Don Santiago Bernabéu dejó dicho que la camiseta del Madrid podía mancharse de barro, sudor y hasta sangre, pero jamás de vergüenza. Ayer un poquito lo hizo cuando en el minuto 63 Mateo Kovacic cayó fulminado, como en un romancero lorquiano, por un filo imaginario que emborronó la formidable actuación que estaba llevando a cabo jugando a fútbol. El hecho provocó la expulsión de Joao Pereira. Fue una imagen reprobable que nos recordó a la también censurable de Pepe en la final de Milán y que le costó la reprimenda del colegiado Mark Clattenburg. No todo vale.
No puedo negar la extrañeza por el gesto del croata. Nunca lo hubiera esperado de ese chico que en su primer día en el Inter preguntó, para sorpresa del vestuario, por una iglesia a la que acudir a misa diaria, lo cual le costó el apodo de “el monaguillo”. Comentan sus compañeros que Mateo es un joven noble y de arraigadas convicciones religiosas. Estoy seguro de su buen talante, pero hoy Mateo debería acudir a confesión. El joven centrocampista haría bien en tomar como ejemplo a Toni Kroos, quien, no hace mucho, habiendo recibido un cabezazo de un jugador de la Cultural Leonesa en presencia del mismo árbitro, hizo un alarde de gallardía y permaneció firme, demostrando que hace falta mucha más sesera que esa para derribarlo.
No cabe vacilar. El madridismo lleva muchos años clamando por las simulaciones de su rival y lo menos que esperamos es que nuestros jugadores respondan con otra conducta. Desde la llegada de Guardiola al Barcelona los azulgranas adoptaron la simulación como una estrategia sistematizada. La dinámica alcanzó su cúspide, hace unas semanas, con el desmoronamiento del corro de celebración culé tras un lanzamiento indigno (ahí tampoco cabe vacilar) de una botella de plástico que provocó un efecto metralla en la imaginación de los futbolistas del club catalán.
Curiosamente las primeras sospechas de esta estrategia prendieron en la final de Copa del 2011 disputada también en Valencia. La final del desplome. Todo comenzó cuando Marcelo, asediado a su espalda por Busquets, soltó el brazo hacia detrás, rozando el cuello de la camiseta del centrocampista, que no dudo en echarse las manos a la cara y caerse. Posteriormente, Pedrito chocó con Arbeloa, ambos con el costado, y tras varias vueltas de campana también se cubrió su rostro con las manos. Finalmente, en las postrimerías del encuentro, Adebayor empujó levemente a Mascherano por la espalda y el argentino cayó fulminado repitiendo, de inmediato, la misma reacción que sus compañeros. Tres lances diferentes, ninguno de ellos a la altura del rostro (cuello, costado y espalda), protagonizados por tres jugadores distintos, pero en todos ellos con idéntica representación: jugador al suelo y manos a la cara fingiendo una agresión. Cabía sospechar que si un jugador actuaba así podía tratarse de un teatrero. Si ya eran dos en el mismo encuentro la cosa empezaba a ser sospechosa. Pero si eran tres los que imitaban la misma escena entonces ya había indicios de ensayo y compañía teatral. De hecho en la retina de los aficionados ha quedado una escena de ese partido en la que David Villa se retuerce de dolor en el piso hasta que Ramos y Arbeloa, ofuscados por la simulación, lo alzan a pulso, lo cual provoca que el asturiano los encare, como un resorte, olvidando el dolor del que hasta hace un segundo no podía librarse.
El enfado de los dos defensas blancos no era casual. Esa misma temporada el Barcelona había eliminado al Real Madrid de Champions League con una polémica victoria que se produjo solo tras la expulsión de Pepe por una entrada a Alves. No vamos a entrar a discutir si el portugués tocó o no al brasileño, sino simplemente incidir en la circunstancia de que el lateral no cesó de revolcarse, con gran énfasis, por el césped hasta el instante en que avistó la tarjeta roja, momento en que pareció remitirle de golpe el dolor. De no haber sido sancionada la jugada quién sabe si todavía hoy Alves seguiría rodando por la banda del Santiago Bernabéu. Puede parecer exagerado, pero un año antes el interista Thiago Motta fue expulsado en el Camp Nou tras rozar con su mano en el cuello de Busquets. El jugador de Badia de Vallés cubrió su rostro, cual drama sofocleo y se fue al suelo desde donde siguió retozando a la espera de la tarjeta analgésica. Todos los telespectadores fueron testigos de cómo el azulgrana descubría un instante sus manos, haciendo cu-cu, para comprobar si el italiano ya había sido expulsado o si, por contra, tenía que seguir sufriendo.
La cosa no quedó ahí. En el 2010 el Comité de Competición estimó que Cesc Fabregas había fingido ser agredido en el rostro por el sevillista Gary Medel que fue expulsado por dicha acción. Aunque si hay un futbolista que ha elevado sus representaciones a la categoría de arte ese no es otro que Jordi Alba. En un clásico del 2013, Alba se propulsó hacia detrás para intentar dar con el cuerpo de Arbeloa con la mala suerte de que en el momento y lugar donde había calculado el impacto, el defensa del Real Madrid ya no estaba allí. El costalazo fue importante. Pero lo peor para el lateral zurdo azulgrana estaba por llegar. Cuando por fin, en la segunda parte, consiguió chocar de frente, hombro con hombro, con Arbeloa fue tal la emoción que le embargó que de un respingo su cuerpo describió un acrobacia de 360 grados, durante la cual, de inicio, se resintió de un imaginado golpe en la cara con la expresión constreñida, a mitad de giro sus brazos echaron mano a la barriga, no fuese que también se hubiese visto afectada y ya llegando casi al aterrizaje, se palpó la rodilla también resentida. Fue una exhibición de hipocondría de tal calado que el bueno de Alba olvidó por completo el efecto gravitacional y su cabeza golpeó duramente contra el suelo. Tuvo que ser atendido por ello. Nunca el Karma tuvo una manifestación tan perfecta.
Y es por todo este historial, precisamente, que cualquier aficionado madridista no puede disculpar ni permanecer impávido ante un hecho como el protagonizado ayer por Kovacic o por lo que hizo Pepe en la reciente final de la Champions. Son hechos aislados, pero ha quedado demostrado que acciones como estas pueden degenerar en una conducta social. Así no, Mateo.
Estoy de acuerdo contigo. No me gusta nada que los jugadores finjan agresiones. No soporto el teatro ni ese tipo de trampas. Me ponen de mal humor, incluso más si son nuestros jugadores.
Me chocó mucho que lo hiciera Kovacic, tanto es así, que aún estoy esperando que aparezca una imagen en la que se vea la agresión porque no daba crédito a que hubiera hecho ese teatro.
Concuerdo en su totalidad con el artículo. Si tanto se critica el teatro de los jugadores del equipo contrario, para nada debiera de ponerse en práctica tal bochorno. Soy de los que critica también este tipo de acciones de nuestros jugadores.
Por artículos como éste, es que amo a La Galerna desde que lo conocí. Siempre críticos cuando hay que serlo.
Saludos desde Venezuela.
Buenas noches Pepe, estoy totalmente de acuerdo con el espíritu de juego limpio que ánima tu
artículo, no entiendo el futbol de otra manera, pero hay que ser consciente de que mientras no
funcione el ojo de halcón, estaremos siempre en desventaja contra equipos que tienen el teatro como una
de las cosas que hay que entrenar por sistema.
Saludos blancos, castellanos y comuneros
una cosa es que por causas del juego caigas fulminado como pasa en cam farsa, otra cosa es lo de Mateo ayer, que sin saber la potencia del impacto, se ve claramente que el rival quiere agredirle de menor o mayor medida...pero ni estaba disputando un balón ni se entiende porque intenta darle al lado del liner
De acuerdo en todo. Dos anecdatos: La final de copa fue primero y luego la eliminatoria de Champions donde se expulsó a Pepe. Si queréis ver a Alba fingiendo buscad la vez en que se dió con el banderín del línea y se tiró al suelo a hacer la croqueta fingiendo que le había tirado algo la grada.
El problema es que los jugadores saben que si no exageras no se pita nada. El ejemplo de Kross en León es el más evidente. El árbitro ve lo que pasa, pero como el alemán no se tira, no expulsa al rival, mereciéndolo con creces.
Ayer Kovacic se mantiene firme ante la llegada desarbolada del rival y cuando nota la mano en el estómago (no parece suficiente intensidad, pero el gesto existe) se va al suelo para decir: señores, este tipo me ha dado.
Si lo que pasa es suficiente para considerarlo agresión o no lo debe ponderar el colegiado.
Estamos demasiado acostumbrados a sufrir en nuestras carnes estas situaciones como para lacerarnos también por esto.
Tengan en cuenta que, si esta jugada en vez de por Kovacic, fuera protagonizada por Busquets, la prensa y el aficionado culé ya habrían encontrado justificaciones a la expulsión.
Dejemos el buenismo para otros y dediquémonos a jugar y a ganar. Lo mejor del antimadridismo es que el equipo, el club y, cada vez más los aficionados, estamos aprendiendo a utilizarlo como acicate y para bien del Madrid.
Sigamos así.
Pues viendo la imagen se ve que el jugador portugués de forma artera propina un golpe en el estómago a Kovacic, lo que y ano llego es a saber la intensidad del mismo y el daño que ha podido causar.
Totalmente de acuerdo,con Juan Antonio,la agresion existe y me hace mucha gracia lo que dicen algunos de la "intensidad".La intensidad solo la sabe el que recibe el golpe,el juez de linea esta encima de la jugada y es el que informa al arbitro y punto.baybay......
Hola y gracias a todos por participar,
Mi opinión, igual estoy equivocado es la siguiente: Yo no dudo que Joao Pereira tocase a Kovacic en ese lance. Sí dudo que lo haga de un modo que justifique la reacción del croata. Ojo, hasta es posible que el mero golpe, sea fuerte o no, merezca ya la expulsión. Pero a mí la reacción me parece sobreactuada. Y por tanto me sobra.
Para empezar, el portugués golpea con la palma abierta. No lo puede hacer excesivamente fuerte, ni por la velocidad del movimiento ni por el corto recorrido del brazo. Le da en el estómago. Mi hijos de siete y nueve años practican kárate. Un rutina habitual es fortalecer los abdominales en parejas propinándose mútuamente una secuencia de golpes en esa zona. Lo hacen con mayor contundencia si cabe que en esa imagen. Y no son unos tiarrones con las abdominales como una tableta de chocolate como las de Mateo, son unos niños.
Insisto, igual hasta la expulsión es justa. Pero toda la expresividad posterior de Mateo me parece un actuación. Y estoy seguro que no es su carencia natural, que él no es así y por eso mismo se lo reprocho.
Saludos
No j.das, que en el mismo partido en que en una entrada fuerte, que no llega al balón, lesionan a Bales, vengas con ésta.
Hoy teníamos que estar clamando por la bula que tienen los contrarios, que de momento nos ha costado la lesión de Casemiro, Modric, Bale y Kroos, por entradas impunes del contrario y no con esta tontería, que es cierto que Kova exagera, pero el reglamento habla de dar o intentar.
En fin, los dirigentes, técnicos y muchos aficionados del Madrid, son los giliprogres buenistas del fútbol y así nos va.
Hoy miras cualquier medio y parece que Bale se lesionó solo, durmiendo en su casa.
Hola portega,
En el 75% del artículo no hago otra cosa que clamar por la bula que tiene el rival. Pero precisamente porque me parece mal no voy a excusarme tal y como hacen ellos. Porque no soy como ellos.
Saludos amigo.
Un placer leerte. Tampoco estoy de acuerdo con el teatro de los jugadores, pero creo que ayer y hoy, las poquitas terminales mediáticas madridistas, deberían estar denunciando la pasividad de los árbitros, ante las entradas que recibe nuestros jugadores y que ha costado varias lesiones.
Saludos
Totalmente de acuerdo con portega, y desde luego el golpe en el estómago de Kovacic existe , y el ayudante de linea está justo encima (como para no verlo)
Pepe, el teatro sistematizado de los farsantes fue en la misma semifinal del desplome de Alves, no en la final de copa. Esa semifinal del teatro fue unos días después de la final de copa. Al perderla, incluyeron en sus entrenamientos el buscar la expulsión del rival desde el minuto uno. Y continuar igual.
A mí tampoco me gustó lo de Kovacic. Concuerdo. No me gusta buscar la roja del rival mediante teatro. Y no me parece buenismo decirlo. Eso no es incompatible con reclamar lo que dice portega sobre la impunidad de los rivales.
De eso se trata el madridismo: Principios y Señorio, esa es la diferencia entre un Gran Club como el Madrid y otro que gana muchos "titulillos" con los que compensar su baja autoestima.