Algo más de tres meses duró la segunda experiencia de José Antonio Camacho como entrenador del Real Madrid. Un período breve pero en cualquier caso, de mayor duración que la primera vez, cuando ni siquiera llegó a sentarse físicamente en el banquillo. Antes de ser seleccionador, Camacho había abandonado el equipo en 1998 tras 22 días en el cargo y con la temporada sin empezar por desavenencias con la directiva. Con un dilatado paso por la Selección de por medio, el técnico murciano clasificó al equipo blanco para la Liga de Campeones tras vencer al Wisla en la previa, logró dos victorias en la apertura doméstica y sufrió una derrota en el estreno de la máxima competición de clubes, unida a la que provocó su definitiva marcha, contra el Espanyol en el tercer compromiso de Liga. "Creo que este año la junta, el presidente y la afición confiaron en que yo fuera el entrenador. Pero creo que el rendimiento del equipo no es el adecuado y estando yo ese rendimiento no mejorará. (…) Veo que a este equipo no le voy a sacar rendimiento. Para evitar una crisis mayor, lo mejor es que lo deje", sentenció Camacho el 20 de septiembre.
Esta vez la razón no era la junta directiva, sino los futbolistas. La plantilla a la que Queiroz había situado el año anterior en cuarta posición del campeonato nacional había sido reforzada con el central Samuel y el delantero Owen, pero sobre ella aún pesaba el lastre de la edad y la posible falta de ambición de jugadores que ya lo habían ganado todo. En el momento de acometer el fichaje del técnico de Cieza, Florentino Pérez había aducido la segunda de esas razones, argumentando que se apostaba por Camacho porque del equipo se había apoderado una "especie de desorden colectivo" que sólo podía ser controlado gracias al carácter de alguien como él. El asistente José Carcelén se marchó con Camacho, pero tras manifestar que la decisión había sido exclusivamente del entrenador, con buen juicio el presidente decidió que lo mejor sería dar continuidad al proyecto, ofreciendo el cargo al tercer espada del cuerpo técnico, Mariano García Remón, quien no tardó en aceptar. En su presentación, el ex portero madridista declaró que tomaba el puesto porque se lo pidieron Camacho y también Florentino Pérez. Aseguró que no había motivos para pensar que, recién iniciadas las competiciones oficiales, podría haber una revolución en el equipo.
Según algunos medios de prensa, los jugadores se quejaron de que la comunicación con Camacho no era la adecuada, ya que, en lo personal, debía hacerse a través del capitán del equipo y, en lo grupal, las indicaciones solían darse de modo poco claro y demasiado efusivo. García Remón eliminó las concentraciones y las supuestas vigilancias impuestas por Camacho a los jugadores, dando mayor flexibilidad para comunicarse con él. Poco después, Ronaldo aseguró que con el nuevo técnico el equipo había ganado la "tranquilidad que necesitaba". Por su parte, tras su estreno, García Remón opinó que se le daba demasiada importancia a si el entrenador del Madrid ha de ser más o menos duro, un análisis que consideraba incorrecto porque, para él, lo único que realmente debía ser es "una persona sensata". Aun así, de las declaraciones ofrecidas durante toda su estancia, se tradujo la idea de que lo que el equipo necesitaba era solidaridad, que los futbolistas entendiesen que todos tenían que trabajar en los entrenamientos y sobre el campo a la misma intensidad que el resto de compañeros, sin establecerse jerarquías, y que haría lo posible desde la dirección para que esto se alcanzase.
"Nuestro trabajo tiene que pasar por formar un bloque que trabaje, que luche. (…) A lo mejor este grupo no está capacitado para ganar tantos partidos con el tipo de juego que ha ofrecido desde hace cinco años. Ganar partidos así, despreocupando ciertas facetas defensivas, es difícil. Antes no era necesario atenderlas, ahora si no llegamos a ese nivel maravilloso, tendremos que pulir otros aspectos (…) Que haya más asociaciones, que los jugadores miren más unos por otros", advirtió el entrenador en su primera entrevista concedida a El País.
Además del fichado Owen, en aquella plantilla la línea ofensiva contaba con Zidane, Guti, Solari, Figo, Ronaldo o un poco utilizado Morientes, futbolistas de talante netamente ofensivo y todos en la treintena o cerca de ella. En esas circunstancias, Beckham y Raúl, igualmente cerca de los treinta años, parecían destinados a implicarse físicamente por el resto de atacantes, dadas sus características, pero el principal objetivo del nuevo entrenador fue tratar de que esta descompensación de esfuerzos no sucediese. Por ello aseguró que "la idea es que Raúl juegue de delantero-delantero. Limitarle un poco el trabajo, porque es tan generoso en el esfuerzo que a veces trabaja demasiado. Yo le he dicho que en el fútbol los que más kilómetros tienen que hacer son los centrocampistas, no los delanteros".
Tratando de adecuarse a la realidad, García Remón optó por un plan defensivo de espera y presión en campo propio y uno ofensivo de ataques rápidos: combinados en posesión, pasando por el pie de Zidane y Guti, y más directos en contragolpes, partiendo desde la bota de Roberto Carlos o principalmente desde Beckham. Además de lo limitado en lo físico de la plantilla, de las palabras de García Remón sobre la imposibilidad de ganar partidos por pura calidad, se desprende que en los años previos los principales rivales ligueros no habían estado a la altura, pero que la situación había cambiado, sobre todo con el Barça dirigido por Rijkaard y el Valencia de Ranieri como vigente campeón, equipos que exigían mucho en sus respectivos estilos, algo que más tarde precisaría el propio entrenador madridista y que los números confirmaron.
La solidez grupal pretendida pronto se vio reflejada en la alineación de Celades como pivote posicional, quien en compañía de Beckham, con la movilidad e intensidad propias de su juego, posibilitaban que el cuarteto de ataque se liberase algo de las labores físicas defensivas. En relación al once tipo de Camacho, la entrada de Celades supuso el retraso de Helguera a la zaga, a lo que García Remón se refirió así: "La defensa con Helguera y Samuel ahora mismo es la que yo quiero, con Celades en el mediocentro. A la vista de cómo tenemos estructurada la plantilla, el de Celades será un papel interesante. En este puesto el recambio no se ve muy claro".
Ese recambio estaba tan poco definido que en la jornada trece el entrenador tuvo que contar con el canterano Javi García, de 17 años. Ya sin García Remón en el banquillo, en enero de 2005, llegó a la plantilla el danés Gravesen, que fue poco menos que insustituible. La dupla Celades-Beckham era su idea principal, pero la hubo de variar primero por la fractura en la costilla que se produjo el inglés en octubre, jugando con Inglaterra, y más tarde por consideraciones tácticas apreciadas por el técnico sobre la marcha.
En esos cambios que acabaron por componer onces iniciales con una mayoría de futbolistas radicalmente ofensivos, fueron claves el buen hacer de Guti cuando le tocó entrar como generador de juego o la implicación de un Owen que, además de goles, daba al equipo la posibilidad de retrasar a Raúl al centro del campo y ofrecía movimientos que, según García Remón, era el único atacante capaz de realizar: "Owen necesita tiempo. Ha marcado goles fenomenales, pero que nadie se olvide del tremendo trabajo que hace sin balón. Necesitábamos un delantero con esos desmarques". Con las entradas y salidas de Celades, Owen y Solari, según el partido, la alineación modelo de García Remón acabó por ser la siguiente:
Después de estrenarse con un sufrido 1-0 contra Osasuna el 21 de septiembre, el Madrid de García Remón sumó cinco victorias, entre ellas un 4-2 contra la Roma y un 1-0 frente al Valencia, además de un empate y dos derrotas ligueras hasta noviembre. Tras vencer a los de Ranieri, el 24 de octubre el técnico elogió el sacrificio de sus jugadores: "Han demostrado que cuando toca sufrir, sufren y defienden". En aquella cita, Ronaldo se enfadó al ser sustituido, y sobre ello el técnico se remitió a lo mismo: "Es normal que se enfade, pero consideré que estaba cansado (…) ¿Cómo no se va a cansar si le hemos visto haciendo el trabajo de Raúl en el área de Casillas y luego le pedimos que esté en el área contraria?".
Tras la derrota con Camacho y las dos con García Remón, hasta la jornada doce el equipo había recuperado tres puntos en su desventaja contra el Barça, y llegaría al primer Clásico a solo cuatro de la cabeza. El 3-0 recibido en el Camp Nou sería la primera herida de gravedad de un técnico que, tras decir que el fallo entre Roberto Carlos y Casillas (que supuso el primer gol) fue una "losa demasiado pesada", explicó el planteamiento de la siguiente manera: "En este partido no era tan importante tener el balón. Lo importante era finalizar bien las jugadas cada vez que lo tuviésemos". Añadió que lo que más le preocupaba de la contundente derrota era el aspecto moral, ya que inmediatamente tendrían que medirse al Bayer Leverkusen en el Bernabéu, partido muy importante para la clasificación europea. Finalmente, aquella cita acabó 1-1, un empate que se achacó al "exceso de responsabilidad" que atenazó a unos futbolistas que tuvieron que soportar la presión de jugarse el pase en Europa habiendo perdido días antes el Clásico.
Con una victoria por 3-0 contra la Roma a inicios de diciembre, García Remón cumplió con el objetivo europeo, pero por desgracia para él, fue la última alegría como entrenador del Real Madrid. El 19 de diciembre, gracias a la inspiración de un Owen que iba a gol por titularidad y a un salvador tanto de Zidane en el 90´, el equipo remontó en dos ocasiones el partido a domicilio contra el Racing de Santander, pero cinco días después llegó una derrota contra el Sevilla en casa que sentenció al entrenador. "Hemos jugado mal desde el primer minuto. Hemos corrido mucho, pero sin ninguna producción", se lamentó, en lo que, a su parecer, había sido una mala interpretación conceptual del despliegue físico de sus jugadores: "No hemos dado la talla, ha sido uno, pero nos podían haber metido cuatro", aseveró Casillas tras un resultado que los dejaba a trece puntos del líder.
Paralelamente a la derrota que aparejó silbidos y agitar de pañuelos en la grada, el 21 de diciembre Arrigo Sacchi fue anunciado como director de fútbol. Preguntado por la situación del entrenador, quien fuese gloria del banquillo del AC Milan dijo que García Remón era competente y que se iba a tener confianza en él. Sólo una semana después y con el equipo de vacaciones navideñas, la reunión entre el estrenado vicepresidente, Emilio Butragueño, y el directivo italiano finalizó con el cese del técnico madrileño y el inmediato anuncio de Wanderlei Luxemburgo como nuevo entrenador el último día del año 2004. Con el brasileño al mando, esa temporada el Real Madrid fue eliminado en octavos de Champions por la Juventus, en la misma ronda de Copa del Rey por el Valladolid y terminó segundo en Liga, a cuatro puntos de un Barça nuevamente campeón. Una mejora en el torneo de la regularidad que al menos permitiría al entrenador empezar el curso siguiente.
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Ciertamente tengo unas ganas enormes de leer sobre Luxemburgo, Juande Ramos, Arsenio Iglesias...