Marco Asensio aparece hoy semidesnudo en la mayor parte de las portadas de la prensa deportiva. Si tal cosa es posible es porque el joven delantero mallorquín, que sigue siendo joven pero ya no tanto como para hacer esto, se quitó la camiseta al anotar el que finalmente sería el único gol del partido. Como todo el mundo sabe, quitarse la camiseta supone recibir una tarjeta amarilla inmediata, y Marco la recibió, como la vio también Fede Valverde (curiosamente, el otro gran destacado del partido ante el Granada) en la semifinal de la Supercopa ante el Barça y por idéntico motivo.
Inicio con este bufido de viejo gruñón la correspondiente loa individual al mejor hombre del partido porque soy por encima de todo un gran aversor a la creación de problemas, y ganarse innecesariamente una tarjeta amarilla es acción que cae de forma descarada dentro de ese catálogo de cosas. Ganarte una inexorable tarjeta amarilla por una acción tan rotundamente evitable como esa me parece indefendible desde cualquier punto de vista. Lo siento, soy un señor de otra época. Si yo fuera Ancelotti —que tal vez sea un señor de otra época también pero en esto parece posmoderno, porque no sigue la política que estoy a punto de proponer—, dejaría establecido desde el primer día de la pretemporada que quien se deje llevar por arrebato tan estúpido tiene una cita ineludible con el banquillo en cuanto se haya vuelto a poner la camiseta. Si yo fuera Ancelotti, tanto Valverde ante el Barça como Asensio ante el Granada se hubieran ido a la ducha nada más marcar sendos goles. Afortunadamente, por muchísimas razones, yo no soy D. Carlo. Razones que atañen al Madrid en general, y a Asensio y Valverde en particular.
Ganarte una inexorable tarjeta amarilla por una acción tan rotundamente evitable como esa me parece indefendible desde cualquier punto de vista. Si yo fuera Ancelotti, tanto Valverde ante el Barça como Asensio ante el Granada se hubieran ido a la ducha nada más marcar sendos goles
Los hombres rancios y viejunos somos así: no nos gustan las niñerías que ponen en peligro el rumbo adecuado de las cosas. Afortunadamente, también tenemos nuestro corazoncito y somos capaces de extasiarnos ante lo que hizo Marco Asensio un segundo antes de hacer también el cimbel, por el mismo precio e incluido en el de la entrada. Vaga golazo, oigan. Un gol donde la belleza se da por añadidura la mano con la relevancia. El Madrid se jugaba ayer, en ese partido aparentemente random contra un rival aparentemente menor (este año ninguno lo es), gran parte de sus aspiraciones ligueras.
Fue la quintaesencia del golpeo asensista. Sus latigazos tienen una tensión especial, como de tiro con arco. Aquellos dos goles supercoperos al Barça, o aquel otro tremebundo de Trondheim, tienen desde ayer un acompañante de lujo en la vitrina. Pudo marcar otros dos si Jean Marie Pfaff no se encarnase por defecto en todos y cada uno de los guardametas visitantes en el Bernabéu, y metió a (otra vez) Valverde un balón tan de gol que Mateu no tuvo más remedio que interpretar que el uruguayo había hecho falta. Demasiado riesgo de camisetas al aire.
Fue la quintaesencia del golpeo asensista. Sus latigazos tienen una tensión especial, como de tiro con arco
Más allá del golazo, estuvo el juego. Asensio se desempeñó ante el Athletic tan malamente como casi todos sus compañeros, y aun así tuvo diez minutos hacia el final en que se enajenó de pulsión victoriosa, empezó a reclamar el balón con ansiedad y puso la zurda a trabajar. Ayer el afán le duró todo el segundo tiempo, y fue como pasar de lo intrascendencia más absoluta al Mr. Brightside de The Killers. A veces Marco la pide como presa de un trance, tanto que no parece él mismo, y a lomos de esa cosa histéricamente brillante, que tanto contrasta con lo otro, sigue destinado a ser nuestro hombre.
No olvidemos que hay destinos que se cumplen.
Getty Images.
Y yo me pregunto: ¿Por qué no lo hace más veces?¿Por qué nos empeñamos en meternos hasta portería, y no chutamos desde fuera del área más? Tenemos muchos jugadores que lo hacen MUY bien. El disparo a puerta de Marco Asensio es espectacular; tiene que ponerlo en práctica muchas veces más.
Saludos
Creo que a Marco Asensio , aunque no debiera, puede importarle poco que a algunos madridistas nos parezca mal esa manera tan boba de ganarse un tarjeta amarilla. Una cosa es alegrarte por el gol , pero otra es celebrarlo cometiendo una infracción que perjudica al equipo. Creo que alguien del club debería hablar con él .
No tengo el placer de conocerle Sr. Bengoechea, pero estoy de acuerdo con lo que escribe sobre la camiseta, me parece cosa de tontos, el regalar una tarjeta amarilla por haber metido un gol, eso en una final puede tener un pase, pero me considero viejuno como usted dice, y no me gustan esas ventajas que regalamos a los demas rivales. Un cordial saludo.