Hay madridistas que vivís todavía prendados a un gol (extraordinario) de Butragueño en un partido de Copa contra el Cádiz que el Madrid ya ganaba por 5-1 y que, sin embargo, apenas pensáis en una chilena estratosférica que valió una Champions League en una puñetera Final. La chilena la marcó Bale. A lo mejor es por eso, siendo como es este un mundo en el que cada vez cuenta más el quién y menos el qué.
No se os puede reprochar nada porque los caminos del corazón son veleidosos. Ni siquiera el anuncio de la retirada de Gareth ha ablandado la dureza de vuestras almas. Se dirá que sois hinchas para quienes cuenta más el rutinario esfuerzo del día a día que el fogonazo irresistible de la gloria, pero sois gente que también adora a Guti, por ejemplo. No es por tanto la perseverancia ni la ética del trabajo lo que os conquista. No sabemos qué os conquista, pero sí sabemos qué no lo hace: un galés.
No es un jugador para románticos, sino para putos ganadores
Gareth Bale se retira, y es la única hora del adiós en la historia del género humano en que las sombras (indudables) se imponen a las luces en los comentarios públicos. Paso de las sombras. Bale tiene el sello distintivo de un Raúl: pertenece al género de futbolistas que tuvieron que llegar para que ganáramos la Champions, que es la medida de todas las cosas en la psique vikinga. Llevábamos treinta y dos años sin ella, llegó Raúl y la ganamos; luego llevábamos doce años sin ella, llegó Bale y la ganamos. Cristiano llevaba cinco años tratando de alzar la Orejona vestido de blanco, pero no la levantó hasta que llegó Bale. Se dirá que fue Ramos en el 92:48… pero es que Ramos llevaba no cinco sino nueve años intentándolo, y además alguien tenía que marcar el gol en la prórroga lisboeta, ese gol no iba a marcarse solo. Antes ya había descuajeringado el mundo arqueando hasta el infinito la banda de Mestalla y participando decisivamente en el 0-4 de la noche de los bosques ardientes. 2014, Gareth y el Madrid. El hombre de ese momento y ese lugar.
No es un jugador para románticos, sino para putos ganadores. A los dos años marca sin ángulo el único gol en toda la eliminatoria de la semifinal contra el City, aunque la UEFA no le da el gol para tranquilidad de Manolo Lama. En la Final, otra vez contra el cholismo, es el mejor, y marca su penalti cojo perdido, que es como para su desgracia se pasó la mitad de su estancia en el Madrid. Para muchos es un demérito el que se sobrepusiera a tanta fatalidad para hacer brillar su don de ganar partidos decisivos. ¿Hay algo más madridista que eso? ¿Hay algo más culé que seguir maldiciendo por no poder jugar contra el Celta, por causa de una lesión, a quien acaba de ganarte el máximo torneo de fútbol de clubes?
Para muchos es un demérito el que se sobrepusiera a tanta fatalidad para hacer brillar su don de ganar partidos decisivos
La temporada siguiente, en Cardiff, la lesión es demasiado grave como para poder volver a hacernos campeones, demasiado grave como para jugar, lo que para él es lo mismo. Es la Final en su tierra pero él mismo se borra de la alineación. “Isco está mejor, merece jugar”, declara públicamente, en un gesto tan inusual que desarma. Ha tenido siempre a paladas el señorío que llena las bocas de sus odiadores, pero eso que tanto reclamáis tampoco era, en este caso específico, lo que pedíais. “I gave you everything you ever wanted / It wasn’t what you wanted”, cantaba U2. La clase desclasada.
Fue la profecía autocumplida: tanto le dijisteis que no os quería que dejó de quereros
Un año después sucede lo de Kiev, pero vosotros preferíais el gol de Santi Aragón a Zubizarreta. Si fuerais economistas seríais premios nóbel en micro. Finalmente optó por otorgar acuse de recibo de que no le queríais. Fue la profecía autocumplida: tanto le dijisteis que no os quería que dejó de quereros. Le dijisteis tanto desde el primer día que no era digno que terminó por no serlo. Y vino el golf y la bandera con la leyenda “Wales. Golf. Madrid” y todo lo que hizo para quitaros de la cabeza cualquier atisbo de remordimiento. Para llenaros de razones, al fin, donde al principio carecíais de ellas por completo.
Bale no era lo que queríais. Nunca lo fue. Lamento informaros de que contribuyó decisivamente a haceros felices.
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