Buscando cincuenta goles desesperadamente

Con la venia.

Hace ya tiempo que detesto las pretemporadas futbolísticas, eso que se ha venido en llamar, no sé a cuento de qué, la summeriana. Las prisas, los agobios, la impotencia, los cromos, el rival que ficha a Zutano, el otro rival que vende a Perengano y nosotros con la morralla canteril, los amistosos… y aquí no se ficha a nadie y pasan los días, las semanas, los meses. Y ves jugar a Zutano, ¿por qué no habremos fichado nosotros a Zutano? ¡¡Queremos un Zutano!! ¡¡Y encima cedemos a Fulano!! 45 grados Celsius a la sombra. Y presentamos a Lunin, un portero de 19 años venido de Ucrania y con un padre con cara de acojonar al miedo.

Un sinvivir. Un estrés inútil que no conduce a ninguna parte. Pues bien, este año es todo lo anterior multiplicado por diez, por cien o por mil. Esto ha sido así porque a la habitual angustia que la summeriana provoca secularmente en el aficionado madridista (hay que decir, a fuerza de ser sinceros, que Florentino ha contribuido lo suyo a forjar este estado de ansiedad) se ha unido la venta del máximo goleador de la historia del club. Un señor que, después de la final de Kiev, dijo que fue bonito mientras duró, así sin vaselina y con alevosía, nocturnidad y, por supuesto, con premeditación. Ninguno supimos ni el cómo ni el por qué ni de dónde nos vino el fuego.

[Aquí aprovecho para hablar de mi libro. No me comparen las palabras de Cristiano con las palabras de Bale, porque no. No seré yo el que le dé al galés el premio del año al don de la oportunidad, pero sus palabras y sus intenciones se parecieron a las de Cristiano lo mismo que un huevo a una castaña. Uno habló de velocidad y el otro habló de tocino].

Se anunció la venta del portugués a la Juve y comenzó el bombardeo catastrofista desde todos lados: hemos perdido 50 goles, ni más ni menos que 50 goles como 50 soles. Pero el bombardeó no acabó (ni acaba) ahí, dado que el asunto adquiere tintes dramáticos, además, si echamos un vistazo a los que han de cargar con la responsabilidad de cubrir, en parte, el balde de ese medio centenar. Uno de ellos es Benzema, apenas una decena de goles el año anterior. El otro es Bale, que sí, que podría, pero ha de estar sano como una rosa y eso son palabras mayores. Otros meritorios llamados a poner su granito de arena son Isco, Asensio o Borja Mayoral. Algunos de estos, muy buenos, pero que a nuestros efectos, no parecen ser los más indicados.

Dicho lo cual, lo conclusión es clara: fichamos o, como diría mi señora, habrá que pelear ardorosamente por conseguir plaza para la Champiñones Luis (trofeo que no tenemos en nuestras vitrinas y que, visto el jolgorio que provoca en otros, puede que fuera cuestión de probar). En este punto parece que todas las facciones del madridismo poliédrico están de acuerdo: fichar o morir.

Llegados a este punto, surge la pregunta del millón: ¿qué fichar? La respuesta a esa pregunta depende del bando en el que nos coloquemos. En un extremo tenemos el bando de los amantes de cromos, o sea, un figurón del calibre de Neymar, Mbappé o Kane. Tarea muy difícil o imposible. Ustedes mismos y sus esperanzas.

Bajando por la escala de exigencias nos encontramos con el bando de los que prefieren cromos de jugadores notables sin llegar a ser excepcionales. Jugadores con un nivel de calidad muy parecido al de muchos de los titulares de la actual plantilla. Parece una opción más realista y repleta de sentido común. Pero solo en apariencia, porque chocamos con un par o tres de inconvenientes: el personal no se conforma con un solo fichaje, se necesitan varios (delantero, centrocampista y defensa). El segundo inconveniente nos los encontraríamos al mirar la factura. Tres tipos a razón de 70/80 millones por barba. Millón arriba, millón abajo, de doscientos millones de euros no bajamos. A partir de este máximo, los hay que se conformarían con solo un par de jugadores e, incluso, llegados al punto en el que estamos, con uno solo. Aquí surgiría, más que probablemente, un tercer inconveniente: ¿qué hacemos con Vinicius, Rodrygo, Valverde, Odeggard o el mismísimo Asensio? Alguno de ellos, seguro, se saldrá. Más de uno, barrunto.

Pero si seguimos bajando en nuestra escala de exigencias, los cromos que empiezan a lucir son mucho menos exuberantes. Lo que vendríamos a conocer como jugadores de relleno y de complemento. Suplentes suplentísimos, eso sí, con algo de experiencia. El personal que se decanta por esa opción estaría encantado con, por ejemplo, Mariano (me confieso: yo, también).

Si finalmente hemos llegado al extremo inferior en nuestra escala de exigencias, nos encontramos con el presidente, junta directiva y poca gente más. Es decir, los que ni están ni se les espera. Los que no quieren nada o se lo callan (no lo descarten). Curiosamente, en este grupo de personas están los que tienen toda la información de primera mano: los informes de los técnicos en materias deportivas y los informes de los millones de euros disponibles. Ojo al dato.

Mi opinión tiene un valor de cero. Pero como es gratis, se la voy a dar. Opino lo que la abrumadora mayoría: necesitamos algún jugador más. Y hasta ahí puedo leer porque a partir de ahí empiezo a desvariar y dar bandazos de tal modo que Bobby, a mi lado, es un triste principiante. Una veces se me aparece Mbappé, otras Rabiot, Pogba o Hazard, otras tantas me imagino a Mariano rematando balones y rivales, todo en uno. Incluso termino por encomendarme a la Santísima Trinidad rogando por la salud de Bale y me conformo con nada (o mucho, vayan ustedes a saber). O sea, que no tengo ni idea. Sí me parece adecuado, no obstante, aportarles mi particular visión acerca de un par de cuestiones sobre las que hemos sufrido un bombardeo incesante, por parte de quienes todos ustedes saben, con intenciones no demasiado claras ni libres de intereses ocultos.

Vayamos por partes. ¿De verdad se nos han ido 50 goles? De ser cierto eso, ¿cómo es posible que, por dicha brutalidad, nuestro presidente solo haya sido capaz de embaularse 100 millones de euros con los precios actuales? Como soy un enfermo de las estadísticas, les acompañaré unos datos y les expondré mi conclusión (prometo no extenderme). Sí, ya sé, las estadísticas son como los bikinis, enseñan muchas cosas pero no lo verdaderamente importante.

Cristiano presenta, en toda su carrera profesional, los siguientes números:

A continuación se los desagrego, temporada a temporada, a los efectos de mis maquiavélicas intenciones.

En ninguno de estos dos cuadros se recogen los números con su actual club, la Juventus. En este segundo cuadro faltan los números con la selección de Portugal, cuestión que resulta intrascendente para lo que yo persigo.

Empecemos por el final. Cristiano vino al Madrid con 24 años para 25. Es decir, un jugador completamente hecho y formado. Observen ustedes qué asombrosos números presentan sus medias goleadores temporada tras temporada.  El promedio más bajo es el de la temporada 2016/2017 con ¡¡0.91 goles por partido!! Curiosamente, uno de los años que menos partidos jugó (46). Curiosamente, la mejor temporada del Madrid desde que llegó.

Ahora retrotraigámonos en el tiempo a sus temporadas en el United. Sí, ya sé que llegó siendo un niño. Fueron seis años. Como puede observarse, casi desde el principio, fue titular indiscutible o, al menos, participó en número de partidos considerable. Fueron 292 partidos en seis años. Una media de 48,67 partidos por temporada. En el Madrid jugó 438 partidos en nueve temporadas. La media es de (¡sorpresa!) de 48,67 partidos por temporada (y bajando).

Con una media de partidos exactamente igual, en el United presentó un promedio goleador de 0,40 goles por partido. En el Madrid, su promedio es de 1,03 goles por partido.

Cuando llegó al United, con 18 años, era un niño. Obviamente sus números deberían ser matizados de alguna manera o no tenidos en cuenta. Sea pues y prescindamos de sus dos primeros años. Son cuatro temporadas para un total de 202 partidos y 103 goles marcados. Es decir, una media de 50,5 partidos por temporada y un promedio de 0,51 goles por partidos.

El mejor dato de Cristiano en el United nos da un promedio goleador de 0,86 goles por partido. Peor que el peor dato del portugués en el Madrid (0,91).

Con todos los reparos que ustedes quieran introducir, lo cierto es que el Madrid recibió un jugador con un promedio goleador de 0,51 goles por partido en sus últimos cuatro años y lo convirtió en un jugador con un promedio de 1,03 goles por partido en nueve años. De hecho, de un año a otro, pasó de un promedio de 0,49 goles (último en el United) a un promedio de 0,94 (primero en el Madrid). La conclusión me parece clara: el Madrid en general, su escudo, su ADN, sus jugadores, su afición, su estadio, el clima, el agua de Madrid o lo que sea, le hicieron duplicar su rendimiento. Vino con 25 goles y el Madrid le dio otros 25. Vino con un Balón de Oro y el Madrid le aupó hasta los cinco. Vino con una Champions y el Madrid le llenó las vitrinas. Sí, ya sé que él contribuyó, obviamente. Pero yo, en esta simbiosis, tengo clarísimo que ambas partes dieron y recibieron, pero no en la misma proporción.

No amigos, el Madrid no ha perdido 50 goles, en todo caso, y ateniéndonos a los números y echando la cuenta de la vieja, ha perdido la mitad. Exactamente los que trajo Cristiano cuando fue fichado del Manchester. Hay otros 25 goles que el Madrid está en disposición de ofrecer a un delantero de cierto nivel. Sí, ya sé que para marcarlos se necesita el talento del portugués. Fichar a alguien igual es imposible y, además, en mi modesto entender tampoco es necesario. Y me explico. No es impensable, ni descabellado, pensar que cualquiera de los delanteros que a todos nos suenan, se iría a los 30/35 goles con el centro del campo del Madrid y su juego de ataque. El resto, hasta los 50 goles, sería muy fácilmente asumible por el resto de jugadores. No es descabellado pensar lo anterior, si nos atenemos, además, a la cantidad de juego de ataque que absorbía el portugués y que ahora debe ser repartido entre varios jugadores. Ni les cuento, si el galés permanece sano toda la temporada. Porque, que lo sepan, Bale (hasta la temporada pasada) jugó 27 partidos sin el acompañamiento de Ronaldo. En esos 27 partidos marcó 22 goles para un promedio de 0,81 goles por partido, que no es el 1,04 de Cristiano, pero se le parece mucho. No es descartable que, con continuidad, ese 0,81 se acerca, aún más, al 1,04.

Hay otro aspecto que hace muy recomendable el fichaje de un delantero. Lo vimos en la Supercopa de Europa. Nos pongamos como nos pongamos, ni Mayoral ni Raúl de Tomás están para demasiadas alegrías. En el caso de Mayoral, más por falta de rodaje que de talento. En este sentido les quiero recordar que Mayoral y Mariano coincidieron un año en el Castilla presentando números muy parecidos. Necesitamos a alguien con el suficiente nombre y bagaje que haga pensar a Godín, llegado el caso. Alguien para momentos de urgencia y de épica. Alguien que nos dé cierta tranquilidad cuando uno de los habituales no esté… y tengan la certeza de que ese momento, llegará.

El Madrid no tiene a nadie así. Llámenle delantero centro, rematador, delantero pichichi, ancla, pivote o lo que les salga del níspero. Es así, nos pongamos como nos pongamos. No lo tiene y es un caso (desgraciada e incomprensiblemente) único entre los siete u ocho grandes clubes europeos. Y, visto lo visto, no me parece a mí que sean necesarios tipos de a 200 millones por barba. Desgraciadamente, el tipo de jugador al que yo me refiero antes te costaba 40 (por poner una cifra) y ahora cuesta el doble. Es lo que hay. Y creo que merece la pena porque el riesgo que corre el Madrid, sin alguien así, supera con creces lo razonable. En todos los sentidos: en el plano deportivo y en el social. La grada baja del antepalco y su tendencia a girarse buscando culpables. Eso desestabiliza. Mucho. Y da carnaza. Mucha. Mejor ahora que en diciembre; en diciembre solo hay parches que no solucionan nada. Casi nunca.

Todo lo anterior valdrá de poco si no le echamos un ojo al lado opuesto del campo. Tiene poco que ver con el título del presente articulillo, pero es igual de importante. Efectivamente, el juego defensivo. Es tan importante que, como vimos en la reciente Supercopa de Europa y a pesar de marcarle dos goles al Atleti (y no es poca cosa), la falta de juego defensivo arruinó un partido y un título.

No puede decirse que fueran errores de un sistema poco o nada trabajado. Fueron groseros errores individuales. Algunos de ellos infantiles. Fallaron los cuatro jugadores de la línea y el admirado Keylor tampoco estuvo muy acertado. Contra los errores individuales, salvo bronca personalizada o banquillazo, poco o nada se me ocurre. Quizás añadir algún nuevo jugador con el nivel suficiente para competir, al modo del binomio Marcelo-Odriozola. Tampoco habría que descartar, como causa, la baja forma por falta de preparación de alguno de ellos. Error del entrenador haberles hecho titulares en ese partido; error subsanable de cara a compromisos futuros mucho más importantes, pero error a fin de cuentas.

la falta de juego defensivo arruinó la supercopa de europa

Distinto de lo anterior es lo que vimos el año pasado. Temporada en la que la mayoría de equipos, empezando por el Fuenlabrada, pasando por el Numancia y terminando en cualquiera de los equipos de primera división, nos hicieron una cantidad muy significativa de ocasiones de gol y aproximaciones de las que asustan, y todo ello, la mayoría de las veces, sin errores directamente imputables a un defensa concreto. Era un equipo sin organización defensiva y sin trabajar. No sabría decirles los motivos. Tal vez no entrenasen lo suficiente o tal vez sí lo hicieran, pero mal. Tal vez Zidane no estuviera en su mejor momento o tal vez sí lo estuviera, pero los jugadores procedieron a hacer la guerra por su cuenta. Lo desconozco. Lo cierto es que el equipo exhibió durante dos tercios de la temporada una baja forma alarmante que se notó tanto en el juego el ofensivo como en el juego defensivo, en algunos momentos de forma grosera. Guste o no guste a los admiradores de Zidane, es lo que se vio.

Si esta fuera la situación del equipo este año, el asunto tiene muy fácil arreglo si el entrenador tiene las idea claras y los jugadores están predispuestos. Y parece ser que ambas cosas se dan, visto lo visto hasta ahora. Y la solución es simple: entrenar, entrenar y volver a entrenar. Repetir, repetir y volver a repetir. Si el entrenador no lo tiene claro y/o los jugadores están en otros temas, otras guerras y otras preocupaciones, entonces, amigos/as, mejor cerremos el quiosco. Ni Neymar, ni Mbappé, ni Hazard, ni Kane, fichados todos en los pocos días que quedan hasta el cierre, lo arreglarían. Les recuerdo que, el año pasado, la mejor actuación que yo haya visto de un portero del Madrid en la última década, nos libró del desastre total. Eso es jugar a la ruleta rusa.

Acabo. Dentro de mi desconocimiento general del tema tratado, le propongo a nuestro presidente la idea políticamente incorrecta (y que le desagradará) de que no compre neymares, no hacen falta. En tal sentido le desaconsejo (si fuera el caso) el ahorro compulsivo de millones de euros cara a un futuro fichaje. Si acaso, un par de muchachos por los que habrá que rascarse el bolsillo en cantidad razonable de acuerdo con los precios de este mercado inflacionado. Con la plantilla actual hay para un par de años, como muy poco. Tiempo suficiente para que los chicos jóvenes fichados, con tan buen tino, empiecen a dar brotes verdes. Y eso, barrunto, será mucho más fácil de conseguir en un horizonte de estabilidad. Y la estabilidad la dan los títulos. Nadie garantiza títulos, pero al menos, se pueden minimizar riesgos.

Y rezar. Rezar para que nuestro galés no se lesione. Y además de rezar, cuidarle de minutos innecesarios, de partidos innecesarios y de labores innecesarias. Con lo que hizo en los últimos partidos del año pasado y lo hecho en la pretemporada, a mí me sobra. Ni un peldaño más. Un nivel de crack mundial. Pero vamos, que yo no tengo ni idea.