Carta abierta a un periodista encubridor

Querido periodista deportivo:

Soy consciente de que es muy poco probable que llegues a leer esta misiva dedicada a ti. Pero aun así te quería dedicar unas líneas para que supieras que a muchos no nos has engañado, y que conocemos tu mala praxis, tu desvergüenza y el lamentable ejercicio de tu profesión que estás haciendo en el caso Negreira.

Desde el primer instante en que se empezó a destapar lo que intuíamos desde años, tu única obsesión ha sido restar importancia al escándalo. No limpiarlo, solo ocultar la mierda bajo la alfombra, convenientemente disimulada, para poder seguir adelante como si nada hubiera ocurrido. Estás enfadadísimo porque la televisión oficial de un club dedica videos a árbitros que le han perjudicado claramente, pero te empeñas en defender a una entidad que ha comprado durante décadas a uno de los máximos responsables del arbitraje de España. Para ello usas todo tu repertorio de tópicos, falacias clásicas y ofreces el micrófono a cualquier personaje, por turbio y mezquino que este sea, que apoye tu inverosímil versión de lo ocurrido.

Estás enfadadísimo porque la televisión oficial de un club dedica videos a árbitros que le han perjudicado claramente, pero te empeñas en defender a una entidad que ha comprado durante décadas a uno de los máximos responsables del arbitraje de España

Has girado convenientemente el cuello para dirigir tu mirada a otro lugar durante décadas, lejos del foco en el que se sucedían estadísticas imposibles, fingiendo una normalidad irreal. Los números, fríos, asépticos y contundentes, no se adaptaban a la realidad en la que creías o querías creer. Por eso los ignoraste y creaste una fantasía en la que un equipo era tan superior a todos que era imposible que se le pitara nada en contra. Mientras, su rival tenía cifras arbitrales no ya mucho peores que otros grandes europeos, también sensiblemente más negativas que cualquier otro equipo de la Liga. El absurdo argumento de la superioridad técnica, ofensiva y la diferencia de calidad queda inhabilitado con este simple hecho.

En realidad, te has dedicado a hacer algo aún peor que una simple dejación de funciones; has prevaricado. Has creado una realidad paralela en la que el beneficiado y creador de una trama corrupta era el ejemplo a seguir, mientras que el gran perjudicado por ella era culpable de innumerables males y no tenía derecho a queja alguna. Sin tu colaboración y la de la inmensa mayoría de tu gremio, el caso Barça-Negreira habría sido imposible de desarrollarse durante tanto tiempo y a ese nivel de desvergüenza. No haber detectado, denunciado e investigado lo que a todas luces era una corrupción sistémica te inhabilita, tanto a ti, como a más de una generación de periodistas deportivos para el ejercicio de la indispensable labor de notario de la realidad, de testigo de lo que ocurre.

Te has dedicado a hacer algo aún peor que una simple dejación de funciones; has prevaricado. Has creado una realidad paralela en la que el beneficiado y creador de una trama corrupta era el ejemplo a seguir, mientras que el gran perjudicado por ella era culpable de innumerables males y no tenía derecho a queja alguna

Tú, que de la nada fabricaste debates tan absurdos como si el Madrid estaba adulterando la competición por jugar en el Di Stefano durante la pandemia, por señalar una de las cumbres de lo indecoroso, consideras ahora que hay que pasar página cuanto antes del mayor escándalo que ha vivido el fútbol español en su historia, demostrando una vez más tu escasísima altura de miras e inteligencia. El negocio del fútbol en España, es decir, aquello que te da de comer, va a estar en entredicho hasta que no se esclarezca todo lo ocurrido y se limpie a fondo el fango que alcanza a prácticamente todas las instituciones que lo rigen. Tu chiringuito se tambalea como la casa del primer cerdito del cuento, pero sigues allí, pertrechado en una trinchera de paja, dispuesto a usar toda tu artillería argumental de hojalata antes que exigir cualquier tipo de responsabilidad. Y en este punto cabe pensar si lo haces por inercia, por defender tu estatus, o quizás por miedo a que el terremoto indispensable para que todo empiece de cero y libre de cualquier sombra de corrupción también te alcance a ti y a tus colegas.

Pase lo que pase, después de lo que has hecho en los últimos meses, buena parte de tus potenciales clientes no te creen, saben que mientes y que es muy posible que lo hagas conscientemente. Has perdido tu credibilidad y es imposible que la recuperes. Porque esta es otra de tus características esenciales; jamás aceptas una crítica a ti o a los tuyos, admites un error o reconoces que has hecho horriblemente mal tu trabajo. Eres un zombi, un relator de la verdad especialista en mentir y crees que no nos hemos dado cuenta. Pero, como casi siempre, te vuelves a equivocar.

Atentamente, te saluda un antiguo periodista deportivo.

PD: No intentes cambiar, ya es tarde. Vas derecho a la irrelevancia y es completamente imposible que te volvamos a creer.

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