El caballo blanco de Santiago (Solari)

Y así, entre desordenes y críticas, entre gritos y desastres, el Real Madrid es campeón del mundo. De repente, cuando creía que el Real Madrid estaba luchando por no descender a Segunda o por ganar la Europa League incapaz de superar al Qarabag, me he despertado y he visto que no, que es otra vez campeón del mundo. Como lo fue de Europa. Y no es un sueño. Nos engañaron.

Consigue el Real Madrid otra vez ganar y lo hace con un nuevo entrenador. Ya se gana hasta con Solari. Y digo "hasta" porque el argentino tiene cada vez más un aroma a Zidane de entrenador con aura. Santiago ha conseguido mantener al equipo blanco en el máximo nivel y eso no es fácil. Principalmente porque Lopetegui demostró que era muy difícil y porque él tampoco es Zizou.

Solari, en realidad, tiene un caballo ganador, el más ganador de todos los que existen, el que gana (casi) siempre y al que todos los demás ven ya desquiciados por no saber cómo no se agota. Sin embargo, el caballo también flaquea, es normal, pero lo hace al inicio de la carrera, cuando no es tan vital como los metros finales. Y Solari se monta sabiendo que galopar no es sencillo, pero que tiene muchas papeletas para ganar.

Santiago Solari, con pasado de escritor y alma de argentino, sabe muy bien lo que hace. Es un perfecto vendedor de ilusiones. No he visto antes, al menos ante el micrófono del Real Madrid, un entrenador que sepa comunicar tan bien. Solari quiere lanzar un mensaje y todo el mundo lo capta. Sabe qué debe decir, repite varias veces el mensaje que quiere que cale en la gente y sigue. Eso también es ser entrenador.

Solari te cautiva y te atrapa en un universo del que no quieres salir, aunque no sabes muy bien si es mejor irse o no, porque el futuro puede pintar negro, aunque blanco sea su destino. Le escuchas y te enamoras. Es un orador espléndido. Tiene la idea en la cabeza y la duplica con naturalidad. Insiste, lo explica y lo cierra. Siempre da titulares porque mide muy bien sus palabras. El Madrid ya puede tener escayola puesta que Santiago te la convierte en tirita.

Su juego a veces es ramplón y en otras ocasiones directo. Igual te gana un título que te pierde dos partidos por 3-0. Este Madrid, si me permiten, ha llegado a no transmitirme nada, a verle porque hay que verle, a darme igual si se gana bien o mal. Entiendo que es algo normal, que la temporada es larga y el caballo se cansa, pero al menos las sensaciones no se deben perder. Quizá eso sea lo que más le achaque a Santiago, que hay momentos donde la autocomplaciencia regresa al Madrid. Y eso da vértigo.

Solari ha montado un Madrid de idas y venidas, de tristezas y alegrías, de altos y bajos. En su defensa habrá que decir que se encontró todo mal y que lo solucionó con aires de grandeza. Ahí tiene el Mundial de Clubes, que no tiene el mérito de golear al Levante, pero algo vale.

A Santiago le falta una cosa: domar a su caballo. Le falta controlarlo, y para ello primero lo tiene que mimar. Quizá él esté ahora a remolque de lo que tiene, algo diferente a lo que hacía Zidane, el hombre que cambió todo. El francés lo dominaba como nunca antes lo hizo. Al menos Solari no lo estropea, una cosa a destacar.

No miento si digo que el bueno de Solari no me transmite buenas sensaciones. Lo quería decir ahora, justo después de ganar un título. Le veo, en general, superado por unas circunstancias que, todo sea dicho, él no eligió. A veces le pongo cara de Ancelotti en su segundo año y me da miedo repetir aquello. Tiene crédito, sí, pero que sepa que no vale todo, no vaya a ser que haya que preguntarse el color del caballo blanco de Santiago.