Més que un parón

Al parón de selecciones (ese sinvergüenza, ese sátiro) al que nos han sometido, le ha salido un hijo (al Madrid le salen hijos por todas partes, como a los amantes legendarios) que es el “parón por secesión”.

El parón por secesión es la penúltima mascarada azul y grana. El parón por secesión es el novísimo espectáculo propagandístico de la farsa que necesitaba al Madrid, como siempre, para sustentarse de algún modo. Si el independentismo necesita a España, el Barcelona necesita al Madrid.

El Barcelona es ese club que no existe por sí mismo sino a partir del Madrid. Una vida como némesis, o como parásito, que le ha llevado a cotas elevadas, como no, pero siempre inferiores a las del pretendido antagonista.

Una existencia a rebufo nunca podrá ser superior a la del enemigo preexistente (esto debe de tener explicaciones científicas y filosóficas), tan real como la calentura que podría estarle subiendo en estos momentos al lector barcelonista.

El parón por secesión es lo último en esta dependencia que sufre el infortunado y orgulloso culé. Un equipo de fútbol al servicio de un sindiós político y social. El Barcelona es més que un club, pero siempre menos que el Madrid, que cuando gana borra todo recuerdo de gloria anterior.

Este parón por secesión es la ulterior horterada del Barça como espolón de proa de esa parte matona y enloquecida de Cataluña que, entre otras muchas cosas mucho más importantes, nos deja a los desanimados madridistas sin nuestro disfrute de fin de semana.

Y no es porque se juegue contra el Barcelona, esa institución ya medieval, sino porque a los madridistas nos dejan sin nuestro partido justo después de que el parón de selecciones, ese libertino, nos privara de los anteriores.

Entre el chulo del parón de selecciones y el chulo (de piscina de Arenys de Munt) del parón por secesión, aquí no damos abasto de cretinos que no nos dejan ver a nuestro Madrid.

Para un madridista es incómoda esta circunstancia, pero no tanto como debe de ser para un barcelonista, pongamos que de Sevilla. O de Madrid, por ejemplo. Si yo fuera un barcelonista de Sevilla o de Madrid hace mucho tiempo que hubiera dejado de ser barcelonista.

Y si no, este parón por secesión me hubiera acabado de convencer. Tiene que ser incómodo hasta para el barcelonista de Arenys de Munt que no puede ver a su Barça, aunque no lo sepa porque no lo puede saber, ciego de todas esas cosas ciegas (algunas de las que decoran el Nou Camp) en las que cree.

Un parón por secesión es el socorrista de la piscina de Arenys de Munt, ya que estamos, que se te acerca arrastrando las chanclas, con la capucha puesta y va y te dice en perfecto e ininteligible areñense que no te puedes bañar porque a él le sale de los collons.

Imagínense. Yo me pongo que me veo dándole tortas como Bud Spencer, sin el baño y sin Madrid, pero parcialmente contento. Aunque no haría nunca una cosa así, en realidad, y menos con el Leganés ya a la vuelta de la esquina para dejar atrás todos estos fastidiosos acontecimientos.