Carvajal, lateral por derecho

El 12 de mayo de 2004, cuando el Real Madrid sólo había ganado nueve Copas de Europa, un chavalín de 12 años, pelo rubio cortado a tazón un tiempo después de que estuviera de moda, y que había sido fichado un par de veranos antes del modesto Lemans de Leganés, donde ya la rompía, de nombre Daniel y apellidos Carvajal Ramos, colocaba junto a Don Alfredo Di Stéfano la primera piedra de la nueva Ciudad Deportiva del Real Madrid. Aunque para muchos el hecho de ser canterano desde alevines y español ya es motivo suficiente para colocar a Carvajal entre los mejores laterales derechos de la historia del club blanco, en realidad esto no deja de ser un complemento circunstancial, como puede serlo el color de los ojos o su marca de coches preferida, y no un valor añadido.

Porque el Real Madrid, especialmente desde su entrada en el siglo XXI, es un club global, donde se mima igual al aficionado de Tetúan, esquina Bravo Murillo con Sor Ángela de la Cruz, que al de Tetúan, Marruecos. Y presume (no le ha ido nada mal, dicho sea de paso) de tener a los mejores del mundo sobre el terreno de juego, independientemente de cuál sea su nacionalidad. Un club en el que profesionales ejemplares como pueden ser Luka Modric o Toni Kroos, entre muchos otros, han demostrado más madridismo en cada entrenamiento, en cada partido, en cada firma de contrato y en cada declaración pública, que otros a los que se les presuponía tal condición.

No. Dani Carvajal no es uno de los mejores laterales derechos de la historia del Real Madrid por ser canterano ni por ser español. Obviamente, tampoco por la habilidad con la que puso esa primera piedra de Valdebebas, “delirio faraónico que llevará al Real Madrid a la ruina”, como escribió un director de periódico de tirada nacional que se levantó iluminado aquella mañana. Que para colocar piedras no hay ni habrá otro como Florentino. Carvajal es uno de los mejores laterales derechos del Real Madrid porque, siendo canterano y español, no se ha puesto a tiro ningún francés, italiano, alemán o brasileño capaz de mejorarle. Ni ahora ni cuando, tras ser elegido como el mejor lateral derecho de la Bundesliga en su año de cesión en el Bayer Leverkusen, se ganó el derecho a volver. Porque del Castilla se puede saltar al primer equipo del Madrid. Claro que se puede. El requisito es que no haya nacido nadie en ningún rincón del mundo, por recóndito que sea, que juegue mejor que tú.

Renovó contrato el pasado mes de julio y disputa su novena temporada con el primer equipo madridista porque es muy bueno. Y entrará en el ‘hall of fame’ merengue por derecho propio, al igual que entró en el XI titular de Ancelotti y en los de Zidane en las cuatro finales de Champions ganadas en cinco años. Carvajal fue el dueño de la banda derecha en esas cuatro Copas de Europa casi seguidas que alzó el Madrid, y su nombre está grabado para siempre en letras de oro en el club. Su momento más negro: aquella temprana retirada por lesión de la final de Milán 2016, entre lágrimas porque sabía que le costaba el partido más importante de la temporada y también la Eurocopa. Reaparecería a lo grande en agosto con un golazo para darle al Madrid la Supercopa de Europa ante el Sevilla tras un eslalon antológico a un minuto de la tanda de penaltis. Fue uno de sus mejores momentos, al igual que ese tuya-mía con Cristiano un año después, en el Millenium de Cardiff, asistiendo finalmente al portugués para que pusiera el primer gol en la final de la Duodécima.

Pero la hoja de servicios de Carvajal es mucho más que una recopilación de ‘highlights’. Sin ser un gran goleador (11 tantos en esas 9 temporadas), sí se ha revelado como un gran asistente, contabilizando 65 pases de gol sin sacar córners ni faltas laterales. Se trata de un magnífico centrador, tanto de interior como de empeine o de exterior, y con una capacidad sobresaliente para llegar a línea de fondo gracias a su lectura del juego para hacer desmarques de ruptura, cualidad que no tienen todos los jugadores ni muchísimo menos. Carvajal no es un lateral regateador, pero su talento para desmarcarse en carrera a la espalda de sus marcadores le ha hecho generar incontables ventajas al Madrid. También su explosividad, que le sirve además lo mismo para atacar que para defender. Porque Dani es un gran compendio de lo que exige el fútbol moderno a un lateral, imponiéndose en los 105 metros que separan a un banderín de córner del otro. Rápido, tácticamente muy listo, siempre concentrado, patológicamente competitivo, de esos que irradia carácter a sus compañeros en el terreno de juego, y duro como una roca para ir al choque, aporta en ataque pero también es un colosal defensor.

Dicen sus amigos de Leganés, los de toda la vida, que no sólo nunca supo perder, sino que “no sabía no marcar gol”. Hasta ese punto llegaba la obsesión por ganar de Carvajal, algo que en un club tan atrozmente exigente como el Madrid sólo puede reportarte beneficios y podría considerarse una virtud. Sencillamente, no tiene puntos débiles en lo futbolístico: pese a sus escasos 173 centímetros de estatura se defiende con suficiencia en los balones aéreos cerrando centros al segundo palo. Cuando los madridistas del futuro repasen esta segunda época dorada del club, histórica y tan admirada en todo el mundo como envidiada dentro de nuestras fronteras, verán a Carvajal en todos los textos. Y en los vídeos atisbarán a duras penas una mancha de color blanco subiendo y bajando incansablemente la banda derecha con el ímpetu, la raza y la obstinación de un toro bravo. Eso no se lo va a quitar nunca nadie, aunque en este momento atraviese el pasaje más oscuro de su trayectoria sumido en un túnel en el que últimamente siempre se hace la negrura cuando parece atisbarse la ansiada luz al final.

dani carvajal no tiene puntos débiles en lo futbolístico

Es su Talón de Aquiles. Las lesiones. Se han cebado con él durante toda su carrera, pero especialmente en las dos últimas temporadas. Dani es tan dominante cuando enlaza cinco partidos seguidos sin romperse que incluso con ese negro historial médico el club le ha ampliado el contrato hasta 2025, confiando en que entre todos podrán hallar un antídoto y valorando la calidad diferencial que le aporta al equipo cuando está operativo. Es cierto que en muchos otros casos estas lesiones pueden deberse a una falta de responsabilidad del futbolista por negligencias como una escasa cultura del esfuerzo, llevar una vida desordenada fuera de los terrenos de juego o malos hábitos alimenticios. En ese hipotético caso, esa fragilidad física del jugador le sería totalmente imputable, lo que le desacreditaría para ser considerado en ningún tipo de clasificación histórica más allá de pertenecer al colectivo de “jetas incorregibles”. Pero es que tampoco es el caso de un Dani Carvajal que, en estas dos últimas temporadas, se ha puesto en mano de todo tipo de profesionales de la preparación y la recuperación física, así como de nutricionistas a la vanguardia, para intentar encontrar el porqué de tantas lesiones en un obseso del entrenamiento y de la vida sana como es él. Recientemente ha cambiado de dieta, en un intento desesperado por fortalecer esas frágiles fibras musculares que le traen de cabeza tanto a él como al equipo (y, por qué no, al seleccionador español, Luis Enrique, para quien estando en plenitud física no hay otro lateral derecho con sus prestaciones). Tan desesperado es ese intento de hallar una solución a su problema que, hace poco, admitió en rueda de prensa estar dispuesto si hacía falta a “comer brócoli mañana, tarde y noche”. A mí no se me ocurre una demostración mayor de madridismo.