Camavinga, el Madrid y la Selección

El cierre del mercado ha coincidido con el primer parón de selecciones después de la Eurocopa. La coincidencia permite especular un poco y poner el ojo sobre algunas cuestiones interesantes. El Madrid no fichó a Mbappé pero el mismo 31 de agosto se hizo con otro prometedor muchacho francés, Eduardo Camavinga, al que venía siguiendo, según se dice, desde su extraordinaria eclosión en el Rennes hace un par de años. Al mismo tiempo Luis Enrique volvió a convocar una lista de futbolistas españoles, se supone que los mejores ahora mismo, para la fase de clasificación del Mundial del año que viene, y en ella no había ningún jugador del Madrid.

Esta coincidencia tiene poco de casual, a mi juicio, y apareja alguna implicación profunda. El Madrid, por muchos años sostén moral del fútbol español, se afrancesa y la Selección española, se desmadridiza. Es curioso. Luis Enrique ya sirvió la polémica en bandeja con la convocatoria de la Eurocopa, llena de (también supuestos) prometedores y desconocidos jóvenes compatriotas que destacaban, muchos de ellos, por haber jugado entre poco y nada con sus clubes a lo largo de la última temporada. La cuestión se ha convertido en tendencia: ni madridistas, ni andaluces, circunstancia a priori irrelevante que no obstante subraya el alejamiento de la «España de Luis Enrique», norteña, cantábrica, pirenaica, sosa, por así decirlo, emocionalmente fría, malencarada e históricamente «privilegiada», con respecto de la España «madridista», que tiene mucho de andaluza, en tanto que pasional, arrebatadora y plena de genio y barroco.

El Madrid, por muchos años sostén moral del fútbol español, se afrancesa y la Selección española, se desmadridiza

También algunos de estos jóvenes futbolistas destacan por ser representados por exbarcelonistas ilustres como Villa, Puyol o De la Peña. Al principio, cuando la Eurocopa, se dijo que Luis Enrique era «valiente» por ir a la guerra sin el capitán Sergio Ramos o sin los dos mejores defensas españoles de la temporada (Nacho y Mario Hermoso), por ejemplo. En su lugar llevaba a chavales por estrenar en la gran aristocracia del fútbol europeo, algunos, como Eric García, procedente del sistema solar de La Masía. Huelga señalar la vinculación sentimental entre el seleccionador nacional y el Fútbol Club Barcelona. Si Relaño proclamó en 2010 que España ya no necesitaba al Madrid y aquel Mundial fue reclamado emocionalmente por el barcelonismo como hijo suyo, la España de Luis Enrique desplaza definitivamente lo madridista del territorio común del fútbol español: el madridista, que ya con Del Bosque (lo paradójico está en la médula de todo este accidente histórico) fue exiliado de la Selección, encuentra ya que «la Roja» es un baluarte hostil copado por el resto de aficiones y en especial, por el antimadridismo. Si desde Juan Padrós y Antonio Bernabéu, hermano de don Santiago, la génesis y consistencia histórica de la Federación había estado ligada al músculo más fuerte del fútbol y del deporte español (el Madrid, por supuesto), tanto en lo organizativo como en lo competitivo, el antimadridista vasco-catalán abominó casi siempre del equipo nacional por lo que éste tenía de «madridista». Con el gol de Iniesta, la conquista de los mayores éxitos del fútbol patrio por parte del antimadridismo invierte una inercia de muchas décadas, cuyo gran escalón fue la dialéctica contra Mourinho. Luis Enrique viene, en realidad, a remachar ese ataúd. Cómo será la cosa que, en la Eurocopa, su jugador franquicia fue un paria del edén madridista, Morata, un ángel negro.

El Madrid, en cambio, en su desvinculación espiritual con la atmósfera dominante en el fútbol español, parece profundizar en su también antigua relación con Francia. Con lo francés. Desde aquel primer amistoso internacional junto a la vieja plaza de toros de Goya contra el Racing de París, el Madrid es fundar la Copa de Europa con L´Equipe, firmar a Kopa, a Zidane y a Benzema, tres de los mejores futbolistas franceses de siempre, dos de ellos, balones de Oro, y todos además iconos de una nación mestiza, de acogida. Los tres, emigrantes o hijos de emigrantes que encontraron la posibilidad de un futuro en el país símbolo de la libertad europea, recipiente de parias y desheredados de todos los rincones del mundo. Del mismo modo, el Madrid, si fue desde su nacimiento algo preciso y definible con una frase, es la patria de los sueños de todos los niños de la tierra.

El Madrid, si fue desde su nacimiento algo preciso y definible con una frase, es la patria de los sueños de todos los niños de la tierra

Como la familia de Raymond Kopa, la de Camavinga halló en Francia la paz y la seguridad que les negaba su país de origen. Camavinga, que nació en un campo de refugiados de Angola mientras sus padres tramitaban su partida a Europa, es en realidad congoleño, como otro francés que hizo fortuna en el Madrid galáctico, Claude Makelele. La analogía entre los dos sale fácil: mediocentro, francés, negro y con raíces en África. Cuando Makelele sujetaba el difícil equilibrio delbosquista del Madrid galáctico y ganaba de blanco la Copa de Europa en Glasgow, Camavinga aún estaba en la barriga de su madre. Nacería en noviembre de aquel año, poco después de que Ronaldo debutara con la blanca en el Bernabéu. Igual que Mbappé, Camavinga pertenece a la generación de niños fascinados por el brillo crepuscular del Madrid de Zidane, que fue, en realidad, el segundo gran Madrid global, de impacto verdaderamente planetario, tras el de Di Stéfano.

Más que a Makelele, la forma de moverse y de jugar de Camavinga evoca a otros grandes centrocampistas del Madrid del siglo XXI: es zurdo como Redondo y juega como si imantara la bola a su pie izquierdo, y en algunos gestos plásticos recuerda a Seedorf. A simple vista, tiene las hechuras de un futbolista muy moderno y viene del vivero que domina el fútbol desde hace un tiempo, el francés, cuna de la velocidad, del poderío físico y de la virtuosidad técnica. Entre Camavinga, Mendy y Benzema, el Madrid ha juntado un regimiento de la Francofonía, es decir, de lo francés en el mundo, especialmente en África, ese continente eternamente virgen tan lleno de juventud y de posibilidades. Las consecuencias de haber integrado al gran icono universal de la Francia moderna, Zidane, en la cosmovisión madridista, de haberlo elevado a la categoría de dios dentro de ella, se ve en el arraigo que el Madrid tiene en el mundo árabe, en el norte de África, en el África subsahariana de habla francesa. Mbappé habría sido la guinda de todo esto, pero este verano el Madrid también ha fichado a Alaba, que es un vienés de padre nigeriano y de madre filipina.

La Selección española vuelve a hacerse pequeñita y exclusiva y otra vez, caminando sobre sus propias huellas, el Real Madrid se universaliza, se desliza sobre el mestizaje global de un mundo en permanente movimiento

La Selección española vuelve a hacerse pequeñita y exclusiva y otra vez, caminando sobre sus propias huellas, el Real Madrid se universaliza, se desliza sobre el mestizaje global de un mundo en permanente movimiento. Esto es importante porque como digo, no es casual y es el reflejo de corrientes subterráneas que recorren España en todos los órdenes de la vida pública. El Madrid nace en 1902 en la capital de un país sacudido por el último desastre colonial, por la pérdida de la grandeza secular y en abrupta crisis de identidad. Se desarrolla siempre mirando hacia fuera y culmina ese crecimiento engrandeciéndose ante Europa entera justo cuando España está al margen de todos sus vecinos, en plena reconstrucción confederal tras la Segunda Guerra Mundial. A otro nivel, ahora vuelve a pasar lo mismo: lo madridista es excluido de un equipo nacional bajo la sospecha de haber sido convertido en un cortijo de agentes y representantes de la órbita barcelonista, en un momento en el que nadie en España deja de mirarse el ombligo. Incluso en el «estilo» el Madrid parece apostar por algo muy diferente al trote sudamericano que gobierna la Liga y que es el santo y seña de una Selección anclada todavía en la Arcadia feliz del tikitakismo: dinamismo posicional, futbolistas jóvenes y versátiles como el propio Camavinga, Alaba, Valverde, un empeño en desasirse de esa modorra que le ha bajado la tensión al fútbol español en un tiempo en que triunfan las trituradoras a todo campo como el Chelsea o el Manchester City. Un desaire a la «cultura» dominante que recuerda al mourinhismo contracultural, en pleno apogeo mundial del guardiolismo. Porque por encima de todas las cosas, lo que también fue siempre el Madrid es una organización con el coraje suficiente para ir por libre.

Fotografías Imago.