“Tenemos el gusto de invitarle a nuestra próxima boda
Que tendrá lugar el día elegido para la celebración del Madrid-Barça, a hora incompatible con el visionado del mismo.
El lugar no es, por lo demás, relevante.
Se ruega confirmación.”
Ésta es más o menos la invitación que creemos haber recibido todos los que alguna vez hemos sufrido el Mal de las bodas anunciadas con tal antelación que hace imposible la planificación de una fecha compatible con los dos únicos acontecimientos importantes del año: el Madrid-Barça y la final de la Champions, que siempre ha de jugar el Madrid.
(Aclárese que descartamos en primera instancia la asistencia a bodas coincidentes con un Madrid-Barça más allá de la primera línea de consanguinidad o de amistad).
No está de más recordar a los futuros contrayentes que hay una amplia temporada estival, con excelente clima en la mayor parte de España, que asegura con casi toda probabilidad eludir el citado mal. ¡Un gran aplauso para las bodas veraniegas!
A continuación me dirijo a los que ya disteis el sí quiero en tan señalada fecha, y os explico los síntomas que, en mayor o menor medida, pudieron experimentar vuestros invitados.
La primera fase, como en casi todos los procesos, es la negación. El “no es seguro”. Incluso con el fin de semana señalado para el clásico, este podría jugarse el domingo. Los clásicos en domingo tienen muchas ventajas (¿?) y te niegas a aceptar que vaya a caer en sábado, por mucho que así haya sido en el 90% de los Madrid-Barça de los últimos 20 años.
Una vez se confirma que el partido caerá en sábado y, por tanto, coincidirá con la boda inevitablemente, comienza una fase algo deprimente: “¿Por qué? ¿Por qué a mí? ¿Qué he hecho yo? Esto es una mierda, siempre me coincide todo, el mejor partido de la temporada, etc…” Esta fase dura hasta el día en que tiene lugar la celebración de los dos eventos (recordemos, simultáneamente), porque la fase de la resignación no llega. No llega nunca. Nunca acabas de aceptar que ha pasado y no hay nada que pueda hacerse al respecto.
El día de la boda experimentas un repunte significativo. Te has puesto guapo/a, estás feliz por tus amigos y, por qué no decirlo, las 20 copas ayudan a pasar el trago. Nos gustaría no ser abroncados si nos pasamos la mitad de la comida pendientes del móvil, hay que aplacar los nervios de alguna manera. Actualizas twitter cada 20 segundos esperando el gol de Gareth. En ese momento eres el yonqui del móvil que se ha pasado todas las vacaciones preguntando si hay wifi hasta en el último chiringo de Filipinas.
Finalmente, ya sea el resultado positivo o negativo, el lunes (y, dependiendo de la épica del partido, también cíclicamente durante años) experimentas una leve recaída cuando la gente del trabajo saca el puto (con perdón) tema:
- Increíble el gol de James, ¿no? Y no era fuera de juego.
-No sé, no lo vi, tenía una boda.
- Mascherano debió ser expulsado en el minuto 30, ¿no te parece?
-Es que no pude ir, una amiga se casaba el sábado.
-Qué cabrón, Piqué.
(Ahí no hay fallo posible y te apresuras a contestar): -¡Qué cerdo el tío!
He sufrido el Mal de las bodas anunciadas con tal antelación que hace imposible la planificación de una fecha compatible con los dos únicos acontecimientos importantes del año: el Madrid-Barça y la final de la Champions, que siempre ha de jugar el Madrid tres, ¡TRES!, veces en los últimos seis años. Y no me llaméis gafe, que bastante tengo con lo mío.
No seré yo, pero es posible que alguno haya querido contestar a la invitación algo así como:
¡Gracias!
Eres muy generoso por querer compartir conmigo un día tan importante.
Pero si decides celebrar vuestra felicidad en la intimidad, con una cena para dos en una villa del Lago di Como, una escapada romántica por el mar Adriático a bordo de un bonito velero, o vestido de Rockstar trasnochado en una capilla con encanto de Las Vegas, no te lo tendremos en cuenta.
NO LO HA-RE-MOS.
PD: Si mi querida amiga Silvia se casa este sábado 21 de noviembre, se le desea toda la felicidad posible, se pone una estupenda para el evento y se acude al mismo con máxima emoción, rezando para que no ocurra una cuarta vez.
A mi me tocó una vez y sólo comí el primer plato... En el segundo estaba bebiendo cubatas y viendo el partido... Encima perdimos 🙁 Así acabé, un poquito perjudicado.
grande Lu!!!! me ha encantado! he de decir que te comportaste en la boda de Silvia porque yo no te vi fichando el móvil, y eos que te tentaban. bravo amiga!