Buenos días, amigos. Si, según Howard Hawks, Los caballeros las prefieren rubias, a tenor del comportamiento de Marca, los lectores del diario de Juancho Gallardo las prefieren, las portadas, precursoras del alipori. No, quien aparece en el frontispicio marquil no es Marilyn en el mencionado film ataviada con el célebre vestido rosa de William Travilla, aquel que décadas después recreó Madonna en el videoclip de su Material Girl, es Yamal vestido de… no lo sabemos.
Podrán decir que es chic, pero Lamine bien parece un Mon Chéri. Lo cual podría ser una posibilidad, ya que, como bien sabéis, el Grupo Ferrero apuesta por retirar sus especialidades del mercado durante la época estival y, con la llegada del frío, «los productos de la firma regresan a los lineales ofreciendo al consumidor sus inigualables aromas, sabores y texturas; una experiencia multisensorial realmente única en la que participan la vista, el olfato y el gusto». Sentimos llevar la contraria a los encargados de comunicación de la empresa de bombones, pero no vamos a oler ni a comernos la tapa de Marca. Con verla tenemos más que suficiente.
Esta teletubbie primera plana no es más que otra sesión de baño y masaje al universo azulgrana. La Central Lechera y tal. Dicen los chicos y chicas de Juancho que el Golden Boy —aunque golden solo luce su talón (que se cuide de las flechas de Paris)— expresa sus sueños en Marca, aunque más bien pareciera que fueran a preguntarle aquello de ¿a qué huelen las nubes? mientras suena un coro de «sinsun, sinsún, sinsun, sinsun».
Ocurre en cambio que Lamine no está como una rosa, por mucho que así luzca, porque se ha vuelto a lesionar y su vuelta a los terrenos de juego se estima para dentro de tres o cuatro semanas, por lo que no es segura su participación en la Supercopa de España.
En esta portada también podemos apreciar más motivos para la vergüenza ajena, como un sellito que reza: «THE BEST. Rodri-Vinícius: pulso final hoy en Doha». Rodri es un señor que, desgraciadamente, lleva mucho tiempo lesionado, no puede haber pulso de ningún tipo. Tampoco lo podía haber para el Balón de Oro, que cayó del lado del jugador citizen por intereses que poco tienen que ver con el fútbol.
Después hay otro aspecto que no provoca vergüenza ajena, sino vergüenza a secas. Se trata de la elección de Rafael Louzán como nuevo presidente de la RFEF, una persona condenada por prevaricación según sentencia de la Audiencia Provincial de Pontevedra. De hecho, el 5 de febrero el Tribunal Supremo resolverá el recurso de casación presentado por él mismo.
Como bien escribió Kollins en X, con una condena por prevaricar, como para no ganar.
Con una condena por prevaricar, como para no ganar. Solo le podría plantar cara alguien con dos o tres imputaciones en curso y creo que al otro candidato la fiscalía le archivó la denuncia por malversación, prevaricación y apropiación indebida. No había partida. https://t.co/EQ7IkDmlxF
— Kollins (@PepeKollins) December 16, 2024
El fútbol español es un hábitat tan corrupto que los méritos se miden según la gravedad de las condenas de los candidatos. Para dirigir la RFEF ha de quedar acreditado que uno es capaz de realizar las labores que después tendrá que llevar a cabo en la Federación. Si alguien no demuestra que atesora esas habilidades, no es un buen candidato. Algo similar a lo que le sucedió a Lluís Bassat, a quien alguien importante del Barça le comunicó en 2003 que no podía ser presidente del club porque no sabía comprar árbitros.
Cuestionado en una programa de radio el nuevo presidente sobre qué ocurriría si el Supremo lo inhabilita, su respuesta fue «90-43». Louzán no dio el resultado de una victoria abultada en baloncesto, sino de la votación merced a la cual fue elegido máximo mandatario federativo.
🇪🇸⚽️👔 @RafaLouzan, nuevo presidente de la @RFEF, en #ElLarguero
🤔💭 ¿Qué pasaría en la Federación si el próximo cinco de febrero puede ser inhabilitado con sentencia en firme?
💥 "A eso se lo contesto solo: 90-43 (...) Hay contestaciones que se dan por sí solas" pic.twitter.com/Psyrii8Adw
— El Larguero (@ellarguero) December 16, 2024
Imaginad que os condenan por defraudar al fisco y vosotros respondéis: «90-43, soy presidente de mi comunidad de vecinos gracias a 90 votos recibidos frente a 43 de la vecina del quinto».
El fútbol patrio, más que una vergüenza nacional, es una vergüenza intercontinental, ya que aquí se celebrará el mundial y todo el orbe podrá admirar sus miserias.
Intercontinental, pero no vergüenza, es el tema principal del frontispicio de As.
No sabemos si el mundo espera a Mbappé, a nosotros lo que nos importa es ganar el trofeo, con independencia de que Kylian sea la gran figura o no. Incluso nos da igual su participación en la medida en que consideramos más importante que se recupere de sus problemas físicos con garantías. El Madrid está capacitado para ganar al Pachuca con o sin el francés, lo que no podrá hacer es vencer sin concentración y compromiso máximos.
Las portadas de la prensa catalana son para Lamine Yamal, pero no vestido de Mon Chéri, como luce en la de Marca, sino lesionado. Quizá debería plantearse el FC Barcelona cuidar más al joven, no es la primera vez que se trunca la carrera de una promesa a causa de la sobreexplotación futbolística. Si no se dosifica con prudencia, el futuro de un gran futbolista puede derretirse como un Mon Chéri en periodo estival.
Pasad un buen día.
Un partido que siempre permanecerá en mi memoria es el que se disputó el 1 de diciembre de 1998, en Tokio, y que supuso la consecución para el Real Madrid de su segunda Copa Intercontinental, 38 años después de lograr la primera, que, a su vez, también fue la primera que se jugó, en 1960.
Era una fría mañana de diciembre en Madrid, por aquel entonces yo trabajaba en una empresa de ventas de productos informáticos en Alcobendas. El partido se jugaba por la mañana, por la diferencia de horario con el país del Sol Naciente. Era un martes, día laborable, y hubo que tirar de imaginación para poder salir del trabajo, quizás con la clásica excusa de “tengo que ir a ver al cliente XYZ, que nos tiene que hacer el pedido de fin de año”.
Recuerdo que el encuentro lo retransmitió Telecinco y que yo tenía que ver dicho partido en compañía de mi padre y, a poder ser, en algún lugar con ambiente futbolero. Nos aposentamos mi padre y yo aquella mañana en una cafetería cercana a su casa, en la calle Hermosilla, en pleno barrio de Salamanca. Una cafetería pequeña, con una decena de mesas orientadas hacia una televisión de mediano tamaño. Era una hora rayana a la hora del desayuno, entre medias entre tomar un café con churros o ya empezar consumiendo un vermú con unos boquerones en vinagre, todo un tanto extraño.
Esperando la hora del comienzo de la final, aproveché para que mi padre me refrescara aquella primera final de Copa Intercontinental, que se disputó a doble partido en 1960. Tras la ida jugada en Montevideo ante el Peñarol, que acabó con empate a cero goles, la vuelta se disputó el 4 de septiembre de 1960 —yo no había nacido por entonces— en el estadio Santiago Bernabéu, ante 120.000 espectadores, ávidos por ver proclamado a su equipo oficialmente como el mejor del mundo. Unos meses antes, recordemos que el Real Madrid había logrado la conquista de su 5ª Copa de Europa consecutiva, tras golear 7-3 al Eintracht de Francfort en Glasgow, en el mejor partido jamás disputado.
Obviamente, mi padre, socio del club desde 1928, estuvo presente en el Madrid-Peñarol, por lo que pudo narrarme con todo detalle aquella increíble exhibición, disputado a las 20:30 horas de la noche veraniega madrileña. A los 10 minutos, la final estaba prácticamente finiquitada, con 2 goles de Pancho Puskas y otro de Alfredo Di Stéfano, un 3-0 que dejó KO a los aurinegros de Peñarol, recientes campeones de la Copa Libertadores, en la que derrotaron al Olimpia de Asunción paraguayo. Era el Peñarol un auténtico equipazo, dirigido por Roberto Scarone, liderado en el campo por el centrocampista Luis Cubilla y con dos estiletes en su delantera como Carlos Borges y el ecuatoriano Alberto Spencer.
Se llegó al descanso con un claro 4-0, tras el gol del malogrado Chus Herrera —fallecería 2 años después tras su grave enfermedad—, y el segundo tiempo ya fue un paseo militar para los blancos, que marcaron su quinto gol por medio de nuestra Galerna Paco Gento, mientras que, en los últimos minutos, Spencer maquilló el marcador con su gol, que supuso el 5-1 final y el logro de aquel nuevo trofeo internacional para las arcas del club de Concha Espina.
Todos aquellos datos los iba narrando mi padre, mientras hacíamos tiempo para contemplar la que podía ser nuestra segunda Intercontinental. Recordemos que desde la de 1960, el Madrid tan solo había podido disputar la de 1966, también a doble partido, y contra el mismo rival uruguayo, el Club Atlético Peñarol, y que no logró conquistar ya que los Carboneros se impusieron en el año de los Yeyés con 2 victorias ante los blancos, 2-0 en Montevideo y un nuevo 0-2 en el Bernabéu, con 3 de los 4 goles marcados por Spencer, y con actuaciones sensacionales de su mítico guardameta Ladislao Mazurkiewicz.
Las imágenes de Telecinco mostraban la noche de Tokio, con el calentamiento de los recientes campeones de Europa de1998, entrenados por el holandés Guus Hiddink que sustituyó en el verano a Jupp Heynckes, que había transportado a la gloria de la Séptima en Amsterdam a los nuestros. El rival era el reciente campeón de la Copa Libertadores, los cariocas del Vasco de Gama, que habían batido en la final al Barcelona de Guayaquil, campeón de Ecuador.
Los brasileños se habían proclamado vencedores de la Libertadores por primera vez, y su figura principal era Juninho Pernambucano que, posteriormente, hizo una brillante carrera en Europa, con 8 campañas en el Olympique de Lyon, con 100 goles marcados y 7 ligas francesas conquistadas.
El partido, si lo recuerdan, resultó muy complicado para el Real Madrid, que llegaba en unas precarias condiciones anímicas por sus deficientes resultados en la liga española, deambulando entre el tercer y el sexto lugar de la clasificación, y con el puesto de Hiddink en entredicho (de hecho, fue destituido poco después, en febrero de 1999, siendo reemplazado por John Benjamin Toshack).
A mediados de la primera parte anotó el equipo merengue con un autogol del brasileño Nasa, tras un pepinazo de los muchos que protagonizó Roberto Carlos en su gloriosa etapa madridista. Parecía que iba a haber pocos goles aquella noche japonesa, y por el Madrid destacó como nunca el trabajo en defensa de Fernando Sanz en su mejor partido como jugador blanco. Era aquel Madrid un ramillete de grandes individualidades, con Redondo y Seedorf como directores de orquesta, pero que no acababa de cuajar un partido completo en liga, ni tampoco en aquella final.
El Vasco de Gama se apropió de la pelota en la segunda parte y comenzó un cierto asedio a su rival. En el minuto 55 igualó Juninho tras un golazo que no pudo atajar Illgner, eran los momentos de mayor dominio de los cariocas. Más tiros a puerta que los blancos —9 a 4 en total—, que apenas inquietaban al meta Carlos Germano. Tras la igualada, pareció haber una tregua entre los dos equipos, como si estuviesen satisfechos para ir a una prórroga, lo que comportaba una amenazadora incertidumbre. El partido era ciertamente trabado, con constantes interrupciones debido al gran número de faltas señaladas, 53 en total, 28 por parte del Real Madrid.
Ni un solo cambio por parte de los madrileños, que aguantaban la enorme humedad del ambiente con un ritmo de juego muy lento y con muchas imprecisiones en los pases. Todo cambió en el minuto 83, con un globo lanzado por Clarence Seedorf a los dominios de Raúl González, un auténtico islote en la delantera merengue, siempre perseguido por al menos dos rivales. Raúl estiró como nunca su pierna izquierda para pinchar el balón, y lo demás ya es historia, con su célebre aguanís, que dejó boquiabiertos a los más de 50 mil espectadores del Estadio Olímpico, y a todos los televidentes de medio mundo. Los madridistas llevábamos más de media hora mordiéndonos las uñas y casi dábamos por buena una prórroga para aclararnos las ideas.
Mi padre, q.e.p.d., se alegró como pocas veces recuerdo. Sin duda, su mente dichosa se transportó en aquel momento a 38 años antes, y, viendo las repeticiones del soberbio gol, me abrazó una y otra vez con lágrimas a punto de desbordar sus ojos. Y es que mi padre, mi mayor héroe, más que D’Artagnan y Jim Hawkins juntos, era un absoluto devoto de Raúl González, uno de los componentes de su trinidad favorita, compuesta por don Alfredo, Pirri y el propio Raúl.
El próximo miércoles me sentaré a ver la Copa Intercontinental, competición que se dejó de jugar en 2004, hace ya veinte años, cuando fue reemplazada por el Mundial de Clubs. El Real Madrid puede ponerse en cabeza en solitario en el palmarés de este trofeo, ganado 3 veces (la tercera en 2002 ante el Olimpia paraguayo), las mismas que el AC Milan, el Boca Juniors y los dos equipos de Montevideo, el Peñarol y el equipo del gran Pepe Santamaría, el Nacional. Y volveré a vivir, junto a mi padre en mi mente, aquella mañana de abrazos y de alegría del 1 de diciembre de 1998.
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Todo cambio de régimen implica un biscotto, un pacto, una componenda. Es una historia muy vieja, por otra parte. Más vieja que el mismísimo mundo. Lampedusa le dio el archisabido nombre: gatopardismo, es decir cambiarlo todo para que todo siga igual, etcétera. Yo, hoy, tendría que estar hablando del regreso (algo de mentirijillas, todo hay que decirlo) de la Copa Intercontinental. Pero qué quieren que les diga yo a ustedes: en este mundo perro en el que vivimos, ya te joden hasta la nostalgia. Al Madrid, que jugó fatal en Vallecas el sábado por la noche, un partido malo de solemnidad, sobre todo en defensa, calamitoso, infame, le birlaron sin embargo dos penaltis como dos catedrales góticas. Una cosa no quita la otra.
Eso, el latrocinio arbitral, impidió que a esta hora el equipo de Ancelotti sea el líder de la Liga y, además, con un partido menos. Fueron unos penaltis tan descarados, el primero de ellos además con el árbitro encima y el segundo con el ominoso y laaaargo silencio de los comentaristas del realizador oficial en España del campeonato mientras Óscar Lago, ese Leni Riefensthal de la propaganda antimadridista desde los tiempos de Canal Plus y las ligas de Tenerife, iba pasando las tomas de la patada a Vinícius en toda la espinilla; fue tan burdo el asunto que, ¿cómo ponerse tierno recordando esta mañana si lo que a uno le pide el cuerpo es quemar el Palacio de Invierno?
Cómo sería el tema que hasta el Madrid abandonó el rictus hierático del faraón y arqueó las cejas con su crónica habitual de los partidos, en su página web. Es de agradecer que al menos alguien en las alturas institucionales comparta el hartazgo del madridista medio. Pues lo cierto es que nos están haciendo verdadera luz de gas. Los enemigos del Madrid, que suelen serlo también de la verdad y de la decencia, han conseguido invertir los términos de la realidad. Desde que saltó lo de Negreira, hace ya más de un año, a menudo tengo la sensación de que, señalando el semejante montón de mierda que se está acumulando en la causa judicial contra el Barcelona por adulterar la competición por décadas, el madridista asume el ridículo disfraz del bufón conspiranoico. Es decir, que se pone, o le ponen, el gorrito de papel de plata en la cabeza. Y que quienes debían ser los principales denunciantes públicos del escarnio, todas las demás aficiones de España, lo ridiculizan a él y no precisamente al aficionado del Barcelona. Pues, en el fondo, y aquí está la madre del cordero, todos ellos confraternizan con el sospechoso ladrón en agradecimiento por haber jodido tanto al que en buena lid lo ganó casi siempre todo.
Quienes debían ser los principales denunciantes públicos del escarnio del asunto Barça-Negreira, todas las demás aficiones de España, ridiculizan al madridista y no al aficionado del Barcelona. En el fondo, todos ellos confraternizan con el sospechoso ladrón en agradecimiento por haber jodido tanto al que en buena lid lo ganó casi siempre todo
Es enloquecedor, pero así estamos. La cosa es que viendo lo alevoso de los dos penaltis mangados al Madrid en ese Puerto de Arrebatacapas que es cada fin de semana la liga española de fútbol profesional, yo no puedo más que pensar que Negreira, en realidad, sigue mandando. No ya la persona, sino El Sistema. El otro día Villar salió diciendo que Negreira era poco más o menos que un estafermo en el Comité Técnico Arbitral, a pesar de que su “colaboración”, en calidad de vicepresidente del mismo, con el Barcelona empezase con su llegada al estamento arbitral de la Federación y cesase con su marcha. Ya es mala suerte que los sucesivos presidentes barcelonistas sobornasen durante todos esos años a un mindundi.
Las cosas raras que todos pudimos ver a lo largo de ese tiempo y que tuvieron su clímax a lo poltergeist durante la Era Messi no fueron otra cosa que casualidades. Un cúmulo nuboso de casualidades. Una DANA estocástica. Pensando en la Copa Intercontinental caí en la cuenta de que cuando el Madrid ganó aquella del 98, con el aguanís de Raúl en Yokohama, ¡ya estaba Negreira en plena faena! Aquella misma liga, por ejemplo, que terminó ganando el Deportivo de La Coruña, contempló una de las barbaridades más gordas que uno recuerda: en el Clásico del Camp Nou famoso por el gesto de silencio de Raúl, Sergi Barjuán evitó un gol del Madrid bajo palos realizando un hermoso paradón, evidente para todos menos para el trencilla del encuentro. Que se fumó, como dicen ahora los chavales, un penalty tan obsceno como los del sábado en Vallecas, y aquí paz y después gloria.
Lo que nadie aún ha explicado es por qué el videoarbitraje está sirviendo de herramienta para manipular los partidos al antojo de oscuros realizadores ni cómo es que la tecnología está legitimando la adulteración de los resultados a conveniencia de los adversarios del Madrid
Puede que Negreira ya no esté, pero sin duda han quedado algunos de los resabios de aquella época tan larga. Los regímenes autocráticos de extensa duración sólo terminan, o son desactivados, desde dentro. De la satrapía villaresca en la RFEF se transicionó a otro modelo, el rubialesco, que llevó la emancipación de la mujer a Arabia Saudí y toneladas de dinero a muchos otros lugares, algunos de los cuales están por cierto también siendo investigados. Pero los resortes burocráticos del poder, ¿han cambiado? No lo parece, desde luego.
Vivimos en plena modernidad, lo pensaba mientras nos metían por los ojos la enésima actuación de opereta bufa que Tebas con su idea de las cámaras en el vestuario le brinda cada sábado a los rivales del Madrid en provincias, antes de saltar al terreno de juego. Tenemos Supercopa árabe y Copa Intercontinental emiratí, Mundial de Clubes en verano y hasta podemos verles el jeto a los narradores de la tele cuando en un partido se mete un gol. Lo que nadie aún ha explicado es por qué el videoarbitraje está sirviendo de herramienta para manipular los partidos al antojo de oscuros realizadores ni cómo es que la tecnología está legitimando la adulteración de los resultados a conveniencia de los adversarios del Madrid, para sorpresa de nadie y escándalo tan sólo de nosotros, que somos cuatro gatos.
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Buenos días, amigos. Estamos tan absolutamente hastiados de la putrefacción imperante en el fútbol español, plasmada una vez más el sábado en el ominoso atraco perpetrado por Martínez Negreira, digo Munuera, que ya ni nos hacen ilusión los tropiezos del club que, precisamente, pagó a Negreira para obtener lo que con todas las comillas del mundo llaman “neutralidad arbitral”.
Sí, amigos, el club cliente de Negreira, que solo ha logrado 5 puntos de los últimos 18, se pegó un costalazo notable palmando contra el Leganés en su propio feudo (0-1) y mostrándose incapaz de remontar el tempranero gol pepinero en casi noventa minutos. Esta noticia nos habría alegrado sobremanera en circunstancias normales, pero todavía nos dura la cólera por lo acontecido en Vallecas, de manera que no podemos ni celebrar. Las portadas de la prensa cataculé vienen enojadas con su equipo, lo cual debería producirnos regocijo. Pero no llega a hacerlo. El asco ante el continuismo del mundo negreiril ahoga la risa característica de estas situaciones. Estamos instalados en una suerte de nihilismo doliente. En la confianza de que a vosotros no os pase lo mismo, y seáis capaces de responder con el debido jolgorio, os hacemos partícipes de esas portadas.
Reíd vosotros si podéis. Gozadlo en nuestro lugar, vicariamente. A nosotros nos cuesta. Cuando algo es una mascarada, se pone cuesta arriba el aplaudir hasta los accidentes más felices que forman parte de la misma. Nosotros aún vivimos bajo los efectos vergonzosos de la cacicada mayúscula de Martínez Negreira, digo Munuera, en la noche sabatina, cuando escamoteó no uno, como dice todo el mundo, sino dos penaltis como sendos pianos de cola al Real Madrid. El que más (precisamente) cola ha traído ha sido el que sufre Vinícius, sin que ni Munuera ni su compinche del VAR señalasen nada.
Ayer precisamente se publicaron unas imágenes de DAZN en las que se ve a Martínez Negreira, digo Munuera, admitiendo ante Vini, durante el partido, que tal vez se había equivocado. La pregunta saltó como un resorte en el consejo de redacción de La Galerna.
—Si no había visto nada en el monitor, y la jugada acababa de tener lugar, ¿cómo podía saber que se había equivocado?
La respuesta también saltó de inmediato.
—Prevaricando —contestó Athos Dumas.
Pues eso. Prevaricando, que es gerundio. Si de manera inmediata a la jugada, y sin acceso a repetición alguna, admite que posiblemente se ha equivocado, ¿no será porque en el propio instante de tomar la decisión sabía que estaba tomando la decisión equivocada?
¿Cómo no pensarlo? ¿Cómo no pensarlo del hombre que señaló aquel célebre penalti inverso ante el Sevilla que privó de una liga al Madrid? ¿Cómo no pensarlo del peón del sistema que se negó a aplicar el protocolo antirracismo en Pamplona, del esbirro negreiresco que abroncó al propio Vini ante los continuos mandobles que sufrió en otro partido en Vallecas? ¿Cómo no intuir prevaricación cuando la rueda sigue girando con los mismos neumáticos que instalaron los que perpetraron el crimen durante 17 años?
La liga va a ser prácticamente imposible. El equipo cliente de Negreira se deshace a ojos vista, pero surge la alternativa del Atleti, que está muy fuerte este año, como corresponde a los fichajes millonarios que ejecutó en verano. La prioridad del sistema es que el campeonato no lo gane el Madrid. Si el Barça se viene abajo, como ciertamente está haciendo, y deja de ser candidato, el sistema virará en dirección al cholismo, nombrándolo nuevo favorito. Todo ello sin perjuicio de admitir que se trata de un brillante Atlético de Madrid, como ufanas se encargan de recordar las primeras planas de los diarios deportivos editados en Madrid.
Os dejamos con ellas, y con esta sensación de inevitabilidad lastrando el alma. La corrupción es intrínseca al fútbol español, y el agente corruptor de la misma, que es el FC Barcelona, campará por sus respetos hasta que el horizonte se resquebraje y el fin de los tiempos nos engulla a todos.
Pasad un buen día.
Antes del comienzo de esta temporada, era creencia general que el Madrid iba a arrasar porque su plantilla parecía invencible. La sorprendente sucesión de medianos resultados ha desencadenado una serie de sesudos análisis, para justificar los repetidos fiascos. Ésta es una lista de los que mejor recuerdo:
1/ Un calendario imposible. 2/ las repetidas lesiones. 3/ la ausencia de Kroos. 4/ Los años de Modric. 5/ Los retrasos en los cambios de Ancelotti y su excesivo respeto a las jerarquías. 6/ El período de aclimatación y la escasa puntería de Mbappé. 7/ La ausencia de un director de juego, en el centro del campo. 8/ La mala planificación, en la defensa. 9/ La resistencia de algunos árbitros a pitar claros penaltis a favor del Madrid, para que no les tilden de merengues. 10/ El carácter de Vinícius. 11/ La guerra de los organismos internacionales del fútbol contra Florentino. 12/ la envidia de la prensa culé…
Todo esto es verdad indiscutible pero son solamente excusas. La posición actual del Madrid en la Liga y en la Champions sería buena para cualquier otro equipo pero no lo es para el Madrid. Sobre todo, preocupan las sensaciones repetidas que el equipo está dejando, en muchos partidos.
Lo hemos visto últimamente, por ejemplo, frente al Atlético de Bilbao y el Rayo. Los rivales del Madrid salen al campo como si en ello les fuera la vida, pelean incansablemente, ahogan a los blancos. Frente a eso, el Madrid sale tranquilo, a verlas venir. Como se sabe superior, técnicamente, se limita a esperar que el rival se canse y no logre mantener ese ritmo: ya llegarán las ocasiones y, como son tan buenos jugadores, acabarán aprovechándolas y ganando el partido.
La posición actual del Madrid en la Liga y en la Champions sería buena para cualquier otro equipo pero no lo es para el Madrid. Sobre todo, preocupan las sensaciones repetidas que el equipo está dejando, en muchos partidos
La experiencia demuestra que así ha sucedido, muchas veces. Después de sestear incomprensiblemente durante bastantes minutos, el Madrid despierta, aprovecha el cansancio físico y moral de su rival, acaba ganando. A todos los madridistas nos hacen felices esas épicas remontadas. Pero surge la inevitable pregunta: si saben jugar así, ¿por qué no lo han hecho antes?
Lo malo es que ese final feliz no siempre llega: algunas veces, el rival sabe defenderse, no tenemos la puntería necesaria, nos roban penaltis, el tiempo se acaba y acabamos perdiendo o empatando un partido que debíamos haber ganado sin la menor duda.
Más allá de las excusas y de los atenuantes, la causa está clara: a los jugadores del Madrid les falta hambre; han ganado ya muchos títulos; se creen superiores y lo son, pero no siempre se esfuerzan lo suficiente para demostrarlo. Por eso, les suele ir mejor en la Champions que en la Liga: como diría un psicólogo argentino, les “motiva” más que Europa entera esté pendiente de ellos.
Más allá de las excusas y de los atenuantes, la causa está clara: a los jugadores del Madrid les falta hambre; han ganado ya muchos títulos; se creen superiores y lo son, pero no siempre se esfuerzan lo suficiente para demostrarlo
La raíz de los fallos del Madrid la encontramos ya en la sabiduría popular del refranero: “En la confianza está el peligro”. Pero eso no es fácil de remediar. Sin una radical cura de humildad, seguiremos alternando jornadas gloriosas con lamentables decepciones. En un equipo con tantas estrellas, ¿es posible esa cura? ¿Quién y cómo le pone el cascabel a este gato?
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Antes de entrar en materia. ¡Qué tíos Leganés y United! Hace un frío pelón, pero me vi obligado a darme una ducha fría antes de meterme en la cama: sudaba a mares y soy sobre todo un tipo limpio, no estaba presentable.
Siempre pensé que esa condición acabó de convencer a mi mujer y aceptó apadrinarme. Que los pepinos ganaran en Barcelona acarreaba una reacción corporal inevitable y salvaje que empezó a manifestarse con lo de la Premier… Vivir para ver.
Total, que el Madrid no se puede ir de la Liga. Le encantaría, pero…
El imparable equipo de Flick es eso, pero con matices. Es imparable pues no para de perder puntos. En el fondo no es raro: ¿qué es lo que más le gusta al culé? Tener al Madrid cerca. No sé… A ver si no acaba volviendo Xavi. ¿El agua fría? Puede.
En Inglaterra, el United de Casemiro ganó del derbi de Manchester en Can City: perdía 1-0, empató en el 88 y ganó en el 90. ‘Case’ jugó en el Madrid donde los finales son epopeyas. En cambio, el Lega marcó pronto. Sólo cuatro minutos estuvo con el marcador empatado. El Barça nunca estuvo por delante, 'quícir'.
Palmar se palma de muchas maneras, ya ven. Los azulgranas, sin bajas notables. City y Madrid, sí. Ríndanseme, porfa: cuando las lesiones asolan a un equipo por mejor que sea este y su plantilla, conseguir la estabilidad, la confianza, la continuidad, la velocidad de crucero es muy complicado.
Madrid y City, los considerados mejores equipos del mundo, están lejos de su mejor nivel. ¿Guardiola, Ancelotti, los entrenadores? ¡No me digan que no acaban de convencerse de que el fútbol es de los futbolistas! Miren las enfermerías de ambos y tengan el valor de decirme que es casualidad.
El imparable equipo de Flick es eso, pero con matices. Es imparable pues no para de perder puntos. En el fondo no es raro: ¿qué es lo que más le gusta al culé? Tener al Madrid cerca
Dicho lo cual, quizá también le pasa a usted, servidor se pone a ver los partidos del Madrid con talante diferente en función de la competición que disputa. Si es española o no, por concretar. Hace mucho tiempo que estoy en esas.
Cuando juega aquí le pongo cierto interés digamos futbolístico, pero lo que más espero es el momento de que pase ‘algo’ en su área o en la del rival. Normalmente sucede en esta última. Deseo que llegue lo de entre Vinícius y Mumin, la otra noche. No lo puedo remediar. Me río muchísimo. Comprendo a la gente que se sulfura, hace mal. Les dije y repito que nuestro fútbol me lo tomo a coña.
No soy Ojo de Águila, pero vi la jugada y respingué: le ha dado, el defensa al delantero. Lo pensó todo aquel que estaba viendo el partido, por supuesto mucho mejor quienes lo seguíamos por la tele. Sí, como los del VAR. Pero nada. El árbitro Munuera vio balón y los colegas de arriba lo mismo. Compenetrados están.
Nada. Ni una duda. Tan claro tuvieron que no hubo falta que ni espacio para la revisión abrieron. Admito que hubiera, y sigue, quien no vio penalti, incluso quien falta de Vinícius. Sí, afirmo que todos, pros y antis, todos de entrada pensaron ¿y eso? Todos menos el árbitro y sus colaboracionistas. ¿No les extrañó siquiera un pelo? No, nada.
Hubo penalti a Vinícius, sí: ¿y qué? Siguen al mando los conocidos. Y seguirán porque la federación no va a cambiar y la Liga está entusiasmada con el continuismo. Pierdan toda esperanza y es más: si hubieran pitado la falta, el panorama no habría cambiado. Hubiese sido un accidente, enajenación mental transitoria o así. La tomadura de pelo continuaría. El Madrid juega así aquí, estas son las bases de su concurso.
Hubo penalti a Vinícius, sí: ¿y qué? Siguen al mando los conocidos. Y seguirán porque la federación no va a cambiar y la Liga está entusiasmada con el continuismo
Vendrá el partido con el Pachuca y lo veré con otros ojos. Esa jugada, la de Vallecas en Doha, por lo menos será revisada. Normalmente el Madrid ganará —o no, claro— y volverá a casa. Recibirá al Sevilla de Jesús Navas, al que el Bernabéu despedirá como merece si disputa los últimos minutos de su magnífica y ejemplar carrera, comerá los turrones y el día 3 visitará Mestalla en el partido que aplazó la tragedia.
Después se estrenará en la Copa, disputará la Supercopa, volverá la Champions y seguirá jugando la Liga poniendo al servicio de esa causa sus trapecistas, titiriteros, forzudos, escapistas, hombres bala, magos… Lo que no debe hacer, insisto, es tomárselo en serio.
Para que el Madrid la gane debe rozar la excelencia al menos ocho de los nueve meses que dura la competición. Y, desde luego, no repetir lamentables inicios de partido como el del sábado. Sabes lo que te espera, si encima das facilidades… La facilidad del equipo para hacer el tolili es tremenda.
Dice Ancelotti que todo cambiará con la llegada del nuevo año. Puede ser. Lo cierto es que entre unas cosas y otras no ha alcanzado su velocidad de crucero. No mantiene la nave los 20 nudos, no navega estable, sostenido, todo eso. No puede y le penaliza, claro. Lo demás, lo de Vallecas, va en el negocio. Más peso en la bodega del barco. Pero está a un punto de la cabeza. Pepinazo, sí.
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Buenos días, amigos. El colegiado Martínez Negreira, digo Munuera, privó ayer al Real Madrid de la victoria en casa del Rayo Vallecano.
Esta verdad (porque lo es), enunciada así, puede sonar conspiranoica, el fruto de un forofismo feroz hermanado con el mal perder. Y bueno, qué queréis que os digamos. Que eso mismo se podría decir de quien sugieriese que uno de los clubes en liza en la competición pagó durante un mínimo de 17 años a la cúpula arbitral, y que descubierto el pastel las cosas siguieron exactamente igual, es decir, con los mismos árbitros de un sistema corrupto perjudicando al único club que se atreve a hacer frente judicial y mediático al contubernio. De quien afirmase que tal es la situación también podría decirse que es un conspiranoico. Pero resulta que todo eso es verdad, punto por punto.
Así que afirmaremos taxativamente que el Real Madrid perdió dos puntos en Vallecas por culpa de Martínez Negreira, digo Munuera, porque si bien el Madrid cometió errores defensivos groseros, que le costaron un par de goles, habría ganado el partido de haberse señalado como penalti lo que lo era, a saber: un empujón descarado a Arda Güler en el primer tiempo, y una patada de manual a Vinícius en el segundo, esta última ultrademostrada por las imágenes del VAR que tampoco sabemos si Tatxo Benet (responsable de esta tarea y a la sazón miembro del consejo de administración de una filial culé) hizo o no hizo llegar a la sala de videoarbitraje. Por lo menos esta vez sí se las hizo llegar al espectador, aunque esto solo sirva para incrementar la frustración y el deseo de romper mobiliario urbano por parte de este.
Hasta Íñigo Pérez, el técnico rayista, coincidió con el resto del género humano en que la jugada con Vinícius era un penalti de manual. Lo reconoció hasta Carlos Martínez en la narración de Movistar, bien es cierto que unos tres meses después y cuando ya no había más remedio que corroborar lo que veían las ojos de todo el mundo. De todo el mundo menos de Pérez Burrull, comentarista arbitral de Marca a quien recomendamos cordialmente una visita al oftalmólogo o un viaje sin billete de vuelta a Turín. A elegir.
Y ya que hablamos de Marca, vamos con la indignante primera plana del diario amigo de todas las aficiones menos de una.
“Vallecas aleja el liderato”, sueltan los amigos marquistas. Que la cosa ocurrió en Vallecas es algo que puede verificar la ficha del partido, pero no fue Vallecas el causante del tropiezo. El causante del tropiezo fue Martínez Negreira, digo Munuera, que se inhibió en dos jugadas cristalinas.
Hay otras causas que incidieron, claro, no fue solo Martinez Negreira, digo Munuera. El Madrid no tuvo la menor concentración defensiva en los dos primeros goles rayistas, y eso es grave, pero no es lo más grave que hicieron los jugadores de Ancelotti ayer. Lo más grave que hicieron los jugadores de Ancelotti ayer, y lo que de verdad nos cuesta mucho perdonarles en esta mañana todavía furibunda, es no quejarse ante el expolio, no poner el grito en el cielo aunque sea a través de la figura del capitán sobre el campo, y a través de la figura del mismísimo lucero del alba al término del mismo. RMTV, La Galerna y unos cuantos tuiteros coléricos no son suficientes.
As coincide con Marca en el bajísimo perfil que le otorgan al asunto arbitral, cuando en realidad es central para explicar las cosas. “El VAR no intervino en un posible penalti sobre Vinícius”, decía asépticamente Marca. Posible my arse, como diría un viejo feligrés acodado en la barra de un pub de Leicester. “Ancelotti se queja de un penalti no pitado a Vinícius”, informa As. Bueno, por lo menos no dice “POSIBLE penalti”, como hace Marca de manera indignante, pero seguimos echando de menos la contundencia que este asunto demanda. Y además son dos penaltis, no uno. ¿Alguien puede imaginar la tabarra mediática que estaríamos recibiendo por parte del barcelonismo en el muy improbable escenario de que ELLOS hubieran sufrido este arbitraje? Estarían ardiendo Troya y ciudades dormitorio limítrofes. Si esa patada impune la hubiera sufrido Lamine Yamal, el asunto abriría telediarios, las terminales mediáticas culés de la capital se mostrarían incendiarias, y no queremos ni pensar en el tono de las portadas protoculés editadas en la Ciudad Condal, que aquí os traemos sazonadas de regocijo por el empate blanco.
Esta noche, frente al Leganés, el equipo cliente de Negreira tiene la oportunidad de aumentar su ventaja en la tabla gracias a lo que aconteció anoche en Vallecas, y la prensa afín se frota las manos ante la muy accesible opción. Ellos se frotan las manos, y nosotros las mantenemos crispadas en el aire, sin querer hacer con ellas un puño con el que autolesionarnos, como Edward Norton El Club de la Lucha. No aguantamos más.
¿Y vosotros?
Pasad un buen día.
-Courtois: APROBADO. No pudo hacer nada en ninguno de los goles y no tuvo apenas otras ocasiones de lucirse.
-Lucas Vázquez: APROBADO. Tenaz por su banda pero sin demasiado acierto.
-Fran García. APROBADO. Metió algún buen centro. Es un buen lateral izquierdo de Primera División, pero hay dudas respecto a su aptitud para el Real Madrid.
-Rüdiger. APROBADO. Aguerrido.
-Tchouaméni: SUSPENSO. Aturullado.
-Valverde: NOTABLE. InCansable. Golazo.
-Modric: APROBADO. Flojo partido.
-Bellingham: APROBADO ALTO. Marcó un gran gol, se desinfló y tuvo destellos, pero participó menos que otras veces.
-Güler: APROBADO. No brilló.
-Rodrygo: NOTABLE. De los mejores. Siempre sembró el peligro y marcó un gran gol.
-Brahim: APROBADO. Bregador.
-Vinícius: APROBADO. Casi marca en una espléndida jugada, pero debe intentar controlarse con los árbitros, aunque sea difícil.
-Camavinga: APROBADO. Alternó acciones de mérito con otras poco inteligentes.
-Ceballos: APROBADO. Sin tiempo para mucho.
-Endrick: SIN CALIFICAR.
-Ancelotti: SUSPENSO. Un equipo que encaja dos goles como los dos primeros del Rayo no está trabajado en defensa como debiera.
Arbitró Juan Martínez Munuera. En el VAR estuvo González Fuertes.
Impresentable arbitraje del trencilla de Benidorm. Uno de esos que solo con escuchar su nombre ya te da tirria. Malo como pegar a un padre.
Se tragó un penalti calamitoso de Mumin a Vinicius en el 78'. Todo con la ayuda de González Fuertes desde el VAR que no quiso avisarle porque con la lupa de la retransmisión quedó clara la patada del defensa que no toca balón.
Luego que Pathe Ciss se marchase sin tarjeta tras coser a paradas a Bellingham fue prevaricacion directamente.
Eso sí, por protestar en esta Liga desefundan rápido. Es una vergüenza. Ya está bien de ser suaves con este gremio repelente y deshonesto.
Los amonestados fueron Batalla, Nteka, Isi y Camello en el Rayo y Modric y Vinicius en el Real Madrid.
Se protestaron dos caídas de De Frutos y Güler en ambas áreas pero no para señalar los once metros.
Martínez Munuera, DEPLORABLE, FUNESTO, LAMENTABLE y PENOSO.
El colegiado Martínez Munuera, exponente destacado del negreirato 2.0, logró un valioso empate en Vallecas. Le ayudó un Madrid empeñado en desbaratar sus propios méritos ofensivos con enormes errores en defensa.
La alineación de Ancelotti presentaba una de esas novedades que estimulan al contestatario, como la presencia de Güler. Quedaban por dilucidar su propia posición y las de de Brahim y Rodrygo, intuyéndose que el brasileño sería falso nueve. El banquillo contaba con ilustres como Vinícius, el recuperado Camavinga o el renacido Ceballos. Por poco propenso a las rotaciones que sea Carlo, la inminencia de la Intercontinental demandaba reservar efectivos. En una declaración de intenciones menos premonitoria de lo deseable, Arda Güler trataba de marcar desde el mismísimo saque de centro, en intento (fallido) que no recordábamos haber visto en nuestra larga historia de aficionados.
No ocurrió nada. Solo se selló uno de los más negros episodios del negreirato
Sin embargo, quien sorprendió fue el Rayo. El habilidoso De Frutos hizo lo que quiso conFran García por la banda que les enfrentaba , y Unai López remató de cabeza su centro sin que nadie se hubiera avenido a bajar a marcarle. Minuto 6, 1-0, y nervios inaugurales para marcar el encuentro desde la óptica madridista.
La organización táctica del Madrid no era la antes augurada. El falso nueve era para Brahim, con una línea de tres por detrás: Rodrygo por la izquierda, Güler por la derecha y Bellingham por el centro, aunque con la preceptiva movilidad. El partido se había puesto en chino mandarín desde el principio, y el dinamismo se antojaba crucial para remontar. Sin embargo, quien la tuvo a los diez minutos volvió a ser el Rayo, aunque De Frutos la mandó a las nubes.
El Madrid reaccionó con una buena jugada colectiva que por poco desemboca en gol de Rodrygo, pero Batalla paró su remate angulado. Trataba de asentar su dominio el Real, pero la intensidad de los blanquirrojos lo impedía, agresividad en las faltas incluida. Se subían a las barbas los rayistas a punta de puro nervio. Protestaron incluso los locales un posible penalti de Rüdiger en su brioso acoso. Se echaba de menos en los pupilos de Carletto una tensión competitiva pareja a la de sus rivales. La posesión era suya, pero los locales creaban más sensación de peligro en sus acercamientos, presididos siempre por un brutal ritmo de juego.
Pasada la media hora llegó la mejor ocasión hasta el momento para los madridistas. Una gran incursión de Rodrygo por la izquierda acabó en un centro largo que Lucas puso a Bellingham para que remachara, pero se adelantó Güler para lanzar fuera un balón que no era para él.
No obstante, quien marcó fue, increíblemente, el Rayo, en un córner vergonzosamente defendido por la defensa blanca. Isi Palazón lanzó muy bien desde la esquina, y remató completamente solo Mumin. Debería ser penado con la mayor severidad que el mejor equipo del mundo puedo encajar goles tan inocentes, como también debería estar premiado que existan jugadores capaces de marcar el tanto a través del cual el Madrid acortó distancias. Valverde le pegó con toda el alma, marcando uno de los goles de la temporada. Nadie lanza de lejos como él.
En el minuto 42, Munuera, epígono ilustre de Negreira, se tragó un penalti como una catedral sobre Güler. A veces se nos olvida que jugamos contra lo que jugamos, y cronistas como el firmante cae en la tentación de tratar de analizar las cosas como si fueran normales.
Pero el Madrid es lo que es y ama el vértigo. Un centro magnífico de un inquieto Rodrygo fue rematado por Bellingham a la red. Séptimo gol del inglés en siete partido partidos consecutivos y en siete remates a puerta. Su cabezazo fue inapelable, como decían los clásicos.
El Madrid intensificó su dominio al comienzo del segundo tiempo, bien es cierto que sin generar ocasiones claras hasta que Rodrygo facturó otro de los prodigios de la noche. La pegó el brasileño después de amagar en la frontal y, aunque el balón roza ligeramente en Ratiu, su remate es una maravilla técnica. 2-3 desde el 20, en una nueva muestra de la legendaria querencia vikinga por las remontadas.
Óscar Valentín y Sergio Camello entraron en el bando de Íñigo, mientras en las filas carlettistas calentaban Camavinga, Ceballos y Vini sin que el técnico se decidiera a darles entrada aunque Modric daba muestras de cansancio en un partido mejorable del croata. El sustituido, no obstante, fue Brahim para dar entrada a Vini, recibido con pitos.
El Madrid, con todo, parece decidido a no abrazar jamás la solvencia. Lejeune tiró desde lejos, e Isi Palazón se interpuso en la trayectoria de la pelota para meter la puntera delante de Courtois y establecer el 3-3. Vuelta a empezar y gracias, porque Pedro Díaz casi marca en un chutazo raso.
El partido era un correcalles absurdo y entretenido para el neutral. Camavinga ingresó en el campo en sustitución de Modric. La sensación era que cualquier cosa podía pasar, incluido un nuevo penalti escamoteado al Real Madrid, esta vez sobre Vini. No se entiende que los jugadores del Madrid no protesten en estas tesituras, dejándonos solos predicando en el desierto a los que condenamos el negreirato 2.0.
Entraron Endrick y Ceballos. Batalla hizo un paradón descomunal a disparo de Vinícius. Era el minuto 84 y seguía pareciendo que cualquier cosa podía suceder. El Rayo se estiraba con loable pujanza, aunque el dominio seguía siendo del Madrid. Rüdiger casi emboca una dejada de cabeza de Vinícius a centro de Fran García, y el remate de Endrick de espaldas a portería, pocos minutos después, lo solventó Batalla.
No ocurrió nada más. Solo se selló uno de los más negros episodios del negreirato.
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