Ya me gustaría a mí poder empezar este relato trayéndoles buenas noticias, pero lamento que no sea así. Cuando ustedes estén leyendo esto, si es que sacan tiempo para ello de entre sus ocupaciones familiares y consumistas, sabrán que de la camiseta se nos ha caído ese escudo dorado que nos adornaba como campeones del mundo. Ya sabíamos desde marzo que este día iba a llegar, pero parece que, ahora que se ha consumado el hecho, nos hayan degradado arrancándonos del pecho el liderazgo mundial que de derecho sabemos nos pertenece. Malas maneras de comenzar a celebrar las navidades son estas, pero haremos lo posible para revertir este ánimo. Déjenme que me ponga un poco melancólico rememorando las navidades de mi niñez, cuando uno dejaba de lado el ir al colegio y disfrutaba de aquello que en la televisión llamaban “programación especial de navidad”. Les hablo de una época en la que sólo había dos canales y en la que en la referida programación especial abundaban los dibujos animados y se repetía año tras año la desesperada búsqueda de Chencho por la plaza Mayor de Madrid en la voz ronca de Pepe Isbert. Y también recuerdo con nostalgia el día de nochebuena, más en concreto el momento de la cena. En casa de mis abuelos, epicentro de las celebraciones familiares, la cena de nochebuena no comenzaba hasta que terminaba la retransmisión del Torneo de Navidad de baloncesto del Real Madrid. Si me permiten cierto paganismo, la Santísima Trinidad de las navidades de mi infancia la conformaban el concierto de año nuevo de Viena, los saltos de esquí desde Garmisch-Partenkirchen y el citado torneo de baloncesto, que para ser exactos y los más jóvenes entiendan la importancia del mismo, tenía como denominación oficial la de “Torneo de Navidad de Baloncesto de la FIBA”. Sí, de la FIBA, no del Real Madrid. El Madrid se limitaba a ceder su cancha y el Comité de Actividades Internacionales de la FIBA organizaba el que se consideraba “mejor torneo amistoso del mundo” (gracias, muchas gracias D. Raimundo Saporta). Y durante décadas, entre los días 23, 24 y 25 (24, 25 y 26 según los años) de diciembre, pudimos ver equipos y selecciones de todo el mundo, universidades norteamericanas incluidas, enfrentarse al Real Madrid mientras en casa nos rodeaban turrones, mazapanes, olor a guiso y prisas por decorar la mesa para la cena. De todos aquellos partidos los que más recuerdo eran los que jugamos contra la URSS. Aquellos gigantes venidos del este con esos mostachos, esas caras hoscas, aquel Víktor Pankrashkin, aquel Vladimir Tkachenko… seres que parecían de otra raza, que parecían practicar otro deporte, frente a Corbalán, Rafa Rullán, Brabender… imposible recordarlos a todos. Y como foto icónica de todo aquello, un suicida: Alfonso Del Corral, que osó interponerse entre un tal Arvydas Sabonis de 20 años y un tablero que acabó hecho añicos. Con el paso de los años también acabó hecho añicos aquel trofeo navideño y mi ilusión por tales fechas. Y ahora, desde la vejez, ya sólo me queda de vez en cuando intentar rememorar aquellos tiempos e intentar transmitir a los jóvenes la importancia que el Real Madrid ha tenido, y tiene, en la historia del deporte. De cuando las navidades eran blancas de verdad tanto por la nieve como por el torneo de baloncesto. De cuando no sabíamos qué era el grinch ni el Malakito de Memphis. Desde mi yo infantil, les deseo una entrañable navidad.
Bonito relato si señor, tengo recuerdos parecidos y más ahora que son fechas entrañables y nostálgicas
Un saludo
Precioso artículo y bonitos y entrañables recuerdos.
Un cordial saludo de un madridista que con 72 años en la actualidad vivió todo aquello y muchos otros avatares de nuestro gran Madrid
FELIZ NAVIDAD
Don Raimundo Saporta, fue nuestro Don Santiago Bernabéu baloncestístico.
Recuerdos imborrables en mi memoria del Torneo Navideño.
¡Felices Fiestas a todos los madridistas!
Muy presente en mis recuerdos casi todo lo que comenta. Lo que no recordaba era que quien se interpuso , entre el tablero y Sabonis, fue Del Corral. De quien sí recuerdo que ante Viktor Pankrashkin, en un partido de Copa de Europa -creo-, y en el antiguo Pabellón de Deportes de la Ciudad Deportiva, le hizo un mate espeluznante en su cara. Acción impresionante la de Alfonso Del Corral.
Recuerdo ambas acciones, el intento suicida ante Sabonis y el mate ante Pankhraskin. Dos actos de fe madridista aunque con diferentes resultados.
Coincido con el autor del texto en que el torneo de Navidad era tan inseparable de las Navidades como la búsqueda de Chencho o como el mismísimo George Bailey. Me ha encantado recordarlo.
luego recuerdo que pasó a ser el Memorial Fernando Martín, y ya después, después, nada...
qué triste.