El Madrid concede su primera derrota en Champions
El Chelsea FC venció (2-0) al Real Madrid femenino en la tercera jornada de la fase de grupos de la Women’s Champions League. En un partido pobre de ambos equipos, los goles de las locales Sophie Ingle y Erin Cuthbert marcaron la diferencia.
A quince kilómetros del centro de Londres, en el coqueto estadio de Kingsmeadow, el Real Madrid femenino comprobó lo cerca, y al mismo tiempo lo lejos, que su proyecto está de los equipos de la élite europea. Allí esperaba el campeón inglés, un conjunto de plantilla estelar al que sin embargo le cuesta producir juego fluido. Eso es exactamente lo que encontró enfrente Alberto Toril y ante lo que sus jugadoras no pudieron aguantar.
El partido no pasará a los anales del fútbol, pues a la igualdad mantenida una hora larga se llegó por defecto, no por virtud. Aunque la superioridad física del Chelsea debería haber sido suficiente para poner tierra de por medio, el equipo de Emma Hayes juega de forma espasmódica, a trompicones, confiando en la clarividencia de sus futbolistas de tres cuartos en adelante. Tras una primera ocasión muy clara de Fran Kirby en los primeros compases, desbaratada por un paradón de Misa Rodríguez, quedó claro que no sería una noche de grandes highlights.
Y es que a la poca inspiración inglesa el Madrid respondió con una sinfonía de imprecisiones en el trato de balón que convierten en tarea imposible competir a este nivel. Toril reunió arriba a Esther González, Caroline Weir, Naomie Feller y Maite Oroz, pero la posesión se perdía por mil y una grietas mucho antes de alcanzar si quiera el centro del campo. En concreto, el desacierto de Kathellen Sousa, Kenti Robles y Freja Olofsson creó un triángulo de las Bermudas del que el equipo tardó más de 45 minutos en escapar.
Por suerte para las blancas, su rival no consiguió aprovechar ni la voracidad de Sam Kerr ni la movilidad de Fran Kirby y Erin Cuthbert, una de las mejores de la contienda. La pólvora estaba mojada en ambas áreas, por lo que los errores con balón de cada equipo fueron amontonándose sin que el marcador reflejase el descalabro que por momentos tuvo lugar sobre el césped. Por parte del Real, Claudia Zornoza fue uno de los pocos focos de luz activos. Su clarividencia y rango de pase de media-larga distancia permitió a las suyas respirar de vez en cuando, pero las jugadas siempre terminaban emborronándose en movimientos posteriores fuera de su control.
Confirmada la dificultad de cada compromiso europeo, el Real Madrid deberá seguir picando piedra y curtiéndose en la competición doméstica
El empate a nada al descanso fue la mejor noticia para el Real Madrid, pues el punto habría sido valiosísimo, y con ese ánimo positivo saltaron de vuelta al verde las madridistas. Entonces se vieron los mejores minutos de juego, ahora sí con circulaciones de balón en la mitad de campo de rival, y quedó patente que un Real entonado no andaría demasiado lejos de este Chelsea. A pesar de que del lado londinense faltaban Pernille Harder y Melanie Leupolz —dos de las mejores jugadoras de Europa—, hablamos de un equipo que lleva varias temporadas consecutivas asegurándose la llegada de talento y ofreciendo algunos de los mejores salarios en el panorama del fútbol femenino. No por casualidad la ex central del Lyon Kadeisha Buchanan jugó el partido vestida de azul, y no de blanco.
Ante eso, a este Real Madrid le queda redoblar su apuesta económica o armarse de paciencia para confiar en la explosión progresiva de parte del talento joven que ya hay reunido en Valdebebas. El problema radica en que, mientras tanto, la competición sigue. En liga el agua no termina de llegar a las cejas, pero en Champions la piscina es demasiado profunda. De ahí que en un partido pobre y llamado al empate el Real volviese al aeropuerto sin nada.
Bastaron seis minutos de infortunio, una brillante pierna derecha y un córner mal defendido para sucumbir. En primer lugar, Erin Cuthbert sirvió un balón desde la esquina al primer palo para que la imponente Millie Bright y su físico de montaña le ganase el duelo por alto a Olofsson. La prolongación de cabeza dejó vendida a Misa y, en el extremo opuesto, Sophie Ingle hizo lo propio adelantándose a Ivana Andrés para poner el 1-0 a bocajarro.
El Madrid llegó a la conclusión de que moriría casi en la orilla, y en los minutos de shock que siguieron terminó de poner el Chelsea la sentencia, también por medio de Cuthbert. Esta vez la genial futbolista escocesa lo hizo sin querer, pues quiso finalizar su internada por banda derecha con un centro al área que, no obstante, se envenenó hasta convertirse en un golazo. Fue el último chispazo de fútbol de la noche; al Real no le quedaba nada.
Confirmada la dificultad de cada compromiso europeo, el Real Madrid deberá seguir picando piedra y curtiéndose en la competición doméstica.
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