He de reconocer mi fascinación por Paco Jémez. Paco Jémez es un entrenador hecho a sí mismo, y uno diría que aprovechando lo que tenía más a mano: un central más voluntarioso que dotado para el fútbol, unos conceptos extraídos de la Filosofía Todo a Cien del Fútbol, magnum opus de Pep Guardiola en la edición comentada por Juan Malillo, y unos cuantos trucos prestados del ilusionismo cursi de Jorge Valdano. Una labor de bricolaje, un do it yourself con materiales de reciclado que ha resultado en un técnico muy apañado, como de caja de herramientas. Cuando a uno de esos clubes a los que puede llegar a entrenar Paco Jémez -o sea, un Rayo Vallecano, un Las Palmas, un Cruz Azul o un Hércules de Alicante- se le atascan las tuberías, el presidente de turno abre la caja de herramientas y ahí aparece Paco Jémez con su rostro adusto de maestro de escuela, prometiendo limpiar el arcaduz sin más aparejo que su persona, unos jeribeques del lenguaje algo chuscos y un truco de abracadabra con el cayado como varita mágica. La cosa, naturalmente, no acaba de salir bien, porque nuestro protagonista nació para el trazo grueso y no para la rapsodia ni para el juego de manos. De manera que la fontanería de Jémez es de eficacia limitada y, cuando por fin abre el agua, las cañerías no tragan y el cuarto de baño queda hecho un asco. Pero eso no desanima al bueno de Jémez, que echa impasible la culpa al Canal de Isabel II antes de volver a meterse muy digno en su caja de herramientas. Díganme si no es para quererlo.
Ha dicho ahora Paco Jémez, a propósito de su jugador Pedro Bigas, que "se quedó en Las Palmas porque su mujer está a punto de dar a luz. Está lesionado y lo dejé un poco a su opinión. Si llega a estar bien, su mujer habría dado a luz sola. Eso es así". He de confesar que me ha defraudado un poco Jémez con estas declaraciones, en las que -forzoso es reconocerlo- no ha sido fiel a sí mismo. Todo iba bien hasta el broche final, hasta ese cierre rotundo, porque ese manotazo final en la mesa -de nuevo el viejo maestro de escuela- pedía un "asín", un "eso es asín". Bien es cierto que en el resto de su parlamento se aprecia claramente la marca Jémez por lo tortuoso del razonamiento (¿qué dejó Jémez un poco a la opinión de Bigas si Bigas estaba lesionado?): uno puede escuchar los lastimosos gemidos que emiten los engranajes de su mollera en su girar trabajoso, y ahí emerge inconfundible el talento de nuestro hombre. Pero que la admiración que nos produce su genio no nuble nuestro entendimiento: las declaraciones de Jémez pedían a gritos una ene final que rematase el adverbio, como un desplante pinturero tras el pase de pecho. Eso es asín.
Ahora bien, si la forma merece censura, el fondo exige defensa vigorosa. Hay quien ha reprochado amargamente en Twitter el contenido de esas declaraciones por considerarlas deshumanizadas, por la escasa simpatía que muestran hacia los comprensibles deseos de Bigas de acompañar a su esposa en ese momento íntimo, inefable y angustioso que es el nacimiento de un hijo. A mí me duelen esas críticas, que son injustas por miopes. Jémez es a veces un incomprendido, un Cezanne que no puede vender un cuadro en vida. A Jémez le gustaría -estoy seguro- complacer a su jugador; pero lo que Jémez no puede tolerar, porque repugna a su sensibilidad de fontanero lírico, es que se anteponga la paternidad al respeto por el balón. Como todo el mundo sabe, porque Jémez y sus voceros no se cansan de repetirlo, los equipos de Jémez se caracterizan por el trato exquisito y reverencial a la pelota. Por tanto, la renuncia voluntaria a jugar un partido -aun cuando fuera por una causa aparentemente noble- constituiría un pecado nefando contra al balón, algo que Jémez no podría consentir sin faltar a las obligaciones más elementales que le impone el sacerdocio al que ha consagrado su vida. Jémez sabe que el balón es Dios. Lo aprendió de Guardiola y las enseñanzas de Guardiola no se discuten. Vamos, que el balón es innegociable, como diría el propio Jémez usando el comodín de Valdano.
Algunos, como mi querido y admirado Pepe Kollins, apuntan que tales declaraciones lo aproximan a Rafa Benítez, quien en los tiempos del Liverpool prohibió a Xabi Alonso ausentarse de un viaje con el equipo para atender al nacimiento de su hijo. Xabi, que a la sazón no tuvo la suerte de estar lesionado, no hizo ni puñetero caso de la prohibición. Yo sospecho que tan forzado paralelismo entre Jémez y Benítez obedece a la maldad de quienes pretenden trazarlo y además, en el caso de Kollins, a la escasa simpatía que le despierta nuestro héroe. Pero el intento de establecer tal semejanza está abocado al fracaso. Porque Benítez siempre fue un técnico cavernario, un reaccionario, un monstruo inhumano que rendía culto al marcador, ese impostor. Es sabido que sus equipos nunca jugaron al fútbol sino al resultadismo, hijo espurio de aquel. Y en el altar de ese horrible ídolo de barro sacrificaba toda humanidad y toda belleza, incluida la de la creación de la vida, de forma que era capaz de prohibir sin el menor remordimiento que un jugador asistiera al nacimiento de su hijo. Por contra y como ya se ha dicho, el caso de Jémez es diametralmente opuesto; es público y notorio que él nunca ha buscado el resultado sino la belleza del juego, de modo que su conducta está movida exclusivamente por el noble deseo de evitar el abominable sacrilegio que de otra forma podría producirse. Toda religión exige sacrificios y es bueno que sea así, sobre todo cuando los sacrificios los tienen que hacer otros.
Hay también quien señala que Jémez debería tomar ejemplo de Jasekivicius, quien el año pasado defendió con toda naturalidad la decisión de su jugador Augusto Lima de ser baja en un partido debido a su inminente paternidad. Jasekivicius sostuvo desacomplejadamente en rueda de prensa que el nacimiento de un hijo es infinitamente más importante que un partido de baloncesto. Estoy convencido de que Jémez entiende esas declaraciones, que están llenas de buena fe, pero no se le escapa que responden a la confusión de quien vive en las tinieblas porque no ha recibido la luz verdadera del balón. Además, todo hay que decirlo, la sensibilidad de Jémez siempre ha debido de encontrar a los del baloncesto un poco cafres con el balón: un deporte en el que hay que estampar continuamente la pelota contra el suelo es, cuando menos, de mal gusto. Y, lo que es más grave, un deporte en el que, por muy bien que esté jugando un equipo, tiene prohibido mantener la posesión del balón más de veinticuatro segundos, es un contradiós que sólo pudo ocurrírsele al que asó la manteca. Así no hay belleza posible ni estadística de tiempo de posesión que valga para sacar pecho tras una derrota. O sea, se trata de un deporte esencialmente negado para aprovechar las enseñanzas de Jémez. Con su pan se lo coman.
En definitiva, yo creo que quienes critican las declaraciones de Jémez, se ven aquejados de la misma incapacidad de apreciar la belleza de que adoleció Toshack cuando lo entrenaba en el Deportivo:
-Míster, me duele cuando golpeo la pelota con la pierna izquierda.
-Paco, a mí me duele cuando la golpeas con cualquiera de las dos.
Eso es asín.
La transformación de rústico y melenudo defensa noventero "Paco" en el alopécico entrenador lirista "Jémez" es tremenda.
Visto en perspectiva madridista, donde sólo importa ganar, es lógico que sea motivo de burlas (más que nada porque el propio Jémez nunca ha sido demasiado respetuoso con el Madrid) pero creo que la afición del Rayo, y el espectador neutral ocasional disfrutó esos años con un equipo divertido que ganaba y perdía por goleadas. En el anonimato y aburrimiento de la media-baja tabla eso tiene un gran valor.
Su valía como técnico la estropea con esas declaraciones impresentables? O por haber representado estos años atrás a un club tan desagradable como el de Vallecas? Eso ya queda a criterio de cada uno
El Guardiola de Las Hurdes. Conocerlo es amarlo.
No es de Las Hurdes es canario
Jeje, lo sé ... y ni eso, es cordobés 😉
Yo lo llamo de Las Hurdes porque para mi es el Guardiola de los pobres, el Guardiola low cost.
Genial "defensa" del incomprendido Jemez jaajajajaj... Me quedo con esto: " unos conceptos extraídos de la Filosofía Todo a Cien del Fútbol, magnum opus de Pep Guardiola en la edición comentada por Juan Malillo, y unos cuantos trucos prestados del ilusionismo cursi de Jorge Valdano".
jajajajaajajaja...clavadito...lo malo es que ya está totalmente abducido por las doctrinas de la secta y parece que ha emprendido un camino de no retorno a la cordura jajajajaaja....nadie es capaz de frenarlo...está totalmente descontrolado jajaajajaja...
Menos mal que al final no fue a entrenar a mi Dépor .. si no, no tendríamos 60 goles en contra, tendríamos 140, pero y lo bien que jugaríamos??
Paco Jémez es una consecuencia del estado del fútbol patrio, en el que a cualquier personaje que diga cuatro tonterías en la dirección que marca el Régimen se le presta una alcachofa para que se explaye (Bobo Carrasco, Juan Malillo, Ángel Kaca, Y_Dale_ssandro...).
En el fondo son divertidos.
Buenísimo el artículo Sr Falstaff
Grande Falstaff. La parte de la semblanza de Jémez donde te explayas sobre su torpe y tortuoso razonar me ha traído a la memoria una expresión de una amiga italiana, que calificaba malevolamente los razonamientos de un colega -del que no se sabía muy bien lo que quería decir ni a dónde quería llegar- como "pensiero intestinale". Creo que a Jémez, como a otros muchos de su cuerda, la expresión les va que ni pintada.
"...A mi me duele cuando la golpeas con cualquiera de las dos."
Lapidario.
Genial artículo. Felicidades.