pero inolvidable, como si al pueblo hubiese llegado un día una belleza impresionante para salir a mirarla con el crepúsculo, a la que hubiéramos acabado recordando con cariño en días como hoy.
ERA GENIAL VERLE JUGAR.
Que gran jugador, y parece un gran tipo. Por cierto, felicidades Mario
Felicidades, don Mario.
Saludos.
Yo le felicito varias veces por:
Sus artículos y sintaxis.
Su Madridismo.
Y por su cumpleaños, faltaría más.
FELICIDADES!!!
Futbolista extraordinario, sin duda. Talentoso técnica y físicamente. Todo y con ello, hay una cosa de él que, bajo mi punto de vista, le hacía rendir por debajo de sus posibilidades. No jugaba plenamente concentrado y con una actitud de máxima intensidad. En no pocas ocasiones jugaba como sobrado y con demasiado desenfado, lo que le hacía perder algunos balones,
,....felicitats Mario.