Boleros y novelas rosas

Si la paciencia tiene un límite, el santo Job a nuestro lado era un aficionado. Vivimos en un incesante bucle que va de lo mismo a lo igual con la pasmosa característica de salir a la venta cada día como si fuera algo diferente, y eso tiene mérito (no lo nuestro, que también, sino lo de ellos, lo de esta prensa deportiva nuestra).

¿Cuántas fotos hay -cuántas quedan, Señor, ten piedad- del tridente blaugrana? ¿Cuántas veces más -aunque en realidad es siempre una, eterna, ya sin tiempo, condena y suplicio- se nos mostrará un Madrid en crisis, convulso, dramático, ruinoso, sin rumbo y en el lodo, que dice el famoso bolero? Pero ya conocen el estribillo: "Si tú me dices ven, lo dejo todo", y basta una casi imperceptible señal de salud del equipo, basta una leve señal de decisión y coraje para que nuestro madridismo se rearme y, efectivamente, lo deje todo (o casi). Somos niños, recuerden, y en asuntos afectivos no hay gente más sabia que los niños, tal vez porque aún no conocen el poder y a la vez la impotencia de los análisis, los razonamientos, los argumentos y los medios y largos plazos. Aquí y ahora. Hoy mismo. Cada vez que juega el Madrid es una nueva oportunidad de hacerse del Madrid. Nos queda saber si esto lo saben los jugadores del mismo modo que lo saben sus aficionados.

El 10 tiene la pelota y busca anhelante a un compañero. James mira al frente y quiere asociarse. No seremos nosotros quienes no le devolvamos la mirada. El joven colombiano acompaña su intención con su mano derecha, trazando un gesto de llamada, convocando a la cercanía, "ven que te la paso", y nosotros vamos. Y ello pese a que la portada de Marca hoy parece más propia de las ofertas de una gran superficie, tan llena de recuadros, tipos de letra, informaciones dispares, fotos, resultados, vino y hasta un caballo negro a galope. Todo muy apretado, apelmazado, confuso, demasiado en tan poco espacio, casi sin aire. Hasta Casillas se cuela por ahí, a la derecha, con su haber salvado -dicen- al Oporto.

Acudimos a la llamada de James -decimos- pese al atropello formal con el que hoy nos noquea Marca, pero sobre todo lo hacemos pese a -o precisamente por- la negra sombra que parece anunciar y motivar el tratamiento de la previa del partido del Madrid contra el Eibar. Ya saben, todo está muy mal y es susceptible de empeorar. El Madrid es un desastre, pero nadie conoce aún cuánto más puede dar de sí lo desastroso. Esta tarde podría darse un paso más hacia el abismo. Dios aprieta y hasta puede llegar a ahogar, parece decirnos Marca aun sin llegar a decirlo del todo. Menos mal que nosotros creemos ver una contradicción -tal vez insospechada e involuntaria para los hacedores de la portada- entre el tratamiento textual y la foto de James, así que nos aferramos como niños a su llamada, a su mirada convocante y a su manejo de la pelota para que hoy tengamos razones para creer al menos en el purgatorio.

También aparece James en la portada de As, también hace un gesto -esta vez de saludo- con su mano derecha, pero aquí, como corresponde al espíritu de Relaño, el colombiano no tiene ningún fuego en la mirada, no nos llama a nada, está lejos de motivar a la acción o la adhesión. Si en la foto de Marca latía un halo de esperanza y de ímpetu, en la de As no hay nada más que un tipo en chándal que saluda al bajarse de un autobús, un tipo cualquiera con mochila, tan cualquiera como uno de nosotros.

Sí, Chendo sonríe a la derecha de la imagen, casi ya fuera de foco, pero el resto, todo lo demás, el grueso de la portada es un alarde de nada, un Ulises de Joyce sin Joyce, un vagar existencialista sin la firma de Camus, una secuencia de Antonioni dirigida por Relaño; es decir, un remedo, un cartón piedra, una invitación a no salir nunca más de la cama y a que James vuelva a meterse en el autobús para siempre.

Menos mal que al menos recoge As unas declaraciones de Benítez en las que se atreve a decir que "es un privilegio" tener a James como jugador. No entendemos nada, estimado Relaño. Hasta ahora pensábamos (no, en realidad nunca lo pensamos) que no había sintonía entre Rafa y James, que no se podían ni ver, que las autopistas colombianas eran todas de peaje y que el vallenato iba a prohibirse en los locales anexos al Bernabéu. Pero todo esto casa mal con el "privilegio" de contar con James, así que solo nos queda anotar el enésimo desmentido, la enésima incoherencia de la prensa deportiva, y seguir adelante hasta que llegue la siguiente, que a buen seguro se demorará tan solo un minuto después de que terminemos de redactar estas líneas.

En aras de nuestro compromiso con la información traemos aquí un día más las portadas deportivas catalanas, pero no esperarán, querido galernautas, que encima las comentemos. Un poco de piedad, por favor.

Digamos rápidamente que "saca el qüisqui cheli para el personal y vamo' a hacé un guateque", o mejor que "en un país multicolor había una abeja bajo el sol", o acaso que "aquí está, viene ya tan feliz, con sus flechas de amor para ti", o incluso "love is all around me and so the feelling grows". Este es el análisis más sesudo que podemos hacer de semejante material. Y lo peor es que no creemos desbarrar en exceso con tales alusiones, pues la vida es maravillosa en Can Barça gracias al tridente, que es mucho más que un tridente, porque en realidad son amigos, casi hermanos, la Santísima Trinidad hecha delantera, una cosa muy rosa, esponjosa y azucarada.

Eso sí, si Bale y Cristiano se abrazan al celebrar un gol, pongamos por ejemplo en su partido de Champions contra el Shakhtar de esta misma semana, cabe siempre la posibilidad de que su gesto no sea sincero, sino una burda pantomima para acallar rumores periodísticos. Ya ha quedado dicho que nuestra novela es existencialista, mientras que la culé es una -siempre la misma- de Corín Tellado.