Lo que deberíamos conocer acerca de la corrupción de la FIFA (usar la preposición “en” me parece desvirtuar la realidad) no lo conoceremos nunca. Pero lo que conocemos ya, es mucho menos de lo que vamos a conocer.
Lo augura la estrategia de actuación de los fiscales americanos, que recuerda el patrón de la utilizada por el fiscal Doug Miller –en tándem con Jeff Novitzky, investigador de la FDA- en el caso BALCO, que acabó con Marion Jones en la cárcel, y en el caso Armstrong, que no fue un asunto de doping[1] sino de corrupción de la federación mundial (UCI) de un deporte mítico, a cuyo rebufo se mueven algunos miles de millones de euros cada año. Peanuts en contraste con el fútbol y su federación mundial (FIFA).
Inician la investigación pescando discretamente un pez de río al que absuelven sus pecados a cambio de una penitencia relativamente modesta: Ponerle a nadar entre los tiburones.
Los trinos del pez cantor enseñan a los fiscales dónde buscar pruebas. Y lo harán minuciosamente hasta tener construido un caso contra los que están más próximos a la cumbre de la cadena trófica. No importa que pasen años. Se persigue un caso sólido, no soportado exclusivamente en el testimonio de un sujeto que, sin otros elementos de convicción, se agotaría en que precisa tratamiento psiquiátrico.
En la fase que estamos viviendo en la actualidad, caen en la red los tiburones de puntas negras, que tras intentar escapar murmurando salmodias, aprenden rápidamente a cantar arias de Verdi. Apretados por las pruebas reunidas, que han llevado a su detención, prefieren “colaborar” con la investigación a afrontar las penas por falso testimonio ante un gran jurado. Pero los ahora detenidos siguen siendo instrumentales, actores secundarios en un obra cuyo protagonismo no les está reservado, una nueva cantera de pruebas documentales en el curso de la investigación, a favor del rumbo elegido para ella desde antes de su inicio.
La mirada de los fiscales siempre estuvo puesta más allá, porque a partir de un conocimiento sucinto, a nivel de simple percepción, de los mecanismos clientelares de la FIFA, no hay proceso de pensamiento racional que concluya que la decisión de conceder un mundial de selecciones a un país desértico, cuyas temperaturas estivales no es extraño que lleguen a los 50º C con una humedad relativa del 90%, sea la exclusiva consecuencia de unas cuantas balas de oro disparadas a una decena de vividores. No. Descartado desde el minuto uno el mantra de todos sus dirigentes, la monserga del amor por la extensión seminal del fútbol, al modo del bíblico creced y multiplicaos, es racional deducir que una decisión cuya carga polémica la hace delicadamente arriesgada, no se pudo haber adoptado sin el compromiso activo de quien controla férreamente esa estructura de poder. El objetivo de la instrucción de los fiscales era, por supuesto, el gran tiburón blanco.
Todos interpretamos en esa clave la dimisión de Blatter. El argumento de que no cuenta con el apoyo unánime de sus súbditos habría sido algo mejor que un vano pretexto unos días antes, usado para no presentarse a la reelección, cuando sabía de sobra que no contaba con ese apoyo unánime. Sería risible, si no fuera por que adivino que en el fondo se refiere a la falta de apoyo de los que más saben, una vez hundida al primer cañonazo la estrategia de defensa sobre la transferencia de diez millones de dólares a la confederación caribeña, consistente –¡cómo no!- en echarle la culpa al muerto, Julio Grondona: Un íntimo de Villar al que, en honor a su curriculum, Blatter había colocado precisamente de presidente de la comisión de finanzas.
En la siguiente fase, la investigación suiza sobre la concesión de los mundiales cabalgará ahora sobre las grietas que ha abierto, y seguirá abriendo, en el hormigón de la omertá la investigación americana. Sabremos, por lo tanto, mucho más de lo que hasta hoy sabemos. Pero el propio objetivo final de la instrucción dejará fuera de cuadro bastos ámbitos regionales y sectoriales de influencia en el negocio del fútbol, en los que poner el foco haría caer unos cuantos tinglados nacionales, cuya corrupción es una condición –uno se atreve a decir que necesaria- del funcionamiento de una estructura clientelar, con notas propiamente feudales, cuyo rey está podrido. Esperemos, por lo menos, que con los corruptos caigan los corruptores y los agentes de los corruptores.
De momento, la sociedad se ha cobrado al rey del monopolio mundial del fútbol, lo que naturalmente no fue capaz de hacer la propia estructura sobre la que reinaba. Eso colma de felicidad a otras piezas no muy menores del tablero: Platini, sin ir más lejos. Uno que tiene pendiente ofrecer una explicación satisfactoria de la renuncia por la UEFA al único modo de resistencia eficaz que había frente al despropósito de la FIFA, de explicar a la sociedad por qué su confederación cambió de posición sobre el calendario del mundial de Qatar, sacrificando los intereses legítimos de los clubes europeos –que sobre ser las putas ponen la cama en este tinglado monopolístico- y de sus aficiones.
Muchos, quizá el propio Platini, confunden oportunidad con solución. La dimisión de Blatter no es la solución de nada, como no lo fue la de su antecesor João Havelange. Porque Blatter no es el problema, sino su representación. Al presidente Havelange, impulsor de un estado de corrupción del que el escándalo ISL fue la punta del iceberg, le sucedió el presidente Blatter, que era el secretario general Blatter mientras ISL corrompía la cúpula del fútbol.
La vigente estructura económica del negocio del fútbol, sucesivamente desplazada de los estadios al exterior a partir del último tercio del siglo pasado, le ha permitido agigantarse, pero las prácticas de colusión que ha traído consigo se alzan hoy como la mayor barrera a su crecimiento[2]. ¿Alguno de los que estarán en condiciones de ganar la elección viene con la voluntad y los arrestos de poner patas arriba la estructura que rige el monopolio mundial del fútbol? Se me antoja prácticamente imposible que un programa de auténtica representatividad y transparencia, imprescindible para seguir creciendo, triunfe aupado por quienes serían sus primeras víctimas.
En este punto, la inteligencia sólo deja compartir el pesimismo concluyente de Michael García[3]: “Será imposible cambiar la cultura de la FIFA”.
[1] V.gr.: Alberto Contador et le filet sanglante (tan sangriento que se pudo confundir con una transfusión en jornada de descanso). Un caso de doping que todos preferiríamos que no se produjera, pero que si uno no trae genes de los peregrinos del Mayflower, conoce y ama el ciclismo, no cambia radicalmente los equilibrios de su aprecio emocional. Un tío hace trampas, y cuando todo funciona según está previsto, se le pilla, se le sanciona con dureza -tanta que además de dejarle sin competir un buen tiempo se le desposee de los títulos de las competiciones de esa temporada, aunque no se le pillara haciendo trampas en ellas-; cumple la sanción y punto: Una vez retribuida abstractamente la sociedad por la fechoría cometida, con el cumplimiento de la pena, procede la reinserción. El caso Armstrong/USP/UCI se refiere sin embargo a una quiebra del sistema, cuando se apareja una industria del encubrimiento institucional, propiciada por la corrupción económica.
[2] Quedan fuera de la extensión y el propósito de estas impresiones algunas cuestiones sugerentes, cuya reflexión dejo a la iniciativa de lectores y colaboradores. Entre otras:
- La trascendencia social del fútbol como fuente del poder de la FIFA, que posibilita la imposición de sus decisiones a los estados soberanos en cuestiones ajenas a la propia competencia futbolística en sentido estricto –regulación técnica, calendarios, disciplina-. Rememoro aquí la derogación fáctica en 2008, por el tándem Villar-Blatter, del Decreto que regulaba la duración de los mandatos de las federaciones deportivas españolas (norma de desarrollo de una ley votada en cortes por los representantes de la soberanía nacional) mediante la advertencia, en puertas de la Eurocopa, de exclusión de selección nacional de las competiciones internacionales.
- La falta de definición legal del monopolio de la FIFA, susceptible de un tratado internacional dada la trascendencia social de su objeto de comercio, como incentivo de la vis expansiva de su poder.
- El conflicto objetivo de intereses entre clubes y federaciones en el reparto del mercado del fútbol. Las fuentes de la autonomía de la superestructura confederativa y las causas de la imposición de su poder de decisión.
- La coincidencia de intereses entre los partners esenciales de los clubes de fútbol -titulares de derechos televisivos, patrocinadores- y las federaciones nacionales como una de las causas de la relegación de los grandes clubes de fútbol en la estructura del fútbol mundial.
- La descripción de los mecanismos “feudales” en la estructura de poder de la FIFA. Federaciones nacionales “vasallas”, con presidentes sostenidos en estructuras clientelares, en las que, incluso en muchas de la minoría de las formalmente democráticas, los electos eligen de facto al núcleo decisivo de sus electores, lo que favorece su perpetuación en el poder.
- Por qué un país menor en el mundo del fútbol (y del ciclismo) Estados Unidos, es el que acaba persiguiendo los casos de aparente corrupción que llaman la atención a todo el mundo, sin que casi nadie en todo el mundo muestre una voluntad decidida de resolverlos.
[3] Abogado. Antiguo fiscal del Distrito Sur de Nueva York, contratado por la FIFA como presidente de la cámara de investigación del Comité de Ética, que en 2012 abrió la investigación interna sobre la concesión de los mundiales de Rusia y Qatar, cuyas conclusiones de dos años de investigación jamás vieron la luz. Un “resumen” de su informe, elaborado por Hans-Joaquim Eckert, presidente de la cámara de adjudicaciones, que García impugnó por sus “representaciones erróneas de los hechos y conclusiones” es todo lo que FIFA hizo público. García dimitió en diciembre del año pasado.
A-CO-JO-NAN-TE.
Gracias Manuel, me encantaría (y estoy seguro que a mas lectores) que nos siguieras informando según se vayan produciendo nuevos capítulos de este podrido organismo.
Un abrazo.