En los momentos de dificultad, incluso en los momentos absurdos de pánico, siempre viene bien que aparezca alguien para aportar la serenidad de la sabiduría y del sentido común. Y si además se trata de una sabiduría y un sentido común naturalmente displicentes, de aquel que siempre que habla de algo transmite que hay cosas más importantes que esa de la que precisamente habla (algo así como un remate por bajo mirando al tendido sin darse importancia mientras éste estalla en aplausos), todo se vuelve, de pronto, como esta mañana de otoño en la que al fin yo lo he visto, al otoño en los árboles, con una gama de colores idéntica a las virtudes de este Madrid.
No soy yo, ni mucho menos, el sabio y el sereno sino Pablo. Pablo es madridista y primo de mi mujer. Pablo, deportista de élite, le decía el otro día a su hermano por whatshapp, (quien preguntaba qué estaba pasando tras enterarse de que en Londres iban tres a cero), y cito textualmente: "Brother non preocuparti, en mi opinión es un bajón característico de los deportistas que han llegado a la cima. Necesitan estar en una situación jodida para remontar. Ese es reto que quieren yo creo jaja. Tengo plena confianza en nuestro Real! Este año ganamos la Champions".
Yo creo que en estos momentos de dificultad, de absurdo pánico, debemos confiar en la palabra de Pablo (barcelonés, por cierto) como si fueran las palabras del apóstol que en un asombrosamente inteligible arameo, tan claro como un castizo puro de Chamberí, nos abre una ventana de cielo azul entre las nubes pasajeras. Ya veo a Pablo predicando por Jerusalén y oigo el frufrú de las túnicas rozando la tierra al seguirle. Es sencilla esa palabra, ese diagnóstico hecho desde el desprendido conocimiento del deporte y de la competición, en la intimidad de la conversación familiar y amistosa, apuntando al centro de la diana y no a los pájaros que a cualquiera le apetece ver revoloteando alrededor.
A mí me confortan esas palabras como también me confortan, me representan, las palabras de Nacho (en qué duelo de inteligencias se batió con Harry Kane), al término del partido, Nacho que no rehuye la derrota y afirma con la sabiduría y el sentido común del campeón que saldrán del bache a fuerza de trabajo. O las de Cristiano, diseccionando el cuerpo y haciendo un informe matemático (convenientemente tergiversado por los de siempre) de la situación del equipo, de donde se advierten mensajes y sensaciones inequívocas (que coinciden con lo observado en el campo), de una grandeza tan sólo momentáneamente extraviada. Cuando ustedes escuchen siempre al menos a un jugador del Real Madrid decir "somos el Real Madrid", no duden.
Porque ayer, al fin, cambió la estación pseudoveraniega y llegó el otoño, antes del invierno (aún queda el invierno), con sus colores. Esplendorosos rojos, ocres, rosas, amarillos, naranjas, verdes de distintas tonalidades (como Benzemas, y Kroos e Iscos y Cristianos...) apareciendo entre la pulcritud de nieve del Tottenham que cubrió la tierra (a pesar del orgullo y de los destellos, como retazos de la primavera, por los que cualquiera hubiera pensado que el Madrid acabaría incluso triunfando en Londres), la misma tierra donde hace frufrú mi túnica mientras sigo sin desviarme de la sencilla y sabia palabra de Pablo, la misma tierra también donde allá por mayo, quizá antes, puede que ya algunos riamos (incluso en la cara de otros) como el Drácula de Coppola tras decirle al pobre Harker que se va a quedar con él durante mucho tiempo.
Sin duda, siempre...HALA MADRID!!!