Carvajal y la propiedad transitiva

Buenos días. Hoy, como cualquier otro día, hay portadas, pero se nos permitirá referirnos a todas las de los últimos meses para preguntarnos con toda la perplejidad del mundo: ¿qué haremos con ellas si el denostadísimo Real Madrid de repente hace algo grande –y hasta dos cosas grandes-, cuando ya se había decidido que era imposible que las llevara a cabo? Habrá que convenir qué hacer con todas las portadas que ya asumían el fracaso si termina resultando que no hay tal, e iremos más allá: ¿no habría que preguntarse ya qué hacer con ellas, aun cuando finalmente no conozcamos el éxito en forma de título grande? Se logre un título o no, ¿el que de pronto sea viable lograr hasta un doblete no descalifica per se el permanente amor a la hecatombe en que ya se hermanan el antimadridismo y el madridismo?

El haber llegado a este punto con opciones reales –complicadas pero reales- de hacer algo enorme, ¿no debería hacer reflexionar a todas las portadas –y quien dice portadas dice posts o tuits o podcasts- que llevan semanas y semanas poco menos que descontando un año en blanco? El año en blanco, claro, aún es posible, pero el que ahora súbitamente flirteemos con el éxito, ¿no es razón suficiente para hacer reflexionar a los agoreros supremos de dentro y fuera? Tan cierto –nos parece- es que se han cometido errores graves en esta temporada, errores que deben hacer reflexionar y tomar decisiones drásticas al club aun cuando lleguemos al éxito, como que el reconocimiento de que aún puede darse ese éxito debería reconducir el discurso permanentemente catastrofista de todos los que lo han dado por imposible aun cuando efectivamente lleguemos al fracaso. Habrá entonces que admitir que no se alcanzó, pero que estuvo más cerca de lo que quiso venderse.

Decimos que el escenario de un año en blanco es aún factible y, por qué no asimilarlo, probable incluso, y decimos bien. Pero nos resistimos a aceptar el que se denigre la ilusión con la etiqueta de la ingenuidad o el oficialismo. Hubo un tiempo, creednos, en el que el madridismo cool consistía en pensar que el Real Madrid es capaz de cualquier cosa. Ahora lo cool es fruncir el ceño y desdeñar la llamada de la épica que nos conforma más que ninguna otra cosa en este mundo. Si el resquicio del éxito no es capaz de insuflar en algunos corazones la llama de la esperanza (esa cosa tan ridícula), no descartamos que ni siquiera el éxito en sí, de darse, sea capaz de ablandar la contumacia en el escepticismo y el desprecio, valores que tantísimo molan.

Marca trae a portada una foto bastante raruna de Carvajal (parece que se le ha caído una lentilla) para espolear el ambiente de remontada mañana ante el Wolfsburgo. Se dice que Carvajal puede ser el único cambio en la alineación de Zidane con respecto al partido de ida, y el apunte nos gusta porque nos gusta (mucho) Carvajal, a quien en estos días hemos leído declaraciones defendiendo a su compañero de plantilla (y rival por el puesto) Danilo de la inquina de la prensa y de muchísimos aficionados –un ejercicio complementario al de desdeñar la llamada de la épica es el de silbar a los jugadores propios, otra cosa muy cool-, y no nos extraña que lo haga. Lo hace en virtud de la propiedad transitiva de la dignidad, y nos explicamos.

Hay tres laterales derechos en la plantilla. Por orden de veteranía, son Arbeloa, Carvajal y Danilo. Cuando este último todavía no estaba, Arbeloa llegó a decir públicamente que quien merecía la titularidad para un partido determinado era Carvajal, haciendo de este modo prevalecer el compañerismo y el bien del club por encima de sus intereses personales. Viendo cómo su compañero Danilo es ahora masacrado por las críticas y los abucheos, Carvajal aplica sobre el brasileño la receta de compañerismo y dignidad que Arbeloa ya había aplicado sobre él. Arbeloa honró de modo público a su rival Carvajal y éste le devuelve la gentileza defendiendo a su rival Danilo. Es la propiedad transitiva de los hombres que se visten por los pies. Nos parece oportuno recordar ahora la enorme humildad que Danilo ha mostrado desde el primer día, cuando no se le cayeron los anillos al aseverar, en su propia presentación, que se consideraba el tercer lateral de la plantilla. No le están saliendo las cosas, pero no parece un hombre que deba suscitar las pasiones en contra que desata, por la que acabamos de dar y por otra razón que en los tiempos que corren no es tan perogrullesca: juega en el Real Madrid, es uno de los nuestros.

Por lo demás, la inmediatez del crucial encuentro ante los alemanes casi ha descartado el tiempo necesario para dar cuenta de la nueva agresión de Piqué a (precisamente) Arbeloa. Esta vez, el central barcelonista ha rebasado todas las líneas rojas al aludir, con una mezquindad incalificable, a la suplencia habitual del espartano para desdeñarle como interlocutor. Tenemos (sí) cosas mas importantes y urgentes en las que ocuparnos (Wolfsburgo) como para dar pábulo a esto, por más que nos apetezca decir muchas cosas.

-Pero oiga, todas las cosas que Piqué merece escuchar se dicen rapidísimamente. Dedique un minuto.

Todas esas cosas que Piqué podría escuchar se dicen rápido pero -ese es otro problema- nos tenemos prohibido el decirlas, por más que el inefable Gerard se merezca escuchar todas y cada una de ellas, reverberando desde allá arriba, desde lo más hondo de su pozo de ruindad.

El Adelantado de la Ouija, por su parte, nos brinda la seguridad en la remontada de Cristiano, permanentemente confiante. Cristiano apela a la magia (otro iluso, con un punto insoportable de oficialismo) y dice que será una noche perfecta, o sea, que nos clasificamos. Si el más grande jugador del Real Madrid en activo dice que nos clasificamos, y el más grande exjugador vivo en la Historia del club dice que ganamos este año la Champions (lo que obliga a la clasificación mañana), ¿quiénes somos nosotros para dudar?