En un puerto italiano al pie de las montañas, marcó nuestro amigo Jude tras memorable jugada. La virguería con final feliz del inglés en el campo de Maradona epató a los napolitanos, a las napolitanas —estén o no rellenas— y hasta al mismísimo Vesubio, que no entró en erupción por respeto. Maravilló a todo el mundo. Habría que ser un mono de medio pelo para no saber apreciarlo.
Jorge Valdano definió a Romario como jugador de dibujos animados, mas esa descripción se ajusta a Bellingham como una chistera a Willy Fog. La actuación del cinco madridista anoche en Nápoles ha dado la vuelta al mundo en apenas unas horas. En Londres, Suez, también Hong Kong, Bombay, Hawai, Tijuana y Singapur no se habla de otra cosa que no sea del eslalon del gigante inglés para anotar el 1-2 en el partido de Champions.
En un puerto italiano al pie de las montañas, marcó nuestro amigo Jude tras memorable jugada
Aunque su excelso partido no se circunscribe a la jugada del gol, en un mismo encuentro, Bellingham conduce como Zidane, se emplea como Casemiro, asiste como Modric, remacha como Raúl y se afana como Camacho. Di Stéfano decía que nadie es tan bueno como todos juntos y Bellingham, además de jugar con y para todos, es todos juntos en sí mismo.
Dicen que la felicidad es difícil de encontrar, pero no es cierto. Qué divertido es ser feliz si te sientes entre amigos de verdad (y yo no pienso llevar la contraria a Mocedades).
Cuando uno ve arrancar a Bellingham, piensa: allá va con el balón en los pies y ninguno lo podrá detener, el estadio vibra con la emoción de ver jugar al mejor. Al mejor. Porque Jude ahora mismo es el mejor, Bellingham es siete veces más fuerte que tú, muy veloz y siempre está de buen humor.
Muchos se sientan a ver un partido del Madrid con la esperanza de que tropiece —o le tropiecen— porque están enfadados por la falta de un nueve de campanillas, por la confección de la plantilla o por cualquier otra decisión que el club de las cinco Champions en ocho años no ha adoptado como ellos querían. Y el bueno de Jude está empeñado en aguarles la fiesta, porque Bellingham es genial, es el rey de la ciudad, nadie le puede igualar, tiene clase de verdad.
Bellingham es siete veces más fuerte que tú, muy veloz y siempre está de buen humor
Así ha conseguido el inglés ganarse a los madridistas y a los amantes del fútbol de todas las edades. Hoy no es extraño viajar a los Alpes y escuchar a una niña mofletuda preguntar: abuelito, dime tú, ¿por qué todo blanco es? Dime ¿por qué soy yo tan feliz?
Da igual si Hey Jude o Heidi, Bellingham es fútbol para nuestras orejas.
Jude tiene absolutamente todo para marcar una época en el Real Madrid, lo cual es equivalente a dominar el fútbol mundial. Es insultantemente joven, lo adorna un talento desmesurado, generosamente egoísta en ataque y egoístamente generoso en defensa, maneja la escena mejor que Martin Scorsese y luce el carisma que llevó a Obama a la segunda Casa Blanca más famosa del mundo.
A quien aún no se haya subido al carro de Bellingham solo queda decirle: ven con nosotros, ven. Lo pasaremos bien.
Getty Images.
He pillado y puesto música en mi mente a todas las referencias musicales del artículo.
Qué nostalgia, qué buenos momentos de la infancia, como los que nos hace pasar este chavalín acabado de llegar al Real.
Tengo miedo de que esa perfección se rompa en algún momento.
Por suerte, creo que Jude no lo comparte, de ahí que haga lo que haga en cada partido.
1) Bellingham es , salvando las distancias, lo más parecido que he visto nunca a don Alfredo Di Stefano. No me importaría en un futuro, aún lejano, sentir que el joven inglés se ha ganado el tratamiento de don.
2) Uno , por razones obvias, posee conocimientos y experiencias varias sobre primates humanos y pseudohumanos. Al respecto quisiera aportar un dato, el nombre original del mono y amigo del italiano Marco era Amadeo, y no Amedio, pero un japo traductor metió la gamba y quedóse en Amedio. De nada.