Era mayo en el año de 1997 y Luciano Pavarotti se presentaba en el Palacio de Bellas Artes, en mi país México. Mayo, para quienes no lo saben, es un mes bastante cálido en el DF, donde el tenor actuó. La temperatura ambiente llega a 35 grados. Sin embargo, me llamaba la atención el que el prodigio italiano andara con una bufanda puesta cada vez que se desplazaba de un lugar a otro. “Cuida su herramienta de trabajo, cuida su voz” fue la razón que me dieron cuando pregunté. ¿A semejante temperatura? Pues sí.
Gareth Bale nuevamente causó baja por lesión en el Real Madrid en el importantísimo partido de ayer ante el Villarreal. Luego trasciende la información de que disputó un partidillo de golf. Trasciende, de entre otros lugares, de la cuenta personal del gran jugador galés.
Ahora, no estoy diciendo que Gareth Bale se haya lesionado jugando al golf, y probablemente no sea así. Pero la coincidencia, tomando en cuenta los antecedentes físicos del jugador, parece más consecuencia.
Primero lo primero. Gareth Bale ha disputado alrededor del 70% de partidos con el Real Madrid. Reflexionemos en la cifra: casi una tercera parte de los partidos para los que el Real Madrid lo contrató no los ha disputado por lesiones. Me parece inaceptablemente alto. Si bien no todas las lesiones han sido la misma, sí nos habla de que es un jugador cuando menos propenso a lesionarse. No soy doctor y no presumo de conocer las causas, pero es un hecho inapelable que Bale se lesiona con mayor facilidad que el promedio de jugadores de la plantilla.
Ahora lo segundo, ¿El golf puede lesionar a un futbolista de alto rendimiento? El golf no es el deporte más demandante físicamente, no expone al cuerpo de la misma manera que el box, el rugby o el fútbol americano. Ahí estamos todos de acuerdo y no estamos inventando el hilo negro. Pero tiene sus puntos finos. Según la Comisión de Seguridad en Productos de Consumo de los Estados Unidos (CPSC – U.S. Consumer Product Safety Commission), tan sólo en el año 2009 (disculpen por no tener más actualizado el dato) se registraron más de 115.000 lesiones en Estados Unidos producidas directamente por una incorrecta técnica de golpeo y swing en el golf. En esas 115.000 lesiones destacan lumbalgias, codos, rodillas y sóleos. No tengo el gusto de haber jugado al golf con Gareth ni presumo de conocer su técnica, pero creo que al menos el dato prueba que el golf no es la pachanga inofensiva que muchos creen, y que un deportista de alto rendimiento (ya no digamos propenso a lesionarse) debe tenerle respeto.
Lo tercero, la política del club contra la voluntad del jugador. Aquí se tocan fibras sensibles. El jugador tiene como una importante fuente de ingresos actividades relacionadas con publicidad y eventos de Relaciones Públicas. Muchos colocados en días de descanso. Y algunos, como el caso del evento de golf (que reconozco desconocer si fue por gusto o por compromiso) pueden ser mutuamente excluyentes a las indicaciones del club en cuanto a los cuidados físicos del jugador en los días de descanso. ¿Hasta dónde puede el club limitar las actividades de los jugadores en sus descansos? ¿Hasta dónde tiene el derecho de cuidar inversiones de 50, 70 o 100 millones de euros? Ciertamente en el tema las líneas son grises. Pero donde los estatutos escritos no pueden llegar, pues que llegue el sentido común al menos. Yo jugador, quien vivo de lo que me permite hacer mi cuerpo, tengo como interés principal, me haya dado cuenta o no, mantener mi cuerpo sano durante el mayor tiempo posible y la mayor cantidad de años posibles. Sea por genética, por hábitos o por mala suerte, el cuerpo de Bale no está sano el tiempo que debiera estar. Ni cerca de ello.
Probablemente lo de Bale no sea grave (espero), y probablemente no sea la causa de su nueva ausencia por tema físico el juego de golf (también espero), pero el mensaje que manda el galés, de quien me he declarado siempre admirador, al aparecer en un torneo de golf dos días antes del importantísimo partido ante el Villarreal, de cara al mes crucial de temporada, donde se definen los títulos, es diametralmente contrario al mensaje que mandaba la bufanda de Pavarotti, protegiendo la voz del cantante a costa de que el divo tolerara dicha bufanda a 35 grados centígrados.
Pues, lo siento mucho pero, interpretar que por jugar al golf con una ligera sobrecarga muscular, Bale se está exponiendo a agravarla o, no está procurándose el cuidado que debe, me parece una solemne....
Ya ha dicho que desconoce esta faceta de Bale. Pero, por lo escrito, desconoce también los campos de golf de Cádiz y, probablemente el golf de jugadores del nivel del galés (hándicap 6).
Me la pillo con papel de fumar porque no soy un experto, pero me cuesta muchísimo creer que la lesión se deba a jugar al golf (que no es precisamente un deporte de riesgo), y me juego casi lo que sea a que esta es la típica noticia exagerada y distorsionada por la prensa que por desgracia hace que piquen muchos madridistas.
Si no me equivoco, el Real Madrid (y la gran mayoría de equipos de élite) tienen reglamentos internos que prohiben ciertas actividades que puedan suponer un peligro para la integridad física del deportista.
Pero ya saben, difama que algo queda. Si hay gente que se traga que fichamos a gente para construir carreteras...
Interesante y argumentada reflexión, aunque me temo que la bufanda de Pavarotti respondía más a razones de coquetería (o de postureo, por emplear un término más al uso) que de necesidad. Si algo demostró Pavarotti es que, además de poseer uno de los timbres de tenor lírico más hermosos de cuantos han dejado registro sonoro para la historia, era un genio del marketing.
Yo creo que la pregunta fundamental es: ¿hacía falta o no hacía falta la bufanda? Si la bufanda hacía falta, que Bale sea sancionado, preferiblemente conforme al reglamento disciplinario del club y no mediante juicio sumarísimo celebrado en la plaza pública. Pero si, como parece, la bufanda no resulta necesaria cuando el termómetro alcanza los 35 grados, no veo por qué ha de formulársele reproche alguno.
En cualquier caso -e insisto en que me merece respeto la argumentación del autor- soy de la opinión de que al público le corresponde juzgar a un cantante por lo que hace cuando sube al escenario, y que hará bien en evitar meterse en bufanda de once varas. (Otra cosa es lo que haga el empresario cuando las cancelaciones son demasiado frecuentes o infundadas.) Personalmente, mientras no me demuestren lo contrario, siempre pensaré que ningún profesional que ha llegado a la élite pone a riesgo una actuación deliberadamente, sobre todo si nunca ha dado motivo que permita dudar de su profesionalidad.
Como aficionado, me inclinaré siempre por aquellos intérpretes que logren emocionarme, sea Teresa Berganza insuflando vida con su voz carnosa y palpitante al "Non so piú", es decir, al delicado ejercicio de onanismo con que Mozart pintó soberbiamente el despertar de la adolescencia, sea Bale marcándole al Barcelona el gol más madridista que recuerdan mis ojos. Y poco me importará en esos momentos que la primera acostumbrara a cancelar la mitad de sus actuaciones o que el segundo falte por lesión a la tercera parte de sus compromisos. Menos aún lo hará si abrigaban o dejaban de abrigar sus cuellos con bufanda.