Decía Rafa Benítez en la entrevista que le concedió a Juanma Rodríguez en “El primer palo”, que uno de los motivos del gran rendimiento de Casemiro, aparte de su trabajo y talento, es que es un chico que escucha los consejos, las instrucciones y los comentarios de su entrenador, y que procura llevarlos a cabo entendiendo que buscan su beneficio y el del equipo.
Me parece un ingrediente significativo y muy importante. Me satisfizo mucho que Benítez hiciera hincapié en él, porque la figura del mentor ante el alumno a veces parece denigrarse. A mí, como amante de la literatura y el cine, entre otras muchas cosas, me resultan figuras indispensables.
M refiero a la denostada figura del maestro, una voz cada vez más sorda en ciertos ámbitos, como si se convirtiera en la sacerdotisa Casandra, simplemente porque ahora todos nos consideramos profesores, aunque en realidad no pasemos de malos alumnos.
Todos hemos sido alumnos y aprovechar esa etapa sólo nos lleva a mejorar. ¿Qué hubiera sido de Luke sin Yoda y Obi-Wan? ¿Y de Jem y Scout sin su padre Atticus?
Lo cierto es que la juventud es osada, cree saberlo todo, y más en estos tiempos. Se escucha menos: ¿para qué voy a escucha a ese carca si yo lo sé todo? ¿Qué me va a enseñar ese tipo si yo juego mil veces mejor que él? Es por ello un mérito añadido que Benítez destaque ese aspecto del joven brasileño, un chaval que escucha para mejorar, que no muestra altanería ni arrogancia en la preparación, en los entrenamientos, y que si la muestra se la dedica a sus rivales en la competición, no a quien pretende enseñarle…
No terminan ahí las virtudes, luego queda ejecutarlo todo, elegir en qué incidir más, qué dejar de lado…
Con esas palabras de Benítez confirmo mi aprecio por este jugador que con paso tenaz y firme puja por un puesto en el once titular y se ha ganado a buena parte del madridismo, aunque a mí me ganó antes, un poco antes, y justo por lo contrario que destaco ahora: por lo que no escuchó.
Casemiro hizo oídos sordos a aquellos que lo consideraban un tronco, un paquete, nada más verle aparecer en el campo.
No escucho los alaridos de los que le acusaban de enchufado de Mou.
Ignoró las desesperadas invectivas de aquellos que lo acusaban de frenar la progresión de canteranos, de jugar porque Mourinho tenía manía a los españoles y le metía con calzador sin merecerlo.
Pasó olímpicamente de los desprecios de los que cuestionaron su calidad e infravaloraron sus cualidades reduciéndole a mero picapedrero del campo, alejado del estilo que debía imperar en el Madrid.
Desoyó las premoniciones de los agoreros que le anunciaban que jamás volvería a jugar en el Real Madrid una vez puso rumbo a Portugal, que su paso por el club sería fugaz una vez desaparecido Mourinho.
Se blindó de los gritos de una afición amarilla en Alemania cuando venían mal dadas para el equipo, pidiendo el balón, escondiéndolo con tranquilidad y llevándonos a la siguiente ronda de Champions.
Hoy (ayer ya) jugamos uno de los partidos más difíciles en lo que va de temporada. Muchos auguraban una derrota, pero el equipo jugó el mejor partido hasta la fecha con un montón de lesionados. Se mereció mucho más. No nos crearon una sola ocasión y se fallaron varias muy claras. En esa solidez, nuestro amigo brasileño fue pieza clave.
No me cabía la menor duda de que Casemiro era la opción perfecta para anular a Verratti, ese centrocampista deseado por buena parte del madridismo (a mí me encanta) y que ayer debió ser expulsado, muy superado por las circunstancias.
“Comecocos” Casemiro, que se zampa mediocampos rivales como si no costara, se paseó por París como si estuviera jugando en el salón de su casa, convertido en el pegamento del equipo, dirigiendo la presión alta, robando balones sin parar e incorporándose al ataque de forma habitual. Formó una dupla extraordinaria junto a Kroos y volvió a demostrar la madera de la que está hecho. Otra vez aquel chico que en Dortmund salió al rescate del equipo se apareció, pero parece claro que para quedarse. Su orden, su gran recorrido, su agresividad y el excelente desplazamiento largo en diagonal que está demostrando, prometen darnos muchas alegrías. Si este jugador estuviera en un equipo rival o se llamara Arturo Vidal, muchos madridistas verían hasta barato pagar 70 millones por él. Disfrutémosle.
Casemiro es uno de esos futbolistas que debe demostrarlo todo y más para que al menos no se le insulte y desprecie, que no le van a venir las cosas fáciles porque no es una estrella ni va a tener el beneplácito de una prensa de tintes xenófobos, y aun así, como muchos valerosos niños de la guerra, saldrá a flote. Un jugador de brega, que no va de estrella, que se remanga felizmente para realizar el trabajo sucio con orgullo, que no escatima ni se mide en los esfuerzos, que no se acompleja en ningún entorno ni situación, que no teme lo que le dirán tras una entrada, que mancha con orgullo la camiseta blanca lanzándose al suelo a por una pelota casi perdida… Es así como se tira abajo la puerta que da acceso al vestuario madridista y a la alineación titular.
Su tenacidad, su personalidad, su fuerza y sacrificio, su garra e inteligencia, su talento, todos esos aspectos que vemos plasmados en el campo con su juego, son los que le han hecho merecedor de un puesto en el mejor club del mundo. Es para sentirse orgullo y para recibir todo el respeto madridista.
Sí, queremos a Casemiro, por todo lo que aprende, por todo lo que escucha… y por todo lo que ignora. Qué exhibición la de París.
Suscribo de pe a pa lo expuesto en el articulo, es más, en mi opinión, Casemiro y Modric son los mejores centrocampistas del equipo de largo. Sólo recordar que Mou lo trajo desde Brasil de saldo y que Carlo Manofloja lo envió al Oporto. Le gustaban más Khedira e Illarramendi. Que Dios se lo perdone que yo no lo haré nunca.
Recuerdo que muchos no entendimos aquella decisión, Javier. Es bueno que lo recuerdes. Un saludo!