Chicho Sibilio vino al mundo iluminado por el genio de los grandes deportistas del Caribe, adornado con el carácter bonancible y alegre propio de los habitantes de sus islas. Fue un extraordinario jugador que aún podría haberlo sido mejor si la constancia le hubiera acompañado en su carrera. Con ese don de los que nacieron para hacer lo que hacen se movió por las canchas con la armonía de un bailarín y la precisión de un francotirador. Con la misma naturalidad se movió entre sus compañeros y amigos, entre los que tuve la suerte de encontrarme, puesto que fue en todo momento una persona afable dispuesta a la conversación y a la broma. Aunque, por encima de todo, lo que más le distinguió fue su bonhomía, un compañero -rival o adversario- predispuesto a ayudar en lo que fuera preciso. Quizás por esta disposición he sentido su muerte profundamente.
Coincidimos muy jóvenes cuando el Barcelona lo fichó para establecer los cimientos de un proyecto que fuera capaz de competir con la supremacía inalcanzable del Real Madrid. En seguida el movimiento se reveló como certero, pues Sibilio mostró ya muy joven unas grandes dotes para el baloncesto con un tacto extraordinario que le permitió ser uno de los tres mejores tiradores de los años 80 (José María Margall y José Manuel Beirán serían los otros). Era tan bueno que el propio Audie Norris reveló con motivo de su inesperado fallecimiento que la razón de su fichaje por el Barcelona fue la de compartir cancha con un jugador que le sorprendió de forma extraordinaria en un partido en Italia. Por supuesto, Chicho Sibilio, al que George Karl señaló como el más parecido en Europa a un tirador NBA.
Cuando termina el baloncesto quedan los recuerdos y las personas. Los míos no pueden ser más cálidos, aunque ahora sean tristes. Chicho formó parte de una generación que compartió cancha, vivencias, conversaciones y las diversiones propias de la edad con desenfado, con la frescura que mostraba cuando lanzaba a la canasta y con la elegancia que mostró en toda su trayectoria. En esencia fue un hombre bueno en ocasiones maltratado por la fortuna. Como hace unas horas en las que de forma tan prematura como irremediable nos dejó para siempre. Un abrazo inmenso, querido Chicho: nunca te olvidaremos.
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Epi, Sibilio ... Cuánto nos hicieron sufrir contra el Barcelona y cuanto disfrutamos con ellos con España.
Enemigo mio.
Descansa en paz.
Indiscutiblemente uno de los cracks del baloncesto en España en los 80 y, por lo que se ve y lee estos días, una buena persona. Descanse en paz.
Buen tipo y buen jugador de baloncesto.
Tenía un pub en Barcelona y , asociándolo a determinadas victorias , invitaba a unas copas.
Gracias Chicho.
Es gratificante ver que se haga hueco a textos como este, que pretende honrar a los rivales que merecen dicho honor.
Tus palabras, Joe (permíteme la confianza), me han recordado un soneto que escribí hace tiempo. Con permiso:
La que me visita en secreta hazaña.
Cada noche, quien me arrulla en el sueño
que una ermitaña frena con empeño,
es “Amistad”, el mar que a mí me baña.
Más con fuerza me atrapa en su maraña
quien de su patria me hace un lugareño:
“Soledad”, con su mortífero leño,
que me castiga, me azora y me engaña.
¡Ay de mí!, lloro mi frío; en mi hielo.
¡Ay de mí, si escaparme no consigo!
¡Ay de mí!, pues no confío en el cielo.
Pero al desnudo oleaje hay abrigo.
Fue por ti que me arrancara mi velo.
Fue por ti, mi compañero. Mi amigo.