Soy un iluso, un inocente sin conocimientos jurídicos que moldea a su antojo la realidad de los tribunales hasta hacerla coincidir con sus intereses. Me lo han dicho varios amigos del chat de La Galerna y tienen toda la razón: soy un soñador.
Yo creía que la prescripción de un delito tan grave como pagar siete millones de euros por “asesorías verbales” al vicepresidente de Comité Técnico de Árbitros durante casi dos décadas no podía ser de tres ridículos años. También creía (ya ven que los ilusos somos muy crédulos) que si esos informes verbales —como reconoció el propio Enríquez Negreira en su declaración a la Agencia Tributaria— eran para “recibir un trato neutral” y “asegurarse de que no se tomaban decisiones arbitrales en contra del Barcelona” no iban a pasar dos largos años sin que la pasividad de la fiscalía nos avergonzase. Incluso, fíjense ustedes hasta dónde llegaba mi ingenuidad, pensé que, ya que Negreira admitía en uno de los famosos burofaxes que envió al Barcelona que atesoraba pruebas “acreditadas” de los delitos cometidos, la fiscalía iba a ordenar su detención inmediata para evitar que destruyese esas mismas pruebas.
Vivo, muy a mi pesar, en esa realidad paralela de la que les hablo. Todo, incluso la justicia, funciona de forma correcta en mi mundo, al menos mientras hay luz y los fantasmas de la noche no rompen el hechizo. De día soy don Fredo, un ciudadano romano, un italiano orgulloso, que se sienta a principios de la primavera —cuando los turistas todavía no han roto el encanto de la mañana— a tomar un Gelato di San Crispino en la Fontana di Trevi. Y ahí, mientras escucho el rumor del agua y saboreo el gozoso contraste a café y limón de mi helado, rememoro la inmensa valentía que demostraron mis instituciones al afrontar el doloroso escándalo del Calciopoli. De noche todo cambia, dejo de ser romano y me entran las dudas. Me acuesto, doy vueltas y más vueltas en la cama, tengo pesadillas, sudores fríos. Imagino que el gobierno español, más preocupado por el descrédito mundial que por la justicia, va a mirar para otro lado, va a permitir que delante de nuestras narices (que llevan décadas oliendo este inmenso tufo) el Barçagate se convierta en una nueva Operación Puerto, un nuevo descrédito internacional por su vergonzosa inacción a la hora de afrontarlo con valentía y determinación.
Y así paso mis días, siendo un iluso, esperando a que Laporta presente unas facturas que la Agencia Tributaria ya le reclamó hace más de un año; esperando a que redacten otra nueva Ley del Deporte en la que, además de aumentar la prescripción de los casos leves y graves, también aumenten las de los muy graves; esperando a que la fiscalía se querelle, igual que ya ha hecho un árbitro en activo y varias asociaciones; esperando a que el hijo de Enríquez Negreira deje de acompañar a los árbitros al Camp Nou, a que el ex-vicepresidente del CTA explique cómo alguien al que se le paga por ser “neutral” acepta cobrar dinero para ser “más neutral”, a que alguien nos cuente qué ha sucedido para que los controles, la famosa compliance de la Federación y del F.C.Barcelona, hayan estado de vacaciones todos estos años; esperando a que nos digan por qué pagaban medio millón de euros al año por una función que ahora hace un árbitro retirado por 30.000, a que el Barcelona diga a quién ha encargado su investigación interna, a que los medios de comunicación lleguen tarde a todos los escándalos y den por normales unas estadísticas arbitrales que eran anormales, esperando a que Rubiales deje de hacer negocios con un jugador que defendía la camiseta del Barcelona, a que los seis larguísimos años que llevan investigando en la Operación Soule den de una puñetera vez sus frutos.
Esperando a la justicia, esperando a Godot.
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Han conseguido que me pierda unos cuantos partidos por temporada y que algunos de los que no me pierdo (por completo), los vea parcialmente. Por ejemplo, ayer solo vi escasos minutos de la primera mitad y la segunda. Curiosamente ,me siento tan madridista como hace ya bastantes años cuando por ver al Madrid hacía encaje de bolillos y no desatendía ni un solo minuto de ningun partido del Madrid. Y esa desafección por el fútbol pues está clara de donde viene. ¿Que sentido tiene perder el tiempo en plantearse si se ha de fichar a tal futbolista o si la táctica ha de ser esta otra?
Lo prioritario debiera ser que las competiciones pudieran disputarse en buena lid. Y,ojo, si se puede comprar la voluntad de un colegiado -sin consecuencias-, también se puede comprar la a voluntad de un futbolista , un entrenador o lo que haga falta. Es más , que no haya dinero de por medio, pero sí intención de favorecer a uno o perjudicar a otro, ya es suficientemente escándaloso y adulterador de la competición. Y eso no es de ahora. Con tener ojos , observar y obviar a los ciudadanos periodistas y relatores es más que suficiente para concluir.
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Ya ves Fred, al final la Tarantella sonaba en Barcelona y no el despacho de tu amigo Florentino.