Han pasado casi dos años desde el momento en que el mundo del deporte se vio sacudido al conocerse la noticia de que el FC Barcelona pagó durante 17 años al vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros, José María Enríquez Negreira. Desde entonces, se han ido conociendo poco a poco diversos detalles que han ido enriqueciendo lo que, más que un mero soborno, era un complejo entramado de corrupción deportiva dentro de las más profundas entrañas tanto del fútbol como del arbitraje español. Sin embargo, estos detalles e informaciones que iban surgiendo a lo largo del largo y tedioso proceso de instrucción llegaban a los ojos de ustedes, ciudadanos de a pie, por medio de apenas unos pocos medios, ninguno de ellos especializado como tal en la prensa deportiva.
Mientras que El Mundo ha sido el diario que ha llevado la iniciativa a la hora de informar acerca de cómo evolucionaba el caso durante todos estos meses, la mayoría de los principales medios deportivos españoles han decidido o bien inhibirse en la medida de los posible, pasando de puntillas por el tema y dedicando apenas unas pinceladas del tiempo o papel invertidos en sus respectivos programas o medios digitales, o bien llegando incluso a intentar blanquear el caso u obnubilar al espectador con informaciones tergiversadas o directamente falsas, como las que pueden ver a continuación.
Llamaría poderosamente la atención, si su dudosa reputación no le precediera de antemano, comprobar cómo al autoproclamado “mejor periodismo deportivo que se hace en el mundo”, ante el mayor escándalo de corrupción de la historia del deporte, que se le ha presentado ante sus narices como un auténtico regalo caído del cielo, no le ha surgido ningún espíritu de vocación que le apremiara a realizar un mínimo trabajo de investigación de cierto rigor (si es que aún recuerdan los periodistas cómo se hace eso) y comenzara a relacionar datos, declaraciones o informaciones antiguas con el caso Negreira.
Quizá esta falta de interés responda al club implicado en los pagos a Negreira, ya que el caso salió a la luz por medio de Sique Rodríguez, periodista de la SER que se encontraba, en palabras textuales, “tan jodido y afectado a nivel personal” que dedicó esfuerzos en investigar si el Real Madrid también realizó pagos ilícitos. Dado que no lo vimos en ningún momento bailando en la Plaza Sant Jaume y que sigue trabajando en el mismo medio, podemos asumir que no.
Por desgracia o por casualidad, entre el mejor periodismo deportivo del mundo no ha surgido absolutamente ninguna inquietud acerca de cuándo empezó el caso Negreira, cómo se produjeron los primeros contactos, cómo repercutía Negreira en los arbitrajes, cuál era su modus operandi o qué otros actores pudieron estar implicados en esta trama de corrupción deportiva. Quizás les asuste el trabajo duro que supone bucear entre recortes de periódicos antiguos a la búsqueda de cualquier declaración o información controvertida que pueda estar relacionada con el caso en contraposición con la comodidad de inventar polémicas sin fundamento alguno o debates absurdos sobre algún jugador del Real Madrid desde el sofá de sus casas. Quién sabe y quién sabrá. El caso es que si alguien tiene cierto interés en desentrañar las múltiples incógnitas que suscita el caso Negreira tiene dos opciones y ninguna de ellas es leer la prensa deportiva: investigar por su cuenta o realizar un seguimiento a las cuentas tuiteras madridistas que acostumbran a realizar este tipo de trabajos.
El pasado dos de septiembre, en el Twitch de Siro López, Lluís Canut, periodista barcelonés que ha pasado por TV3, RAC1, Mundo Deportivo y otros tantos medios deportivos de índole culé, contaba ni corto ni perezoso una anécdota que puede resultar muy reveladora sobre los orígenes del caso Negreira. Huelga decir que los medios deportivos patrios se han hecho entre poco y ningún eco de sus palabras.
Contó Lluís que una persona muy vinculada con el estamento arbitral, al conocer al por entonces presidente del FC Barcelona, José Luis Núñez, este, sin ningún tipo de pudor, le expresó su interés por “comprar algún día a un árbitro”. Es deducible, pues, que esto tuvo que tener lugar en los primeros años de mandato del presidente culé, a finales de los años 70, reciente aún el caso Camacho, que probablemente Núñez tomara como inspiración.
Según el confidente de Canut, se dio la circunstancia de que había un colegiado con problemas económicos (en esa época sus salarios no eran tan abundantes como en la actualidad), con dificultades para pagar las letras de su piso. El club blaugrana, a través de la empresa de Núñez y Navarro, negoció con el banco del árbitro en cuestión las letras a descontar de la vivienda y se las iba pagando en función a los partidos que este colegiado arbitraba al Barcelona de manera satisfactoria para el equipo culé.
Hasta la fecha, el medio más importante que ha publicado esta información es Relevo y, por supuesto, ningún medio o periodista ha aprovechado esta información (que podría ser verídica o un simple chascarrillo, aunque conociendo al personaje de Núñez, es fácilmente deducible la opción correcta) para investigar qué colegiado pudo ser al que presuntamente compró el presidente culé.
Tras este caso, nos encontramos con otro de índole similar: el caso Mayoral. Se trata de otro asunto de soborno o intento de soborno denunciado por el colegiado Anastasio Mayoral Cedenilla, árbitro designado para el partido de vuelta de semifinales de Copa al que el club blaugrana ofreció 1,5 millones de pesetas para garantizar el pase del FC Barcelona a la final. El resultado de ida había sido de 3-1 a favor del Lleida.
Mayoral aportó como pruebas una grabación telefónica, una tarjeta de visitas de Antoni Pagès, una de las manos derechas de Núñez, y una fotografía de este último. El pago se iba a realizar a través de un intermediario que hiciera de enlace entre el Barcelona y el colegiado, y la persona elegida fue Ángel Andradas, jefe de relaciones públicas del Colegio de Árbitros de Cataluña, conocido según Mayoral por ser un asiduo visitante de los vestuarios de árbitros en el Camp Nou. Al parecer, en este caso recibió una comisión de 100.000 pesetas por su labor de intermediario.
Si Mayoral esperaba que el Comité Nacional de Árbitros (el antiguo CTA) se escandalizara o le ofreciera respaldo en su denuncia al intento de soborno, se llevó una sorpresa, pues cuando José Plaza le convocó para una audiencia privada, se encontró con que a quien trataron de culpar y amedrentar fue al propio colegiado, a pesar de las pruebas ofrecidas, por lo que decidió llevar el caso ante el CSD.
Esto no sirvió de mucho, ya que, tras un comienzo mediático reseñable, el caso se fue apagando poco a poco y un silencio sepulcral fue apoderándose del mismo. Un año después de la denuncia, Mayoral fue descendido supuestamente por no superar las pruebas físicas. El árbitro recurrió ante lo que consideraba que había sido “desigualdad de condiciones” ante sus compañeros y el CSD anuló su descenso. Sin embargo, no fue designado para arbitrar ningún partido y en 1987 desapareció de las listas por “abandono de sus actividades”, también del foco mediático. Nunca dio entrevistas ni volvió a hacer declaraciones públicas a pesar de lo sonado que fue su caso, el cual concluyó con una suspensión de dos años para Ángel Andradas, el intermediario del soborno.
Resulta más que plausible pensar que estos acontecimientos pudieron ser los primeros coqueteos del expresidente blaugrana con la corrupción arbitral y que supusieron los prolegómenos del mayor caso de corrupción arbitral de la historia del deporte, porque unos años más tarde tuvieron lugar dos episodios consecutivos de infausto recuerdo para el madridismo en los que el nombre de Enríquez Negreira comenzaba a tomar protagonismo: las ligas de Tenerife.
A pesar de lo recurrente, por sonada, que resulta esta saga, a prácticamente nadie dentro de ninguno de los principales medios de comunicación del periodismo deportivo español le ha dado por tratar de desentrañar lo ocurrido con estos dos episodios o tratar de relacionarlo con el caso Negreira, pese a que las fechas coinciden con lo que, según varios expresidentes culés como Gaspart o Bartomeu, fue el comienzo del mismo, Núñez mediante.
En junio de 1992, se designó a García de Loza para arbitrar el decisivo partido de liga Tenerife-Real Madrid, un árbitro cuyo historial y nivel no invitaba precisamente a su elección para definir un encuentro que decidiría una liga. Asiduo de la nevera, el colegiado de Lugo acumuló a lo largo de los años 80 varias sanciones, tanto por sus polémicos arbitrajes como por sus declaraciones. Sin embargo, su buena relación con Villar, que llegó a la presidencia de la RFEF en el 1988, salvó la carrera de un árbitro que en condiciones normales habría sido carne de descenso.
Con Villar, fue nombrado internacional (sólo llegó a pitar dos partidos de UEFA en toda su carrera) e incluso fue designado para arbitrar partidos trascendentales como la final de Copa del Rey del 90 entre el Madrid y el Barcelona y el ya mencionado Tenerife-Real Madrid, siguiendo curiosamente el curso de ambos partidos los mismos derroteros.
En la final de Copa, García de Loza perdonó dos rojas a Amor en la primera parte y sí expulsó a Fernando Hierro por doble amarilla, apenas dos minutos después de la segunda entrada que pudo costar la roja al blaugrana. Tras la final, el colegiado gallego se permitió el lujo de anunciar una querella contra Bernd Schuster e incluso amenazar a Gordillo por sus declaraciones tras el partido con una falta de educación incompatible con quien se presupone juez de una competición.
A pesar de este historial, también fue designado para arbitrar el Tenerife-Real Madrid de la 91-92, con idéntica polémica y mismo desenlace. Tras el descanso, el equipo blanco ganaba por 1-2 y Luis Milla, jugador que había recibido un intento de soborno por parte de un jugador del FC Barcelona para que provocara un penalti o marcara un tanto en propia puerta, anotó el 1-3 en posición legal, sentenciando el partido y la liga para los vikingos. Sin embargo, el gol fue anulado por Puentes Leira, que no era el linier habitual de García de Loza, sino un colegiado que entonces arbitraba en 2ªB.
Tras esto, García de Loza echó el resto y expulsó a Villarroya por doble amarilla tras dos acciones en las que muchos aún están buscando infracción que justifique alguna de las dos tarjetas. Ya en superioridad numérica, el Tenerife remontó el partido y el Madrid perdió una liga en la que el Barcelona demostró ir más allá de lo deportivo para tratar de conseguir la derrota blanca en campo tinerfeño: intento de soborno a un jugador del Real Madrid (Milla), primas a los jugadores del Tenerife y, conociendo los antecedentes, posiblemente influencia a la hora de designar primero a un colegiado con el que el Real Madrid tenía no sólo malos resultados (el Madrid ganó sólo el 31% de los encuentros arbitrados por el gallego), sino también encuentros personales (declaraciones tras la Copa del Rey anteriormente mencionada) y un juez de línea sorprendente al no ser el habitual del colegiado en cuestión, sino un trencilla de 2ªB.
¿Pudo el presidente del Barcelona —que ya intentó sobornar a un árbitro en el 85 y que durante esa misma década se hizo cargo de la hipoteca de la casa de otro a cambio de favores arbitrales— influir en el arbitraje del Tenerife-Real Madrid, tal como intentó hacerlo con el rendimiento de los jugadores isleños (primas) y de algún jugador blanco (intento de soborno a Milla)? Dado que no hemos visto aún a ningún medio preocuparse de entrevistar a alguno de estos protagonistas para tratar de desentrañar la verdad oculta tras este episodio, me temo que al ciudadano de a pie no le quedará más remedio que tirar de intuición y lógica para dar respuesta a esta pregunta.
En el segundo tomo de la saga tinerfeña, el colegiado designado para decidir el final de liga fue Gracia Redondo, árbitro que dejó en pañales a García de Loza al no pitar un claro penalti por mano del defensa tras un cabezazo de Hierro que iba directo a gol (penalti y roja), no señalar tres posibles penaltis a favor del Madrid, siendo el primero de ellos tremendamente claro sobre Zamorano, y finalmente expulsando al chileno por roja directa.
La designación de Gracia Redondo tampoco escapa a suspicacias: era su primer año en 1ª división y tras esta actuación fue nombrado internacional. Como sucedió con García de Loza, nunca arbitró un partido de Champions. Resulta tan sorprendente comprobar lo bien considerado que estaba en España (ascenso e internacionalidad en apenas un año en el que su partido de mayor transcendencia fue uno plagado de errores graves de los que acostumbran a ser causantes de nevera) en contraposición con su discreto papel como colegiado internacional.
De nuevo cabe preguntarse si pudo el por entonces presidente blaugrana tener algo que ver en su designación, ya que dicho colegiado fue elegido por un comité compuesto por Sánchez Arminio, Urizar Azpitarte… y el flamante vicepresidente del CTA, José María Enríquez Negreira, que accedió a dicho cargo gracias a su solicitud de no cobrar de la RFEF, ya que él ya cobraba de su propia empresa.
Resulta difícil no especular que un presidente como Núñez, cuyo historial no fue precisamente parco en escándalos y que fue condenado por sobornar a un inspector de hacienda, pudiera, tras los actos ya mencionados en este texto, haber entendido cómo empezaba a funcionar el CTA tras la llegada de Villar y actuado en consecuencia.
El CTA es un organismo tremendamente cerrado y sobreprotegido y resulta más sencillo especular que demostrar, dada la habitual negativa de los colegiados y excolegiados a hablar de lo que sucedía dentro del estamento, pero no es descabellado aventurar que el presidente del FC Barcelona, Núñez, cuyo palco solía con frecuencia hospedar a Enríquez Negreira, entendiera que podía ser bastante más efectivo e incluso barato contratar de antemano a una persona con influencia en el Comité Técnico de Árbitros en lugar de gastarse el dinero del club (o el de la televisión autonómica de Cataluña, otra de esas historias turbias en la que nos adentraremos otro día) en sobornos a árbitros concretos, primas a jugadores de otros equipos o sobornos a rivales.
Curiosamente, Negreira accedió a la vicepresidencia del CTA gracias a que solicitó no cobrar, porque ya cobraba de su empresa. Los ciudadanos podemos creer inocentemente que Enríquez Negreira estaba dispuesto a ejercer un cargo dentro del CTA sin cobrar dinero alguno por amor al arte o al arbitraje. O podemos usar la lógica y la inteligencia para entender lo que es fácilmente entendible una vez que sabemos, tres décadas después, que la empresa de Enríquez Negreira era utilizada por este para percibir dinero del club azulgrana regularmente. Lo que está claro es que no podemos esperar del periodismo deportivo español una explicación razonada y coherente, no digamos ya una investigación mínimamente trabajada, del mayor caso de corrupción de la historia del fútbol.
Este artículo continuará con el “cómo” del caso Negreira para tratar de entender de qué manera el catalán podía influir en los arbitrajes y las competiciones españolas.
Muy buenos días, amigos galernautas, y bienvenidos al penúltimo portanálisis del año. La postrera escarcha de la penúltima noche de 2024 va cayendo del teclado, profiriendo leves y casi inaudibles crujidos, a medida que avanzamos en la escritura de estas líneas.
Son señales a la vez inexorables y casi felices del paso del tiempo. Felices, sí, en tanto en cuanto sabemos que nosotros pasaremos pero el Real Madrid seguirá ahí. Nosotros pasaremos, sí, y sin embargo algunos de nosotros, muy pocos, prácticamente solo uno, estarán tocados por siempre, en activo o retirados, vivos o muertos, por el soplo de un aura muy parecida a la inmortalidad.
Aquí, en La Galerna, hablamos poco de Cristiano Ronaldo desde que se fue del Madrid. La explicación es en apariencia sencilla (en esta página hablamos del club blanco y el portugués ya no forma parte de él), aunque hay reminiscencias de cosas más profundas. Quizá no hablamos mucho de Cristiano porque él sigue por ahí, dando pasos en pos de lo eterno con otras camisetas y perteneciéndole muy fuerte al fútbol y a sí mismo. Quizá hace falta que lo deje, suponiendo que esto vaya a suceder algún día, para que vuelva a pertenecer al Madrid en cuerpo y alma. Mientras tanto, le reconocemos el derecho a seguir forjando su propia inmensidad como leyenda, ajeno a nuestro escudo. Ya se juntarán las dos leyendas antes del infinito, demostrándose que en realidad nunca fueron trayectorias paralelas.
Aprovechamos la portada de Marca para rendirle un homenaje emocionado y remitirle a ese momento en que vuelva a ser nuestro, por encima de su adscripción al balompié y a su propia, ingente grandeza. Dice Marca que, a punto de cumplir su contrato con el club saudí al que ahora se debe, se abre a nuevos desafíos. Más bien deben ser los desafíos quienes se abran a él, si es que tienen el valor de exponerse a ser aniquilados.
Ya ha caído toda la escarcha del teclado, rendida a la vivacidad de los dedos. Cae ante nuestros ojos la portada de As, y es duro pasar de hablar de lo sustancial al mundano cuchicheo de los hipotéticos fichajes. Nos gusta Zubimendi, claro que sí, si bien entendemos que hay puestos de más urgente cobertura que el del mediocentro en la plantilla del Madrid. Sin ir más lejos, precisamos mejorar los laterales y hacernos con un central extra, todo ello preferentemente (sobre todo el lateral derecho) en el mercado de invierno presto a abrirse, como los desafíos a Cristiano. Entendemos la necesidad de ver todo en plano largo (y hacerse cargo de las dificultades) tanto como subrayamos la conveniencia de reforzar la plantilla.
En los altillos de As tenemos una mínima referencia a la agónica victoria de anoche del Real Madrid ante el Barcelona de los canastos. En vuestra Galerna de hoy tenéis un magnífico artículo de Pablo Rivas relativo a este importante triunfo. Toda la suerte a ese soberbio jugador que es Gaby Deck. Esperemos que su lesión no sea grave.
Por su parte, Mundo Deportivo se desmelena también en la rumorología fichajil. Tah, Thomas y dos docenas de huevos duros mientras vendemos los palcos VIP de un inexistente estadio a un inexistente comprador REAL para volver a reírnos de todo el mundo con una nueva inscripción fraudulenta, en este caso la de Olmo (y la de Pau Víctor, que nos lo dejábamos). La rueda tiene que seguir girando mientras nos descojonamos de todo el mundo con la anuencia de Javier Tebas.
Sport, por último, nos habla del “espíritu Gavi”. Ignorábamos qué exactamente era el espíritu Gavi hasta que nuestro hijo pequeño tumbó de un golpe de judo el café hirviendo encima del teclado, justo ahora que nos habíamos deshecho del hielo. Disculpadnos por hoy, hemos de ir a regañarle, que es justamente lo que nunca nadie hará con Gavi.
Pasad un buen día.
Se acaba 2024, un año de rotundos fracasos para el madridismo tal y como demuestran los títulos ganados, que apenas son suficientes para cobijarnos en ellos y ocultar nuestra vergüenza. Ya lo dijo el diario Sport: que Florentino se refugia en sus títulos. Bien hará el club de Chamartín en olvidarse de ellos y meterlos con el resto de chatarra en ese monumento al fracaso centenario llamado Museo Bernabéu.
El Real Madrid es un gran “memento mori” en el que la quincalla no puede tapar su rotundo vacío existencial. Porque los títulos y copas no son más que glorias pasajeras. “Nascendo morimur”: nacemos como morimos. Los paritorios y maternidades del planeta son como las duchas del Metropolitano: llenos de seres desnudos y sin Copas de Europa. Y así habremos de irnos al Más Allá: indefensos, dolientes y del Atleti.
El Madrid se dispone a terminar el año con cinco títulos entre los que se encuentran el nacional, el europeo y el mundial. Aunque la verdadera prueba de que los títulos del club son irrelevantes es que este año ha ganado incluso un Balón de Oro al mejor equipo. El Balón de Oro es al fútbol lo que los Globos de Oro son al cine: que nadie se los toma demasiado en serio. Los Globos de Oro los escoge y entrega la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood, los cuales tienen fama de ser los profesionales peor pagados del sector. En la Meca del cine se suele decir que la noche de los Globos de Oro los restaurantes se vacían de camareros y friegaplatos porque están todos en la gala entregando los premios de su asociación. También se dice que para una productora es más fácil comprar el voto de un jurado de los Golden Globe (que siempre andan a la cuarta pregunta) que un paquete de tabaco. Y más barato, que en USA el Marlboro está por las nubes.
Alkesander Ceferin, que tiene la pillería de los granujas, parece haber encontrado el modelo perfecto para el Balón de Oro en los Golden Globe americanos, y el que antaño era un galardón de prestigio se dirime ahora entre un camarero de la República de Nauru, un corredor de seguros de Lesoto y un conductor de Uber de San Vicente y las Granadinas; a los cuales les une una afición por el fútbol que demuestran cada semana en los podcast que graban desde sus garajes. Esa gente, en fin, es la que nos ha concedido el Globo de Oro al mejor equipo del año, díganme si no es para avergonzarse.
Por si tal cosa no fuera suficiente, los madridistas amanecimos hace un par de días con la noticia bomba de que Florentino le va a cambiar el nombre al estadio: ya no se llamará Santiago Bernabéu sino Bernabéu a secas. The Bernabéu.
Disgusto espantoso. ¿Cómo sabremos entonces si nuestro coliseo rinde homenaje al histórico presidente del club y no a Gerard Piqué, cuyo segundo apellido también es Bernabéu? Un puñal en el corazón, Florentino, un puñal en el corazón.
Sin embargo, escarbando un poco en la noticia, se entera uno de que el nombre cambió hace años y solo para efectos de mercadotecnia. Si se piensa bien, en realidad hace mucho más tiempo incluso que fue la propia afición le que apeó el Santiago del estadio. Son miles los madridistas que cada semana van a ver a su equipo “al Bernabéu” a secas o que cantan en las gradas aquello de “tenía 4 años, mi padre me llevó, a ver al Bernabéu, a ver al campeón”; que yo no conozco a ningún merengue que se escandalice de que el “Santiago” no se mencione en el soniquete.
“Nascendo morimur”: nacemos como morimos. Los paritorios y maternidades del planeta son como las duchas del Metropolitano: llenos de seres desnudos y sin Copas de Europa
A pesar de todo, hay quien se ha tomado fatal la idea. Se habla de una conspiración para islamizar el club. “¡Alá, Madrid!” en vez de “¡Hala, Madrid!”, Califal en vez de Real, o algo parecido.
Mira que me gusta a mí una buena teoría conspirativa, pero a esa no me subo, lo siento. Por un motivo muy simple: no hay imán, muftí, mulá o emir en el mundo islámico con las pelotas suficientes como para atreverse a quitarle a Luka Modric sus espinilleras del Sagrado Corazón. Los musulmanes que lucen nuestra camiseta no son excluyentes, son sabios y pacíficos, como Arda Güler, que cuando marca un gol cierra los ojos, señala al cielo y se lleva la mano al corazón; es como un aristotélico Averroes recibiendo la inspiración de que el intelecto nace de la imaginación, y que esta reside en el alma.
Por otro lado, reconozcamos que en algunos casos dan más miedo los madridistas de misa diaria que de rezo en la mezquita. En la Real Federación Española de Fútbol acaban de elegir presidente al devoto cristiano Rafael Louzan, que además se declara del Madrid, igual que Javier Tebas, otro católico ejemplar. Si el precio por tener al frente la Liga y la Federación a dos merengues de comunión diaria son Tebas y Louzán, casi que prefiero un universo paralelo en que los máximos dirigentes del fútbol español sean dos culés del Hare Krishna. Total, peor no nos iba a ir.
La elección de Louzán me resulta fascinante, como muchos aspectos de la institución que preside. Balzac decía que a los franceses les encanta cambiar de gobierno a condición de que siempre sea el mismo, rasgo que comparten con los delegados de la Federación Española de Fútbol. Louzán, condenado a inhabilitación en cargo público desde 2021, ha llegado a la Federación para traer aires de cambio y proyección de futuro y lo primero que ha hechos ha sido nombrar a Javier Tebas de vicepresidente. Toma Jeroma pastillas de goma. Desde su nuevo puesto, entiendo que el ubicuo don Javier seguirá su incansable e irónica cruzada contra la piratería futbolística.
De adolescente (y de adulto, para qué nos vamos a engañar) me encantaba un videojuego llamado “The Secret of Monkey Island” cuyo héroe tenía un nombre impronunciable. Su primera frase en la aventura, mítica para quienes crecimos jugando aventuras gráficas en los 90, era: “me llamo Guybrush Threepwood y quiero ser un pirata”. No sabíamos entonces que Guybrush encarnaba la resistencia contra Javier Tebas, aunque quizá por eso adorábamos al personaje. Otra frase típica de aquel aprendiz de bucanero era la que utilizaba para distraer a sus enemigos y así poder escapar sano y salvo de las peleas: “¡mira detrás de ti, un mono con tres cabezas!”. Sin saberlo, Guybrush nos estaba prefigurando la tricefalia del fútbol español: un mono con la cabeza de Louzán, Tebas y Medina Cantalejo.
En 2025 Javier Tebas estará en todas partes. Es como el Jano bifronte con el que en la antigua Roma se representaba el cambio de año: una figura con dos caras, la una mirando al paso, la otra al futuro y las dos idénticas. Al presidente de la Liga y ahora vice de la Federación solo le faltará dar las campanadas desde la Puerta del Sol con Louzán al lado vestido de Balenciaga.
En 2025 Javier Tebas estará en todas partes. Es como el Jano bifronte. Al presidente de la Liga y ahora vice de la Federación solo le faltará dar las campanadas desde la Puerta del Sol con Louzán al lado vestido de Balenciaga
Tal vez en pleno furor renovador Tebas decida nombrar a Laporta vicepresidente de los árbitros. Las consecuencias de ese nombramiento serían productivas en cualquier supuesto: o bien el Barça no volvería a pagar por los arbitrajes al verlo ya innecesario, o bien lo seguiría haciendo a pesar de todo y Laporta obtendría dinero suficiente para inscribir a Dani Olmo, y, con lo que sobre, acelerar las obras del nuevo estadio culé, que podría llamarse, por ejemplo, The Nou Camp.
Que igual les parece una idea absurda, pero no se confíen. Mucho me temo que el futuro nos depara cosas inverosímiles gracias al Tebas Bifronte. Más nos vale que nos pille preparados.
En cualquier caso, les deseo un feliz 2025 a todos ustedes.
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Hubo una época en la que el torneo de Navidad del Real Madrid constituía una fecha señalada dentro del calendario de estas fiestas. En un contexto de oferta audiovisual menos exuberante, multitud de niños se acercaban al deporte de la canasta gracias al trofeo amistoso —a menudo así considerado solo nominalmente— que se disputaba en el viejo pabellón. La ACB, en un loable —y, me temo, ay, infructuoso— intento de imitar aquella capacidad de arrastre y de aprovechar tanto el parón del fútbol como el eco de ciertas nostalgias, lleva años colocando un Clásico en la última semana del año. Se trata de un partido de importancia muy relativa, habida cuenta de la cantidad de enfrentamientos que conllevan las eternas fases regulares europeas, pero los más cafeteros agradecemos la intención.
A este encuentro llegaban un Madrid y un Barça con dudas, tras sendos desempeños erráticos en este primer tramo de la temporada. Si bien el conjunto blanco, con todas las reservas que merece la mandíbula de cristal demostrada hasta ahora, aparecía con una dinámica un poco más positiva que la de su rival, directamente en caída libre en un diciembre ominoso. En estas circunstancias, la posibilidad de asestar un duro golpe al ánimo a los azulgranas —el tercero, después de los de la Supercopa y la Euroliga— que complicase, siquiera mínimamente, sus opciones de estar en la Copa del Rey de Gran Canaria, suponía un premio suficiente para cualquier madridista de bien.
De manera que el Madrid saltó al barro dispuesto a arremangarse. Sin embargo, dos faltas tempraneras mandaron a Facundo Campazzo, más de medio equipo en este 2024, al banquillo durante casi toda la primera parte. Y, sin la presencia del argentino en la cancha, el descenso en la solvencia de los ataques planteados fue palpable. Se produjeron parciales a favor, pero más por acierto individual de determinados jugadores —Hezonja tuvo uno de esos días en los que la concentración superó a la ansiedad que lo invade cuando siente excesiva responsabilidad— que por un dominio constante de la situación. El Real transmitía sensaciones de hallarse cómodo, con un Xavier Rathan-Mayes anulando gracias a su rol de perro de presa a Kevin Punter, la supuesta estrella rival; no obstante, bastaba encadenar dos o tres jugadas en las que el rebote se cerrase peor para que el Barcelona hiciese la goma y no se despegase del marcador. En el lado barcelonista, Metu ofrecía acciones de gran valor en su duelo particular con Mario, y aunque la estrategia blanca de flotar a Satoransky y Núñez invitándolos al lanzamiento de tres funcionó más o menos, en algún momento se exageró tanto el gesto que hasta ambos culés, menos duchos en el triple, consiguieron guarismos aceptables.
Chus Mateo, conocedor de que el principal problema de este Madrid 2024-25 radica en el abismo entre el nivel de la primera y la segunda unidad —decepcionantes de nuevo Feliz e Ibaka, de quien esperamos se esté reservando para los días D, como hacía el Chacho en sus últimos años—, quiso evitar sustos y pisó el acelerador en el tercer cuarto, con los titulares en pista acompañados de un XRM que continuaba mordisqueando los tobillos de Punter. Los merengues crecieron de manera sostenida y, cuando parecía que el Clásico tomaba un cariz blanco, aconteció la infortunada lesión de Deck, tras un mate en un contragolpe. Las labores de intendencia y de defensa del argentino habían resultado muy valiosas hasta ese instante, por lo que el equipo acusó su marcha al vestuario. De repente, volvió a hacer frío en un Palacio que se había ido calentando poco a poco. Garuba, el sustituto, no había pisado el parqué hasta entonces, y se lo vio despistado en el choque con Willy, quien aprovechó para atacar la diferencia de centímetros —los colegiados ayudaron con alguna falta solo presente en su imaginación—. Llegó el último período y el Barcelona seguía pegado a la suela, y además con algún exterior enrachado, como ese genio inconstante llamado Jabari Parker.
A falta de 2:40 para la bocina final, los titubeos del Madrid se transformaron en seria preocupación. Un triple de Punter, castigado con técnica adicional para Chus por protestar una patada en la entrepierna de Abalde en la acción de tiro, dejaba el electrónico en un peligroso 65-67. En ese crucial instante, un Campazzo agotado por el esfuerzo asumió de nuevo los galones, y resolvió las descorazonadoras frustraciones de Musa en sus ataques al aro: como Alejandro Magno frente al nudo gordiano, entendió que si las penetraciones no funcionaban quizá habría que tirar por la calle de en medio. Su fundamental triple volvió a poner a los blancos por delante, y ya no hubo más alternancias. El último minuto encadenó tantos errores por parte de ambos equipos que Vázquez Montalbán lo hubiese bautizado como una “correlación de debilidades”. Aunque conviene no engañarse: semejante terminología alude a otra época; concretamente, a la del trofeo de Navidad del Real Madrid. Y, más allá de melancolías, hay que reconocer que la única conexión auténtica entre ambos períodos es la victoria final del Madrid. Afortunadamente, hemos de añadir. Feliz Navidad a todos.
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Buenos días, amigos. La incertidumbre forma parte consustancial al ser humano, de suerte que nadie sabe lo que nos deparará ese 2025 que ya se insinúa en lontanaza. ¿Será el planeta víctima de un holocausto nuclear justo cuando el Atleti se apreste a marcar el gol que le iba a dar la victoria en una final de Champions? ¿Confesará Trump su adscripción al club rojiblanco? ¿Aprenderemos por fin a meter un edredón dentro de su funda?
El que no necesita confesar su adscripción atlética es Enrique Cerezo, que se nos presenta en la portada de As brindando con champán por el nuevo año.
Lo de la gente brindando con champán para felicitar las fiestas en las portadas de los diarios deportivos se está yendo de madre. Apreciamos como el que más la armonía y solidaridad características de estas fechas, pero hay quien está felicitando la Navidad y el año por encima de sus posibilidades. Gracias, de verdad, pero ya nos damos por felicitados, y hacemos nuestros los mejores deseos de Luis de la Fuente, Marc Casadó, Cerezo, el equipo nacional femenino de waterpolo y absolutamente todo el mundo. No es necesario escenificar ninguna felicitación más. Digamos que nos damos por implícitamente felicitados. Estamos a un paso de que aparezca Jordi Alba felicitándonos la Navidad y el Fin de Año en la portada de Marca (de Marca, eh, no de Sport), y es necesario poner alguna restricción a este tsunami de champán antes de que sea demasiado tarde.
En la portada de Mundo Deportivo es otro presidente del arruinado fútbol español el que nos felicita las fiestas, aunque no con champán, y es el que preside el club más arruinado de todos, aunque no lo parezca.
Hablamos de no otro que Jan Laporta, que con ese traje blanco inmaculado parece recién salido de una escena de la magistral Scarface, de Brian de Palma. “Avanzan por Olmo”, reza el titular. Ajá.
Agradeceríamos que dejaran de tomarnos por gilipollas. “Avanzar” no es eso. Avanzar no es engañar. Esta gente lleva tomándonos el pelo a todos desde el siglo pasado, lo mismo comprándose el estamento arbitral que inventándose ventas completamente estrafalarias para inscribir ilegalmente a jugadores, todo ello con la venia de Javier Tebas, factótum de un universo de usura y tiranía que abarca desde su puesto de presidente de la Liga a su recién estrenada condición de vicepresidente (¿y próximo presidente?) de la Real Federación Española de Fútbol.
La nueva palanca consiste en la venta de unos asientos VIP en un estadio cuyas obras no tienen visos de ser finalizadas en lo que nos quede de vida a los más talluditos, obras por cierto donde se dan cada día escándalos de maltrato laboral que por supuesto no merecen la atención mediática que por lo visto sí merecen Ruido Bernabéu y sus compañeros de fatigas. Solo, de manera loable, El Periódico de Cataluña lleva la cuenta de todos estos desmanes.
Es necesario que esta gente sepa que no nos toma el pelo con lo de las palancas. Parece que a Sport le da, por lo menos, algo de alipori hablar de venta de activos básicamente inexistentes o artificialmente inflados para poder inscribir a Olmo y Pau Víctor, de manera que se refiere a ello en sus bajos, casi con agradecible pudor, y se refiere a ello como lo que es, una nada académica palanca, parafraseando el nombre de un grupo musical de humor de hace años.
Y poco más que contaros, amigos. Marca nos revela que el Madrid está a punto de batir la marca histórica de los 5.000 puntos en liga, y nos habla también del número de partidos ganados en su trayectoria desde 1902, pero vuelve a cometer el error de informarnos también de los partidos ganados por el Barça si descartar los vencidos en la época en que mandaba su proveedor Negreira.
Pasad un buen día.
Entregar a alguien un premio que lleva por título “Al mejor presidente de todos los tiempos” suena, de primeras, grandilocuente. Luego te quedas pensando en Florentino Pérez, y en otros posibles rivales para dicho galardón, y te das cuenta de que su único competidor potencial presidió el mismo club y no está entre nosotros desde 1978.
Si, por mucho que uno se esfuerce, no viene a la mente otro que pueda discutir a alguien un premio, ha de ser porque el premio procede y está bien dado. Florentino ganó en los Globe Soccer Awards esa distinción a toda su carrera como dirigente deportivo, y si uno pone en juego vectores como éxito deportivo, prestigio institucional, situación financiera y actuación filantrópica (a través de la Fundación), resulta imposible encontrarle un rival digno, o al menos uno que camine en el mundo de los vivos.
Cabe argüir que en capacidad visionaria, en intuición respecto al camino que podía tomar el balompié como espectáculo de masas, le supera D. Santiago, aunque solo sea porque inevitablemente ejerció esa capacidad por anticipado. El propio Florentino ha admitido siempre que su modelo es el gran patriarca de Almansa. Pero puede considerarse, sin temor a decir una locura, que aplicar las enseñanzas de D. Santiago en este siglo tiene más mérito que haberlas concebido a mediados del siglo pasado. Apúntese también en el haber del actual máximo mandatario blanco el giro de cintura estratégico que D. Santiago nunca dio: enfrentado a un contexto de competencia desleal por parte de los petroclubes, Pérez viró desde el fichaje de Balones de Oro presentes al de Balones de Oro futuros, con resultados tan estimulantes como los conocidos y con la salvedad de que ahora es mejor hablar de futuros The Best y Globe Soccer. El Balón de Oro ha caído en un desprestigio del que se ignora si logrará salir, mientras los otros dos certámenes, aun con cosas enormemente discutibles todavía, van ganando en prestigio.
si uno pone en juego vectores como éxito deportivo, prestigio institucional, situación financiera y actuación filantrópica (a través de la Fundación), resulta imposible encontrar un rival digno a florentino, o al menos uno que camine en el mundo de los vivos
En la propia gala de los Globe Soccer Awards vimos otras señales del éxito de la cintura estratégica de Florentino. El Madrid fue premiado como mejor club del año (fue agradable ver a José Ángel Sánchez representando al club al recogerlo), Carlo Ancelotti como mejor técnico, Courtois por su trayectoria como portero, Bellingham por partida doble (mejor centrocampista y Premio Maradona) y Vinícius, con doble galardón igualmente: mejor delantero del año y mejor jugador del año.
Los verdaderos premios son los colectivos (donde con 5 de 6 en el presente año y 6 de las últimas 10 Champions también se entra en el terreno de lo incontestable), pero el doble premio al brasileño plasma mejor que ningún otro el acierto en la aplicación de la estrategia. Te haces con una promesa brasileña desconocida para el aficionado común, y en pocos años se ha hartado de conducir al equipo al mayor de los éxitos y se corona como el mejor jugador del mundo. Es de no creer, si uno lo piensa con frialdad y algo de distancia.
Quien se llevó los titulares de la noche, no obstante, fue el mismísimo Cristiano Ronaldo, pero no tanto por recibir dos trofeos de muy desigual peso especifico (mejor goleador de Oriente Medio en esta temporada y mejor goleador de la historia del fútbol), sino por sus palabras en beneficio de Vinicius. Dijo sin cortapisas que Vini habría merecido el Balón de Oro, y que la concesión de este a Rodri (con todo el respeto para el excelente centrocampista) había sido un error. “Prefiero estos premios, son más honestos”, soltó el portugués, sin pelos en la lengua.
A partir de ese momento, ya hacia el final de la gala, hasta la presentadora, animada por Cristiano, se descocó. “Who needs a Balon d’Or?”, le soltó a Vinícius, cuando este subió al estrado a recoger el premio más importante de la noche. El 7 vikingo se encogió de hombros y replicó: “Si Cristiano dice que merecí aquello, y que merezco esto, debe ser verdad”.
CR, uno di noi. Y un amante de la verdad, además.
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Buenos días, queridos/amigos/lectores, incluso queridos amigos lectores, en algún caso.
28 de diciembre, el año se acerca a su fin, no queda nada para que nos tomemos las uvas, brindemos con cava o champán, nos abracemos a familiares y amigos… y Dani Olmo sea inscrito con una nueva argucia ilegal “palanquil”.
El 28 de diciembre solía ser un día para las bromas, no por los guarismos 2-8, cuyo empleo es válido cualquier mes del año, hasta el más corto, sino porque era el día tradicionalmente escogido por la prensa para colocar en los medios alguna broma a modo de noticia: las célebres y, en ocasiones, celebradas inocentadas. Ocurre que, en la prensa deportiva, llevamos años en los que resulta imposible diferenciar la noticia real de la inocentada. Por ejemplo, uno lee esto en el faldón inferior del Mundo Deportivo y pensaría, sabría al mirar la fecha, que se trata de una broma:
De igual manera, si se publicara que un club de fútbol ha estado pagando más de 8 millones de euros durante 17 años a un vicepresidente de los árbitros, otro lector diría:
-Jo, jo, jo, vaya inocentada, esto no puede ser verdad, porque, de serlo, ese club estaría ya en Segunda B y aquí no ha pasado nada.
O bien, si se publicara que hay un club que lleva tres temporadas autovendiéndose un activo propio a cachitos y que lo utiliza para inscribir a los jugadores sin cobrar nunca de los supuestos accionistas inversores, un lector no necesariamente avezado exclamaría:
-¡Menuda inventada!, otra vez nos quieren colar la del inversor extranjero interesadísimo en el 49 por ciento de Stafa Studios, esto debe de ser la inocentada del día.
Un lector ajeno a este mundillo del fútbol jamás creería como cierto lo que hoy llevan los medios a sus portadas: que un juzgado deniega al Fútbol Club Barcelona su penúltima triquiñuela para inscribir a su fichaje estrella de la temporada, Dani Olmo.
-¡Pero si están hablando de fichar a Jonathan Tah o a Rafael Leao, si Joan Laporta ha contado que se han recuperado, que están mejor que nunca! Nah, es broma, nos la quieren colar.
Y parece que no, que esta vez la cosa puede ir en serio. Quedan apenas tres días para el final del plazo y LaLiga no ha ejercido de cómplice, como suele ser habitual. Al final lo lograrán, sabemos cómo termina esta historia, la hemos padecido ya muchas veces. De manera seguramente fraudulenta, como es norma en esa casa, pero hay un cierto atisbo en esta ocasión, nimio, de que, por una vez, alguien va a parar los pies a Jan Laporta.
La portada del diario As se centra en el mejor jugador de la temporada pasada, Vinícius Jr., quien ayer recibió un nuevo reconocimiento en unos premios copados en su mayor parte por el Real Madrid, los Globe Soccer Awards. Vini fue el mejor, Jude Bellingham, el mejor centrocampista, mientras Ancelotti, Florentino Pérez y el propio Real Madrid fueron considerados los number one de la temporada. Tampoco necesitábamos estos premios para confirmarlo, pero bien están.
El diario As se centra en la futura renovación del crack brasileño, con el nubarrón millonario árabe sobrevolando su cabeza. Vinícius se señala el escudo del Real Madrid, como tantas otras veces, y es eso lo que nos hace estar confiados en esa presumible negociación que ahora mismo ni es noticia, ni creemos que esté sobre la mesa.
A falta de noticias de mayor calado, el diario Marca deja en un segundo plano el galardón a Vinícius, y en un tercero el juego de palabras con el C-Olmo del Barça. No se le pueden pedir peras a Dani Olmo, ni una cautelar a un juzgado cuando te has excedido en 150 millones de euros del límite salarial. La imagen principal, sin embargo, es para el jugador del Liverpool Alexander-Arnold, uno de tantos supuestos fichajes que pululan por las portadas en días vacacionales sin competiciones de calado.
No queremos dejar pasar por alto que ambos diarios madrileños ofrecen un hueco en sus portadas y en el interior para Miguel Ángel Gil Marín, mandamás del Atlético de Madrid, que siempre está al plato y a las tajadas, firmando como miembro de la Superliga y luego aceptando una vicepresidencia en la UEFA, o criticando al sistema y ejerciendo de vicepresidente de LaLiga, junto a Javier Tebas. La frase que recoge el diario Marca es una crítica a la Superliga realizada con sus modos habituales, es decir, cobarde. Afirma que la Superliga ha quedado como “la reivindicación de un solo club”, y lo dice mientras sigue sin dar de baja a su club de la misma.
La prensa cataculé regala sus portadas a su nueva perla, Lamine Yamal, también premiado en los Globe Soccer Awards de ayer en Dubai como el mejor talento emergente.
Es un gran jugador, eso no lo cuestionamos, pero dudamos si serán una inocentada las valoraciones que Transfermarkt hace de este chico, en especial si lo comparamos con las grandes estrellas del fútbol mundial:
No es una inocentada: Lamine, Ya-Mal valorado, tiene un valor de mercado superior al de Mbappé. Vale tanto como Jude Bellingham, y se acerca al nivel de Vinícius Jr. Y todo ello sin haber sido decisivo en la conquista de una Liga, una Champions o un Mundial. Son unos genios del marketing. Por eso sabemos que inscribirán a Dani Olmo y venderán al mundo que el muy madridista Tebas intentó impedírselo.
Pasad un buen día, inocentes.
Es difícil resumir en unas pocas palabras todo lo que el Real Madrid nos ha dado en los últimos doce meses: hemos reído, hemos sufrido, hemos llorado, y hemos ganado todo lo ganable con un cierto ademán de monotonía. Nos dieron por muertos a comienzos de año y eso es lo que más nos divierte: la resurrección. Al Real Madrid le gusta ese juego. Y a nosotros más. Nuestros cardiólogos no opinan lo mismo, pero los médicos siempre vienen a aguar la fiesta cuando se enteran de que hay muchas copas por medio. Les da igual que sean de whisky o ligueras.
El 14 de enero ganamos la supercopa, endosándole un 4-1 a ese club del que usted me habla, para que quedara claro lo muertos que estábamos. El 25 de mayo ganamos la Liga, confirmando que la crisis de juego y la epidemia de lesiones habían terminado definitivamente con cualquier opción de éxito en esta temporada. Y el 1 de junio, cuando nadie lo esperaba, ganamos la Champions, confirmando que la crisis del Madrid era extremadamente grave y probablemente irrecuperable.
Flipamos con Lunin casi tanto como con el nivel que, de la noche a la mañana, demostró Courtois tras una eternidad en el dique seco. Fue el año de Carvajal, otra vez pero más, y la única pena es que haya terminado el 2024 con esa gravísima lesión de la que estamos deseando verle recuperado. La temporada 2024 de Carvajal ha hecho más por la alimentación sana y la comida sin gluten que todos los nutricionistas del mundo juntos, puestos en fila, y armados con recortadas, prohibiendo el acceso a la zona de bollería del supermercado.
Dijimos adiós a Nacho y eso entra dentro del apartado lágrimas, pero para compensar nos dimos cuenta del pedazo de líder que habíamos fichado con Antonio Rüdiger, que es el loco más cuerdo de la historia del fútbol español. Encontramos a mi paisano Lucas Vázquez cerrando la temporada a un nivel extraordinario, demostrando que ocupa el puesto de Carvajal porque no queda más remedio, pero que podía haber nacido en Bahía y caracolear en la frontal desde el primer minuto.
Nos dieron por muertos a comienzos de año y eso es lo que más nos divierte: la resurrección. Al Real Madrid le gusta ese juego
En el 2024 también dieron por muerto y amortizado a Luka Modric y ahí lo has visto, jugando más partidos y resolviendo más entuertos de los que nadie soñó con sus 37 castañas y dos huevos duros. Valverde lo ha jugado todo y lo ha hecho todo bien, y a veces pienso que este tipo llega a casa y regatea los muebles, y le hace coberturas a su mujer mientras esta está ocupada en la ducha. Bellingham ya nos había conquistado, pero da igual, porque cada día lo queremos más. Termina el 2024 siendo, a mi gusto, uno de los tres mejores futbolistas del mundo.
Lloramos, y esta vez sí lloramos, este año despidiendo a Toni Kroos, pero fueron lágrimas serenas, lágrimas de orgullo, de satisfacción, porque el chico hizo exactamente lo que quiso: despedirse como nadie, a un altísimo nivel, y con el mundo del fútbol rendido a sus pies. El hueco que dejó fue inmenso, pero ese es el tipo de retos que le gustan al madridismo.
Lloramos también la partida de Joselu y lloramos mucho, y todavía no sé si debió suceder, pero en todo caso luego hemos sabido que no la lloramos ni la mitad de lo que lo hizo él. Madridismo puro. Siempre Joselu.
Vini, por supuesto, es el balón de oro real, pero esa competición es un estercolero y, sinceramente, después de ganarla una y otra vez Messi, hasta cuando se dedicaba exclusivamente a zampar pizzas y ver partidos desde la grada, el prestigio del Balón de Oro es el mismo que el de los premios Nobel, o sea, ninguno.
Y, en fin, si tengo que rendirme a un futbolista en este 2024, mis lectores habituales ya lo saben, me acojo sin duda a declarar que no tengo la menor idea de si Brahim es el mejor del mundo o no, y de hecho no me importa, pero sí estoy seguro de otra cosa: que a día de hoy es el jugador que más me gusta del mundo, y el que más me hace disfrutar del fútbol, o sea, del Real Madrid.
No veo el momento de que llegue 2025 para seguir ganando cosas como si no hubiera un Negreira. ¡Feliz año 2025 a la parte merengue de la vida!
Buenos días, amigos. El nuevo presidente de la Real Federación Española de Fútbol tiene, como tal, problemas con la justicia. No sería un presidente de la Real Federación Española de Fútbol como Dios manda si no los tuviera. Está condenado por prevaricación. A pesar de que, por tanto, tiene todos los tics en las casillas adecuadas para presidir con todos los honores tan sacrosanta institución, de no prosperar su apelación ante el Tribunal Suoremo tendrá que dimitir. ¿En qué quedamos? ¿Hay que ser un delincuente para presidir la RFEF, o es al contrario? No hacen más que confundirnos.
El caso es que el sujeto en cuestión, que responde al nombre de Rafael Louzán, ha hecho dos cosas nada más asumir el cargo. La primera ha sido declararse madridista. Tierra, tráganos. Hay que huir como de la peste de los presidentes de la RFEF, de la Liga o de la comunidad de vecinos que se proclaman madridistas, desde Tebas a Villar, pasando por Rubiales. Lo tenemos muy observado: el madridismo es una cosa tan amplia que cabe dentro hasta el antimadridismo. Por lo que sea, todos los prebostes del fútbol patrio que se han declarado madridistas han resultado serlo (no lo discutimos), pero adscritos a esta última facción.
Ya ha sido subrayada la condición de interino en el puesto de Louzán. Un dictamen del Supremo que confirme la sentencia que sobre él pesa debería acarrear la imposibilidad de ejercer cargos como el que ahora mismo ostenta. En consecuencia, si esto se confirma allá por febrero, debería dimitir, lo que desembocaría en el vicepresidente tomando las riendas de la institución. ¿Y quién (tatachán) es el vicepresidente?
Sí, amigos. El Enemigo Público Número Uno del Real Madrid, que ya manda lo suyo al frente de la LFP, podría llegar a detentar el poder omnímodo de unir a ese cargo el de Presidente de la RFEF, a menos que haya (y nadie parece saber de su existencia) alguna disposición legal que lo impida.
A todo esto, incluso en la eventualidad de que esté suceso escalofriante no llegue nunca a tener lugar, la ganancia de poder de Tebas al ejercer ya como segundo de a bordo en la RFEF pone los pelos de punta y mete miedo al mismísimo pavor. Por otro lado, Louzán ha llevado a cabo otros movimientos que parecen contradecir a este pero pueden ser meramente cosméticos, como el cese de Medina Cantalejo como miembro de la junta de la Federación. Solo nos creeremos que existe un deseo real de regeneración cuando Medina Cantalejos sea cesado como jefe de los árbitros, y con él su infumable equipo de herederos de Negreira, desde Clos Gómez a Undiano Mallenco y todos los trencillas en activo que ya lo estaban cuando ejercía Negreira.
Por lo demás, las portadas del día tienen como atractivo máximo a Pep Guardiola, que está pasando las de Caín en el City, con una sola victoria en los últimos trece partidos. Se rumorea que el bueno de Pep lleva ya grabado en la calva un mapa en relieve de la comarca del Bages, practicado con sus propias uñas, a consecuencia del stress.
¿Será la baja de Rodri? Imposible. Un club ganador (y con todo el dinero del mundo) como el City nunca habría caído en la negligencia de no tener al segundo mejor mediocentro del mundo en la plantilla para cubrir la eventualidad de una posible lesión del mejor mediocentro del mundo.
¿Serán los cambios en los controles antidoping de la Premier los que de pronto han provocado un hundimiento físico como el que de pronto manifiestan los hombres del de Sampedor? No, no, no y mil veces no.
¿Qué será entonces? No tenemos la menor idea. Bastante tenemos con las innumerables preocupaciones, síntoma todas ellas de una crisis profundísima, de nuestro equipo, ese que ha logrado 5 de los 6 títulos a los que optaba en el año que ya finaliza pese a estar pésimamente gestionado.
Pasad un buen día. Os dejamos con el resto de portadas.
Seguramente somos muchos los que rememoramos con aprecio y nostalgia la ilusión que despertaba cada verano la llegada a los kioscos de la colección de cromos de fútbol de la nueva temporada. En pleno periodo estival, a finales de julio, los sobres se convertían en objeto de deseo de una chavalería que afrontaba con ahínco y decisión la dura y laboriosa tarea de completar todas las casillas del álbum.
Así que, en plenas vacaciones, además de ver la televisión (El coche fantástico, El halcón callejero, El equipo A…), ir a la piscina y jugar al fútbol, dedicábamos una buena parte de nuestro tiempo a rasgar y abrir sobres, tachar en el listado de faltas y amontonar los cromos repetidos para cambiar con los amigos. En septiembre, con la vuelta al colegio, el intercambio se intensificaba de manera considerable. Acudíamos al recreo con fajos y fajos atados con gomas e iniciábamos el ritual de búsqueda. “Sí, sí, no, no, sí, no, sí, sí…”. Los cromos más difíciles y solicitados desataban arduas negociaciones. Todavía recuerdo los cincuenta que me pidió un compañero por el ‘coloca’ de Juanjo Maqueda. Y eso que no era de los más complicados de conseguir.
Un duro esfuerzo el de ir completando la colección. Aunque, para esfuerzo de verdad, el de encolar en el álbum. Nunca olvidaremos el olor del pegamento Imedio y el ‘cristo’ que se montaba cada vez que te pasabas con el pegote impregnado en el reverso del cromo, lo que ocasionaba que el excedente se escapase por bordes y esquinas cuando lo colocabas en la casilla correspondiente, manchándolo todo y pegándose las hojas de vez en cuando. Fue mucho más sencillo en las temporadas 1987-88 y 1988-89, cuando los cromos de Ediciones Este fueron adhesivos. Pero hay que reconocer que lo del pegamento tenía mucho más encanto. Bricolaje artesanal para los críos. El caso es que, poco a poco, entre colocas, bajas y nuevos fichajes, lográbamos ir rellenando un álbum que, inicialmente, sólo constaba de recuadros vacíos y unos textos con información de lo más interesante…
Sí. Los álbumes contenían en las páginas de cada equipo un apartado en el que se recogían los datos más relevantes de cada club y su palmarés. De esta forma, algunos niños fuimos desarrollando un incipiente interés por el pasado y la historia de nuestros equipos favoritos. Durante años, en el caso del Real Madrid, el apartado relativo al historial internacional no se movió absolutamente nada, así que los que coleccionábamos cromos desde mediados de los ochenta nos aprendimos de memoria y carrerilla los títulos que había cosechado el conjunto blanco lejos de nuestras fronteras: 6 Copas de Europa, 2 Copas de la UEFA y 1 Copa Intercontinental.
Pasaron los años y veíamos cómo evolucionaba y se modificaba el palmarés con cada nuevo álbum y cada nueva campaña. El número de Ligas fue en aumento hasta alcanzarse las 25. Llegamos a ver la Copa del Rey número 16 en 1989. Incluso constatamos la aparición de un nuevo título con la consecución de la Supercopa de España. Buenos tiempos aquellos, en las competiciones nacionales, con la Quinta del Buitre en todo su esplendor. Pero, por culpa de noches como las de Eindhoven o Milán lo que no se movían eran los trofeos internacionales que teníamos. Nada. No había manera. 6 Copas de Europa, 2 Copas de la UEFA y 1 Copa Intercontinental.
lo que estamos viviendo desde 2014 es absolutamente increíble. Temo que los más jóvenes no sean conscientes de que estamos viviendo una de las etapas más fructíferas de toda nuestra historia. Desconozco si en la actualidad los niños siguen coleccionando cromos, ni si están prestando atención a lo rápido que está creciendo la vitrina internacional del Real Madrid en sus álbumes
La cosa no mejoró con la llegada de los años noventa. Todo lo contrario. Los triunfos en las competiciones domésticas empezaron a escasear y a espaciarse. De Europa, mejor ni hablar. Spartak de Moscú, Torino, PSG, Odense… Para los más jóvenes aquellos tiempos de sequía internacional resultaron ser durísimos, así que no me puedo ni imaginar cómo vivieron los aficionados más veteranos las decepciones de aquella larga espera que se remontaba a los tiempos de la Copa de Europa de 1966. Una travesía en el desierto en la que sólo se consiguió beber agua en el oasis de las dos Copas de la UEFA de 1985 y 1986. Pero lo que el seguidor merengue ansiaba por volver a ver era el galardón más grande, el de la Champions League.
Hubo que pasar muchas temporadas y muchos disgustos para llegar a 1998. Ámsterdam y el gol de Mijatovic terminaron con 32 años de espera y muchas frustraciones, abriéndose una nueva época para el Real Madrid. La Séptima, a los que ya éramos un poco más mayores pero seguíamos vinculados al mundo del coleccionismo, nos permitió ver cómo, por fin, el palmarés internacional del Real Madrid se movía. El álbum de la temporada 1998-99 ya indicaba, menos mal, que el Real Madrid tenía 7 Copas de Europa, 2 Copas de la UEFA y 1 Copa Intercontinental. Y precisamente ese año 1998 finalizó con otra Copa Intercontinental que se había hecho de rogar 38 años. El final de la década de los noventa y el inicio del nuevo siglo vieron cómo llegaron La Octava en París, La Novena en Glasgow con la volea de Zidane, la primera Supercopa de Europa de nuestra historia y otra nueva Intercontinental en 2002. No estuvo nada mal, ¿verdad?
Pero lo que estamos viviendo desde 2014 es absolutamente increíble. Temo que los más jóvenes no sean conscientes de que estamos viviendo una de las etapas más fructíferas de toda nuestra historia. Desconozco si en la actualidad los niños siguen coleccionando cromos con la misma pasión que lo hacíamos en mi época. Tampoco tengo claro si están prestando atención a lo rápido que está creciendo, año tras año, la vitrina internacional del Real Madrid en las páginas de sus álbumes. Está incrementándose a tal velocidad que, a estas alturas de diciembre de 2024, cuando quizás quedan algunos chavales que todavía no han conseguido terminar del todo la colección de la presente temporada, el palmarés del álbum 2024-25 ya se ha quedado desfasado y obsoleto con la consecución de la Copa Intercontinental de la pasada semana. Una más.
Qué suerte tienen estos críos de hoy en día. Probablemente todavía no lo entiendan, pero están viviendo tiempos de prosperidad y felicidad madridista que hay que paladear y disfrutar. Gol a gol, partido a partido, trofeo a trofeo y título a título. Que nos lo digan a los que nos pasamos tantos y tantos años con aquel inalterable epígrafe grabado en la memoria: 6 Copas de Europa, 2 Copas de la UEFA y 1 Intercontinental…
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