Hace apenas una semana, cuando el Madrid hincó la rodilla en San Mamés y Kylian Mbappé parecía caer preso de todos sus fantasmas después de su ominoso fallo del penalti, apagué el televisor con una idea rondando mi cabeza. La frustrante decepción no supuso, como suele, un repelente para la inspiración. Por una vez, fue al contrario. Conviene señalar que, para los cronistas sin demasiado talento, son pocas las ocasiones en que se nos aparece la columna íntegra, manifiesta, redonda, provocativamente evidente. Y esa noche ahí estaba, de repente, ante mí, casi contoneándose. Tuve que realizar ímprobos esfuerzos para contenerme y no abalanzarme sobre el teclado, dispuesto a descargar mi locuacidad vitriólica. ¿El título? «Conversación en la Catedral». A continuación, la referencia inicial se escribía sola —«¿En qué momento, Zavalita, se jodió Mbappé?»—, y a partir de ahí se iba cuesta abajo y sin frenos.
Los lectores asiduos de esta página comprobarán que esa columna jamás se escribió. No existirá ya, salvo en mi imaginación. Como esos periodistas que dicen valer más por lo que callan que por lo que cuentan, servidor efectuó el supremo sacrificio de la renuncia al pueril y vanidoso goce que otorgan los jugueteos literarios pretendidamente bien resueltos. Mis compadres madridistas podrían pensar que mi generosa actitud emparenta con mis antiguos e insistentes alegatos contra los silbidos al Bale crepuscular, pero me temo que nada más lejos de la realidad. Mi petición de clemencia para aquel Bale, ya de vuelta de todo, se basaba en lo que efectivamente ya había demostrado en su etapa merengue, y en la posibilidad de exprimir las últimas gotas de un zumo ya catado, de sabor verificado.
No es el caso de Mbappé, cuyos chispazos esporádicos apenas han llegado aún al grado de tentativa. Por el mismo motivo, el de Bondy hoy carece de la coartada sentimental que sí logró el galés, protagonista de un puñado de momentos imperecederos. No, Mbappé está lejos de tener bula entre el madridismo, no en vano el culebrón de su llegada generó una desconfianza que llevó a la parte más mezquina de nuestros espíritus a desear verlo simbólicamente de rodillas, ne me quitte pas, para castigar sus indecisiones.
La mayoría de nosotros es incapaz de asaetear a Mbappé por una causa mucho más trivial que el interés, la expectativa o la gratitud. Se trata de una mera cuestión de piedad
¿A qué viene, entonces, tratarlo con tanta magnanimidad ahora? Si no es por una visión puramente pragmática, de mero cuidado del patrimonio del club —expresión clásica que me parece bastante más acertada que el engendro taylorista de los (sic) «recursos humanos»—, y si tampoco deriva del privilegio sentimental tan habitual en el fútbol, ¿cuál es la causa de semejante indulgencia? Confieso que en un primer instante ni siquiera yo lo tenía del todo claro; después de todo, hay intuiciones morales que surgen antes que la justificación racional que las esclarece a posteriori.
Fue leyendo un par de artículos estupendos de Antonio Valderrama cuando lo tuve claro. La mayoría de nosotros es incapaz de asaetear a Mbappé por una causa mucho más trivial que el interés, la expectativa o la gratitud. Se trata de una mera cuestión de piedad. Tanto la fingida sonrisa —histriónica mueca nerviosa— con la que lamenta sus fallos como el rictus de miedo cerval que se le ha visto en sus horas más bajas impiden el ensañamiento, de la misma manera que nadie decente puede golpear a alguien caído al suelo. No es la ambición egoísta la que nos detiene, sino la misericordia la que nos conmueve. Habla Valderrama de tragedia griega en su texto, y dice bien: asistimos a una desdichada representación dramática, y si lo hacemos en silencio es por el respeto que nos provocan los sueños transformados en pesadillas. Incluso los más feroces e inflexibles partidarios del besapiés, quienes le exigían la mayor de las contriciones, están viendo aplacado su rencor. Por decirlo de un modo recto: el Madrid le está dando el baño de humildad que, merecido o no, seguramente él ya no esperaba, a sus años.
La buena noticia es que, según nos enseñó Joseph Campbell, el camino del héroe no solo contempla estos episodios de rígida penitencia, sino también una salida gloriosa. El del héroe auténtico, hay que aclarar. Y he ahí la encrucijada de Mbappé, que debe abjurar de subterfugios autocomplacientes como la coartada del «síndrome del impostor». Cualquiera que conozca la historia del Real Madrid sabe que este siempre ofrece una nueva oportunidad. Personalmente, no tengo dudas de que la aprovechará. Y, por otro lado, si París bien valió una misa para Enrique IV, el predilecto de sus hijos bien vale la renuncia al rencor, a las gracietas y a la vil satisfacción proporcionada por un sarcasmo ocurrente. Al fin y al cabo, cuando Camus dijo que todo lo que había aprendido de la moral de los humanos había sido en un campo de fútbol, seguramente también incluyó la grada y las tribunas.
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La publicación de Mbappé después de la derrota en Bilbao y las palabras de Valdano durante la presentación del último imprescindible de Jesús Bengoechea, ADN Madrid, me trajeron a la cabeza un curioso episodio que tuvo a Juanito como protagonista. Y es que en el Madrid casi todo puede interpretarse a través del mito de Fuengirola.
En mitad de la tormenta por los fallos desde los 11 metros (Liverpool y Athletic), pero, sobre todo, por su juego, el francés no se escondió y publicó un mensaje en sus redes sociales de los que gustan al madridismo, cogiendo el fusil y poniéndose en primera línea de fuego: "Asumo toda la responsabilidad por ello. Es un momento difícil, pero es el mejor para cambiar esta situación y mostrar quién soy", escribió. Por su parte, el hombre que lo ha sido todo en el Madrid, Jorge Valdano, estuvo excelso en su metáfora contra los que sitúan al delantero como origen de los males blancos. Para el argentino, cuando vienen curvas, es un sinsentido cargar contra el mayor valor del equipo (con el permiso de Vinícius). Al contrario, “cuando se quema el palacio, lo primero que conviene salvar es el cuadro de Goya”, aseveró en el acto literario.
Nada de la actual situación, con francotiradores siempre dispuestos a matar al pianista, es nueva en el Madrid y su entorno. El 24 de noviembre de 1976, nada más conocerse su fichaje por el Madrid, Juanito concedió una entrevista al diario Marca. Tras cuestionarle sobre su posible traspaso al Barcelona, que estuvo muy cerca de cerrarse, y los pormenores del acuerdo con el club de Chamartín, el periodista disparó a bocajarro: “Después de tanto Juanito arriba, Juanito abajo, que le traspasan, que no le traspasan, ¿no teme ser un bluff?, ¿defraudar al aficionado blanco?”. No es difícil imaginar la cara del malagueño, que se mantuvo en su sitio: “Juanito no es un bluff. Juanito es un jugador que se ha hecho a costa de muchos sacrificios. Puede decir, si quiere, que es el renacer de Juanito. Espero no defraudar a nadie, y menos al Real Madrid”. Huelga recordar que ese año fue el de la consolidación definitiva del eterno siete, supersónico en el Burgos y debutante en la Selección.
Si de alguien que había dado sobradas muestras de calidad, raza y carácter (su venganza contra el Atlético de Madrid esa campaña fue tremenda) se dudaba incluso de forma preventiva, qué no podemos esperar ahora contra Mbappé. Al final, el único argumento válido para el Madrid es la victoria. Todo pasa por ganar: el aplauso, la gloria y el fin del escepticismo. Hasta la siguiente esquina, por supuesto.
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El Real Madrid femenino derrotó (0-3) al Celtic FC en la penúltima jornada de la fase de grupos de la Uefa Women’s Champions League. Los goles de Signe Bruun y Alba Redondo permitieron al equipo de Alberto Toril llevarse los tres puntos en un partido plácido y que alargará hasta el martes la lucha por el primer puesto con el Chelsea.
Sobre el papel, jugar un partido de Champions en Glasgow ante el Celtic siempre suena bien: club con solera, estadio mítico y gran ambiente de fútbol europeo. Sin embargo, y para desgracia del Real Madrid femenino, lo único clásico que encontró la expedición en su viaje a Escocia para disputar el quinto partido de grupos fue el frío de una noche de mediados de diciembre. En esta ocasión el campeón escocés no abrió las puertas de Celtic Park y con ello se esfumó la posibilidad de que los alicientes externos elevasen el cartel del choque. Pudiendo jugar sobre el mismo césped que pisaron hace sesenta años los Di Stéfano, Santamaría, Puskas o Gento, nada tiene que ver la hierba artificial del destartalado New Douglas Park de la ciudad de Hamilton.
El más que comprensible bajón escénico bien pudo explicar los primeros treinta minutos de partido, en los que no ocurrió nada. El Madrid, que llegaba con las bajas de Maëlle Lakrar y Melanie Leupolz, salió con Rocío Gálvez y María Méndez como pareja de centrales mientras que Filippa Angeldahl y Sandie Toletti poblaron el centro del campo. La principal variación se produjo en el costado derecho, ocupado por Oihane Hernández y Naomie Feller, mientras que arriba completaron el once Linda Caicedo, Caroline Weir y una Signe Bruun en estado de gracia con el gol. La diferencia con respecto al nivel del rival quedó clara en el encuentro disputado en Madrid, pero el ritmo lento, casi congelado, igualó las cosas por abajo.
Los goles de Signe Bruun y Alba Redondo permitieron al equipo de Alberto Toril llevarse los tres puntos en un partido plácido y que alargará hasta el martes la lucha por el primer puesto con el Chelsea
Aunque al borde de la media hora aún no se había contabilizado ningún disparo peligroso en una u otra área, al Real le bastaría con intentarlo para romper la igualada. Ese primer tiro, a cargo de Angeldahl, encontró a Weir en boca de gol tras un desvío y posterior despeje de la portera Kelsey Daugherty. La ’10’ empujó el balón a la red y empezó a celebrar con timidez, pero la bandera del fuera de juego lo invalidó. Las dudas sobre la legalidad de su posición, eso sí, no tardaron en olvidarse: en el reinicio de la jugada la zaga verdiblanca regaló la posesión a Caicedo, quien encontró a una Signe Bruun repleta de confianza y que no dudó en disparar desde lejos. El cuero, bien tocado, entró por la escuadra para confirmar el golazo. Uno más en su cuenta.
El partido se animó levemente, aunque las escocesas siguieron siendo incapaces de trenzar jugadas y crear peligro ante Misa Rodríguez. Para colmo, sus intentonas de sacar el balón desde atrás a menudo acabaron con intercepciones blancas. Del otro lado la historia era la contraria: la tibia presión del Celtic era superada sin quebraderos de cabeza y el balón se movía de lado a lado, si bien faltó verticalidad. Hasta el descanso, solo el tándem Olga Carmona-Linda Caicedo por la izquierda estuvo lo suficientemente activo. El acierto seguiría faltando, eso sí.
Lo que cambió en la segunda mitad fue el área de acción, ya que, como si de un relevo coordinado se tratase, Naomie Feller fue quien tomó el testigo del protagonismo ofensivo, ahora desde el costado derecho. Y sería por allí desde donde nacería el 0-2. Weir abrió el balón a la atacante francesa y nadie la encimó, por lo que tuvo todo el tiempo del mundo para levantar la mirada y buscar a Bruun en el área. Por descontado, allí estaba la ‘9’, presta a meter la cabeza sin miedo. Sin despeinarse, remató a la red con total naturalidad y sentenció el partido.
El carrusel de cambios que siguió permitió volver a ver a Athenea del Castillo y, de paso, confirmó que Sheila García es una de las jugadoras más en forma de la plantilla, pues sería ella quien daría la última asistencia de gol tras ingresar al campo. Habría que esperar hasta el 83, pero la acción fue casi calcada a la del tanto anterior, esta vez precedido de un córner botado en corto. Esquina derecha del área, centro de Sheila al corazón del área y cabezazo de la delantera apareciendo donde debe. No fue Bruun, porque para entonces ya descansaba y se arropaba en el banquillo, pero su papel lo ejerció Alba Redondo, también necesitada de goles y protagonismo.
La noche quedó en victoria de oficio sin nada que reseñar, por lo que cualquier cita memorable de fútbol europeo deberá esperar al futuro próximo. Sin ir más lejos, podría ser el martes: una primera victoria en la historia del equipo femenino ante el Chelsea sería la mejor señal antes de afrontar los cuartos de final de la competición.
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El Real Madrid ganó 2-3 en Bérgamo, ciudad de la región italiana de la Lombardía, al Atalanta, actual campeón de la Europa League, subcampeón de la Supercopa de Europa, líder en la Serie A italiana, invicto hasta ayer en esta edición de la Copa de Europa y conjunto que había encajado un solo gol en los cinco partidos anteriores de esta andadura europea.
No tiene el nombre del Milan, la Juve, el Inter, la Roma o el Nápoles, sempiternos equipos de campanillas transalpinos, pero ganar en Bérgamo se antojaba una empresa difícil, muy difícil, por la calidad del rival y, sobre todo, por el momento futbolístico que atraviesa.
Bérgamo parecía Módena, ciudad italiana famosa por su vinagre balsámico, puesto que balsámico fue el baño de vinagre que tuvo que aguantar Carlo Ancelotti antes, durante y después del partido
Mi amigo Javi está, como yo, algo enfadado. La verdad es que luego se nos pasa el cabreo enseguida, pero la reacción de cierto sector del madridismo durante el día y la noche de ayer, hace reflexionar sobre lo que tenemos, no enfrente, sino al lado mismo de nuestras fosas nasales, porque Bérgamo parecía Módena, ciudad italiana famosa por su vinagre balsámico, puesto que balsámico fue el baño de vinagre que tuvo que aguantar Carlo Ancelotti antes, durante y después del partido por un sector del madridismo que quiere su salida del Madrid a toda costa y que, incluso, prefieren que pierda el equipo para provocar el cese del italiano. Que todas las decisiones que toma, cualesquiera que sean, son pasto de críticas furibundas, de insultos, de vejaciones relativas a su edad, a su pelo, a su acento, a su ceja o a lo que sea. Los espacios de X y las tertulias de medio pelo se pueblan de personas avinagradas que no solo no disfrutan del triunfo conseguido, sino que se pasan la velada poniendo a parir al entrenador. Veamos algunos ejemplos típicos.
El astro brasileño sale de una lesión, hace el último entrenamiento y Carlo le saca de inicio. Pues es una locura. Es una locura que, jugándote la clasificación en Bérgamo contra el Atalanta, saques al mejor jugador del mundo porque se podía lesionar y no estar contra el Rayo. Pues nada, palos al técnico por alinearle en el once titular, pero palos que se trasladan al resto del partido. En el minuto 60 ya estaban todos clamando porque le cambiaran. Pues si le hubieran cambiado en el 60 no habría marcado en el 67, mire usted.
Aquí se ha cometido un delito de lesa juventude. El entrenador del Real Madrid ha elegido, por las circunstancias de la serie de lesiones que atraviesa la plantilla, poner de central a un centrocampista contrastado internacionalmente que ha demostrado ya su valía en esa posición, en vez de alinear a Raúl Asencio, central canterano de mucha calidad, pero que no está baqueteado en estas batallas tan importantes, repito, jugándosela el equipo, que no era un amistoso, vaya.
Lo de Tchouameni es gracioso, el vinagrismo sociológico universal la ha tomado con él y exige su salida del club este verano (o en enero, por favor) a cualquier precio por razones que, a este escribidor de cosas, se le escapan por completo, pero me viene a la cabeza la figura de una de las leyendas más importantes del Real Madrid y del fútbol español, ganador de tres Copas de Europa y de infinidad de títulos más con la camiseta limpia y blanca que no empaña. Me refiero al veleño (de Vélez-Málaga) Fernando Hierro.
Hierro llegó al Real Madrid por sus grandes dotes como centrocampista; alto, fuerte, con toque y contundencia, con un disparo descomunal, con juventud y con velocidad. Todo lo que podía pedirse para un centrocampista de campanillas. Pues fíjense ustedes qué casualidad, Fernando Hierro, con el tiempo, mucho después que Tchouaméni, fue reconvertido a central y se transformó en uno de los mejores zagueros del fútbol mundial de todos los tiempos. Igualito que le puede pasar a Tchouaméni. Pues nada, hay que dejar que toree el chaval del Castilla el morlaco transalpino por un no sé qué concepto de meritocracia que tienen algunos, con cinco partidos oficiales en sus botas, y dejarle solo ante el peligro para que, si hubiera fallado, fuera pasto de las críticas de todos estos expertos técnicos, que habían invadido la plaza mayor de su ciudad para que estuviera en la foto inicial del encuentro.
Ahora resulta que la plaga de lesiones del equipo no es culpa de otra persona que de Ancelotti, que no rota lo que debe y que no da descanso cuando debe y, claro, como los jugadores tienen sensores que indican el peligro de lesión, como los aparatos electrónicos indican que les queda poca batería, es un negligente. Sí, señoras y señores, el entrenador más laureado del planeta es un ne-gli-gen-te. Y se quedan tan anchos, igual de anchos que se queda Villar cuando afirma que Negreira no pintaba nada en la Federación. Igualitos, pues eso, que Carlo Ancelotti es un negligente por no adivinar quién se le va a lesionar y quién no. Pero lo de poner a lo mejor que tiene para ganar en Bérgamo al Atalanta cuando, repito, te las estás jugando, de eso nada, de eso ni hablamos, porque aquí lo importante es poner verde al entrenador, que se vaya ya y que pongan a mi cromo favorito porque yo sé de esto más que nadie en el mundo mundial.
Las redes sociales se han llenado de doctores en planificación deportiva, técnicos en actividad física y del deporte y gestores de entidades de élite que saben mejor que nadie lo que se debe hacer para que la plantilla esté compensada, para fichar a lo mejor de lo mejor a un precio inmejorable y para que las mayores estrellas del orbe mundial hagan fila por venir al Madrid, con contratos a la medida cada uno de ellos, forzando a sus equipos de origen para que pongan un precio más que razonable a sus servicios y prestos a jugar en el club de Concha Espina justo cuando sea deseable y conveniente. Vamos, que conocen el mercado, saben que cualquier jugador va a venir al Real Madrid por seis meses y nada más (eso lo he leído y escuchado), casi gratis y que su club le va a abrir las puertas de par en par para que rellene el hueco que ha generado el lesionado de turno.
Son personas que saben perfectamente lo que hay que hacer en una pretemporada que no ha sido pretemporada por los calendarios, que saben perfectamente dosificar a los jugadores para que no se lesionen y que, criticando furibundamente al Barcelona por sus palancas, al City o al PSG por su condición de clubes-estado, pretenden que el Real Madrid fiche sin denuedo a cualquier precio (porque Florentino tiene dinero de sobra) al primer futbolista que ha salido en cualquier medio de comunicación de medio pelo o se lo ha inventado el insider de turno para disfrute de sus abnegados seguidores. No sé, de verdad, cómo el Real Madrid no hace un casting de directores/gestores deportivos entre todas estas personas y no les pone a trabajar sin descanso para gloria y loor de la causa blanca.
Entre esta caterva de personajes se encuentran también los empresarios de calidad, gente que gestiona su empresa con mano de hierro, que se gestiona a sí mismo con mano de hierro y que gestiona la mano de hierro con mano de hierro. Me explico. Hay que echar al entrenador y a cualquier jugador a la primera falla que tenga, sin más, mañana mismo a la calle, faltaría más. Ya sea jugador, miembro del cuerpo técnico, directivo, utillero, taquillero o vendedor de camisetas de la tienda oficial. Todo aquel que falle en algún momento en su puesto de trabajo, a la calle, pero de cabeza, por favor, habrá visto desfachatez de corregir y amparar a tus empleados para mejorar el rendimiento, de eso nada, a la punta calle sin más.
Una recomendación. Disfrutad. Disfrutad de esta época dorada del Real Madrid, porque no va a volver jamás
Si estas personas aplicaran en sus vidas y en sus trabajos esta máxima que exigen y claman al cielo cuando se trata de ¿defender? al equipo de sus amores, resultaría que la tasa de desempleo de España estaría superando el 70% de la población activa, no habría gente trabajando porque al primer fallo, a la calle. Además, no tendrían descanso en sus ocupaciones porque para eso ganan mucho (que he leído y escuchado cuando Carlo ha dado algún día de descanso a la plantilla). Por supuesto, estas personas no podrían acceder al mercado de trabajo una vez despedidos en su empleo por su primer fallo laboral porque la sagrada Ley de la Meritocracia dicta que siempre hay que poner en los puestos de trabajo a los aprendices de las categorías inferiores de la empresa antes que a un profesional reputado de fuera, salvo que seas el profesional que ha salido en el medio que sea y me haya enamorado, que, en ese caso, ni cantera, ni leches, directamente, fichar, pero ya.
A ver, queridos míos, el Real Madrid es el club más importante del mundo, al que todos quieren venir, claro pero ninguno quiere venir por seis meses, con un sueldo bajo y ningún club va a bajar el precio del traspaso cuando se acercan los merengues a preguntar por su estrella más rutilante, es más, lo van a subir y mucho. Esto, que lo entiende cualquier persona con dos dedos de frente, es inalcanzable para los que quieren reventar el mercado de invierno con lo que sea, aunque después, lo que sea no valga para el Real Madrid y se lamenten porque no deja el club, cuando está cumpliendo un contrato de trabajo válido en España.
El caso es que Bérgamo podía haber sido Módena perfectamente, bella tierra italiana en la que el vinagre campa por sus respetos y es respetado por todos. Una recomendación. Disfrutad. Disfrutad de esta época dorada del Real Madrid, porque no va a volver jamás. Disfrutad, sufrid y, sobre todo, madridistas, sed felices por tener la suerte de seguir al mejor equipo del mundo. Disfrutad de verdad y disfrutad del fútbol.
Les dejo, como siempre dice mi amigo, ser del Real Madrid es lo mejor que una persona puede ser en esta vida… ¡Hala Madrid!
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Kylian Mbappé empieza a mostrar su talento en el Real Madrid. Tras unos inicios con claroscuros, su nivel está mejorando cada partido.
¿Crees que lo sabes todo sobre el delantero francés? Compruébalo con las preguntas que han preparado los amigos de fcQuiz.
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Buenos días, amigos. Ayer dijo John Falstaff en el chat de La Galerna que «la única fórmula para acertar con el Madrid es el optimismo». Si tenemos en cuenta que es el equipo que más ha ganado en la historia de la Champions, matemáticamente puede afirmarse que la máxima es cierta. De la estadística de la Copa de Europa se deduce que si uno no es optimista con el Madrid no puede serlo con ningún otro club.
Sin apenas darnos cuenta, hemos pasado de la pesadumbre general a un estado de optimismo incipiente, que es el mejor de todos los optimismos, porque es el que atesora más potencial, ya que la realidad aún no ha corregido nuestras ilusiones. Pero, como exclamaría Butragueño —o el doblaje de una película americana—, ¡diantres, seamos optimistas con el Madrid!
Habrá quien se pregunte qué diantres significa la palabra diantre, si bien muchos lo conocéis de sobra. Se trata de un vocablo importado del francés —allí apareció en torno al S. XVI—, con igual significado y escritura, empleado como eufemismo de diablo o demonio, ya que entonces se creía que si se nombraba al maligno podría ocurrir algo malo. Aplicando el mismo patrón a la actualidad, en el castellano del Real Madrid de la temporada 2024/25, podríamos colegir que diantres es un sustitutivo de lesiones. ¡Qué lesiones, seamos optimistas con el Madrid!
Porque, ¿qué club es capaz de sobrevivir a una plaga de lesiones como la que asola al Madrid —una o dos por partido— sin resentirse de forma considerable en cuanto a resultados y juego? Tenemos el ejemplo del City. Otro asunto es ahondar en la causa y poner remedio. Percances siempre va a haber, pero lo de esta temporada parece excesivo. Urge solucionar el problema.
Anoche cayó Mbappé, el mejor Mbappé desde que luce la camiseta del Real Madrid. Dentro de lo malo, Ancelotti descartó después del partido que se trate de una lesión de calado y rebajó el susto inicial a una sobrecarga en el isquio.
Diantres, a estas alturas de portanálisis aún no hemos comentado que el Madrid venció ayer a la Atlanta en el estadio de esta, aunque, salvo quien pasara la noche en un refugio nuclear o algún lector que haya llegado por casualidad a la web de La Galerna mientras consultaba el catálogo del Venca, el resto sabéis que la escuadra de Ancelotti se impuso 2-3 a la de Gasperini. Fue una victoria épica, como resaltó Ramón Álvarez de Mon en su crónica. Lograda a pesar del arbitraje taruguil de Szymon Marciniak. Leed aquí a Alberto Cosín.
As titula «Reaparece el campeón» e ilustra la portada con la celebración de un ciclópeo Jude frente a un erecto banderín de córner. El inglés volvió a jugar como los ángeles. Como los ángeles que se dejan el alma además de la clase innata en un ángel, lo que propicia goles sublimes como el de anoche. Bellingham domina el juego del Madrid y, como dice Manuel Matamoros, «maneja una hectárea». Podría afirmarse que Jude es un terrateniente vikingo.
El diario de PRISA destaca que «El mejor Mbappé marca y se lesiona». Ya lo hemos escrito antes, anoche Kylian nos embelesó con su mejor versión, su gol nos recordó a ese Mbappé nazariano objeto de deseo otras temporadas. Desde que se colocó los pantalones de cuello vuelto en Girona está en franca mejoría. ¡Qué diantres, seamos optimistas con Mbappé!
Además de Bellingham y Mbappé, el tercer goleador de la noche fue Vinícius, lo cual le sirve a Marca para utilizar de nuevo esas siglas que inventó para nombrar a los tres mosqueteros del Madrid: la BMV. No parecen haber tenido tanto éxito como aquella BBC usada para referirse a Benzema, Bale y Cristiano.
Vini anduvo a un nivel inferior lógico tras reaparecer de su lesión. Sin embargo, es tan determinante que aun en esas condiciones fue capaz de sacar petróleo de un rebote y convertir un balón suelto en el 1-2, un gol clave.
¿Y la prensa cataculé qué dice?
Que diga lo que quiera, a los madridistas lo que nos importa es acabar el año bien. En los próximos once días hay que confirmar la buena racha liguera en Vallecas y en casa frente al Sevilla. Entre medias, la Intercontinental.
Ante nuestra incapacidad para vaticinar el futuro, tenemos dos opciones: pensar que todo va a salir mal o confiar en este equipo. Nosotros lo tenemos claro. Además, es gratis. Los reveses llegan de igual manera, por lo que anticipar el mal es aumentar el sufrimiento inherente a la vida.
Seamos optimistas con el Madrid, ¡diantres!
Anoche el Real Madrid consiguió algo más que una victoria. El equipo de Carlo Ancelotti llegaba a Bérgamo con la imperiosa necesidad de rascar al menos un empate y acabó consiguiendo tres puntos que virtualmente le asegura el acceso a la siguiente fase, previo paso por los dieciseisavos protocolarios. Algunas victorias significan más que otras y la de anoche supone un chute de optimismo. El Madrid supo imponerse a un Atalanta que es actualmente el líder del Calcio y que hasta ayer no había perdido un solo partido en Champions.
La primera parte empezó de forma inmejorable con un Madrid atrevido y sabiendo encontrar los huecos que el Atalanta dejaba al descubierto. A los 10 minutos Mbappé hizo un golazo magistral tras zafarse de Marten de Roon con un control orientado que puso en suerte para poder disparar a placer. Ese instante eléctrico nos hizo recordar al Mbappé de toda la vida. No quisiera olvidar tampoco que la jugada nace de un pase en largo de Antonio Rüdiger que ve desmarcado a Kylian, este descarga en Brahim y el malagueño hace magia hasta encontrar nuevamente al francés. Por jugadas así uno ama el fútbol.
Aurélien Tchouaméni se mostró correcto en todo momento hasta justo el final de la primera mitad, cuando cometió un penalti algo dudoso sobre Kolasinac. El francés ni lo protestó y Charles De Ketelaere lo convirtió de forma inmejorable. A la vuelta del descanso, el Madrid volvió a mostrarse fuerte y continuó percutiendo hasta encontrar el premio con un Vinícius Júnior que supo convertir un balón que le cayó tras un rebote en un defensor del Atalanta. Pocos minutos más tarde Jude Bellingham hizo el tercero tras una internada letal donde se deshizo fácilmente de De Roon y batió a Carnesecchi. Otro gol decisivo tras una jugada magistral del británico. Este chico está tocado por los dioses. Lookman recortó distancias y colocó el suspense al marcador. El Atalanta nos lo puso difícil hasta el final.
Algunas victorias significan más que otras y la de anoche supone un chute de optimismo. El Madrid supo imponerse a un Atalanta que es actualmente el líder del Calcio y que hasta ayer no había perdido un solo partido en Champions
El Madrid viene de una victoria importante frente al Girona. Un 0-3 en su campo siempre es síntoma de buena salud. De hecho, si quitamos la visita a San Mamés, desde la derrota en casa con el Fútbol Club Barcelona el Real Madrid ha sumado victorias contundentes. Del último partido liguero me quedo con un Jude Bellingham imperial que vuelve a ser ese jugador multiusos que acaba muchos partidos con gol y asistencia, y con un Arda Güler que cuajó otra actuación brillante y supo definir a la perfección ese balón estupendo que le puso en suerte Bellingham.
Y me gustaría destacar el partido de Kylian Mbappé. El francés lleva ya unos cuantos en los que se muestra eléctrico, con mayor o menor fortuna pero dinámico. Seguramente no es tan resolutivo como él quisiera pero sin duda va por el buen camino. El crack galo lleva 12 goles en esta temporada. Si con esta estadística es criticado es porque se espera de él algo estratosférico. Está bien pero no olvidemos que estamos ante uno de los mejores jugadores del planeta fútbol. La suerte de Mbappé es pareja a la del resto del equipo. Si al Madrid de Ancelotti le están cayendo palos por todos lados será porque se espera de él solo la excelencia. ¿Acaso se critica por igual a otros equipos grandes que atraviesan por momentos no tan dulces? Cabe preguntarse entonces, ¿son justas esas críticas feroces?
Por trazar un paralelismo claro, me centro en el Manchester City. El equipo de Pep Guardiola atraviesa una crisis evidente. Sin embargo, tengo la sensación de que nadie pide la cabeza del entrenador ni se habla de negligencia en la planificación deportiva. Es más, los popes del periodismo contextualizan su situación. Por ejemplo, escucho con interés a los defensores de Guardiola comentar que la baja de Rodri en la medular ha sido mortal de necesidad. Obligados a suplir al español, el equipo ha tenido que buscar la forma de cubrir esa baja. Por lo tanto, el genio de Sampedor ha de mover más piezas para tratar de suplir a Rodri. Por ejemplo, Bernardo Silva retrasa su posición cuando el portugués es letal cerca del área. Y yo me pregunto, si un equipo con la plantilla del City y bajo la tutela de Guardiola es incapaz de solucionar una baja, ¿qué ha de hacer el resto?
Todos los equipos atraviesan por ciclos negativos, algunos incluso se estancan en ellos. Es una sinergia inevitable: si quieres ser un club ganador tendrás que peregrinar por una larga travesía por el desierto. Quien resiste, gana. Sin ir más lejos tenemos el ejemplo del Liverpool, actual líder de la Premier League y seguramente el mejor equipo en Europa. Su nuevo entrenador Arne Slot parece haber logrado rejuvenecer a un Mohamed Salah que la temporada pasada transitaba como un alma en pena. Jürgen Klopp ganó la Premier League de la temporada 2019/2020 y desde entonces el equipo no parecía ser un candidato real. Ganó la Champions de la 2018/2019 pero perdió dos contra el Madrid. Y hablamos de un equipazo.
Quizá hemos desvirtuado el concepto de lo que es ganar y tal vez deberíamos contextualizar mejor la verdadera dimensión de los ciclos ganadores. No estaría de más que recordáramos dónde estábamos cuando Carlo Ancelotti volvió al Real Madrid en el verano del 2021. Tampoco estaría de más que si bien hemos ganado muchísimo en esta segunda etapa del italiano, en la temporada 2022/2023 levantamos la Copa del Rey, el Mundial de Clubes y la Supercopa de Europa. Existen hiatos que conducen a auténticas temporadas doradas e incluso ayudan a establecer dinastías. Y aun así, simplemente estamos a principios de diciembre del 2024 y la temporada este año acabará en julio del 2025 con la Copa Mundial de Clubes de la FIFA. Disfrutemos del proceso.
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Courtois: notable alto. Siempre está y se le espera. Sacó el paraguas cuando arreció la lluvia bergamasca.
Lucas Vázquez: aprobado. Fue un agujero negro defensivo. Se mostró transparente en el gol de Lookman. Terminó jugando por delante de Asencio, quien entró al campo en los últimos minutos para desempeñar tareas de lateral derecho.
Tchouaméni: notable. Dijo Ancelotti que lo alineó para contrarrestar el juego aéreo de la Atalanta. Se mostró acertado en este apartado. También sacó bien el balón jugado. Dicho esto, hay quien prefiere como titular en la defensa a un central en forma y hay quien prefiere a Aurélien.
Rüdiger: notable. Incansable. Se vio obligado a subsanar errores de Lucas Vázquez. Además, a punto estuvo de anotar a centro de Bellingham.
Fran García: aprobado. La melena a lo Bon Jovi no hace que aumenten sus prestaciones. Recuperó varios balones gracias a su velocidad.
Valverde: bien. Se encargó de sostener medio centro del campo del Madrid.
Ceballos: sobresaliente. Se encargó de sostener el otro medio de campo del Madrid. Cuajó un gran encuentro.
Brahim: notable alto. Su comienzo de partido fue sobresaliente. Estaba en todas partes, como Hacienda, pero en el buen sentido. Después bajó el pistón.
Bellingham: sobresaliente. Se encuentra a otro nivel (mejor). Sexto partido consecutivo marcando gol. El de hoy, sublime. Es el alma del Real Madrid C. de F.
Vinícius: notable. Como es lógico, se le notó falto de ritmo después de la lesión. Pero es tan determinante que aun sin estar al 100 % convirtió un rechace en un gol, el segundo, que cambió la dinámica del partido.
Mbappé: sobresaliente. 35 minutos jugados y un golazo, ¿se puede pedir más? Estaba siendo el mejor Mbappé hasta que se lesionó. Dos partidos en claro ascenso. Según Ancelotti, parece que su percance no es serio. Si sigue esta progresión, los antis se van a quedar sin cuevas.
Rodrygo: aprobado. Anduvo falto de ritmo. Pudo anotar, pero disparó con excesiva candidez.
Modric: sin tiempo.
Asencio: sin tiempo.
Güler: sin tiempo.
Ancelotti: bien. Su alineación no gustó a un sector de su afición. Sus cambios, tampoco. Pero el Madrid volvió a ganar, hecho, quizá, más importante.
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Arbitró el polaco Szymon Marciniak. En el VAR estuvo su compatriota Tomasz Kwiatkowski.
Caserito, caserito, como suele ser habitual en el polaco. Se le vio la tendencia en un par de jugadas. Una falta a Mbappé en el mediocampo que no señaló y provocó una contra de la Atalanta y, luego, una patada a Vínicius en el pico del área en la que no pitó nada.
El penalti de Tchouaméni a Kolasinac en el 46' fue poca cosa, pero el francés toca la lateral en la espinilla y hace que tropiece. La amarilla al central merengue fue exagerada.
En la segunda parte se olvidó de sacar varias tarjetas, pero no una esperpéntica a Lucas. El gallego se llevó un golpe, lo levantan de malas maneras (Kossounou, que también fue amonestado) y encima vio la amarilla. El polaco, del que todos recordamos su indigno arbitraje en la final del último Mundial, demostró que es un tarugo de categoría.
Marciniak, MAL.
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El Real Madrid ganó 2-3 una final anticipada en diciembre y lo hizo sabiendo sufrir hasta el final.
Ancelotti optó por mantener a Tchouaméni como central y las principales novedades llegaron en el centro del campo, con la vuelta de Ceballos, y en la delantera, con el regreso de Vinícius.
El Madrid empezó jugando realmente bien, con mucha personalidad. Ante las persecuciones individuales, Brahim se movía provocando la aparición de huecos. Es difícil de entender el comienzo de partido sin atender al juego del malagueño. También durante esos primeros minutos vimos al mejor Mbappé desde que llegó al Madrid. En el minuto 10 hizo un golazo tras controlar de manera magistral un pase de Brahim. Pero no solo era eso, Mbappé se movía con una ligereza no vista hasta ahora en Madrid. Tuvo un par de ocasiones más hasta que se lesionó y fue sustituido por Rodrygo.
Para cuando llegó el cambio, el Madrid ya estaba en un bloque bajo y perdía el balón con más facilidad. La Atalanta atacaba sobre todo por la banda de Lucas, que muchas veces se encontraba fuera de posición. Sin embargo, las ocasiones claras no llegaban, hasta que cerca del minuto 46 Tchouaméni hizo penalti y De Ketelaere empató desde los once metros. Una primera parte muy cruel.
La segunda parte pintaba muy complicada. Vinícius y Rodrygo, lejos de su mejor forma. Sin embargo, el Madrid supo encontrar su momento. Tras beneficiarse de un rebote, Vinícius recibió cerca de la portería y logró cruzar el balón con la izquierda sin mirar. Un gran gol que fue sucedido por una maravilla de Bellingham tras recibir un envío largo y recortar para disparar con la izquierda. Era un 1-3 inesperado.
El Real Madrid ganó 2-3 una final anticipada en diciembre y lo hizo sabiendo sufrir hasta el final
La Atalanta acusó el goleo y el Madrid pudo atacar en alguna ocasión más con peligro, pero hacia el 65’ Lookman recortó distancias ante la pasividad de Lucas marcándole. Era un golpe duro, pero el Madrid se repuso muy bien y comenzó a controlar más el balón. Pudieron llegar dos goles por mediación de Brahim y Rodrygo, pero no estuvieron precisos.
El Madrid resistía como podía. En el 83’ se marcharon Brahim y Ceballos por Modric y Asencio. La Atalanta atacaba sin pausa y Courtois paraba. En el minuto 86 Bellingham dejó su sitio a Güler. En el 93’, Retegui tuvo el empate a placer, pero afortunadamente se le marchó arriba su remate con todo a favor. Una victoria fundamental.
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