Aparecía Benzema en el Universo Valdano de Movistar con una sencillez en el atavío que ilustra su reconversión crepuscular como futbolista: una camiseta blanca de austeridad estoica, una delgadez que desprende salud (hay otra delgadez, la mala, la de la enfermedad, pero la de Benzema es la menudez del campesino, del hombre trabajado y fibroso) y una sonrisa brillante. Más beduino que nunca (el paso del tiempo acentúa los rasgos genéticos) Benzema parece un fellah egipcio, tiene el fenotipo y el tizne de la piel, aspecto subrayado además por la barba. Charlaba con Valdano y en el plano-contraplano era entretenido comprobar quién estaba más moreno, en una competición de la que sin duda sale ganador el madridismo, que rejuvenece su semblante a veces demasiado solemne y de una palidez de cuadro del Greco con la tez bronceada y alegre de estos dos iconos modernos. Se desenvuelve Benzema en un gran español, algo que siempre resulta agradable, signo inconfundible de aculturación con el Madrid y con España. Conserva todavía ese arañazo de gato en el flequillo con el que apareció por Madrid hace ya once años, con la piel mucho más blanca y la cara de un adolescente tímido asustado por la ocasión y el escenario.
Algo de esa timidez sigue manteniendo todavía cuando Valdano le interpela por el Karim íntimo que no habla mucho con la prensa y al que el gran público quiere conocer. «Yo hablo ahí» y señala el campo, risueño, a pesar de que por sus ademanes, por su forma de caminar por Valdebebas, tenga ya el porte del que se sabe con mando en plaza. Así es como uno se imagina a Puskas andando por la antigua Ciudad Deportiva. Hay un cierto simbolismo relacionado con eso en el hecho de que sea Valdano, quien lo ha sido todo en el club como decía hace poco Jesús Bengoechea, quien nos introduzca a ese Benzema personal (como si no se pudiera conocer a alguien por su manera de jugar al fútbol, claro, ya lo sabía Camus eso). Valdano, que es el hombre que mejor sabe contar el madridismo, invitándolo a su universo, lo presenta, lo avala ante el santo sínodo madridista: ecce homo, aquí hay un nuevo hombre que también pertenece a nuestro olimpo, señores. Así es como hay que interpretar también esta entrevista, como la legitimación definitiva de Benzema como parte integral de la tradición histórica madridista.
Así es como hay que interpretar también esta entrevista, como la legitimación definitiva de Benzema como parte integral de la tradición histórica madridista
Es curioso que la banlieue francesa que acomodó a la mayoría de los refugiados de la guerra argelina de independencia y que cobijó a aquellos nuevos franceses en la metrópoli haya dado a dos de las figuras fundamentales del Madrid del siglo XXI. Zidane y Benzema comparten origen étnico y sociocultural: La Castellane, arrabal de Marsella, y Bron, ciudad-dormitorio de Lyon, son lugares culturalmente abigarrados, con fama de violentos, relacionados con disturbios históricos recientes o con actos de terrorismo yihadista. Lugares «muy vibrantes y muy duros» como definía Zidane a Marsella, donde «aprendí el deseo de no parar de luchar, de pelear intensamente por cada partido, de jugar intensamente cada día». En ese entorno asimilado a la Nápoles de Gomorra, de narco-cultura urbana, polígonos industriales, vagones del metro pintarrajeados, arquitectura modernista dejada de la mano de Dios, rap, bandas y «danza con los lobos» con la policía como se dice en el argot de la calle allí, han surgido dos espíritus hipersensibles que entienden del mismo modo el fútbol. «Gigantes con pies de niña» como los definen los hermanos Del Riego en La Biblia blanca, «ágiles como montañeros del Atlas». Para estos dos hijos de la emigración beduina en Francia, el fútbol es una expresión del movimiento. «En la calle hay sólo un balón, pero mucha gente: tú tienes que aprender más que los otros», le dice Benzema a Valdano. «Tuve la suerte de jugar con los mayores. Aprendí a jugar a uno o dos toques, a mover, a mirar». Como Zidane, Benzema juega con el universo en la cabeza, por eso parece que no necesite ver para saber dónde están los compañeros y la portería. Es el «fútbol estrecho» como lo bautizó John Lichfield en un reportaje sobre Zidane para The Independent en 2002. Lichfield se fue a Marsella a indagar sobre los orígenes de ZZ y observó las alamedas de adoquines rosas y deteriorados abiertas entre filas interminables de bloques de pisos blancos. Eran espacios largos y angostos donde era imposible concebir el fútbol por las alas, el fútbol, por así decirlo, amplio: los niños tenían que aprender a jugar por dentro y a hacerse invisibles, atravesar paredes como fantasmas, zigzaguear escurriéndose como el agua por el medio de esas melés humanas que recordarían seguro al primitivo calcio de la Italia del Renacimiento.
Esto de aprender de los mayores también es importante porque remite a esa meritocracia primitiva que se da también en la calle. Para evitar «los palos» de los mayores, como dice Valdano, el niño tiene que ser rápido, intuitivo y escurridizo, cualidades con las que tiene que ganarse el respeto espontáneo de los viejos. El respeto, que lo es todo en el mundo analógico y antiguo, es un valor sagrado para esa primera y segunda generación de emigrantes norteafricanos en Francia, «condenados a la excelencia» para ascender en la muy rigurosa y clasista sociedad de acogida. «Mis padres me enseñaron que cuando habla alguien mayor hay que callar y escuchar», le dice Benzema a Valdano. «Mi familia es muy grande y no sólo importa Karim, que juega en el Madrid. Cuando voy a Francia me quedo con ellos y vivo como viven ellos, nada de relojes, de coches…» Son historias de humildad, «gerontocracia» y respeto a las raíces muy parecidas a las que se cuentan de Zidane (padres exigentes, rigurosos, pero justos) y aquí puede estar una de las claves de la asombrosa vinculación de estos beures (término peyorativo con el que se conoce a los franceses de origen magrebí) con la identidad madridista: esto es puro bernabeuísmo, el formarse como hombres antes que como futbolistas o como cualquier otra cosa en la vida. «Un futbolista tiene que ser una buena persona», decía don Santiago. Es imposible no recordar la anécdota aquella de Bernabéu mandando retirar con una grúa el coche de lujo de una de sus estrellas internacionales del aparcamiento de la Ciudad Deportiva, por ostentoso. Familia, trabajo, tradición, sacrificio (una palabra que Benzema no para de repetir en la entrevista) raíces y ese desapego exterior por el dinero y el lujo: el viejo Madrid.
«Mi familia es muy grande y no sólo importa Karim, que juega en el Madrid. Cuando voy a Francia me quedo con ellos y vivo como viven ellos, nada de relojes, de coches…»
Lo que dice de su padre («mi padre me exigía mucho, me decía muchas cosas para que diera más, que metiera más goles, goles, goles») me recuerda a lo que también escribieron del Bernabéu los hermanos Del Riego: «el Bernabéu es el estadio más poderoso del mundo porque marca a fuego a sus jugadores hasta doblegarlos y convertirlos en madridistas, por eso el Madrid nunca es un equipo perfecto». Benzema no es un delantero perfecto, sencillamente es un delantero que ha establecido un nuevo paradigma, el del fútbol contemporáneo. Si la concepción clásica del 9 puro era la de un llanero solitario que habitaba un territorio fronterizo con la locura, como el del portero de toda la vida, reyes sin tierra, Benzema inaugura una estirpe de delanteros comunitarios, socialistas, «multidisciplinares»: «si no te llega el balón, y no sabes hacer nada más que meter gol, tenemos un problema, ¿no?». Delanteros que no son delanteros para que el equipo pueda sacar agua del desierto cuando lo necesite. «El fútbol ha cambiado mucho», le dice a Valdano, y es verdad: para que un equipo pueda sobrevivir enganchado a un capocannoniere, tiene que un Cristiano Ronado, y aún así es casi imposible sobrevivir en la era de la velocidad, la precisión y la presión a todo campo durante 90 minutos como la Grecia de Otto Rehagel. Es decir, más allá de un torneo corto. Igual que en Roma el Estado estaba hecho a imagen y semejanza de la familia, Benzema tuvo que convencer antes que nadie a su padre, y luego al Bernabéu, que es el Gran Padre del cosmos balompédico: el Madrid se asemeja siempre a todas las superestructuras que en el mundo han sido.
«Confianza y a trabajar», le dijeron en las categorías inferiores del Lyon. Porque el talento sin más acaba siendo una flor marchita. Con 17 años tenía ya la ética calvinista del esfuerzo («trabajar más que otros») y la audacia («sólo me puede sentar Ronaldo») de una leyenda del Real Madrid. Al cliché por antonomasia («Benzema es un nueve y medio») responde con el fútbol estrecho de la calle, de la banlieue: yo soy toque, movimiento, las claves del fútbol del siglo XXI. Cuando habla de su madridismo infantil es cuando uno comprueba los frutos de la evangelización florentinista a través del galacticismo, aquella política de expansión simbólica que los tontos del lugar ridiculizaban, pidiendo Sergios y Valerones en lugar de Zidanes y Beckhams: ¿cuántos niños como Benzema, en los arrabales del mundo, se hicieron del Madrid por los Galácticos? Su fichaje está envuelto en el halo mitológico de los de Zamora, Samitier, Molowny, Di Stéfano, Breitner, Figo o los propios Zidane y Ronaldo: historias rocambolescas, hermosas e inusuales de las que el aficionado al fútbol, más allá del madridismo, guarda para siempre un recorte de prensa y un recuerdo que compartir en las noches de verano, con la nostalgia con la que se habla de las cosas del pasado feliz. De la infancia. De hecho, Benzema es el madridismo millennial, al que Florentino regalaba cada año, como un rey mago, el mundo entero envuelto en una nueva estrella del fútbol mundial, renovando la sangre y pagando el tributo de aquel oropel. Cuando habla del momento en el que entró en su casa de Bron y vio allí a Florentino tiene la cara del niño que cuenta totalmente convencido que ha visto a los Reyes Magos en su casa poniendo los regalos debajo del árbol.
Cuando habla del momento en el que entró en su casa de Bron y vio allí a Florentino tiene la cara del niño que cuenta totalmente convencido que ha visto a los Reyes Magos en su casa poniendo los regalos debajo del árbol
«De pequeño no sabía mucho del club, pero siempre me gustó mucho la camiseta blanca», dice Benzema, lo que recuerda aquello de Camacho al periodista que le comentó lo poca cosa que parecía visto de cerca, a diferencia de la estatura con que le percibía en el campo. «Es la camiseta blanca, que agiganta». La fascinación por el blanco que sentía el Benzema niño es la fábula más antigua de la historia del Madrid, la misma que llevó al Leeds de Don Revie a cambiar el azul por el blanco madridista de su primera equipación. Hay algo en este futbolista tan moderno que es muy antiguo, muy viejo. Quizá sea lo clásico, que es imperecedero, por eso Benzema es el 9 del Madrid de la Edad de Plata, y no otro.
Es muy interesante conocer sus impresiones, a once años vista, del primer año en el Madrid. Su aterrizaje en el club y en la ciudad nos dan pistas a la hora de analizar lo que les ocurre a los jóvenes de ahora. Estoy pensando especialmente en Jovic. Benzema dice que él pensaba que venía a Madrid «a jugar y nada más. Pensaba que el fútbol estaba sólo en el campo. Estaba un poco perdido, solo, no entendía una palabra del español y cuando no estás bien fuera del campo, es muy difícil. No estaba bien para hacer cosas buenas en el campo». «Entender qué es el Madrid», como dice él, es un proceso. Debe tenerse en cuenta la influencia de lo que no se ve para juzgar lo que se ve: al fin y al cabo, lo que un espectador ver (y el analista, el comentarista y el cronista no son más que espectadores con una tribuna en un periódico) es una franja muy estrecha de la realidad.
«Entender qué es el Madrid», como dice él, es un proceso. Debe tenerse en cuenta la influencia de lo que no se ve para juzgar lo que se ve
Benzema define el fútbol como «una emoción», que es en una palabra como se podría definir el arte. Belmonte decía lo mismo de la tauromaquia, a la que comparaba con el amor. Hay una conexión inefable entre todas las almas sensibles, entre todos los creadores. Su idea, también, es muy romántica y es una refutación de la «moneyballización» del fútbol contemporáneo, esclavo de la métrica, del Big Data: “si meto un gol pero no toco el balón en 90 minutos, no me da emoción, no me da nada. He metido gol, y luego, ¿qué?”. Recuerda a aquello del follar o hacer el amor, de la calidad y la cantidad, la disyuntiva en la que se revelan los caracteres y los genios. El Benzema que alcanza la plenitud, en el Madrid post-Cristiano, es un padre y un mejor profesional, como reconoce, al haber aprendido de manera autodidacta, con los años, a mejorar la alimentación, el sueño, la vida extradeportiva y la dedicación al trabajo físico. El chico famoso por los escándalos judiciales en Francia y las multas de tráfico es un tipo que durante la temporada sólo trabaja y está en casa, cumpliendo otra de las máximas bernabeuísticas, la de los futbolistas, mejor casados y paterfamilias. Escuchándolo hablar de cómo ahora todos los equipos son iguales, en lo físico y en lo táctico, en la presión, en el despliegue por todo el campo, cómo valora la necesidad del delantero moderno de estar constantemente moviéndose por todas partes, interactuando en todas las líneas del campo con el resto de sus compañeros, da la sensación de que para Benzema todo sigue siendo como en la calle, entonces, de niño. «Hay que pensar en la siguiente jugada antes de recibir el balón», le comenta a Valdano cuando éste le habla sobre la necesidad de cambiar al ritmo del tiempo, de la época. La patada que te daba el grande en la plazoleta duele igual que la que te pega Ballesteros. Como si Benzema, en realidad, ya saliese de las calles de Bron sabiendo cómo iba a ser el futuro, un fútbol estrecho como el del cemento lionés. Una cualidad visionaria que lo emparenta, también, con lo mejor de la tradición madridista. Con el ethos de la institución que representa, un niño de la aldea global fascinado por el mito de la camiseta blanca.
Fotografías Getty Images.
Yo he hecho más por el Madrid que Valdano.
Dicho esto procedo a leer el artículo.
A jordi valdà no le tengo demasiado cariño. Pero, en mi opinión, como jugador sí benefició , significativamente, al Real Madrid. Muy buen futbolista.
Yo no le vi jugar, mi padre me dice que era muy bueno.
A mi me da igual, todo lo que pudiese dar como jugador se lo quitó como director deportivo y comentarista.
Tienes buena parte de razón. Además, cada cual siente como
quiere-puede. Yo lo tengo repudiado. Igual que al senyor marqués del bosc y a Casillas.
Diría que desprecio más aún a esos 2 personajes que al fabulista de Valdano.
Es verdad que Valdano lo ha sido todo en el club: un inútil como futbolista (además, solo estuvo tres temporadas), un inútil como entrenador (responsable del mayor ridículo de nuestra historia, pues es la última vez que no nos clasificamos para jugar competición europea, ni para la UEFA) y un inútil por partida doble como director deportivo (solo a un iluminado y madridista disfrazado de ese calibre -como ya lo calificó Mou- se le ocurre traer de entrenadores a Pellegrini y al que ponía los conos en el Manchester).
Cada vez que leo una intervención de las tuyas recuerdo que tengo que ir a tirar la basura.
Pues ten cuidado, a ver si alguna vez luego no puedes salir del contenedor.
Te equivocas en todo. Estupendo jugador. Magnifico entrenador (el Madrid jugó de maravilla sin Ronaldo, Bale o Benzema) y gran director deportivo.
¿Inútil como futbolista ?
Mira que eres ignorante.
Que repudies al comentarista anti, de acuerdo, pero no mientas.
KARIN BENZEMA, historia del Madrid, un currante cómo ninguno, un artista del fútbol, un campeón, MUCHAS GRACIAS AMIGO
El artículo pierde un poco por gazapos que hay en el texto. No sé si de transcripción o de qué. El caso es que hay demasiados errores gráficos.
A mí Karim me desespera por todo lo que falla de cara al gol, a ocasiones claras me refiero, pues las que crees que no llegan a nada las convierte en arte. Eso es él: ARTE, PURO ARTE. La jugada en el Carlderón, la cintura quebrada de Umtiti en aquella SúperAsensioCopa para certificar el 2-0 en el Bernabéu, el gol del pillo contra el Pool en Kiev, las combinaciones que montaba con Cris y Gareth... Madre Mía. Y las que estaba montando con Hazard hasta que se lesionó el belga....
Como dijera José Julián Martí Pérez: "Honrar, honra".
Mercí Karim, por todo. Historia que tú hiciste... historia por hacer !!!
Hala Madrid y Nada Más.
Bueno, vamos por partes....está mañana a a las 11 horas y después de leerme mi primera crónica como aficionado Galernauta que soy, me doy cuenta de que a esa hora todavía nadie había escrito absolutamente nada, cosa rara y extraña.
Pensándolo bien, me lanzo con la primera y después de 20 minutos de pelearme con mi móvil, uno ya tiene su edad y no manejo el móvil como estos jóvenes, resulta que.....y, ya me pasó otras veces, no se que hice.....flashh ..... pantalla en blanco y todo lo anteriormente escrito... a tomar por.....lo
Pues a lo que vamos, mi escrito perdido se refería al famoso aniversario de Valdano, haciéndome yo las cuentas de que el personal está un poco mosqueado con el tratamiento que dió en su día el Director y a las 11 de la mañana, no había un solo comentario, desidia del personal?, total que se borró y me negué a hacer otro nuevo.
Son las 6 de las tarde, digo.....voy a ver cómo está el "patio" y la siguiente crónica es de la entrevista a NICOLASITO PERTUSATO....los Radio adictos..de Richard Dees..no tendrán dudas, pero para el que las tenga....la entrevista de Paul Tenorio al personaje en cuestión....
Es...... bueno. No tengo palabras para calificarla, alguien que ahora no recuerdo, lo dice bien claro "son tus palabras y escritos, los que hacen que existan tantos antimadristas" . Ver y oír como este HDL.... bueno, este sujeto habla de nuestro equipo, me revuelve tanto las tripas que no he podido más que leer hasta la primera foto....
Pero si no tienes bastante.....toma....dos tazas.
Otra vez.....me sale en mi Galerna....otra vez. El Valdano entrevistando a mi Karim Benzema....pero por favor y encima crónicas que hay que sentarse y cerrar la puerta para que no moleste nadie, esjque lleva su rato el leerla.
Por lo menos lo voy a poner..
No quiero extenderme más en mi escrito, pero como sigamos escribiendo sobre personajes que prefiero "obviar",
Este hermoso y digno FORO de Madridistas, en vez de.....y a mi pesar....La Galerna lo vamos a llamar El Garbí.
Salud8s
HALA MADRID
Escuché la entrevista completa de Valdano a Karim.
Para mí, merece la pena. No es que el argentino le haga ninguna pregunta sensacional ni le arranque ningún titular impactante, pero toda la entrevista es agradable, entrañable diría. Y sí, tuve la misma impresión que el autor de este escrito: Benzema desprendía madridismo clásico, a pesar de pretender ser un delantero moderno.
Me gustó especialmente la historia de su padre y su madre y también, al igual que al señor Valderrama, lo que Benzema dijo sobre sus inicios en el Bernabeu. Me hizo reflexionar sobre como muchos (yo también pensé en Jovic) pueden sentir aquí una presión insoportable que les impide mostrar todo lo bueno que llevan dentro.