Balón de playa

Si por ventura fuéramos como Rafa Nadal habríamos escrito este portanálisis al amanecer y no ya tan avanzado el día. Luego habríamos paseado al perro, habríamos preparado el desayuno para toda la familia, cortado el césped (con el permiso de Xavi Hernández), limpiado la casa, lavado el coche (también por dentro) y ahora estaríamos terminando de preparar un arroz caldoso para degustar con un buen vino blanco, por supuesto de cosecha propia. Todo eso y más nos habría dado tiempo de hacer en una sola mañana de domingo si tuviéramos las fuerzas y la bravura de Rafa Nadal, y todo ello con un ¡vamos! por bandera, con brío y aguante, con un pundonor a prueba de bombas, contra viento y marea, a pleno sol si fuera preciso.

Marca sabe bien que Nadal solo hay uno, y por eso le dedica hoy su portada aun habiendo perdido ayer con Del Potro, en "una semifinal memorable" que el de Manacor no pudo finalmente llevarse, de tan extenuante agenda como está teniendo en estos Juegos. Pero qué importa. Perder así no es perder, diga lo que diga el color de las medallas y Dios salve a Pierre de Coubertin.

Hablando de agendas (y de cosas menos estimulantes), hoy toca la Supercopa de España, que disputarán esta noche Sevilla y Barcelona, aunque leyendo el titular que Marca dedica al evento ya no sabemos si en efecto se disputa la Supercopa o "la batalla por el balón". Trofeo raro el de ganarse el balón. Balones hay muchos por ahí, y de todo tipo. Hasta nosotros tenemos uno de playa bien chulo con el que llenamos de arena a los bañistas cercanos cada vez que nos da por hacer el canelo con la pelotita. Pero no. Lo de Marca va por otro lado, tal y como aclara el subtítulo de la noticia: "Los estilos de Sevilla y Barça auguran una lucha por la posesión". Ah, era eso. La cantinela de la posesión, el estilo y demás bostezos de verano, de primavera, de otoño y de invierno, el Santo Grial, la historia interminable, los mundos de Yupi.... en definitiva, el balón de playa que lo pone todo perdido de arena y poco más.

Y nosotros pensando que esto de los títulos (aun los menores) tenía que ver con muchas cosas, pero sobre todo con meter más goles que el rival. Qué anquilosados estamos. Hemos perdido la cuenta del número de partidos en los que no gana -en los que pierde- aquel que más posesión de balón ha tenido, pero debe de estar obsoleta esa cuenta, debe de ser cosa de pasados remotos y casposos, deben de ser victorias esas derrotas.

Lean lo que destaca As de Sampaoli y sean bienvenidos a la Cátedra Paulocoelhística de Futbología Avanzada, muy alejada de los rudimentos de la Edad de Piedra que tipos iletrados como nosotros seguimos manejando: "No es cuestión de atrevimiento, sino de superar el sometimiento". Toma ya. Dejando a un lado el sin duda meritorio "sin haberlo planeado, me ha salido un pareado" de Sampaoli, parece claro que la sombra de Juanma Lillo -segundo del italiano en el cuerpo técnico del Sevilla- es alargada, que, si llegara el caso, esta Supercopa no se dirimirá en los penaltis sino en un duelo de disertaciones finales ante un exigente tribunal de la Universidad de Alcalá de Henares y que, en resumen, esto del fútbol se dice y se escribe más que se juega; y se dice y se escribe mucho, también con ínfulas.

Más prosaica viene hoy la prensa deportiva catalana, con titulares alejados de la metafísica, más bien poco meditados y centrados en querer ganar el título en disputa. "A por todo" va Luis Enrique desde la portada de Mundo Deportivo y "esto va en serio" dice la de Sport, aunque disculpen ustedes si eso de la seriedad no nos termina de casar del todo con el rubio Eurythmics de Messi (back to the eighties!) y menos aún con el "ahora me voy, ahora me quedo" que el argentino ha protagonizado estos días con respecto a su selección.

Por lo demás, Guardiola ha debutado en la Premier con victoria, dice Mundo Deportivo que con suerte, y eso sí que no puede ser. La suerte es cosas de otros, de entrenadores y equipos funcionariales, casi siempre del Madrid. Lo de Guardiola es ampliación de las coordenadas de lo posible en su duelo con lo necesario, expansión de la categoría kantiana de lo sublime en indisociable vínculo con el espíritu absoluto hegeliano, qué sabemos, cualquier cosa de mayor calado que la mera suerte, tan burda y profana. Seguro que Sampaoli sabría definirlo mejor que nosotros.