Cerca del Nirvana

Puedo observar el mundo desde las alturas gracias al Madrid. Pero he pensado en bajar, que es casi como ir al otro lado. El mundo se divide en madridistas y en no madridistas, y en días como hoy, en un día único como el de hoy, ir a donde está el antimadridismo es como ir a los suburbios que nunca salen en la tele, de los que nunca se habla o el lugar donde viven esos de los que nunca se habla como se debería.

Es el antimadridismo que hoy es como la ciudad, el mundo, que descubre por azar el Príncipe Siddharta: la vejez, la enfermedad, la pobreza, el odio, la envidia de las que no tenía conocimiento. Uno se adentra en esos andurriales y descubre horrores ocultos, más horribles hoy que nunca. Han hablado Cristiano y Gareth y han salido de sus escondrijos todos esos pobres desdichados y sufrientes.

No ha dicho Cristiano (ni Gareth) nada malo. Lo malo son las traducciones, las interpretaciones, las exageraciones y las manipulaciones que se hacen de lo que, en esta ocasión, como tantas otras veces ha sucedido con otros tantos madridistas, ha dicho Cristiano (y Gareth). Es el hambre y el odio y el sufrimiento y la envidia resaltados en contraste con la gran victoria, el triunfo total, del Madrid sobre todos sus rivales.

Estaban todos ocultos, escondidos en los más remotos y oscuros sótanos de su antimadridismo, incapaces de encontrar el más mínimo y estúpido clavo al que agarrarse (incapaces de hacer lo que han hecho durante décadas), y ha sido como si alguien hubiera tirado una pipa a por la que se hubieran lanzado cientos de ratas desde sus alcantarillas.

Pero les ha salido mal ese impulso, el instinto, al arriesgarse a salir de sus covachas a propósito de unas declaraciones del mejor jugador del mundo, y de otras similares del segundo o tercer mejor jugador del mundo, el día que el equipo de sus desvelos logra su decimotercera Copa de Europa y la tercera consecutiva. El día de la mayor gesta del fútbol europeo.

Les ha salido mal porque todo el mundo, y ya no es la primera vez, ha podido verles el pelaje bajo la luz de grandes, quizá de los mejores, focos. Se está acabando el dominio de los discursos dirigidos desde las cloacas que tanto daño han hecho al fútbol y al mejor equipo de la historia de este deporte, aunque no cuento con que ese mantra venenoso e intravenoso y extendido se acabe del todo.

Uno se conformaría con que se fuera viendo a la luz la realidad de ciertos individuos traficantes de ese veneno. Individuos que están ahí desde los tiempos de Maricastaña, individuos de célebre bajeza desconocida por la mayoría, individuos como, por ejemplo (hay muchos más), el antimadridista (toda una vida camuflado de madridista) que humilló en directo a un mendigo mientras todos lo veíamos, como veía por primera vez los males del mundo el príncipe Siddharta.