Quiero entrañablemente al periodista Pablo Pinto, con quien me une un vínculo familiar a través de su matrimonio con una sobrina segunda, quien además resulta ser la persona más adorable de este planeta. Sirva este parentesco real como reemplazo del que erróneamente se me ha adjudicado siempre con el colegiado De Burgos Bengoetxea. Al ser provincias limítrofes Burgos y Álava (siendo esta última la cuna de mis ancestros) no es descartable que haya Bengoecheas (o Bengoetxeas) en Burgos, pero dudo que ninguno pertenezca a mi noble linaje. Yo soy Bengoechea pero de los otros, de la otra rama, de los Bengoechea de Vitoria de toda la vida, tierra que vio nacer otros grandes madridistas como Pablo Laso o Aitor Karanka.
Empiezo por confesar mi parentesco indirecto con Pinto porque me dispongo a hacer con él, ahora mismo, lo contrario a un acto de nepotismo. Si me aprestara a loarle, tendría que confesar la relación familiar en un ejercicio de honestidad, a fin de que el lector filtrara los elogios y se sintiera libre de atribuirlos al vínculo. Sucede que me propongo justamente lo contrario, es decir, discrepar abiertamente de él (tarde o temprano tenia que pasar), y me creo en el legítimo derecho de hacer notar que somos medio-primos para que el lector valore el sacrificio personal que afronto. La suegra de Pinto es una prima divertidísima y muy querida que está casada, además, con un prestigioso neurólogo a quien incomodo una vez al mes, aproximadamente, con mis ficticias enfermedades terminales. Nada más arriesgado para un hipocondríaco que tentar el enojo de aquellas ramas familiares donde hay médicos. Valórese adecuadamente, por tanto, la magnitud del ejercicio de crítica que estoy a punto de hacer.
“No he dicho que sea el quinto sino que está entre los cinco primeros"
Ha dicho Pablo Pinto que Zidane está entre los cinco mejores entrenadores de la Liga. Le he dado la oportunidad, por privado, de rectificar, pero insiste en optar por el derramamiento público de sangre. Esto no va a ser agradable. Encima se ríe a sí mismo la gracia, jugando ladinamente al equivoco. “No he dicho que sea el quinto sino que está entre los cinco primeros. Estoy seguro de que estás de acuerdo conmigo”.
En el selecto ramillete de mejores cinco técnicos de la Liga incluye Pinto (debo llamarlo por el apellido pese al parentesco, en el entendido de que habrá reciprocidad en su respuesta y me llamará Bengoechea) al Cholo -indiscutible número uno para él-, Lopetegui, Emery y otro que ahora mismo no recuerdo y que con el debido respeto me abstendré de comprobar. No por nada sino por algo.
Situando a Zidane entre los cinco primeros no descarta Pinto que el tres veces campeón de Europa, dos de Liga y no sé cuántas veces campeón de otros trofeos menores (que sin embargo llenan Neptuno a rebosar cuando caen de ese lado) sea el mejor de todos sus compañeros de quinteto. Pero tampoco (ay) descarta que sea el peor. Yo le reconozco a Pinto que el asunto tiene cierto intríngulis por cuanto el mejor entrenador no tiene por qué ser el que más cosas ha ganado sino tal vez el que más rendimiento logró sacar a un grupo mediocre de jugadores, pero también puede ser que el mejor entrenador no sea el que más rendimiento logró sacar a un grupo mediocre de seguidores sino el que más ganó, incluso aunque la calidad de sus jugadores parezca restarle méritos.
Esta es (y a la vez no es) una cuestión subjetiva, del mismo modo que no es (y a la vez es) algo que nada tiene que ver con la subjetividad existiendo como existen parámetros objetivos de medición del éxito de un técnico, parámetros que se encierran en su palmarés. Insistir en que Mario Casas es mejor actor que Jack Lemmon, Daniel Day Lewis y Kevin Spacey juntos sería una opción respetable si bien francamente arriesgada, llenando como llenan los tres últimos varías repisas de Óscars, pero respetaré a Pinto si sostiene razonadamente que Mario Casas es el mejor de todos ellos, o incluso que Jack Lemmon está ahí arriba, entre los cinco mejores junto al propio Mario Casas, Liberto Rabal, Stewart Granger y Louis de Funes.
Aunque hay matices, claro. ¿Sería irreprochable la afirmación “Mario Casas ES mejor que Jack Lemmon”? ¿No sería más apropiada la frase “Mario Casas ME GUSTA MÁS que Jack Lemmon?”, que explicitaría la influencia siempre caprichosa del gusto estrictamente personal?
-Oiga, es que si a Mario Casas le hubieran dado la oportunidad de trabajar con Scorsese tal vez habría ganado tantas estatuillas como Daniel Day Lewis- podría espetar y probablemente espeta Pinto, siendo en este caso Mario Casas Emery y Scorsese Cristiano Ronaldo.
Me permito poner en duda esa posibilidad, por hipotética que sea (y mira que lo es) y por mucho respeto que me merezca cualquier juicio futbolístico. No solamente existe un 89% de posibilidades de que Mario Casas no gane un Óscar ni trabajando con Scorsese, sino que la propia posibilidad de que Mario Casas acceda nunca a trabajar con Scorsese se pueda cifrar en el 5%. También es verdad que, siendo Mario Casas Unai Emery, ya ha trabajado con Neymar-Fincher y con Mbappé-Tarantino y ni por esas ganó el Óscar, algo de lo que muy bien puede culparse a Aytekin siempre y cuando no se obvie la contribución de un técnico que, no contento con arruinar una renta de 4-0 contra el Barça en un partido de ida, parece ahora obstinado en el objetivo aún más ambicioso de arruinar a una estrella como Kubo.
Se dirá que lo que más me ha molestado es que Pinto sitúe a Zidane en el mismo quinteto que Emery, pero no siempre las cosas son como parecen. De hecho, quiero tanto a Pinto que pocas cosas pueden molestarme de él, como pocas cosas pueden apetecerme más que volver a verle, pues hace mucho tiempo. Solemos vernos en partidos de fútbol familiares en los que suelo preguntarle por qué me hace follow y unfollow sin solución de continuidad, siempre antes de propinarle una fraternal patada cuando intenta burlar mis infranqueables dotes defensivas. La próxima vez pienso esmerarme. No será tal vez la entrada más tremenda que le hayan hecho nunca. No afirmo que será la segunda patada más brutal que le han dado jamás. No digo tampoco que será la quinta. Dejémoslo en que estará entre las cinco mayores acometidas que nunca haya encajado Pablo Pinto en campo de tierra. Los Bengoechea no hacemos prisioneros.
Fotografías Getty Images
Pinto, pinto,
gorgorito
dónde vas
tú tan bonito
a la era verdadera,
pim, pam,
pum, fuera.