Apática España

Se lo dijo Florentino a Pedrerol en la gran noche de la Superliga: el fútbol ya no interesa a los niños. España contra Polonia. Tiento un vino esperando a que comience el partido en una terraza llena de futboleros, de esos que no perdonan ni un Macedonia Norte VS Menestra Este. De pronto, rueda del balón y ocurre lo impensable. Los mayores se van. Los críos, que estaban en la terraza, se largan a patear sus balones –vestidos de la Selección y todo-, a empujar el patinete, o entregarse a las carreras, sin volver la vista ni una sola vez a la pantalla gigante que emite el partido de España. Desolador.

Peor aún. Días después. Festival de goles de España. Mismo sitio, mismo vino. Los niños ni se acercan a ver la repetición de los goles, salvo para reírse de los que son en propia meta. Quizá es que, con triunfo o sin él, la Selección Española es un inmenso bostezo en medio de una Eurocopa estelar. El problema, pongámonos intensos, podría ser el relevo generacional. Siempre habrá competiciones y temporadas en las que el combinado nacional sea un desastre. Es la ley del fútbol. Pero lo que no está escrito en ningún lugar es que el equipo deba ser tedioso, carezca de compromiso, desconozca cualquier sentido de grupo, cualquier ilusión por el escudo, y exhiba al fin una apatía paralizante, comandada por alguien cuyo único talento es estar, cada mañana, encantado de conocerse. Cinco goles en una Europa. Sí. Pero tan llenos de matices como la llegada a la presidencia de Pedro Sánchez.

Veamos. Ningún otro equipo depende tanto del entrenador como una selección nacional. Por eso esta es la Selección de Luis Enrique. Y por eso se le llama Seleccionador y no simplemente El Tipo Que Custodia La Nevera. Tiene además el míster de España la urgencia de pegar con el pegamento de la psicología un grupo que es una pequeña ficción, que no existe en realidad. Y por si fuera poco, ha tenido la ocurrencia de juntar un combinado que estaba particularmente desperdigado. Debo reconocerle un mérito a Luis Enrique en todas estas batallas: hasta ahora casi todo ha salido mal.

Por lo demás, el entrenador de España es el único que no puede ser un chulo. Y, sobre todo, no puede serlo después de que sus apuestas hayan quedado en ridículo, y esto incluye la decisión deliberada de no llevar a la Selección a nadie del Real Madrid (único objetivo: acaparar titulares), la rueda de prensa de “Morata y diez más”, y quejarse del estado del campo, que después de lloriquear por el color de las camisetas es el número 1 en la Escala del Perdedor Nato (EPN). Cinco goles a un equipo que nadie normal sabe situar en el mapamundi no son suficientes para ocultar la realidad: esto más que España, nuestra España, parece la república federal de Rubiales.

Andaba pensando en la desafección de esta Selección, del fútbol en general, con los niños, cuando me enviaron el vídeo del autobús. Cuando nuestros jugadores cruzan un pasillo flanqueado por masas de enfervorizados seguidores y ni pestañean ante los aplausos y vítores, ni se giran, ni se detienen, ni lo agracen. Es uno de los gestos más indignos, y a la vez más significativos, que se ha visto jamás en la historia de la Selección. No es, digamos, el mejor modo de reenganchar a los jóvenes con el fútbol de España.

No sé si la Selección de Luis Enrique llegará lejos o no. Como también es la mía, les deseo lo mejor. Pero lo que es seguro es que la apatía es el peor pecado futbolero. Puedes ser bueno o malo, tener suerte o no, ser derrotado por alguien mejor o no, pero lo que nunca debes permitirte es aburrir a las moscas, hacer sestear a las ovejas, entorpecer el vuelo cansino de las gaviotas y hacer roncar al perezoso. Para jugar al fútbol hay que tener algún nervio del cuerpo conectado con el escudo que luces en la camiseta. Si no, es mejor que te dediques a esculpir carámbanos en Groenlandia, que es la típica actividad a la que media España desea enviar ahora a Morata; y, sin ánimo de defenderlo, tengo que admitir que quien le ha trasladado una presión descomunal y gratuita al jugador no ha sido el devenir de los partidos, sino el bocachancla del Seleccionador, con declaraciones más propias del que esto escribe cuando, de madrugada con seis cubatas y el brazo acodado en la barra, se dispone a transformarse en Seleccionador Nacional, cantando a voces la alineación e impresionando a alguna rubia que, muy probablemente, esté ahora apoyando a Ucrania en esta Eurocopa.

Fotografías: Imago