Camavinga mon amour

Buenos días. Se dice de Eduardo Camavinga que ha caído de pie. ¿Ha caído dónde y desde dónde? Suponemos que a lo primero responderemos: en el Real Madrid. En respuesta a lo segundo solo cabe deducir que ha caído desde Pandora, el exuberante planeta concebido por James Cameron para la película Avatar. Ya nos advirtió Patricio Cuadra en este texto de la similitud entre la figura estilizada de Eduardo y la de los Na’vi del blockbuster en cuestión. No nos consta que los Na’vi jueguen al fútbol, pero es que además Cama (así le llama Rodrygo en las redes sociales, diminutivo de resonancias erótico-festivas) es mucho más simpático y derrocha más carisma del que ninguna de esas criaturas podrán soñar jamás. Quizá se empiece ya a notar que a este portanalista, que admite el hallazgo de Cuadra, la película Avatar le gusta menos que muy poco, y que Camavinga, por contra, le tiene fascinado con los dos ratos de gloria que ya nos ha deparado, de manera tan temprana.

Marca nos trae a Eduardo celebrando su primer gol en el Madrid. Fue contra el Celta y no tardó más de siete minutos en marcarlo, una vez Ancelotti lo sacó desde el banquillo. Volvió a sacarlo desde el mismo sitio en el Giuseppe Meazza, con los fascinantes resultados conocidos por todos. Asistió a su “hermano” Rodrygo para fabricar el gol del triunfo en el último minuto. Nunca dos jugadores tan jóvenes (tres con Valverde) habían interpretado tan fielmente una partitura tan antigua: la del Madrid ganando después de resistir; la del Madrid aguantando el chaparrón hasta que llega la hora de empezar a mandar y asestar el golpe definitivo; la del Madrid ganando en un estadio histórico. Nunca tres (pero hay más de tres) futbolistas noveles han bordado de forma tan inconfundible una receta milenaria.

As extiende -y hace bien- el protagonismo de Camavinga al resto de jugadores ya mencionados, y a algunos más, claro, porque cómo vamos a olvidar a Vinicius, cuya explosión no ha sido tan centelleante como la del ex del Rennes, pero que ahora mismo tiene a medio planeta con la mandíbula caída. Es, en efecto, una “nueva era”, una que el club ha sabido cocinar pacientemente y en medio de una general incomprensión. El proyecto de estos jóvenes aún se puede fastidiar, pero hasta los más escépticos deben ahora reconocer que tiene excelente pinta. Camavinga, Rodrygo, Valverde, Vinicius y nos faltaba Militão, que es un joven ante el que se amilanan (que viene de Inter de Milán) los delanteros contrarios como si se hallaran (también) ante un tótem maligno más viejo que el mundo, despertando sus miedos más atávicos. Son jóvenes que inspiran cosas que son puro Madrid vintage, paradójicamente. Vinicius es el vértigo que instauró Don Paco. Valverde, la cualidad estajanovista y la llegada a gol de aquel Pirri omnipresente. Militão reedita la contundencia bigotesca de Benito. Rodrygo replica el idilio con el gol y la brega indomable de un tal Raúl. ¿Y Camavinga? Camavinga es un género en ciernes, una amalgama incipiente de Redondo, Seedorf y Makelele que ha aterrizado entre vítores y ha respondido a los mismos, casi desde el propio aeropuerto, con un abanico pasmoso de fintas callejeras, pases precisos, desmarques de ruptura y oportunismo a ultranza.

¿Exageramos? No pretendemos emparentar desde ya a estos micos con esos mitos, solo destacar la esperanza, la promesa. No hay nada nuevo bajo el sol, y en el Madrid eso es una bendición, porque en esos páramos lo que el sol ha iluminado antes refulge como nada ha brillado en ningún otro lugar. Para redondear el porvenir, faltan algunas piezas que todos esperamos como agua de mayo en septiembre aunque se cierren en enero y se anuncien en junio. El Madrid cubre el calendario completo con realidades e ilusiones, con reediciones y pasión.

En la prensa cataculé, entretanto, están a sus cosas. La sensación es que el baño de realidad ha empezado a calar. Que ya no hay lautaros porque no puede haberlos, ni neymars porque son inalcanzables, ni haalands porque ha ha ha Haaland. Se aferran a la esperanza de una buena recuperación de Ansu Fati, su canterano más prometedor por encima del enfermizamente sobrevalorado Pedri. Se aferran a la esperanza de recuperar a Dembélé, aunque cómo recuperar lo que nunca has tenido. Alfredo Relaño, ese gran periodista que sin embargo no ha perdido la capacidad de sacarnos de quicio con sus obsesiones febriles, escribía hace un par de días que Dembélé apuntaba al Bale del Barcelona. Lo decía despectivamente, como si existiese la más mínima opción en este mundo de que Dembélé gane cuatro Champions Leagues con el Barça. A Dembélé, estimado Alfredo, queremos verle reventando isquios y marcando cojo en una tanda de penaltis y ejecutando chilenas ganadoras en finales. Cuando le hayamos visto hacer todo eso hablamos.

Pasad un buen día.