Las mejores firmas madridistas del planeta

Os presentamos uno de los cuentos finalistas de nuestro V Certamen de Cuentos Madridistas de Navidad. El ganador se dará a conocer mañana, día 24 de diciembre, a las 12 del mediodía.

 

Nos hicimos íntimos amigos en un pispás. ¿Es eso posible? Ya lo creo. ¿Acaso uno no puede enamorarse en una noche? Sólo se trata de que Cupido lance una flecha al aire y atine en la diana del corazón.

No en vano, los griegos, tan sabios ellos, distinguían entre Kronos —el mero transcurso del tiempo, anodino y lento— y Kairós —la intensidad del mismo, cuando en la vida de uno de repente acontecen cosas profundas e importantes—. Y esa fue mi sensación cuando conocí a Miguel Ángel.

—Llámame Lage.

Enseguida tuve el pálpito de que ese día iba a ser el comienzo de una gran amistad, como le dice Bogart a Claude Rains en "Casablanca". Contribuyó, para qué negarlo, compartir ideas, credos y colores. Une mucho ser merengue en territorio comanche donde los reveses del Real Madrid se festejan con un estrépito de petardos, bengalas y cohetes.

Miguel Ángel era todo un personaje y, como en la novela de Robert Louis Stevenson, "El Doctor Jekyll & Mister Hyde", albergaba una doble personalidad. Por las mañanas, al ponerse la bata blanca en el hospital, era el Doctor Cano, o sea, el circunspecto y eminente ginecólogo que trajo al mundo siete mil criaturas, entre ellas, a Alexia Putellas, para que —ay— le metiese goles a nuestras vikingas y, cuando se quitaba el uniforme de galeno, era simplemente Lage; sin ir más lejos, el gamberro que se hizo pasar por un oficial del ejército para que no lo retuvieran en un control policial en la AP-7.

—A sus órdenes —le dijo tras abrirle paso el incauto agente.

Todo porque llegaba tarde a ver un partido del Madrid por la tele.

Miguel Ángel tenía dos pasiones: una, la música de los cincuenta —saturaba mi móvil con vídeos de Chuck Berry, Buddy Holly, Ritchie Valens, Big Bopper o el gran Jerry Lee Lewis, "The Killer", uno de los pioneros del Rock & Roll que aporreando el piano rivalizó con el mismísimo Elvis Presley—, y la otra, el Real Madrid de las cinco Copas de Europa, al que amaba sobre todas las cosas.

La Navidad pasada, Lage y Pili, su encantadora esposa, una enfermera a la que conoció en el hospital, nos invitaron a Lola y a mí a su casa por Navidad.

¿Quién dijo que donde no hay sangre no hay morcilla? Más allá del parentesco y la consanguinidad, a "Los Lage" —como les llamábamos nosotros cariñosamente—, nos unía, entre otras muchas cosas, un vínculo sagrado: el Real Madrid. Por eso nos gustaba tanto reunirnos con ellos en Navidad.

Tras jubilarse ambos, se habían instalado en Calafell, en un piso frente al mar, alejados del trasiego de Barcelona, con Blanca, la hermana de Miguel Ángel. ¿Acaso podía llamarse de otro modo si era casi tan merengue como él? Nomen est omen, decían los latinos.

Lage añoraba las Navidades de antaño, cuando nos felicitábamos con christmas de Ferrándiz —no por WhatsApp— y cantábamos villancicos sacudiendo una pandereta. Por eso, lo primero que hizo en cuanto entramos en su casa, fue mostrarnos ufano su Belén, que se hallaba en un rincón del cuarto de estar, junto al abeto cubierto de espumillón.

—Pili me ha dejado muy poco espacio —protestó.

Y a continuación fue indicándonos con el dedo la estrella de purpurina que guiaba a los Reyes Magos; los patos surcando el río de papel de plata; las ovejas paciendo en el musgo; los pastorcillos con su zurrón en la espalda y, cómo no, el 'caganer', esa escatológica tradición de raigambre catalana.

En el portal se hallaba el niño Jesús, flanqueado por la Virgen María y San José, la mula y el buey y a su lado había una figurita de su idolatrado Alfredo Di Stéfano, vestido de corto, con un saco de harina donde ponía: ¡Hala Madrid!

Y es que su veneración por La Saeta Rubia rayaba en la patología. Tanto es así que llamó a sus hijos Alfredo y Estefanía. Y sobre la mesilla de noche tenía su biografía como si fuera su de libro de cabecera. Cuando un día se lo presentaron, él, que no se callaba ni debajo del agua, fue incapaz de articular palabra.

Lo cierto es que su piso era una suerte de consulado merengue donde ondeaba metafóricamente la bandera blanca y en la que nosotros gozábamos de asilo diplomático.

Fue precisamente ese día de Navidad, en su cuarto de estar, durante la sobremesa, mientras unos tibios rayos de sol atravesaban los ventanales y al fondo cabrilleaba el Mediterráneo, donde Lage, sujetando una taza de café humeante, me dijo:

—Cuando los culés me hablan con retintín de las Copas de Europa en blanco y negro del Madrid, siempre les respondo lo mismo: Yo vi una en color...la de la Fiorentina.

Y luego —mientras las mujeres charlaban sobre sus cosas en un aparte—, Miguel Ángel se arrellanó en el sillón de orejas y, con los ojos entornados, rememoró esa final de tal modo que a mí me pareció estar allí:

—Nosotros entonces vivíamos en Madrid, en la calle Lista. Yo tenía trece años. La final se jugó en Chamartín el 30 de mayo de 1957. Nunca olvidaré esa fecha. Festividad de San Fernando. En los días previos no se hablaba de otra cosa en la capital y al volver del cole yo devoraba el Marca. En principio, estaba previsto que el partido se disputase en horario nocturno, porque el club, una semana antes, había estrenado la iluminación eléctrica, pero la Fiorentina alegó que ellos no estaban acostumbrados a jugar con luz artificial. Así que al final el partido se disputó a las 5,30 de la tarde, con un sol de justicia. Era un jueves. Mi padre me fue a buscar al colegio en su Seat 1400 y aparcamos en los aledaños del estadio. En Madrid entonces apenas había tráfico. El partido generó una expectación inmensa y nadie quería perdérselo. Justo delante de nosotros presenciamos cómo un granuja se coló dando un puntapié en la espinilla al portero y luego subió los peldaños de la escalera de tres en tres hasta que se esfumó en los vomitorios confundido con el público. "¡Hijo de puta!" —bramó el portero cojeando—, "como te agarré, ay, ay, ay, te vas a enterar de lo que es bueno". Tras sentarnos en nuestros localidades, en el primer anfiteatro, contemplé boquiabierto el estadio repleto de gente. No cabía un alfiler. El Madrid había llegado a la final tras deshacerse del Manchester United, que contaba en sus filas con un jovencísimo Bobby Charlton —apenas tenía diecinueve años y todavía lucía flequillo—. Tiempo después, el mítico capitán de la selección inglesa, nombrado Sir por la Reina de Inglaterra, dijo de Alfredo Di Stefano que no había visto nada igual en su vida.

A continuación Lage hizo una pausa, se irguió en el sillón y con los ojos cerrados, haciendo alarde de su memoria de elefante, recitó la alineación del Madrid de carrerilla:

—Juanito Alonso; Torres, Marquitos, Lesmes; Muñoz, Zárraga; Kopa, Mateos, Di Stéfano, Rial y Gento.

Real Madrid Fiorentina 1957

—¡Caray! —exclamé yo alzando la copa de cava en señal de aprobación.

—Desde sus orígenes —continuó Lage envanecido—, la Fiore fue un club exquisito y señorial, fundado por un puñado de aristócratas, como no podía ser de otro modo tratándose de la capital de la Toscana,

la cuna del Renacimiento, donde Stendhal, deslumbrado ante tanta belleza, perdió el conocimiento. ¿Has estado en Florencia?

—No —contesté lacónicamente.

—Pues ya tardas. La ciudad es un museo al aire libre, donde se respira arte y sensibilidad. Allí vivieron, protegidos por los Medicis, nada menos que Miguel Ángel, Rafael, Leonardo, Brunelleschi, Botticelli... Y, en lo que concierne a nosotros, los viejos del lugar todavía recuerdan esa memorable final de Copa de Europa contra el Real Madrid. La única que han disputado en su historia.

Luego Lage apuró su taza de café y prosiguió la narración:

—Ellos tenían un equipazo. Solo habían perdido un partido en el campeonato, el último, cuando ya estaba decidido el Scudetto. En parte, gracias a su defensa granítica, la zaga de la escuadra azurra: Magnini, Orzan, Cerrato y Scaramucci. El cerebro del equipo era Guido Gratton. Y contaban también con un argentino peligrosísimo, Miguel Angel Montuori, natural de Rosario, de rasgos indios, al que apodaban "Michelangelo", en honor a Michelangelo Buonarroti. Aunque el más temible de todos era Julinho, un extremo brasileño centelleante que trajo a mal traer a Lesmes y acabó sentando en el banquillo de la canarinha al mismísimo Garrincha.

A renglón seguido, Lage esbozó una sonrisa maliciosa y dijo con arrogancia:

—El uniforme de la Fiorentina era de color púrpura. Por si aún no se han enterado los que vieron el partido en blanco y negro. Y la historia de la camiseta no deja de ser curiosa. Originariamente era mitad blanca y mitad roja, pero antes de jugar un partido contra la Roma, en el año 29, se destiñeron al lavarlas en el río Arno. Y así se quedaron para siempre: moradas. Aunque habitualmente llevaban la flor de lis en el pecho, para tan solemne ocasión lucieron en el escudo los colores de la bandera de Italia: rojo, verde y blanco.

—Si que estás puesto... —murmuré yo con admiración, hundido en el sofá.

—Aunque el Madrid era el favorito —continuó Lage abstraído—, los italianos plantaron cara. La Fiorentina se cerró muy bien atrás, con una defensa ordenada. Por algo le llamaban el "Muro viola". El primer tiempo concluyó con empate a cero. Y en el descanso había un runrún de zozobra y preocupación.

No quise interrumpir a Miguel Ángel porque se estaba poniendo estupendo —como le dice don Latino a Max Estrella en "Luces de bohemia"—, pero en ese instante recordé haber escuchado a mi primo Antonio Escohotado —él también estuvo presente esa soleada tarde en Chamartín, acompañado por su padre, mi tío Román, entonces director de Radio Nacional de España—, que el fantasma del "Maracanazo" planeó sobre las gradas.

—Cuando el canguelo iba apoderándose de todos nosotros —prosiguió Miguel Ángel—, en el tramo final del partido, Kopa le envió un balón al hueco a "Fifirichi" Mateos, que fue zancadilleado por un defensor italiano. El estadio fue un clamor: ¡Penalty! Yo no quise ni mirar. Me tapé la cara con las manos y a través de los intersticios de los dedos vi el obús de Di Stefano estrellándose contra las redes. ¡Goool!

Y cinco minutos después, uf, se desató la locura cuando de nuevo Kopa lanzó un balón al espacio para que Gento, La Galerna del Cantábrico, tras una galopada batiera al guardameta italiano Giuliano Sartri picando el balón. Fue la puntilla. Entonces yo abracé a mi padre como un poseso, como nunca antes lo había abrazado.

En ese momento Lage ahogó un sollozo, tragó saliva y tras reponerse continuó hablando con los ojos enrojecidos:

—En los últimos minutos, los italianos todavía dieron algún zarpazo, hasta que el árbitro holandés Horn pitó el final y el campo estalló de júbilo. Sólo entonces respiramos aliviados. Tras sonar el himno nacional, Franco entregó la Copa en el palco al capitán, Miguel Muñoz. Y a continuación los jugadores dieron la vuelta de honor al estadio con el trofeo, en medio del delirio, mientras flameaban los pañuelos en las gradas. En blanco y negro, dicen...De eso nada. ¡Yo la vi en color!

Luego Miguel Angel se incorporó cachazudamente y señalando la figurita de La Saeta Rubia que había en el Belén, añadió:

—Por cierto, ese año a don Alfredo Di Stéfano Laulhé le dieron el Balón de Oro...

Estaba anocheciendo y salimos todos al balcón donde soplaba una brisa húmeda y, acodados en la barandilla, contemplamos el Paseo Marítimo de Calafell con las farolas y las palmeras adornadas con guirnaldas navideñas y las terrazas abarrotadas de gente. Al fondo se oía el fragor del mar y la luna flotaba alta en un cielo tachonado de estrellas.

Luego nos despedimos en el rellano de la escalera, emplazándonos para ver juntos el próximo partido de octavos de final de la Champions League frente al Leipzig.

Pero no pudo ser.

La parca ya blandía su guadaña sobre el bueno de Miguel Ángel y pocos días después le diagnosticaron un linfoma.

Los médicos son malos pacientes y él se resistió a que lo viésemos así.

Decidió vivir su enfermedad intramuros, probablemente porque quiso que lo recordáramos siempre como el ser bienhumorado y guasón que fue, con su vis cómica y su vena iconoclasta, con su vocación irredenta de payaso, porque como él más disfrutaba —además de ayudando a las parturientas a traer criaturas a este mundo, del que ya se ha despedido— era haciendo reír a sus seres queridos.

El pasado 15 de noviembre la llama de su vida se apagó definitivamente.

"Su adiós nos deja un agujero enorme —dijo su hijo Alfredo en el tanatorio de Barcelona, en medio de un silencio espeso, sólo roto por los hipidos de su legión de amigos—, un cráter de dimensiones lunares que poco a poco trataremos de llenar con tus recuerdos".

Di que sí, mi dilecto amigo Lage, tú la viste en color, a todo color...

Os presentamos uno de los cuentos finalistas de nuestro V Certamen de Cuentos Madridistas de Navidad. El ganador se dará a conocer mañana, día 24 de diciembre, a las 12 del mediodía.

 

Por el camino que llevaba a Belén, hace más de dos milenios, llegaba un grupo de tres magos venidos de oriente. Viajaban subidos a imponentes dromedarios. Los acompañaba un séquito de decenas de pajes que a su vez tiraban de caballos cargados con riquezas y presentes.

Su destino era tan misterioso como incierto. Hacía meses habían decidido seguir la trayectoria de una estrella nunca vista en los parajes que habitaban, allá por el lejano oriente. Si sus cálculos e interpretaciones de textos no les engañaban, aquel maravilloso astro los llevaría hasta el Salvador de los hombres, que habría de nacer en los próximos días.

Sus nombres eran los de Melchor, Gaspar y Baltasar. El trayecto no era sencillo, pues debían atravesar tanto escarpados acantilados como hostiles desiertos. Fueron muchas las ciudades visitadas. Y muchos los avatares vividos. El más trascendente les sucedió al poco de iniciar el camino, a su paso por la ciudad de Persépolis. Allí, mientras atravesaban uno de los poblados situados en las afueras de la urbe, con el objeto de buscar un sitio en el que reposar y extender su campamento, observaron a un joven sirviente que desesperado pedía ayuda para su amado señor. Al parecer, adolecía de unas fuertes molestias intestinales que le mantenían postrado en la cama sin poder erguirse en pie, al tiempo que suplicaba por su propia vida. Los magos le visitaron y pudieron sanarle rápidamente proporcionándole unas infusiones de anís estrellado. Afortunadamente habían parado a recoger la medicina por el camino, pues se trataba de unas hierbas muy preciadas por su escasez y eficacia.

El noble, agradecido, les dijo que le pidieran cuanto quisieran. Ellos adujeron que con la sabiduría no debería comerciarse, más aún si se trataba de sanar a un prójimo. Aun así, el recién sanado paciente entró en su casa y salió portando una extraña tela de color blanco inmaculado. Se lo dio a uno de los pajes y les dijo que, como último favor, aceptaran ese presente. Se trataba de su riqueza más preciada. No por su tamaño ni por su contenido en alhajas. Su valor se encontraba en lo extraño de su origen.

El hombre les comentó que una mañana de niebla, mientras repartía forraje a su ganado, encontró entre las ramas de un olivo esta especie de camisa blanca con extraños caracteres de color azul oscuro. Se trataba de un tejido jamás visto por él antes. Con una elasticidad y una capacidad de repeler la humedad también asombrosa. Melchor, por mucho el más sabio y anciano de todos, extrañado por lo que aquel individuo les contaba, agarró la tela y la observó con detenimiento. Tras unos eternos segundos, comprobó que, efectivamente, se trataba de algo excepcional. Su conocimiento de la lengua latina le permitió leer varios nombres que aparecían en aquella especie de malla. Dicho origen latino de los caracteres no le hizo sino generar aún más dudas sobre su procedencia.

En el reverso de la prenda aparecía la palaba Bellingham, que a todas luces parecía un vocablo de las tribus sajonas, afincadas al norte de Europa. Si bien, también pudo interpretar la palabra Emirates que se asemejaba al nombre que los reyes recibían por las tierras en las que ahora se adentraban. Por si fuera poco, otra inscripción de Adidas acompañado de Made in Vietnam le hacía suponer que se refería a una de las geografías cercanas a las de su misma procedencia oriental. La presencia de un arábigo número cinco no hacía otra cosa que complicar aún más la deducción de su origen. Por si fuera poco, un escudo, que se situaría a la altura del corazón, mostraba una heráldica desconocida por completo para él. Si bien, al ir acompañado de una corona, le hacía suponer que pertenecía a alguien de suma relevancia, allá de donde quisiera que viniera.

¿Qué clase de objeto era aquel? Recientemente, otro sabio aún más erudito que él, mientras departían, le había hablado de unos objetos que en diferentes puntos del plano terráqueo habían aparecido sin explicación alguna y con una característica común: todos parecían venir de otra dimensión, pues el lugar y el momento de su presencia no se correspondían con su verdadera naturaleza.  Eran, en definitiva, objetos fuera de su tiempo. Como aquel. Finalmente, los reyes, ante lo magnífico del hallazgo, decidieron aceptarlo. Después reemprendieron su marcha.

Tras largos días de travesía, con el astro que les guiaba cada vez más crecido, llegaron a un valle al que extrañamente la nieve había cubierto. Les sorprendió el bullicio existente. Se escuchaban campanas, procedentes de la ciudad más cercana, Belén. Varios grupos de pastores desfilaban cargados de ofrendas siguiendo a un joven que tocaba un tambor. Preguntaron a unos niños que jugaban pateando una piedra sobre el destino de todas aquellas gentes y comprobaron que se dirigían a conocer al mismo nuevo mesías que ellos buscaban. La presencia de un ser humano alado en lo alto de un árbol ya sin hojas les ayudó a cerciorarse de que estaban llegando al lugar correcto.

Atravesaron un pequeño puente que cruzaba un río lleno de peces que, buscando alimento, asomaban de forma indiscreta su boca al paso de la comitiva. Muchos de ellos eran presa de los pescadores que, situados en la orilla, trataban de capturar su cena.

Finalmente, allí se hallaba. Frente a un pequeño portal, que hacía a su vez de establo, se apostaban muchos de los habitantes de Belén. Algunos en posición de adoración. Aquella imagen captó por completo la atención de sus majestades y les hizo abstraerse de la realidad. Sin embargo, un sobresalto les hizo mirar hacia otro lado.  La presencia entre los arbustos de lo que aparentaba ser una figura humana agazapada les suscitó algo de miedo. Portaba extraños ropajes de colores azul y grana, nada habituales en aquella zona. Aquello les hizo sospechar que se trataba de un ratero proveniente de tierras fenicias, que pretendía, junto a otros malhechores, asaltarles para arrebatarles las riquezas que portaban. Los pajes más fornidos y de mayor confianza que viajaban en cabeza, Aurélien y Eduardo, incluso llegaron a empuñar con fuerza su lanza en posición de ataque.  Sin embargo, la tranquilidad les embargó de nuevo una vez que comprobaron que se trataba de un pastor más que, simplemente, estaba haciendo de vientre.

Superado aquel sobresalto, que incluso hizo escapar una enorme carcajada a Baltasar, llegaron frente al portal. La masa de gente se movió ordenadamente hacia los lados del establo ante lo imponente de la comitiva. Los tres reyes se apearon de sus dromedarios y se dispusieron en fila delante del portal. Pudieron ver a un niño recién nacido acostado en un pesebre lleno de pajas. Una joven madre con aspecto de haber sufrido duros avatares en los últimos días miraba orgullosa y tiernamente a su hijo. El padre, fuerte y esbelto, acompañaba de pie a ambos con un rictus que denotaba la incertidumbre sobre su nueva situación y la preocupación por el futuro que le depararía a aquel recién nacido. Ojalá pudiera vivir una vida tranquila.

Sin más, procedieron a ofrecerle los regalos que tan magna figura se merecía. El principal, un cofre lleno de piezas de oro, pues un futuro rey debía poseer riquezas. Acto seguido, con la funda en la que venía el cofre, improvisaron un zurrón que llenaron de mirra e incienso, que ayudaría a la nueva familia a combatir los olores propios que emanaban de aquella cuadra. Este último presente serviría además como recuerdo del camino que sus majestades habían recorrido, ya conocido entonces como la Ruta del Incienso.

Tras una reverencia final, se despidieron. Mas a Gaspar le quedaba aún una cosa por hacer. No pudo evitar percatarse de un suave llanto por parte del niño, que ya sabían que portaría el nombre de Jesús. Además, un leve amoratamiento de las piernas y brazos del recién nacido denotaban que, a pesar de la lumbre y la presencia cercana de los animales, la criatura estaba pasando frio. Sin dudar un momento, se acercó a Melchor y le pidió aquel extraño paño que el hombre al que habían sanado en Persépolis les había regalado. El más anciano de los reyes no lo dudó. Tan magno objeto no podría tener mejor dueño que el que los astros señalaban como futro rey de los judíos. Así que se lo entregó a Gaspar y este procedió a arrullar al recién nacido con aquella prenda sin mediar más palabra. El niño, reconfortado, abandonó la queja y súbitamente se sumió en el más plácido de los sueños. Todos sonrieron.

Y así, sus majestades los Reyes de Oriente emprendieron su regreso a casa para seguir profundizando en su sabiduría y contar a todo aquel con el que se cruzasen que habían conocido y adorado al niño que cambiaría la historia de la humanidad. Un niño que dormía en paz, envuelto una malla de color blanco. Un color que, desde aquel día y para el resto de los siglos, gracias a aquella prenda, sería símbolo de la pureza y la divinidad.

Guerra, Navidad y Madrid. Unidos por Ucrania

 

Guerra. Navidad. Madrid. ¿Qué podría unir estas palabras aparentemente incompatibles? La respuesta es sencilla: Ucrania y los madridistas ucranianos. A pesar de todas las dificultades y desafíos, ellos están creando verdaderos milagros, y hoy les contaremos uno de ellos.

Como decía el clásico: "La guerra es la guerra, pero la Navidad no se retrasa". Y es que los niños siempre necesitan alegría y regalos, especialmente en tiempos tan difíciles. Por ello, los madridistas ucranianos, junto con sus amigos del FC “Kniazhyi”, decidieron regalar a pequeños ángeles del fútbol un verdadero milagro: el Torneo Benéfico de Fútbol Sala Navideño en honor a Carlo Ancelotti para niños de 5 a 7 años.

Torneo Navideño en honor a Carlo Ancelotti

Peña Madridista Blancos Ucrania organizó una colecta benéfica, destinando todos los fondos exclusivamente a la organización del torneo. ¿Por qué Ancelotti? Nuestro entrenador favorito está bajo una enorme presión esta temporada, así que decidimos apoyarlo de la mejor manera posible: organizando un torneo infantil en su honor. Después de todo, Carlo Ancelotti fue quien ideó el famoso esquema táctico conocido como el “Árbol de Navidad”, así que nosotros creamos nuestro propio árbol, pero futbolístico.

Para garantizar la seguridad y un ambiente acogedor para los pequeños participantes, el torneo se llevó a cabo en la pintoresca ciudad de Volodymyr, situada en la región de Volinia, al oeste de Ucrania. La competición generó un gran interés. Además de los equipos locales, participaron equipos de ciudades cercanas e incluso uno de la región de Rivne.

 

El Torneo

 

El formato elegido fue simple pero emocionante: una ronda única bajo el sistema de liga. En el campo, un portero y cuatro jugadores; la duración de los partidos fue de 15 minutos. El torneo se llevó a cabo en el moderno complejo deportivo "Olimp", que se convirtió en una verdadera arena futbolística para estos jóvenes gladiadores del balón. Cada gol y cada metro del terreno de juego se disputaron con pasión.

Así como Madrid se encuentra en la cima del Olimpo futbolístico, nuestro torneo también fue un verdadero desafío “olímpico” para los niños. Los pequeños futbolistas lucharon por cada gol, experimentaron la alegría de las victorias y el sabor amargo de las derrotas. Pero lo más importante: cada uno de ellos fue parte de algo verdaderamente especial.

 

Resultados finales del torneo:

 

  1. Taym (Kovel) — 15 puntos
  2. Kniazhyi (Volodymyr) — 12 puntos
  3. Dubno (Rivne) — 9 puntos
  4. Shakhtar (Novovolynsk) — 6 puntos
  5. Fanat (Solovychi) — 1 punto
  6. Kniazhyi 18 (Volodymyr) — 1 punto

 

Premios y reconocimientos

 

Peña Madridista Blancos Ucrania preparó premios individuales para los futbolistas más destacados:

 

 

Todos los equipos recibieron atención especial: cada uno se llevó su merecida copa, medallas, un cuadro conmemorativo con la imagen de Carlo Ancelotti dedicado al torneo, y, por supuesto, dulces. Las sonrisas felices de los niños fueron la mejor recompensa para los organizadores.

El madridismo social en acción

 

La organización del torneo fue altamente valorada tanto por entrenadores como por padres, quienes, sorprendidos y gratamente impresionados, descubrieron que en Ucrania existe un club de fans del Real Madrid que no solo apoya al equipo, sino que también promueve las ideas del madridismo social.

Bajo la bandera de Madrid, logramos unir a niños, sus familias y a todos los amantes del fútbol. Este torneo demostró que el fútbol no es solo un juego; es una fuerza capaz de cambiar a las personas, dar esperanza y ayudar a soñar, incluso en los tiempos más difíciles.

 

Inspiración para el futuro

 

Los niños son nuestra esperanza y nuestro futuro. Sus ojos brillantes y su energía ilimitada en el campo nos dan la certeza de que, incluso en los momentos más complicados, podemos crear milagros. Creemos que entre estos niños, que hoy lucharon por sus primeros trofeos futbolísticos, podría estar una futura estrella del gran fútbol.

¿Quién sabe? Tal vez, en esta cancha vimos el inicio del camino de un futuro madridista ucraniano que un día vestirá la camiseta blanca del Real Madrid.

El Torneo Benéfico Navideño en honor a Carlo Ancelotti se convirtió en un símbolo de fe, apoyo y unidad. Y aunque la guerra continúa, nuestros niños siguen jugando al fútbol, aprendiendo a ganar y soñando con su propio camino hacia el Olimpo futbolístico.

¡Viva Ucrania! ¡Viva Madrid!

 

Fotografías: Maksym Tereshchenko

El titubeante comienzo del Real Madrid esta temporada ha dado alas a un perfil que parece alimentarse en la desgracia y disfrutar con el lodo: el vinagre. Siempre apostado, siempre esperando el resbalón para apretar su pie contra el pecho ajeno, este espécimen vive y se reproduce a gusto entre la masa exigente —y qué afición lo es más que la de Chamartín—, pues bajo ese pretexto justifica su pretendida búsqueda de la excelencia.

En el partido contra el Sevilla tuve la desgracia de compartir entorno con un vinagre de manual. Viene solo al fútbol (dudamos de que cualquier compañía tenga el estómago de estar a su lado de buena gana) y se encarga de censurar cualquier jugada o comportamiento no compatible con su cuestionable visión del fútbol... y de la vida. Así pasó cuando el Bernabéu, puesto en pie, rendía un caluroso y admirable homenaje a Jesús Navas por su trayectoria: al sujeto no le pareció suficiente muestra de rechazo permanecer sentado y, ahogado en los aplausos, trató de hacerse visible gritando "¡Fuera, fuera!". El estupor de los que le rodeamos no alcanzó su cénit hasta que, no contento con verse superado por una mayoría respetuosa y cabal, se despachó con un "Ahora te jodes y te la pones" cuando Modric le entregó al sevillano una camiseta blanca firmada por los jugadores del Madrid. Para el vinagrismo, cualquier majadería es una línea a traspasar.

Poco importa que el equipo de Ancelotti esté en pleno renacimiento de manos de un Vinícius decisivo y un Mbappé que comienza a mirarse al espejo. Por el camino, el vinagre ya los había fusilado a ambos y mandado al paredón al jefe de la orquesta, Ancelotti.

El vinagre es un francotirador del pesimismo. Para cualquier circunstancia y en toda situación tiene preparada su ración de vaticinio lúgubre o desaprobación irrefrenable. Así que si lo ven en sus cercanías no se apuren, tienen una gran noticia: compórtense de manera opuesta a la suya, su estómago y su corazón se lo agradecerán.

 

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Con Navas y en Valencia: así, así gana el Madrid

 

Iba a escribir de Jesús Navas y de lo que vivimos ayer en Chamartín. Esperé que se manifestara. Sucedió pasadas las nueve de la noche, ayer. Había hablado y llorado en el estadio, faltaba el colofón final: el escrito. Estas cosas se dejan así, en un papel por los siglos de los siglos. Apareció.

‘El último día’ lo tituló. El primero lo dedicó a su gente y termina así: “Por eso, mis sentimientos sevillistas siempre seguirán a flor de piel, y es que mi afición me llevó al límite al sentir la felicidad plena en una tarde donde creí flotar sobre el Pizjuán”. Fue cuando su despedida como local, en su casa, aquella noche victoriosa ante el Celta.

El segundo párrafo queda para la historia: “Pero lo vivido esta tarde en el Bernabéu ha sido una bendita locura. No recuerdo haber visto algo así en un campo rival. Por eso siento la necesidad de agradecer a los aficionados del Real Madrid su entrega y reconocimiento a mi persona en un recuerdo que será inolvidable. Igualmente gracias a los jugadores y cuerpo técnico del club por su participación en el homenaje que he recibido. Hago extensiva mi gratitud a todos los empleados de la entidad madridista que han colaborado en la organización del evento”.

Poco después, en el valenciano pabellón de La Fonteta, el Real Madrid de baloncesto salió con una camiseta en la que se leía Fuerza Valencia. Y los aficionados madridistas presentes mostraron una pancarta con este lema: Todos somos Valencia. El millón de euros que el club donó a los perjudicados y la bandera valenciana que presidió el partido de Champions con el Milán fueron la avanzadilla. Dio la vuelta al mundo. Como lo de ayer.

Esto es el Real Madrid. El que ha estado siempre en los momentos difíciles en cualquier rincón de España. Tenerife, por la Palma. Lorca, por el terremoto. El Juntos por Galicia, tras lo del Prestige, aquel amistoso ante un combinado de futbolistas de Celta y Deportivo… Ojalá nunca jamás deba enarbolar esa bandera.

Si esto contribuirá a que el Madrid sea mejor recibido en el Pizjuán o Mestalla el 3 de enero es algo que se pregunta mucha gente. En los corazones de las de buena voluntad, segurísimo. Los tarados no tienen corazón, esa batalla está perdida. En todas partes.

Esto es el Real Madrid. El que ha estado siempre en los momentos difíciles en cualquier rincón de España. Demostró una vez más que es el equipo de todos. Los hay que no lo saben. Y los que se resisten a admitirlo

Experiencias como estas deben dejar huella y así será. La bondad se impondrá. ¿Un sueño? Un deseo. Acierta Navas, no se recuerda homenaje así a un rival. Son las cosas del Madrid. Al que hay que ganar aunque sea en órsay, pues claro. En Sevilla, Valencia y San Petersburgo. Quedarse ronco apoyando a tu equipo y también pitándole cuando amenace tu portería.

La pasión. Desde ahí, agradecimiento y respeto a quien te respetó y estuvo a tu lado en el dolor, en la despedida de uno de tus ídolos. El Madrid demostró una vez más que es el equipo de todos. Los hay que no lo saben. Y los que se resisten a admitirlo. Todos quieran ganarle, es la victoria químicamente distinta. El Valencia Basket lo logró. Felicidades.

La victoria deportiva futbolera, el 4-2, permite al equipo situarse a un punto del nuevo líder. A los dos les falta un partido, al Madrid el de Mestalla y al Atleti recibiendo a Osasuna. En el peor de los casos, Ancelotti y su tropa acabarán la primera vuelta en segunda posición. Tras una manga complicadísima por tantos factores de sobra conocidos. Y con una carita mejorada.

Intercontinental, fiesta en el Bernabéu y victoria. Buenísima manera de despedir el excepcional 2004 y encarar un 2025 ilusionante. Eso fue y será fútbol, algo mágico cuando suceden cosas como las que vimos ayer en el Bernabéu.

El lugar donde lo excepcional sucede como en ninguna otra parte. Joselu estuvo en el campo, fíjense... Lo excepcional esta vez con y por Jesús Navas, un rival. Sí, sí: así, así gana el Madrid.

 

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Buenos días, amigos. Un excelente Real Madrid derrotó por 4-2 al Sevilla en el último encuentro del año en el Bernabéu, merced a cuatro golazos de Mbappé, Valverde, Rodrygo y Brahim. De este modo, los de Ancelotti se sitúan a un solo punto del líder, el Atlético de Madrid, que tiene un partido menos, como también lo tiene el propio Madrid. Con todos los partidos jugados, a tres puntos del líder y dos de los de Ancelotti, queda un lastimoso equipo que pagó durante 17 años al vicepresidente del CTA, aka FC Barcelona (el equipo, no el vicepresidente).

En la crónica de Paco Sánchez Palomares encontraréis trazos de la brillantez del encuentro, marcado por goles antológicos, de igual modo que algunos de esos trazos se dejan entrever hoy en la portada de Marca.

Marca

“¡Jesús, qué liga!”, titula Marca, y a punta de ambigüedad el título no deja de tener su gracia. Jesús puede ser Jesús Navas, que ayer se cortó la coleta nada menos que el estadio del mejor equipo del mundo y ante una afición que no era la suya, pero que lo parecía de tanto como se volcó en la calidez que la ocasión requería.

Dada la proximidad de la Navidad, lo de “Jesús” también puede ir por el Niño, que en pocas horas nacerá en el portal de Belén y en el corazón de quien lo crea.

Puestos a elucubrar, puede incluso ser un mensaje en clave para nuestro editor, Jesús Bengoechea. La perfecta colocación de la cama del vocativo así lo sugiere. A través de este mensaje, tal vez Juancho Gallardo trata de hacer ver al máximo responsable de nuestros contenidos que debe recapacitar y dar menos mandobles a Marca. Hagamos que todos los días sean Navidad, parece sugerir Juancho. Lo son, Juancho, no es nada personal y te mandamos un abrazo con los mejores deseos navideños.

As

“Se va un mito, queda un genio”, suelta As.

Se conoce que el mito es Jesús Navas y el genio Mbappé. La despedida que le tributó el Bernabéu al de Los Palacios fue emocionante y modélica. El señorío es eso, y tenemos la sensación de que Navas lo captó, a juzgar por sus declaraciones después del partido. Tanto a nivel institucional como de público, no pudo haber una despedida mejor. El club se ha portada ejemplarmente bien, recientemente, con instituciones deportivas que manifiestan una clara tendencia a odiarnos (primero Valencia y ahora Sevilla). Se ignora si estos gestos tendrán algún tipo de efecto sociológico positivo en el sentido de aplacar ese odio, pero da igual: son cosas que no se hacen buscando un retorno, sino porque sí. Ya lo digo Unamuno: “Debemos hacer el bien no solamente a pesar de que no nos va ser recompensado, sino precisamente porque no nos va a ser recompensado”.

El “genio”, al parecer, es Mbappé. Ponemos las comillas no porque no pensemos que lo es, sino para citar a As. Puede que el francés disfrutara ayer su mejor partido vestido de blanco hasta la fecha. Su gol fue espectacular, se le vio más cómodo en la posición de 9, puso al público en pie con jugadas espectaculares y asistió a Brahim en el último gol vikingo.

Tras el encuentro, el astro admitió ante RMTV que todavía no ha dado lo mejor de sí, pero coincidió con la mayoría de espectadores y críticos con que va acercándose a su máximo potencial. Fueron declaraciones llenas de realismo y amor al club, casi tan importantes como su buen rendimiento. Cuando se maximice el potencial de la alianza forjada entre Kylian, Jude, Vini y Rodrygo, el límite de este equipo será impredecible.

Feliz Navidad también a los amigos de As, evidentemente.

Sport Mundo Deportivo

En cuanto a la prensa cataculé, les deseamos igualmente unas muy Felices Fiestas, con la esperanza (o sin ella) de que les cambie la cara que se les ha quedado, que básicamente es la de Flick en la portada de Sport. Lo cierto es que jugaron muy bien ante el cholismo y no merecieron perder, pero la vida es así y ni la Navidad puede remediarlo. Les deseamos que sean muy felices, sin perjuicio de que reciban la visita —incómoda pero siempre productiva— del dickensiano fantasma de las Navidades pasadas, que llegará con la cara de Negreira. Nunca es tarde para el arrepentimiento, en el entendido de que iría acompañado por la preceptiva retirada de títulos.

Buen día y Feliz Navidad, amigos.

Arbitró Isidro Díaz de Mera Escuderos del Comité castellano-manchego. En el VAR estuvo Cuadra Fernández.

Plácido partido para el trencilla que cumplió bien. Por ser puntilloso, se dejó en el limbo dos o tres faltas por pitar y una amarilla de Carmona por falta a Brahim.

Los amonestados fueron Sambi en el 11' por una dura entrada a Ceballos, Kike Salas en el 75' al dar un manotazo a Güler y Valverde en el 77' por una acción abajo ante Lukebakio. También vio la amarilla por protestar Carlo Ancelotti en el 47'.

Díaz de Mera Escuderos, BIEN.

 

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-Courtois: APROBADO. Poco exigido, nada pudo hacer en el primer gol sevillista. Quizá sí algo más en el segundo. Resolvió bien una ocasión visitante propiciada por un fallo suyo con el pie, y en un tiro lejano hacia el final.

-Lucas V: NOTABLE. Sin problemas en defensa y muy activo en ataque, asistencia y virguerias cafuquescas incluidas.

-Rüdiger: NOTABLE. En su línea de solvencia habitual.

-Camavinga: APROBADO. Se le vio algo despistado en su vuelta al lateral.

-Tchouaméni: APROBADO. Cosechó abucheos, pero más por la manía que le ha cogido un sector que por su partido, donde no fue exigido.

-Valverde: SOBRESALIENTE. El mejor de largo, como su mortífero disparo. Golazo, trabajo a destajo y mucho manejo.

-Ceballos: APROBADO ALTO. Ayudando muchísimo a sus compañeros, mostrando casi siempre mando y criterio.

-Bellingham: APROBADO ALTO. Esta vez no marcó, ni tuvo ocasión para ello, pero se vació en defensa y participó en la creación del juego con la clase que le caracteriza.

-Rodrygo: APROBADO ALTO. Golazo y clase.

-Mbappé: NOTABLE. Cada día más acoplado al puesto de 9, anotó un golazo y creó constante peligro, asistencia a Brahim incluida. Da la sensación, sin embargo, de que hay cosas prototípicas en él que aún no se atreve a hacer.

-Brahim: NOTABLE. Se desfondó, goleó y se manejó con la electricidad acostumbrada.

-Modric, Güler: APROBADO. Aportaron poco en minutos intrascendentes.

-Asencio: SIN CALIFICAR. No tuvo tiempo para nada.

-Ancelotti: APROBADO. El experimento de tres centrales del final no resultó muy prometedor, aunque no era el momento para juzgar.

 

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El Madrid partía con el objetivo de ganar, como siempre, pero el acicate era mayor, si cabe, tras el enésimo tropezón del Barça de Flick, que ya pierde hasta con el Atleti, algo así como si los blancos cayesen derrotados frente al Castilla, o contra sus propios suplentes. Al final, el objetivo se cumplió y los madridistas llegan a fin de año por delante del equipo cliente de Negreira y con un partido menos.

Cuando parecía que los tiempos de Camavinga como lateral izquierdo eran un mero recuerdo, Carlo decidió que el francés volviese por Navidad, como el Almendro, a esa demarcación. Consecuencia inmediata: Fran García y Mendy comenzarían el encuentro en el banquillo, donde cometer errores es más difícil. Con ambos laterales izquierdos sanos, que ocupe su lugar el mejor pivote del equipo es significativo. La defensa la completaban el imprescindible Rüdiger y los ahora habituales Tchouaméni y Lucas. Una zaga con dos franceses exiliados del medio del campo, lugar poblado por Ancelotti con Valverde y Ceballos, principalmente, más las ayudas de Bellingham y Brahim desde arriba y las de Eduardo y Aurélien desde abajo. Completaban el once Rodrygo y Kylian.

Antes del encuentro, el equipo ofreció la novena Intercontinental a la afición. También fue homenajeado Jesús Navas, ambos equipos le hicieron el pasillo mientras era aplaudido sin reservas por el Bernabéu. La clase se tiene o no se tiene, como el techo retráctil.

Los pupilos de Carlo no comenzaron acarajados, sino fluidos, y en torno al minuto diez Mbappé quitó las telarañas de la portería sevillista con un trallazo descomunal desde la estación de Nuevos Ministerios. Se confirmaban las buenas sensaciones que había dejado el delantero en los últimos encuentros. Este es el Mbappé imparable que conocíamos, el que marca todos los partidos, un Mbappé desencadenado, en el sentido de que por fin parece haberse liberado de las cadenas, sobre todo mentales, que le impedían rendir. Si bien es cierto que aún hay aspectos mejorables.

Seis minutos después, Kylian remató alto en boca de gol un buen centro de Lucas. El bote le traicionó. El Madrid estaba jugando muy bien, aunque los de Pimienta avisaron con una llegada que alejó de puños Courtois. Acto seguido, Kike Salas evitó que Lucas Vázquez anotara el segundo. Pero nadie pudo evitar el gol de Fede segundos después. Otro cañonazo. Esta vez desde la estación de Atocha. Del meneo se cayeron las bolas de todos los árboles de Navidad del distrito de Chamartín. Se comenta que algún vecino quisquilloso ha escrito al ayuntamiento reclamando la prohibición de los zambombazos de Valverde por superar el umbral de dolor del antimadridismo.

Con cien cañones por banda no, pero con dos por el centro sí estaba apabullando el Madrid al Sevilla. Instantes después, Rodrygo se guisó y se comió un balón que no supuso el tercero por centímetros. Menudo partidazo estábamos contemplando en el Bernabéu, en parte gracias a la labor de Ceballos, que esta campaña siempre que participa aporta consistencia al juego. Dani empasta bien con Fede.

En el 33', Goes se desquitó. Nueva internada de Lucas que sirvió un balón perfecto para que el brasileño la colocara de nuevo en el fondo de la portería.

Mientras aún andábamos celebrando el tercero, Isaac Romero acortó distancias con Tchouaméni y Lucas como espectadores de lujo, aunque no fueron los únicos que se relajaron en la jugada. El  siete rojo remató de cabeza solo a escasos metros de Thibaut. El tanto empañaba una primera parte del Madrid inmaculada hasta ese instante.

Poco antes del descanso, Lucas se plantó frente a Álvaro, pero decidió chutar en lugar de ceder a Kylian y su violento punterazo lo repelió el guardameta. A punto estuvo Ceballos de anotar en la siguiente jugada.

Así se llegó al descanso. 3-1. Una de las mejores primeras partes de la temporada.

La segunda parte arrancó con un error grave de Courtois con los pies que subsanó él mismo. En la siguiente jugada, otra pifia. No había lugar a la relajación si el Madrid no quería un disgusto, así que Mbappé decidió que había que espantar posibles fantasmas y realizó una magnífica jugada, se apoyó en Lucas, y asistió a Brahim para que la levantara sobre Álvaro y colocase el 4-1.

Poco después se incorporó al juego Jesús Navas para disputar sus últimos minutos como profesional y el Bernabéu lo recibió aplaudiendo en pie. Respeto.

Cuando el reloj marcaba el 67, año de publicación del Sgt. Pepper's, una nueva buena acción de Mbappé no terminó en doblete de Rodrygo por el surco de un vinilo. Dos minutos después, Kylian remató alto.

En el 70 se separaron los Beatles y en el encuentro de hoy fue el momento de los primeros cambios de Ancelotti, Ceballos y Rodrygo dejaron su lugar a Modric y Güler. El Sevilla respondió a las sustituciones con un lanzamiento al poste de Isaac Romero.

Cuando restaba un cuarto de hora de partido, se retiró Bellingham entre estrofas de Hey Jude. Ocupó su lugar Asencio, que se situó en el lateral derecho y empujó a Lucas al extremo.

En el 81' Mbappé no dio ningún golpe de estado, pero fabricó una jugada que de haber terminado en gol habría sido de los mejores del año. Y en el 82', parada de categoría mundial de Courtois tras ser desviado el balón por Rüdiger.

Sin embargo, el belga no pudo detener el disparo fuerte al primer palo de Lukebakio. 4-2. En un futbolín habría sido anulado por hueco, y en un partido de recreo de colegio, por tirar a trallón. Ya nos había avisado Alberto Cosín en su previa del peligro de este futbolista. Ancelotti se disponía a introducir algún cambio más, pero el gol sevillista le cortó la digestión y abortó misión.

Al final, el Madrid de Hey Jude, with a little (no tan little) help from his friends, se impuso al Sevilla del sargento Pimienta.

Hasta el año que viene. Feliz blanca Navidad.

 

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Ayer se difundieron un par de fotografías donde Florentino Pérez y Claude Makélélé posaban juntos y después se abrazaban. Aunque es más probable que sucediera al revés. Seguramente el francés llegó, el presidente, con esa sonrisa pícara característica en él, le propinó un amistoso cachete en el moflete, valga la redundancia, acompañado de un comentario jocoso. Quizá entonces se abrazaron y, tras un rato de charla, alguien dijo: «posad para una foto, por favor».

Del posado, lo primero que salta a la vista son las gafas de Makélélé. Claude aparece adornado con unas antiparras que lo mismo sirven para bucear, para sintonizar Radio María o para coprotagonizar una película setentera de espías junto a Michael Caine. No es descartable que también sean aptas para ver.

Florentino Pérez y Claude Makélélé

Llama la atención que Claude luzca una chaqueta con tres botones, menos habituales que las de dos, mas el número tres siempre se ha relacionado con el mediocentro galo. Lo que chirría es que lleve abotonados todos. Y que Florentino no lleve abrochado ninguno, aunque tal vez se acababa de incorporar del sofá.

Cuando vimos la otra foto, la del abrazo, muchos pensaron que bien podrían habérselo dado en 2003, de manera que el centrocampista defensivo hubiese continuado como viga maestra de los Galácticos y se hubiera evitado así un derrumbe en diferido del equipo que culminó con la dimisión de Florentino en 2006. Makélélé era el trípode sobre el cual se sustentaba aquella escuadra y sin él el desequilibrio no tardó en hacerse patente.

Makélélé y Effenberg

Visto con perspectiva, Makélélé no renovó con el Madrid por un quítame allá esas pajas, y su salida siempre ha sido catalogada como un error histórico del club. Sin embargo, yo creo que la marcha de Claude fue el punto de inflexión donde comenzó a erigirse el gran Real Madrid que llevamos años disfrutando.

Si Makélélé hubiese continuado de blanco, no es descabellado suponer que el periodo dominador de los Galácticos se habría prolongado. A lo sumo dos o tres años, no más, ya que la caducidad venía impuesta por la edad de sus integrantes. El Madrid, por tanto, no habría caído en aquella espiral negativa y quizá habría obtenido algún trofeo doméstico más. Incluso otra Champions.

La marcha de Makélélé fue el punto de inflexión donde comenzó a erigirse el gran Real Madrid que llevamos años disfrutando

A consecuencia de ello, Florentino no habría recorrido el calvario que lo llevó a dimitir y, aquí viene lo importante, no habría aprendido de ese vía crucis. Un aprendizaje que se antoja capital en la manera de dirigir al club desde su regreso en 2009 y que ha tenido las consecuencias que los madridistas hemos gozado.

Un caso único en el mundo

A menudo conseguir lo que se desea en el presente es contraproducente en el futuro, porque evita un mal necesario cuya principal consecuencia es el éxito posterior. Si Florentino y Makélélé hubiesen sellado la renovación con un abrazo en 2003, probablemente los Figo, Zidane o Raúl habrían levantado la Décima, habríamos sido muy felices un par de temporadas y ahora el club estaría en manos de algún jeque que el año pasado habría organizado en el viejo Bernabéu una celebración tan hortera como fastuosa para celebrar la Undécima.

 

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