Carta abierta a Tomás Roncero

Estimado Tomás,

Soy el editor de una revista digital madridista que ayer por la noche tenía muchas ganas (a pesar de que me dolía, porque admiro mucho al jugador) de poner a caldo a Gareth Bale por haber forzado su participación en un partido con su selección, lo que ha podido desembocar en una lesión indeseada. Todo mi firme deseo de escribir en contra de la actitud del jugador se ha evaporado tras escucharte a ti reprenderle en AsTv. Este artículo era originalmente un artículo donde yo censuraba a Bale. La vesania infame que empleaste contra él, torticera en sus argumentos y absolutamente ajena a cualquier sentido de la proporción, lo ha convertido en una censura a ti. Estoy demasiado en desacuerdo con tu forma de estar de acuerdo conmigo como para que este hecho (el que yo esté de acuerdo contigo en el fondo de la cuestión)  importe ya lo más mínimo. Me da igual el pensar, como tú, que Gareth Bale ha obrado mal. Ahora mismo, solo me importa asegurarme de que no voy en el mismo barco que tú.

Tenía, como digo, pensado escribir contra la actitud de Bale. Poca credibilidad, me decía, tendré ante mis relativamente escasos pero fieles seguidores para defender a Bale en adelante si no le afeo ahora su conducta. Queda dicho: se la afeo. Ahora voy a decir lo que realmente quiero decir.

Quiero decir que es una exageración miserable acusar al jugador de “reírse del Madrid” por asumir el riesgo de jugar un partido que nunca debió jugar y que jugó, llevado del ferviente júbilo que arrastra ahora mismo a un país que se ha clasificado por primera vez en su historia para jugar una Eurocopa de naciones, y por segunda vez para jugar un torneo internacional de prestigio. Decir que el jugador “se rió del Madrid” está tan lejos de la realidad como afirmar que hizo bien en jugar, pero es una frase que en su condición doblemente desafortunada –por hiperbólica y por demagógica-  encierra a cambio dosis injustificables de saña e inquina. Raya la incitación a la violencia. No recuerdo haberte oído decir eso sobre ningún otro jugador del Real Madrid antes. Y has dado cuenta en tu desempeño periodístico de cosas infinitamente más graves que esta, aparte de las que hayas callado.

Lo que creo es que estabas deseando tener la ocasión de abrazar sin remilgos (si es que te quedaba alguno) la línea editorial de tu periódico, que no es antimadridista por ser antiflorentinista (una cosa no lleva necesariamente a la otra), sino precisamente por hacer cosas como orquestar campañas de desprestigio absolutamente bochornosas e inicuas contra determinados jugadores por el mero hecho de haber sido fichados por el actual presidente del club. Cuando digo “determinados jugadores” quiero decir Gareth Bale, por supuesto, y cuando hablo de las campañas de desprestigio me refiero a esta a la que no sé si es ahora cuando te unes, pero a la que sí sé que contribuyes en este momento con la más alevosa soflama que se ha oído hasta la fecha en el marco de dicha campaña.

“Todos queremos a nuestro país, pero el Real Madrid es quien te paga”. Y todos comulgaríamos contigo si no fuera porque no hay una sola persona que crea que tú dirías algo así a un jugador español que se lesionase jugando un amistoso con el equipo que vosotros llamáis la Roja. No hay absolutamente nadie que te conozca en España, o en tu pueblo, o en tu vecindario, que sea capaz de imaginarte soltando esa diatriba torpe y furibunda a propósito de la lesión (Dios no lo quiera) de Isco o de Ramos en el más inane de los bolos que la selección juega aquí y allá. Es razonable que no te importe lo más mínimo el gozo de un país que no es el tuyo. Pero no pretendas hacernos creer que utilizarías la misma vara de medir, o que desenfundarías la misma bilis, en la eventualidad de la lesión de un madridista a resultas de un encuentro de tu equipo nacional. Nadie lo cree. Ni en tu país, ni en tu pueblo, ni en tu casa, ni en tu habitación. “Te van a recordar por haber costado cien millones y nada más”, te atreves a soltarle al mismo hombre que seguramente te haría llorar en Valencia y en Lisboa recién aterrizado desde White Hart Lane. Resulta, frente a lo primero que pueda pensarse, que no has olvidado esos momentos, porque a continuación los citas para señalar que Gareth lleva dos años viviendo de esas rentas. ¿Qué dos años, Tomás? Yo te puedo hablar de un año, el pasado, en el cual todo el equipo jugó lo suficientemente mal en el tramo final como para perderlo todo. Los demás, esta es la cuestión, no estaban (ni están) señalados de la misma forma por la mira del rifle de la empresa que te paga. Es loable hacer todo lo posible en el cumplimiento de los objetivos estratégicos de la compañía que te da de comer siempre y cuando anuncies que esa es tu motivación en lugar de hacerte el indignado.

Sin el menor sentido de la proporción (o, lo que es peor, atesorando ese sentido pero haciendo de él caso omiso) arrojas a los pies de los caballos a un jugador que, al margen de este desliz, ha mostrado siempre una actitud intachable, hasta el punto de constituir, paradójicamente, el más fiel representante de ese señorío con el cual, de nuevo con el doblevarismo habitual, dais la monserga continuamente. Este jugador debería valeros igual a vosotros que a los que tenemos un concepto del señorío menos remilgado e hipócrita, porque el galés es por lo general sencillamente irreprochable. Aun habiendo cometido un error (si bien habría que analizar hasta qué punto un futbolista puede negarse a ser alineado por su seleccionador), no merece ni por asomo el linchamiento moral que con nocturnidad le aplicaste. Lanzaste sobre él una fatua, Tomás, que va a ser difícil que el jugador supere. A ti, por lo que sea, te ve y te lee mucha gente. En obediencia a mi conciencia, te hago responsable de su suerte. Sal ahí fuera y rectifica. Los tintes enfermizos de la campaña que tu periódico y tú mismo habéis urdido contra él superan el ámbito de la campaña de desprestigio y entran, me parece a mí, en el terreno del acoso personal.