En el Madrid todo es decisivo: cada jugada, cada regate, cada pase mal (o bien) dado... Todas y cada una de las declaraciones, gestos en partidos o entrenamientos y fotos subidas a Instagram... El juicio sumarísimo se ejecuta sin misericordia y se sacan todo tipo de conclusiones extremas cada 10 minutos de partido. Es una realidad neronizada (como bien explicó mi compañero y, sin embargo amigo Pepe Kollins en su reciente artículo El coloso en llamas) en la cual parece difícil resistirse a la turba pirómana que tiene ganas de quemarlo todo.
En pleno proceso de incendio mundial madridista, llegó Zinedine Zidane. El tipo, callado y parco en palabras, se armó de su sonrisa y calva reluciente y, utilizando las palabras de Marcus Brody en Indiana Jones y la ultima cruzada nos dijo: “Seguidme chicos, conozco el camino”. Durante un breve lapso de tiempo, pareció como si ese sendero de baldosas amarillas fuera real. Nos olvidamos de lo que es el Real Madrid en el siglo XXI. Esta institución representa como nadie la teoría de la relatividad: tres meses en el Madrid equivalen a tres años en otro lugar. Hagan la prueba y vean fotos de Mourinho del primer al último día de su estancia en la capital: para él fueron veinte años, no tres.
La vida, claro, se cruzó por medio. El Madrid de Zidane era un equipo de septiembre que tenía que competir con otros equipos que ya estaban en sus febrero y marzo particulares. Cuando nos quisimos dar cuenta, un par de empates inoportunos nos habían apartado de la lucha por la vida. La Copa, conviene recordarlo, no estaba disponible por una serie de errores en cadena que incumbieron al delegado, al técnico anterior y a los servicios jurídicos del club. El francés tuvo que ordenar sus prioridades: el cuerpo le pedía construir a su ritmo un equipo que girara en torno a sus principios de posesión radical. Pero pensó el marsellés que quizá no diera tiempo a acabar el edificio para llegar a luchar por la Copa de Europa, santo, seña y obsesión -un poco malsana, todo hay que decirlo- que tiene el Madrid.
El partido contra el Atlético de Madrid confirmó sus sospechas: todavía no estábamos listos para el zidanismo. Llegó el volantazo y, con él, el primer arqueo de cejas ancelottiano en los aficionados: en el Madrid no se permite dudar. Si alguien ve que no lo tienes claro, estás muerto. ¿Pero y si Zizou no está dudando? Lo que parece evidente es que, más allá de la idea táctica, su primera necesidad es recuperar al equipo, que le dejen de temblar las piernas. Para ello, ha introducido a Casemiro y Pepe, futbolistas de juego fuerte que se pueden equivocar, pero no dudan. A ellos se ha sumado Lucas Vázquez, que está dignificando como pocos la profesión de jugador del Real Madrid. Él trabaja, lucha y calla. Cuando sale lo hace bien: sabe que está ante la oportunidad de su vida y por él no va a quedar la cosa.
El técnico ha percibido que para nadar a mariposa primero hay que saber mantenerse a flote y, entre que acaban de llegar los lesionados (Bale sólo jugó 60 minutos contra la Roma) y mejora la condición física y anímica del equipo -no ha sido un año fácil-, hay que sobrevivir. Como los aficionados somos impacientes, queremos la grandeza de forma inmediata y a toda costa. A veces es mejor vivir humildemente medio agachado que morir de pie.
La historia del Real Madrid así nos lo indica: no siempre fuimos favoritos, muchas veces parecimos sumergidos en crisis gigantes que nos alejaban de los títulos. Más de una vez, en esas situaciones, nos llevamos a casa una Champions. No me acuerdo muy bien qué tal jugaba el Madrid de la Octava, pero sí recuerdo los punterazos de Karembeu, la resurrección fugaz maravillosa de Anelka y aquella carrera eterna (hubo gente que se sacó un máster mientras tanto) de Raúl contra la portería del Valencia en el fondo del estadio de Sant Denis de París.
En tiempos convulsos, cuando resulta complicado resistirse a la tentación de arramplar con todo una y otra vez, conviene hacer caso a aquellos que parecen tenerlo más claro, que no dudan. En los últimos meses, sólo hay una luz que no ha titubeado: Zinedine Zidane. Hagámosle caso, fiémonos de él. Por una vez, aceptemos que no hay mejor camino de baldosas amarillas que seguir. Sí, tomará decisiones que desde fuera pareceran extrañas. A veces le recriminaremos no ser más valiente (como si esa fuera la única vara de medir para un entrenador) pero total, ¿qué tenemos que perder?
Comprender que la derrota es consustancial al deporte y que no todo siempre es la gloria o el fracaso absoluto puede ayudar a desterrar esta incómoda sensación de temporalidad que nos trae por la calle de la amargura. Si esta temporada no ganamos nada pero se refuerza la sensación de haber emprendido un camino, bien invertido estará el año.
Muy de acuerdo con tu diagnóstico, Emil. Y me quedo especialmente con tus dos últimos párrafos. Confiar en Zidane. Paciencia y confianza, cuánto cuesta. El madridista medio todo lo quiere para ya. Pero luego nos quejamos de que el club no tiene proyectos a medio o largo plazo. Vamos dando bandazos unos y otros, en medio de la histeria de Twitter y del antimadridismo en prensa, radio y televisión. Así no vamos a ninguna parte. Así siempre el camino es amargo y pesado. Tantas veces decimos lo de confiar y los balances al final de temporada, con todas las críticas que haya que hacer, la limpieza de vestuario que haya lugar, pero mientras... nos unimos al circo mediático en contra de nuestro equipo.
Obviamente esta plantilla no lo está haciendo bien, el club tiene mucho que mejorar también; pero la afición no se queda atrás. No sabemos ser afición. Y generalizo, sí, porque hay momentos en que hay que hacerlo. Más "Hala Madrid" y más confianza.
Efectivamente Emil, la alternativa a meterle fuego a todo cada dos por tres es trazar un plan y seguirlo. Valga esto tanto para gran parte de la afición como para los que dirigen el club. La última vez que lo hicimos (Mourinho) no nos salió mal del todo.
Saludos
Creo que la mayoría de los madridistas estamos con Zidane. Esto no va de Zidane sí o Zidane no. Va de una plantilla que no quiere saber nada de competir ni de sufrir.
Saludos
Hola Emil, muy bueno tu artículo. Zidane sabe que en el Real Madrid se te mide por el rendimiento con lo que tienes, luego una vez te ganas el respeto, pide lo que quieras. En este caso, el personal se ha dado cuenta que el tema viene por los jugadores, pero ¿Hay que echarle la culpa a ellos? Si y no, el Madrid en los últimos años es un club que se caracteriza por fichar jugadores muy buenos sin saber para que posición concretamente, luego hay que adaptar jugadores, unas veces sale bien, otras no. La cuestión sería hacer un equipo que lo construya alguien de fútbol, por ejemplo, Zidane y que sacrifique las piezas que crea conveniente y fiche a otras que hagan del Madrid un equipo de fútbol y no una constelación de estrellas.
Tener en el mismo equipo a Isco, James, Jesé, Cristiano, Bale y Benzema hace que sientas remordimiento de sentar a tantos buen jugador, más al poner muchas de estas piezas, sacrificas otros puestos necesarios y a la vez le pides a unos jugadores aptos para una función que desempeñen roles. Espero que aún ganando la Champions (ojalá) se tomen las medidas necesarias para construir un equipo. Lo imprescindible, un mediocentro que de equilibrio, un lateral izquierdo muy físico (y subir a Marcelo a la media) y un delantero centro que inquiete a la defensa rival
Un saludo
Elocuente artículo. Preciso y de una gran clarividencia. Un saludo.
Yo soy de ZZ.
Curiosamente no soy fanático de nada. Entiendo que hay madridistas tendentes a la autodestrucción, pero para mi no es una opción, como tampoco lo es para muchos de vosotros. Todos necesitamos autocritica. Dejemos trabajar, apoyemos y comprendamos la dificultad que conlleva.
Realmente no se si este es el camino de baldosas amarillas que deseamos, pero si se que es el camino que pienso apoyar nos lleve donde nos lleve.
Saludos.
Bastante paradójico que en un artículo en que se pide dejar trabajar al cuerpo técnico haya gente que diga lo que tenemos que fichar.
No se me malinterprete, no es una crítica ni un intento de meterme u ofender a otros galernautas, si no poner de manifiesto que dentro de todos nosotros vive un entrenador de futbol. Y claro, a la hora de la verdad es difícil hacerlo callar y "dejar trabajar".
Muchas veces parece que el dejar trabajar es en verdad "deajr trabajar siempre que el entrenador haga lo que yo crea que hay que hacer", y eso no es dejar trabajar.
Lo has clavado.