En la república bananera y tercermundista del fútbol español hay una letanía que se puede escuchar desde hace años resonando como un lejano eco y sin parecer afectar a nadie más allá de quien la pronuncia; el Real Madrid. “¡Cambiemos el CTA!”, se grita desde el madrileño Paseo de la Castellana, manteniendo inmutable este discurso dentro y fuera de los órganos ejecutivos balompédicos. Además de indiferencia, lo que ha obtenido el 14 veces campeón de Europa con sus numerosas reclamaciones de transformaciones y transparencia en los árbitros ha sido algo muy parecido a un acto de fe. Se ha insistido infinitas veces en que la integridad del colectivo arbitral no podía estar jamás en duda, que los colegiados eran imparciales y cometían errores humanos, no intencionados. Como si la prostitución arbitral no hubiera sucedido en ningún momento y en ningún lugar del mundo.
El más ligero planteamiento de que existiera una trama corrupta creada para beneficiar a un equipo y, como objetivo primordial, perjudicar a otro, convertía a aquel que lo sugería en un fanático, poco menos que un lunático. 17 millones de euros, y centenares de folios de un sumario judicial después, es mucho más sencillo comprender las razones de que no se atendieran las demandas renovadoras del Madrid. Todos los demás formaban y forman parte del entramado delictivo.
La principal responsabilidad recae sobre aquel que puso en marcha la maquinaria de corrupción sistémica, equipo más beneficiado arbitralmente con los números en la mano y también si se ha visto el fútbol sin una venda en los ojos o con la televisión apagada en lo que llevamos de siglo. Pero el hecho de que el resto de clubes (salvo contadísimas excepciones), prensa e instituciones hayan tenido reacciones tibias, cuando no directamente encubridoras, ante un escándalo deportivo de un tamaño desconocido en España deja muy claro que estaban conformes con el sistema. Bien porque también se beneficiaban, bien porque perjudicaban a su enemigo más odiado, bien porque ir contracorriente te convertía en el enemigo de la maquinaria del fango, la realidad es que prácticamente nadie ha sacado los pies del tiesto. El único equipo que se mantiene firme en limpiar el CTA es del que se dice que es el más beneficiado. Tan probatorio es que el supuesto gran favorecido demande un cambio radical, como que los que se consideran histórica y actualmente perjudicados se empeñen en mantener todo como hasta ahora.
Tan probatorio es que el supuesto gran favorecido demande un cambio radical, como que los que se consideran histórica y actualmente perjudicados se empeñen en mantener todo como hasta ahora
Sabiendo como sabemos que existe y opera una segunda sala VAR absolutamente al margen de la legalidad, la ocultación de imágenes, que las calificaciones arbitrales de las que dependen ascensos, descensos, internacionalidades y sus correspondientes y cuantiosos sueldos asociados las decide un ‘índice corrector’ opaco y absolutamente dictatorial, o que los árbitros que pitaron en contra del Madrid fueron ascendidos y premiados con los mejores encuentros y la escarapela internacional, mientras que las carreras de los que se equivocaron a su favor languidecieron hasta la desaparición, nadie nos puede convencer de la imparcialidad y buen hacer de los árbitros. Y no volveremos a confiar en ellos hasta que los aprendices de Negreira cuelguen el silbato o se produzca dentro del colectivo una purga profunda y concienzuda.
Los nombres han variado, pero el método permanece, cambiando a Arminios por Cantalejos y a Iturraldes por Cuadras. Tampoco recuperarán la credibilidad quienes desde los medios transformaron en paranoia la duda razonable sobre la honorabilidad arbitral y que ahora quieren equiparar tres aciertos del VAR con décadas de corrupción sistémica. De hecho, estos mismos periodistas son un engranaje esencial para que esta maquinaria hedionda haya funcionado sin interrupción durante décadas. Y no deberían quedar indemnes cuando llegue el momento de exigir sanciones y castigos.
Hay un club, tan solo uno, que sigue con su prédica en el desierto, clamando para que se renueve el CTA de arriba abajo, algo que solo parece posible cuando medie una sentencia judicial que se acerca lenta, pero inexorablemente
Ahora que han salido a clamar por ‘justicia’ en tropel hasta los más ecuánimes, aquellos que están por encima de debates arbitrales y sólo se dedican a hablar del juego, excepto cuando la polémica beneficia supuestamente a un equipo muy concreto, debemos recordar que seguimos estando de acuerdo en que el sistema arbitral no funciona, y que es tan buen momento como otro cualquiera para transformarlo. Si la competición está adulterada o la liga está peligrosamente preparada, no es comprensible que directivas, aficiones y prensa no exijan que se cambie ya de régimen. Hay un club, tan solo uno, que sigue con su prédica en el desierto, clamando para que se renueve el CTA de arriba abajo, algo que solo parece posible cuando medie una sentencia judicial que se acerca lenta, pero inexorablemente.
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Para cambiar el CTA primero habría que cambiar la federación y sus formas de elección y proceder ya que el CTA es parte de la federación. Otra opción sería desligarlo del ente federativo pero nunca para pasar a depender de la liga por ejemplo (con Tebas iríamos de mal a peor posiblemente) o también que sea un ente totalmente independiente, en éste caso no sé cómo tendría que hacerse para que hubiera una buena gestión para que funcionase bien o aceptablemente bien, porque las intenciones y lo escrito en las normas pueden ser con toda la buena fé del mundo pero luego las personas lo estropeamos todo al aplicarlo.
A mí me gustaría que se hiciera un intercambio con los árbitros de otro país, Portugal por ejemplo, por cercanía, idioma... a ver que tal sale.
Como dice Vastic, desmembrar el actual CTA sin cambiar las estructuras es inútil. Laporta, experto en relaciones públicas y trabajo de pasillos, encontrará la manera de ganar influencia en la RFEF (¿Haciendose un “Villar” con Rocha o cualquier otro?) y colocar a “su gente” en el nuevo CTA. La podredumbre no está tan solo en las personas; está en el sistema que lo alienta y permite. Un cuerpo arbitral autónomo, independiente de la RFEF y de LaLiga, con transparencia en los ascensos, descensos, designaciones y criterios de puntuación, con una comisión externa fiscalizadora y obligada a justificar suficientemente cada una de sus decisiones sería lo ideal. Vamos, lo que probablemente haga la superliga.
En la Unión Europea existe desde hace bastante tiempo la libre circulación de personas y trabajadores. Es decir, cualquier ciudadano de la UE puede moverse libremente por los países de la UE y puede ser contratado en cualquiera de ellos al igual que un ciudadano de el propio país.
Esto ya se aplica a los jugadores profesionales que pueden jugar, ser contratados, en cualquier equipo de la UE.
Si queremos renovar el arbitraje en España, no podemos establecer normas que vayan en contra de la legislación europea. Se tienen que acabar los colegios arbitrales por Comunidad Autónoma, salvo para competiciones inferiores. La liga, en la que pueden participar los mejores jugadores del mundo debe permitir que arbitran los mejores arbitros del mundo. Los árbitros son obviamente parte del futbol y pueden además contribuir al espectáculo. Recordad a Colina, el árbitro italiano era una figura importante en cada partido que arbitran y era garantía de buen arbitraje.
Si damos paso a una competencia profesional en el arbitraje, estoy seguro que los buenos árbitros serán reconocidos y el nivel del arbitraje subirá.
Pero primero hay que acabar con la corrupción. Se dice que que no hay que dudar de la integridad de los árbitros. ¿Pero cómo que no? Son cómplices de la corrupción creada por el farsa.
Yo no dudo, en absoluto, de la integridad de los árbitros españoles, como tampoco lo hace el Real Madrid: son integralmente corruptos. O, corruptos esféricos (corruptos, los mires por donde los mires).