Ya sabemos que el blanco es la suma de todos los colores, pero no es esta razón la que explica la tirria que el bueno de Aleksander Ceferin parece manifestar al arco iris. Primero fue la pretensión de investigar a Neuer por lucir un brazalete con los colores de la bandera LGTB, amago que acabó metido en el cajón donde acumulan polvo las iniciativas más casposas y reaccionarias. La reacción social fue, en cuestión de horas, tan fuerte en lo tocante al brazalete del portero alemán que la UEFA tuvo que envainársela como se la está envainando con el asunto de las sanciones a los clubes rebeldes de la Superliga. A Ceferin no le agrada que nadie haga ostentación de absolutamente nada precisamente en el momento en que a él le toca, merced a la acción de la justicia, ocultarlo todo, reprimir a punta de cilicio sus más oscuras perversiones sancionadoras. Ceferin es sanciosexual, sépase ya, y si hubiera bandera que representara a esa comunidad unipersonal tampoco podría lucirla con el menor orgullo, de tan mal como se le está dando el éxito en sus pulsiones. No se come un torrao.
La UEFA ha rechazado la propuesta del alcalde de Múnich, Dieter Reiter, de iluminar con los colores del arco iris el estadio Allianz Arena durante el Alemania-Hungría. Ceferin y los suyos han argüido que existen "fechas alternativas que se alinean mejor con los eventos", dado que a su juicio esta intención (la de iluminar el estadio con dichos colores) está "motivada por una decisión política que ha sido tomada por el parlamento húngaro". El ruido de fondo es por supuesto la ley promulgada por el gobierno de Viktor Orban, merced a la cual se prohíbe enseñar en los colegios cuestiones de sexo y género que aborden el asunto LGTB, así como producir publicidad que otorgue carta de normalidad a la homosexualidad o la transexualidad.
sus preocupaciones se localizan mucho más al este de Budapest, en los áridos desiertos de donde se extrae el petróleo que nutre al PSG y al City. Hay entre quienes manejan el oro negro del Golfo personas que no destacan especialmente por su tolerancia con los homosexuales.
Sucede que junio es el mes del orgullo gay, que las iniciativas por el respeto a la diversidad en el mundo del fútbol se están sucediendo y que el partido Alemania-Hungría se va a disputar en este contexto. Ceferin, amén de ser un sujeto oscuro y mentalmente estreñido, es un mediocre y en consecuencia un torpe. Así, vinculando la deseada iluminación del estadio con una decisión del parlamento húngaro, dando por hecho que una cosa constituye una respuesta a la otra, pone definitivamente perdido de geopolítica un asunto que no tendría por qué haberlo estado, y no porque a Ceferin le preocupe especialmente el que Alemania declare la guerra a Hungría (o viceversa) a cuenta del derecho de los niños a saber que existe gente diferente y que merece respeto. De hecho, sus preocupaciones se localizan mucho más al este de Budapest, en los áridos desiertos de donde se extrae el petróleo que nutre al PSG de los fondos que descartan cualquier rudimento de fair play, amén de suministrar a Guardiola centrales de a cien kilos que luego calientan el banquillo del City. Hay entre quienes manejan el oro negro del Golfo personas que no destacan especialmente por su tolerancia con los homosexuales, de ahí que el esloveno tiemble ante la sola idea de que alguien pueda hacer ostentación de su respeto por la sodomía dentro de una competición organizada por la UEFA.
El tema de fondo, a mi juicio, no es si Ceferin hace bien prohibiendo que el Allianz luzca de rojo, anaranjado, amarillo, verde, cián, añil y violeta en ese Alemania-Hungría. El tema de fondo es si debería tener la potestad de indicar a los dueños de estadio alguno si esta u otra forma de engalanarse, para el partido que sea, es apropiada o inapropiada. Cada estadio lucirá como lo estime oportuno, a menos (y no es el caso) que se caiga en la apología de ideas violentas o causas políticas específicas. Ceferin es el típico chupatintas engreído que trata de ganarse el sueldo a base de aplicar protocolos irracionales, la salvaguarda de los cuales justificaría sus emolumentos. En este caso no podemos juzgar si los justifica o no porque (como de manera histórica apuntó Florentino Pérez en su denostada aparición en El Chiringuito), nadie sabe cuánto gana, por hacer estas cosas, Aleksander Ceferin.
Fotografías Imago.
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