“Al principio existía la Palabra”. (Juan 1, 1). Tenía claro, hermanos, que así debía empezar este mi primer artículo para La Galerna, tratase de lo que tratase. Por la palabra es como defendemos todos al Madrid, excepto, claro, algunos de los jugadores del equipo que a veces también lo defienden con su juego.
Quiero daros la bienvenida a esta Galerna en tiempos de tribulación. Porque, como sabemos, ni el Mal, ni el catenaccio, ni Javier Tebas tienen la última palabra. Al final de los tiempos, y preferiblemente antes, la Verdad resplandece, el Bien triunfa del Mal y el contraataque como el relámpago se impone al mecer blando y lujurioso del balón.
Tras el partido ante la Juve, buscando consuelo en las Sagradas Escrituras, fueron mis dedos rapidísimos a buscar el último libro, el Apocalipsis; tal era mi ánimo. Como muchos sabrán, la connotación negativa de la palabra apocalipsis es simplemente esto, una connotación, puesto que su significado estricto es el de revelación, esclarecimiento. Pero tras ese encuentro no estaba uno para mantener presente la etimología y confieso que corrí al libro en busca de mayores penas, de “llanto y crujir de dientes” (Lc 13: 28) que pusieran en perspectiva y en su justa gravedad el partido del otro día, la eliminatoria y, en fin, el abandono de la competición que el Madrid debe en justicia comandar con firmeza y amor, como el Buen Pastor. Quizá, meditaba yo, al lado de los Siete Sellos, las Siete Trompetas, las Siete Plagas o el juicio a Gog y Magog, solo quizá, me parecería menos grave el partido despachado por el Madrid. Al fin y al cabo, ¿qué es un partido de fútbol al lado del Juicio Final y la venida del ángel exterminador?
Pero los caminos del Señor son inescrutables, y su madridismo indudable en igual medida. Y cuando mi fe se tambaleaba y mi debilidad me llevaba a complacerme en mi propio padecimiento, leí lo que tenía que leer, lo que creo que todos los madridistas tenemos que leer en estos días aciagos.
Las Cartas a las Iglesias (Ap. 2) dentro del Apocalipsis son como las cartas a las peñas madridistas de hoy mismo: citaré algunos versículos que son tan claros que no hará falta exégesis ni para Dani Alves, tan solo unas anotaciones de mi puño que haré en cursiva:
A la Iglesia de Éfeso (Peña del madridismo triste):
“Conozco tus obras, tus trabajos y tu constancia. Sé que no puedes tolerar a los perversos: has puesto a prueba a quienes usurpan el título de apóstoles, y comprobaste que son mentirosos (sabes que en el kiosko no se puede comprar un periódico madridista). Sé que tienes constancia y que has sufrido mucho por mi Nombre sin desfallecer.
Pero debo reprocharte que hayas dejado enfriar el amor que tenías al comienzo. Fíjate bien desde dónde has caído (en tu interior temías pasar la eliminatoria y ser derrotados por el Barsa en la final), conviértete y observa tu conducta anterior. Si no te arrepientes, vendré hacia ti y sacaré tu candelabro de su lugar preeminente (tal como le aconteció a Butragueño en aquel involuntario esplendor en la hierba). Sin embargo, tienes esto a tu favor: que detestas la conducta de los nicolaítas (el tiquitaquismo), lo mismo que yo”.
A la Iglesia de Esmirna (Peña del madridismo feroz):
“Conozco tu tribulación y tu pobreza, aunque eres rica, así como también la maledicencia de los que se llaman judíos, y no son más que una sinagoga de Satanás (te sientes solo entre los que se dicen madridistas aunque se fían de lo que dice Segurola y dan la razón a veces a Quim Domènech).
No temas por lo que tendrás que padecer: mira que el demonio va a arrojar en la cárcel a algunos de ustedes (la cárcel mediática en la que el Madrid siempre lo hace todo mal) para que sean puestos a prueba, y tendrán que sufrir durante diez días (quizá alguno más hasta la final de Berlín). Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida”.
A la Iglesia de Pérgamo (peña del Real Madrid en Barcelona, o en Sevilla, o en Valencia, o en la redacción del Marca) :
“Sé que tú habitas donde está el trono de Satanás. A pesar de todo, permaneces fiel a mi Nombre y no has renegado de tu fe en mí, ni siquiera en la época de Antipas (Mourinho, claramente) , mi testigo fiel, al que mataron en el lugar donde habita Satanás.
Sin embargo, debo reprocharte algo, y es que tienes adictos a la doctrina de Balaam (Marqués de del Bosque). […] Tienes además partidarios de la doctrina de los nicolaítas (el tiquitaquismo, ya lo dijimos). Arrepiéntete, o iré en seguida para combatirlos con la espada de mi boca (con un artículo de Jesús Bengoechea, por ejemplo)”.
A la Iglesia de Tiatira (peña del madridismo bienintencionado):
“Conozco tus obras, tu amor, tu fe, tu servicio y tu constancia. Sé también que tus últimas obras son más abundantes que las primeras.
Pero debo reprocharte que toleras a Jezabel (Valdano, de melosa voz), esa mujer que pretende ser profetisa, la que engaña a todos mis servidores, y les enseña a prostituirse comiendo los alimentos sacrificados a los ídolos. Yo le he dado tiempo suficiente para arrepentirse, pero ella no quiere dejar de fornicar. Por eso, la arrojaré en un lecho de dolor, y someteré a sus compañeros de adulterio a una prueba terrible, si no se arrepienten de sus obras, y haré morir a sus hijos (intelectuales). Así sabrán todas las Iglesias (las peñas) que yo conozco íntimamente los sentimientos y las intenciones. Y yo retribuiré a cada uno según sus obras”.
A la Iglesia de Laodicea (peña del madridismo pipero):
“Conozco tus obras: no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Por eso, porque eres tibio, te vomitaré de mi boca.
Tú andas diciendo: Soy rico, estoy lleno de bienes y no me falta nada (tienes el Lexus en el párking y corres en el minuto 80 a sacarlo) Y no sabes que eres desdichado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. […] Yo corrijo y comprendo a los que amo. ¡Reanima tu fervor y arrepiéntete!”
Concluye el Ángel diciendo a las familias madridistas: “Al vencedor, al que permanezca fiel hasta el fin, le daré autoridad sobre las naciones (no en un Mundialito de clubes, que el Señor desprecia, sino con Champions innúmeras). Él las regirá con un cetro de hierro (la pierna de CR7) y las destrozará como a un vaso de arcilla (como a un trofeo Joan Gamper cualquiera)”.
“¡Proclama mi alma la grandeza del Señor!“ (Lc 1:46). Cuando yo deseaba ciegamente emporcarme en el barro de la derrota, la pereza de la desesperanza, la idolatría de la cantera (no podemos evitar visualizar los dos goles de Morata en la eliminatoria), el Señor me mandaba señales inequívocas de ánimo, perseverancia y examen de conciencia. No existe el madridista perfecto, ya que solo Él lo es, y todos hemos de hacer propósito de enmienda de nuestros pecados, pero el mensaje es claro: perseverancia y fidelidad, no desánimo, no falsos profetas que surgirán en estas horas bajas.
Y como estrambote a este mensaje no buscado por mí, sino totalmente revelado, o sea, apocalíptico, no puedo sino encontrar una intención ocultada pero evidente: el autor de la cita que abre este artículo es Juan, el autor del Apocalipsis es Juan, el mismo Juan que era el predilecto de Jesús, el más joven de los apóstoles, y a quien, con toda seguridad, Jesús llamaba “Juanito”.
¿Hay alguna duda de que Dios está de nuestra parte? Al final, vencerá el bien.
¡Qué deliciosa lectura!
Palabra de Dios (el verdadero, no el hormonado).
"Al fin y al cabo, ¿qué es un partido de fútbol al lado del Juicio Final y la venida del ángel exterminador?".
Confieso, Padre, que yo también he pecado y he caído en la desesperanza. ¡Pero sólo tras el partido!
Mas, al leer su sermón, me he percatado que debo hacer acto de contrición, porque he dudado, he perdido la fe y me he dejado llevar por la desesperanza en algún momento... Me duele, por haberle ofendido, a Él, por ser quien es y porque se le debe amar sobre todas las cosas.
Oraré repetidamente, con los últimos versos del 'Nada te turbe', de Santa Teresa:
Confianza y fe viva
mantenga el alma,
que quien cree y espera
todo lo alcanza.
Del infierno acosado
aunque se viere,
burlará sus furores
quien a Dios tiene.
Vénganle desamparos,
cruces, desgracias;
siendo Dios tu tesoro
nada te falta.
Id, pues, bienes del mundo;
id dichas vanas;
aunque todo lo pierda,
sólo Dios basta.
Ja, ja, ja...... Maravillosa la forma e impecable el fondo. Ojalá las musas te revelen muchos de estos.
Suerte y que germine el proyecto.
Padre, confieso que he pecado. Sufrí con la derrota pero no puedo negar que fue un consuelo pensar en la posible derrota berlinesa ante el maligno. Dios me perdone.
Magnifico artículo. Enhorabuena!