Pieza ganadora de nuestro V Certamen de Cuentos Madridistas de Navidad.
—Calienta, que sales.
Giró la cabeza hacia atrás, pero no había nadie en la segunda grada del banquillo.
—¿Yo? —exclamó.
—Sí, tú, sal al campo, no queda mucho tiempo, es ahora o nunca.
Definitivamente, iba a ser mejor el ahora que el nunca. Se desembarazó del chándal y besó el escudo de la camiseta. Después saltó por encima de la línea de cal juntando las piernas para que la cuerda invisible que hasta entonces había rodeado sus tobillos se deshiciera para siempre.
El público rugió. Era su primera vez, su primer partido en el Bernabéu. Quedaban diez minutos y un obstinado empate a uno desde el minuto diez. Una final de Copa no se podía dejar pasar así como así. Era una oportunidad única para la reivindicación.
Había llegado desde abajo, desde muy abajo. Cuando cumplió diez años un ojeador se fijó en su estilo mientras jugaba en el patio de recreo. La rapidez y la intuición, sus mejores armas. Había pasado por todas las categorías hasta que, por sorpresa, no hacía ni quince días, había recibido la llamada de la convocatoria para la final de la Copa.
No albergaba esperanza alguna de poder debutar, de ahí que estuviera in albis cuando recibió la orden del entrenador. La formación era muy compacta. Pensó que algún día llegaría el momento de encajar, de buscar en el equipo de sus amores su sitio en la alineación y, por ende, en el vestuario.
El tiempo iba pasando y el balón no abandonaba la mitad del campo del contrincante. La prórroga le daría la oportunidad de permanecer más tiempo en el escaparate, incluso los penaltis…
Pero no, era ahora o nunca. En un contraataque del equipo recibió un pase largo, salió como una exhalación, levantó la mirada, vio la portería y, ante una afición que enmudeció en un ejercicio de concentración a fin de colaborar en la jugada, chutó con tanta fuerza y convicción que… se despertó.
Sintió una decepción momentánea, había soñado tantas veces con jugar en el Bernabéu… Desde la cuna había vivido el amor al Madrid, después en cada una de las categorías, pero sin llegar nunca a dar el salto.
Era el día de Reyes. El entrenador les había dado fiesta hasta el día 8. El equipo había acabado campeón de invierno en la tabla clasificatoria. Una derrota fuera y otra a domicilio a principio de la temporada quedaban ya olvidadas frente a la gran cantidad de victorias cosechadas y los 9 puntos de ventaja frente al segundo clasificado.
Sus hermanos pequeños asomaron por la habitación.
—Vamos, levántate, los Reyes han venido…
—Ahora voy, pero tranquilos que no van a volver para llevarse vuestros regalos.
Los gemelos se impacientaron.
—Venga, levántate ya, papá ha dicho que hasta que no estemos todos en el salón no podemos abrirlos.
Se incorporó, cogió a cada uno de sus hermanos con un brazo y los llevó en volandas.
—Con lo traviesos que sois, seguro que solo os han traído carbón.
Nada más lejos de la realidad. Los niños desenvolvieron los paquetes sin demasiados miramientos y encontraron dos equipaciones completas del Real Madrid con sus nombres al dorso y el número 10 y 5 respectivamente, día y mes de su nacimiento. Poseídos por la magia blanca se quitaron los pijamas y se vistieron de arriba abajo, incluidas medias y espinilleras, ante la absorta mirada de sus progenitores que cada mañana luchaban sin cuartel para que los gemelos se vistiesen solos.
—¡Hasta los cordones de las zapatillas se han atado tus hermanos!
El padre cogió el móvil para inmortalizar el momento del milagro blanco.
Mira, ya tenemos a Modric y a Bellingham en la familia—comentó la madre mientras sonreía al ver la instantánea de sus hijos tomada de espaldas.
—Lo tuyo, ya sabes, los Reyes te han dejado un dinerito para que te compres lo que tú quieras.
—Gracias mamá. Ver a estos disfrutar de esta manera me emociona tanto, que sean tan pequeños y tan merengues…
—Vamos, todos a desayunar—ordenó el padre.
Se sentaron a la mesa y mientras daban buena cuenta del chocolate con churros y porras, su móvil sonó. Dejó el desayuno y salió de la cocina para poder atender la llamada con mayor privacidad.
—Buenos días y felices Reyes.
—¡Entrenador!, ¿qué ocurre?
—Siéntate y escucha bien. Te han convocado para jugar la final de la Copa de la Reina en el Bernabéu... ¿Estás ahí?
—Sí, sí. ¿A mí?, ¿yo, convocada?
— A ti… tú, convocada… Enhorabuena. Te llamará el entrenador del primer equipo para concretar los detalles.
—Gracias.
—Disfrútalo.
Como si fuera levitando por el suelo volvió a la cocina.
—Vamos hija, que se te enfrían los churros. ¿Quién era?
—No sé, papá, si Melchor, Gaspar o Baltasar.
La madre la miró sin comprender qué quería decir.
—Solo sé que me han dicho: Calienta, que sales.
Muy bonito y bien narrado.
Enhorabuna!!!
Feliz Navidad a todos. Disfrutad y Hala Madrid!!!
Muy bueno! Enhorabuena! Por el cuento y por hacernos ver que aún tenemos muchos sesgos inconscientes! 😉
Hala Madrid!
Además de fútbol, sensibilidad y ternura.
Lleno de inteligencia emocional y misterio.