Cuando pienso en quién soy, no puedo evitar asociarlo a quién fui. Entonces veo a un niño a finales de los ochenta en unas gradas de cemento a las que acudía con mi padre para ver el fútbol de tercera división, en un pequeño pueblo del norte de Tenerife. Transistores a las cuatro de la tarde, tabaco en los labios adultos, habanos en los aún mayores...
En el previo o en el entretiempo acudíamos a la cantina y allí comenzaba una liturgia semanal por la que se invocaba a los grandes héroes del pasado. Así fui conociendo a Di Stéfano, Puskas, Gento, Amancio... Así, escuchando relatos y leyendas, conseguía recrear en mi mente cada final, cada partido épico, cada gol. Supongo que eso hacíamos todos. Nos pegábamos a la radio e imaginábamos como había volado Hugo Sánchez para conectar un testarazo a las mallas tras preciso centro desde la banda derecha.
Así es cómo aquel legado de generaciones gloriosas del Madrid llegaron a mí. Así fui capaz de sentir míos aquellos éxitos en los 50 o la derrota frente al Benfica de Eusebio. Así fui recibiendo el testigo de la memoria, haciéndolo mío y haciéndome, a su vez, su guardián y custodio. De entre aquellas historias, siempre he tenido presente la de la primera visita del Madrid en Liga a Tenerife. Mi padre situaba el hecho en el 61 o en el 62 y debía ser invierno porque recordaba haber llevado un abrigo. La expectación en toda la isla era descomunal. Probablemente uno de los acontecimientos de la década (qué extraordinario poder ha tenido siempre el fútbol). Relatando mil peripecias, consiguió una entrada para la vieja grada de Herradura (fondo), en la que se apiñaban miles de aficionados en pie, colapsando incluso las escaleras. Llegó el segundo tiempo y se señala una falta a veinte metros de la frontal. La gente seguía gritando a Puskas, inadvertido al parecer en el encuentro. Según su relato se hizo el silencio, Puskas avanzó y descargó su zurda y su rabia sobre el balón y sobre los gritos. La leyenda cuenta que nadie pudo seguir la trayectoria y que sólo se escuchó el ruido del cuero impactando sobre el soporte metálico que sostenía la red. Al parecer, el balón volvió a la vista al ser escupido por el interior de la portería ante el asombro de las veinte mil personas que habían acudido. Muchos se pusieron a aplaudir como si hubiesen asistido al mayor truco de prestidigitación del mundo.
Hoy mi padre padece Alzheimer y ya no recuerda aquel gol ni aquella noche, posiblemente de invierno, en Santa Cruz. Aún se le abren los ojos al escuchar el nombre de Di Stéfano y el de Puskas, aunque ya no está muy seguro de quiénes son. Sin embargo, yo sí recuerdo aquel gol, cierro los ojos y puedo sentir el silencio del público, el susurro de aquel señor que apuraba el tabaco a mi lado antes del lanzamiento. Puedo ver a Puskas con los brazos en jarra y puedo dar fe de que nadie vio el balón volar hacia la portería... Lo recuerdo perfectamente, es el gol que siempre recuerdo de aquel equipo de leyenda, aquel gol de Puskas que nunca vi.
Quién sabe, quizá en unos años mi mente no pueda retener ese momento. Yo, por si acaso, relato este gol a mi sobrino con cada detalle. Quizá, cuando yo ya no pueda volver al asiento de mi padre en 1962, él pueda sentarse en nuestro sitio y volver a ver aquella falta mágica una vez más.
Qué bonito relato.
Enhorabuena.
Magnífico.
El partido que recuerda se jugó el 12 de Octubre de 1961, ganó el R.Madrid 0 - 3, con dos goles de Di Stefano y otro de Puskas en el minuto 80.
Y como curiosidad ese día en el Tenerife jugaron futbolistas que hicieron carrera en otros equipos como Colo (Betis y Atlético de Madrid), Ñito , el portero (Valencia y Granada) y José Juan, en el eterno rival, Las Palmas.
Sí, muy bonito.
Bonito y emotivo relato. Felicitaciones. Y no menos oportuno apunte del Sr. Zárraga, afortunado que pudo ver en directo a aquéllos jugadores mitológicos.
Gracias.
Hubiera dado yo lo que fuera por oír en directo aquel gol. Cada vez que veo en blanco y negro esos trallazos del cañoncito me pregunto cómo sonarían y más en un campo pequeño. He oído romperla a Roberto Carlos y a Cristiano, pero algo me indica, un sexto sentido, que aquellos cañonazos debieron sonar a gloria. Te felicito por haber disfrutado desde pequeño de la imaginación y el relato de tus mayores. No hay mejor documental que aquellas valiosas herramientas.
Que bonito hablar del Real Madrid de esa época. Que lindo, por eso y cuando llegue el momento cuando alguien recuerde aquel gol de chilena de Garet Bale o aquel otro de Sergio Ramos en Lisboa en el minuto 93. Siempre estarán en nuestros recuerdos. Grande mi Real Madrid.
Salud8s
HALA MADRID
Yo tengo una debilidad especial hacia puskas que nunca vi jugar por su historia de superación y el buen gusto de Bernabéu por fichar a un ex futbolista que se reinventó. El único jugador que tuvo 2 carreras una con Hungría y otra con el Madrid. Si llegara a haber jugado en USA tendríamos una serie sobre el en Netflix. Un súper jugador en un súper equipo digno de los vengadores.
Enhorabuena por el relato. No me gusta el fútbol, pero tengo varios parientes cercanos afectados por Alzheimer. Es algo terrible, por lo que el tratamiento dado en este texto se hace aún más encomiable. Mucho ánimo y un abrazo. Salud!!!
Eso son los mitos. Uno oye sus hazañas y las considera insuperables. Sólo cuando un jugador se retira, como un Hércules en el Eta, llega al olimpo. Yo siempre seré de mitos.
Muy bonito oscar!!! Muy emotivo .... él Alzheimer es una enfermedad muy jodida que nos hace olvidar grandes momentos de nuestra vida, como el dichoso gol de Puskas
Maravilloso recuerdo.
Gracias, Oscar! Y puedes estar tranquilo: a partir de ahora recordaremos tu recuerdo y se lo contaremos así a nuestros hijos/sobrinos. Como bien dices, así se escribe y se transmite la historia del Real Madrid. y nada más!
Una maravilla. Muy emotivo.